Taller literario

Taller literario: extrañamente adjetivado

En un texto que leí en la red sobre Volver, la nueva película de Pedro Almodóvar, el autor (no recuerdo su nombre) elogiaba al filme porque su guión era «rabiosamente manchego». Yo no entendí, o mejor dicho entendí perfectamente: la intención del calificativo y del adverbio que lo vuelve más preciso era indicar que a) a Almodóvar le interesaba caracterizar a sus personajes como oriundos de La Mancha, y que b) esa voluntad del cineasta es (para quien escribió el texto) una virtud.
      Sin embargo, no pude evitar imaginarme a un queso manchego (o a Don Quijote; problemas de haber crecido del lado equivocado del Atlántico) con el ceño fruncido, los dientes apretados y espuma saliéndole de la boca…
      ¿Pedro Almodóvar escribió Volver de ese modo, rugiendo y salpicando de saliva el teclado? Desde luego que no, pero muchos pares semejantes («inconfundiblemente masculino», «totalmente Palacio») se nos ofrecen, sobre todo en la publicidad, con la idea de que deben sonarnos importantes, emocionantes, contundentes. A veces nos suenan así porque estamos bien condicionados, pero también puede suceder que su efecto sea ridículo, como este lema que escuché una vez en la radio local: «salvajemente romántica». (¿Los amantes se entregan con fondo de Luis Miguel, se descuartizan cantando una de Pepe Aguilar, se chupan la médula de los huesos mientras tararean a Reyli Barba?)*
      La propuesta de ejercicio es tomar literalmente uno de estos pares y jugar con la imagen que resulte. También se puede inventar una frase alocada cualquiera: basta unir un adverbio terminado en «mente» y un sustantivo; mientras más extraños el uno al otro, mejor. Un ejemplo: la historia de alguien «tímidamente homicida», que pide permiso a sus víctimas mordiéndose el labio y muriéndose de risa nerviosa.

* Nota: no se preocupe si no reconoce a los cantantes arriba mencionados, representantes todos de lo que en México se llama «música romántica».

5 comentarios. Dejar nuevo

  • El era secretamente famoso; todo el mundo lo conocía pero cada quién creía ser el único que sabía de él.

    Era indefiniblemente soberbio, me gustaría describirlo, pero no puedo.

    Era pasmosamente energizante, te la tomabas y sentías como la energía llegaba a tu cansado cuerpo, para quedarte después saturado de energía mirando al cielo con cara de estúpido.

    Lo notas de inmediato es omnipresentemente nulo, en cualquier lado que le buscas, notas su ausencia.

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  • Hola, Ricardo; me gustan los ejemplos que propones. Un saludo.

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  • Esta intensamente muerto: era una masa henchida de humores y gusanos.
    :p
    abrazos colinescos…

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  • Gracias Alberto, un abrazo 🙂

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  • A medias.
    Era una mujer sensualmente hemipléjica, con un cuerpo a medias voluptuoso, a medias esmirriado. Esa parte izquierda de su anatomía le hacía deliciosa, siempre y cuando uno no se fijase en las muletas o la silla de ruedas. Sus labios tan sensuales daban ganas de medio devorarlos, medio acariciarlos; ¿Quién no moría por ese quiebre de cadera, siempre y cuando no fuese demasiado exquisito respecto al arrastrase de su pierna derecha? ¿Quién no anhelaba una mirada de ese ojo azul, de intensidad innombrable? El problema con esa mujer era que todas sus relaciones se quedaban siempre a medias.

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