El sonido y la furia (1929) de William Faulkner (el título también se ha traducido como El ruido y la furia; por lo demás, es una metáfora intraducible, tomada del Macbeth de Shakespeare) contiene ese ejemplo famoso de una historia contada por un personaje con limitaciones: Benjy Compson, uno de los cuatro narradores de la novela, tiene retraso mental y en lo que dice se puede adivinar todo lo que no comprende: confunde personajes y hechos, se concentra en detalles desconcertantes, expone aun los hechos más brutales sin adosarles ningún juicio moral. Faulkner dijo que eligió al personaje para presentar a la familia entera que puebla su libro, y que enfrenta la decadencia y la extinción en el sur profundo de los Estados Unidos, pues era «capaz de saber lo que sucedía, pero no por qué».
Tras haber leído al menos un fragmento de la narración de Benjy (no incluyo extractos porque verdaderamente hay que leerla), el ejercicio consiste en imitar la estrategia del escritor estadounidense: seleccionar a un personaje con alguna limitación y ponerlo a contar o describir al menos una situación que lo supere. La ruta de Faulkner no es la única posible: hace poco escuché un breve poema de Hernán Bravo Varela en el que King Kong describe a Ann Darrow, y el brillo de su cabello rubio hace que la criatura la llame «sol en la mano».
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Interesante ejercicio. Alberto: felicidades por tu libro Viajes celestes y el que te dedica la Iberoamericana.
Ecuador: Indígena Aura, atropellado por un automóvil en su primer encuentro con la civilización occidental. (Traducción del Padre Alberto Suárez). Yo estaba en el camino cuando escuché el bramido sordo e impaciente de la bestia. Debí esconderme en la selva, pero pensé que si la fatalidad quería alcanzarme lo haría independientemente de mi. La bruma de la selva se disipó por un instante y fue cuando miré al demonio que venía hacía mi, sus ojos despedían luz como el sol, pero fría, demoníaca y caminaba en mi dirección, pero no como los animales, si no de una forma completamente antinatural. No venía por mí, pero para mi desgracia yo estaba en su camino; ni siquiera grité, sólo sentí como me mordía y me aventaba a un lado. Luego para mi deshonra, estaba yo aquí, en este mundo suyo de demonios y hombres blancos.
«Vino el sol…y me cantó…Vino el sol …y me cantó»
Descripción del encuentro de un mexicano (según recuerdo aparecía en una mecedora, hablando en español en medio del desierto y con los ojos en blanco al parecer cegado por la radiación) con una nave alienígena en la película: Encuentros Cercanos del Tercer Tipo 😀
Algo no tan «Spielbergiano» o como se diga…o por lo menos histórico es la información que aparece en el Códice Florentino Libro XII Capítulo 7 «Lo que vieron los enviados de Moctezuma» y que fue traducido por Ángel María Garibay e incluido en su libro: LA VISIÓN DE LOS VENCIDOS. En ella nos narran el encuentro de dos civilizaciones: la azteca y la española y cómo los primeros describen a Moctezuma lo que han visto (algo que por supuesto rebasa su comprensión)
La información de este hecho se puede leer en el libro mencionado o en el siguiente enlace:
http://mexica.ohui.net/textos/8/
De momento me acordé de un texto – de autoría venezolana creo – que nos leiste hace mucho en el taller donde el conquistador narraba las maravillas que encontraba en el Nuevo Mundo pero al final estaba tan «maravillado» que destruía todo aquello 🙁
De momento sólo eso se me ocurre, ya después veré si puedo escribir un texto al respecto. Coincido con el primer comentario, suena muy interesante escribirlo.
Saludos Alberto
Ahora me dejas con una tarea muy interesante…
Espero poder cumplirla.
Tenía como 5 años, apenas había llegado a la casa y Aicia fue la que sufrió más por tener que llevarme como carga. De por si era la mayor y nadie la adoptaría, el que le tocara cuidar a una niña ciega era suficiente como para despreciar la vida. Dormiamos solas en la misma cama del desvan. Hasta allá subió él, creo que era alguien pero como saberlo a ciencia cierta. Sentí que la jaló y ella se despertó del susto. Sus manos grandes y pesadas, aunque cuidadas y suaves se metieron entre mis piernas y Alicia la sacó.
– A ella no. Para eso estoy yo.
Yo tenía los ojos bien abiertos, intentando ver que pasaba, pero solo escuchaba el rechinar del colchón y sentía el movimiento junto a mi. Ella lloraba pero no decía nada. Él gemía mientras sus manos trataban de tocarme. Me animé a acercarme, Alicia gritó entre soyozos tratando de apartarme. Él alzó la mano y me golpeó lanzándome contra la pared. Luego, escuche un golpe seco, contra el piso del cuarto. Alicia lloraba, se acercó a mí y me preguntó si estaba bien. Yo moví la cabeza. Ella me dió un beso en la mejilla, se levantó y no supe más.
Me preguntaron mil veces si yo sabía que había pasado, pero creo que en realidad, aún no lo sé.
Yolanda, Ricardo, muy interesantes los textos. Se agradecen.
Hola, Felipe… El cuento al que te refieres es de Luis Britto García y lo vi por primera vez en el libro Rajapalabra, una antología que sacó la UNAM. No me acordaba de ese momento de la película de Spielberg… 🙂
Manuel, gracias por las felicitaciones. Muchos saludos para todos.