Taller literario

Manías (I)

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Un ejercicio excéntrico: no será frecuente la necesidad de hacer algo como lo que se propone pero ¿qué más da?

La propuesta: escribir la autobiografía de un personaje que omita en sus palabras una vocal y que se vea en la necesidad de explicar, racional y serenamente, por qué lo hace.

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  • Me parece antinatural terminar la circunferencia. Al aparecer en mi cabeza, la idea revuelve mis entrañas, y en mí se deprimen las ganas de escribir.

    ¿Que qué me pasa? ¡Les diré qué pasa! Y quizá ustedes hasta me entiendan.

    La luna, al final de un triste día de abril, me recibe en cada ventanal de mi casa. Apagadas las luces, cruje la madera de una cama vieja. En la escalera van mis pies: deslizan las suelas, quietas cuales hienas, hacia arriba. Fantasmas y espíritus, ellas son. Mi palma abarca la perilla de la puerta; la recámara que gime espera sin prisa.

    Mi mujer, cubierta hasta la mitad de sábanas, eructa de placer. Sus dientes describen la figura en la cual cada partícula se encuentra a una distancia igual de la partícula central. Y sus nalgas, perpendiculares a la arista del imbécil que usurpa mi lugar, respingan sensualmente de incredulidad

    ¡Puta infiel, araña!

    Desde ese día la mente me juega malas pasadas. Me recuerda su mueca ausente cada rueda de bicicleta, cada luz de vialidad en verde, cada página y cada línea en la que se describa una variable más del Kamasutra.

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  • ahhh joder… se me pasó una O… de nuevo:

    Me parece antinatural terminar la circunferencia. Al aparecer en mi cabeza, la idea revuelve mis entrañas, y en mí se deprimen las ganas de escribir.

    ¿Que qué me pasa? ¡Les diré qué pasa! Y quizá ustedes hasta me entiendan.

    La luna, al final de un triste día de abril, me recibe en cada ventanal de mi casa. Apagadas las luces, cruje la madera de una cama vieja. En la escalera van mis pies: deslizan las suelas, quietas cuales hienas, hacia arriba. Fantasmas y espíritus, simulan ellas. Mi palma abarca la perilla de la puerta; la recámara que gime espera sin prisa.

    Mi mujer, cubierta hasta la mitad de sábanas, eructa de placer. Sus dientes describen la figura en la cual cada partícula se encuentra a una distancia igual de la partícula central. Y sus nalgas, perpendiculares a la arista del imbécil que usurpa mi lugar, respingan sensualmente de incredulidad

    ¡Puta infiel, araña!

    Desde ese día la mente me juega malas pasadas. Me recuerda su mueca ausente cada rueda de bicicleta, cada luz de vialidad en verde, cada página y cada línea en la que se describa una variable del Kamasutra.

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  • Está muy bueno. 🙂

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