El cuento del mes

Cordón colorado

Paola Tena

Esta muestra de minificciones proviene del libro Cordón colorado (2020), de la escritora Paola Tena (México, 1980): una serie de narraciones brevísimas con gran variedad de tonos y argumentos. Pediatra e ilustradora además de narradora, ella imparte talleres de escritura creativa y elaboración de fanzines, y ha publicado en antologías y revistas dedicadas a la minificción. Entre sus otros libros están las colecciones de minificción Las pequeñas cosas (2017), Cuentos incómodos (2019), MiniBestiario (2020), Versión no autorizada (2021), Kit de emergencia (2022) y Fumadores (2023), y el libro de cuentos Rosa mexicano (2020).

Paola Tena

CORDÓN COLORADO
(selección)
Paola Tena

Tierra removida
Pase si quiere esperarlo, pero no sé a qué horas vuelve. Siéntese, estoy haciendo café. Aunque quién sabe si él podrá ayudarle, seguro vendrá borracho. En eso se parece a mi primer marido, ¿sabe usted?, el que se mataba trabajando todo el día y luego se iba a beber en cuanto bajaba el sol, como queriendo compensar. Hoy estuvo cavando toda la mañana en el jardín, quería plantar un árbol, me dijo. Pero el alcohol le ha afectado la cabeza. Se pone violento, se imagina cosas. Que la sopa está muy fría o muy caliente, pero siempre tiene la misma temperatura, se lo aseguro. Mi primer marido era igual. Muy salada la sopa, muy sosa la sopa. ¿Y qué puede hacer una para defenderse, qué puede contestar cuando no la dejan ni hablar?
      ¿Quiere un trozo de pan? Lo hice yo misma. Alcánceme el cuchillo, haga favor. Sí, ese sobre la mesa. Como le dije antes, no sé a qué hora vuelve. Todos los hombres son iguales. Mi primer marido me dijo una noche que no se tardaba y desde entonces ya no está. Pero no lo lamenté. No era bueno, ¿sabe usted? Ah, pero estoy divagando. Mi esposo no ha estado bien, piensa cosas que no son. Por ejemplo hoy, que cuando estaba cavando me dijo que había desenterrado unos huesos largos, como de animal grande. Se le salían los ojos de la cara de puro miedo. ¿Se va usted tan pronto? No pise la tierra recién removida, por favor. Hoy tengo que plantar un árbol.

Tamaduste
¿Te acuerdas, Marisa, que cuando éramos niños bajábamos a escondidas a Tamaduste para lanzarnos al agua fría? Del fondo del mar recogías piedras lisas que no tenías dónde guardar, y me las hacías meter en el calzoncillo rojo que usaba para nadar porque no tenía traje de baño. Volvíamos escurriendo agua salada y las piedras hacían rac rac rac cuando se me movían dentro. Tú te reías sin parar. ¿Y ese día que casi me ahogué? Pensaste que estaba fingiendo para asustarte, pero cuando empecé a manotear angustiado te lanzaste al agua y me diste respiración boca a boca como habías visto en Guardianes de la bahía, y casi te ahogas tú también por el esfuerzo. Luego te fuiste a la universidad y yo me quedé en el pueblo, trabajando, en el taller de mi padre. Y mira cómo es la vida, hoy volví a verte después de años, pero sin reconocerte del todo y cuando te dije «hola» tú no recordabas ni siquiera mi nombre. Nunca te confesé que aquel día, hace años, fingí lo desmayado otro rato para sentirte la boca un poco más. Hay veces, Marisa, en que creo que sí nos morimos ese día y desde entonces andamos difuntos por la vida sin darnos cuenta, y los únicos que siguen vivos son ese par de niños lanzándose al agua fría de Tamaduste, cogidos de la mano.

Aleteo de una mariposa
A la tía Ana le dio por estornudar todos los días a las cinco de la tarde. Al principio, sus estornudos eran cuando mucho estridentes, lo justo para despertar a la abuela y asustar a Sansón, nuestro gato. Luego fueron subiendo en intensidad, como una vez que sacudieron el aire del salón y el retrato de boda de mis padres cayó al suelo. Otro día cimbraron los muros con tal magnitud que la casa entera se llenó de grietas. Pero una tarde la tía Ana estornudó quedito y nosotros, que ya temíamos lo peor a las cinco de cada día, nos miramos perplejos y aliviados hasta que entró el vecino: «¿Ya se enteraron del sismo en Japón?»

Belén
Cuando nos desviamos de la ruta espacial fijada siguiendo un cometa, un desperfecto en el mando central hizo caer una de las naves cerca del meridiano de un planeta inexplorado; afortunadamente, nuestro cosmonauta fue rescatado por dos nativos. Sin embargo, todo lo que sucedió después aún no sabemos cómo interpretarlo.

Se alquila habitación
En el 1B habita un viejo chapado a la antigua que disfruta arrastrando cadenas toda la noche, cosa que desquicia, y con razón, a la vecina del 1A, que se colgó de una viga a causa del mal de amores y deambula por el salón con el rostro violáceo. La del 2B era una actriz de teatro, o eso creemos, porque se asoma a la ventana con cara de pena y le pregunta a los escasos transeúntes en el más rancio inglés británico si han visto a sus pupilos, justo como la institutriz de James. El del 2A es un fulano alemán de mucho cuidado, que ha destrozado todo lo que ha podido; lo apodamos Poltergeist y nos asusta incluso a nosotros, imagínese. Nos queda libre el sótano pero no por mucho, así que decídase pronto y coja por fin ese revólver, que la vida no dura para siempre.

Semillas de limón
Jamas creí que lo que decía mi abuela fuera cierto, eso de que a quien se traga las semillas de limón le brota un limonero en la barriga. Nos reíamos, pero ella no se enfadaba porque siempre nos ha querido. Prueba de ello es que cada mañana sale sin falta al jardín para regarnos las raíces.

3 comentarios. Dejar nuevo

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
Los hombres no deberían orinar sentados
Entrada siguiente
Dos criaturas fantásticas