Un ejercicio excéntrico: no será frecuente la necesidad de hacer algo como lo que se propone pero ¿qué más da?
La propuesta: escribir la autobiografía de un personaje que omita en sus palabras una vocal y que se vea en la necesidad de explicar, racional y serenamente, por qué lo hace.
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Me parece antinatural terminar la circunferencia. Al aparecer en mi cabeza, la idea revuelve mis entrañas, y en mí se deprimen las ganas de escribir.
¿Que qué me pasa? ¡Les diré qué pasa! Y quizá ustedes hasta me entiendan.
La luna, al final de un triste día de abril, me recibe en cada ventanal de mi casa. Apagadas las luces, cruje la madera de una cama vieja. En la escalera van mis pies: deslizan las suelas, quietas cuales hienas, hacia arriba. Fantasmas y espíritus, ellas son. Mi palma abarca la perilla de la puerta; la recámara que gime espera sin prisa.
Mi mujer, cubierta hasta la mitad de sábanas, eructa de placer. Sus dientes describen la figura en la cual cada partícula se encuentra a una distancia igual de la partícula central. Y sus nalgas, perpendiculares a la arista del imbécil que usurpa mi lugar, respingan sensualmente de incredulidad
¡Puta infiel, araña!
Desde ese día la mente me juega malas pasadas. Me recuerda su mueca ausente cada rueda de bicicleta, cada luz de vialidad en verde, cada página y cada línea en la que se describa una variable más del Kamasutra.
ahhh joder… se me pasó una O… de nuevo:
Me parece antinatural terminar la circunferencia. Al aparecer en mi cabeza, la idea revuelve mis entrañas, y en mí se deprimen las ganas de escribir.
¿Que qué me pasa? ¡Les diré qué pasa! Y quizá ustedes hasta me entiendan.
La luna, al final de un triste día de abril, me recibe en cada ventanal de mi casa. Apagadas las luces, cruje la madera de una cama vieja. En la escalera van mis pies: deslizan las suelas, quietas cuales hienas, hacia arriba. Fantasmas y espíritus, simulan ellas. Mi palma abarca la perilla de la puerta; la recámara que gime espera sin prisa.
Mi mujer, cubierta hasta la mitad de sábanas, eructa de placer. Sus dientes describen la figura en la cual cada partícula se encuentra a una distancia igual de la partícula central. Y sus nalgas, perpendiculares a la arista del imbécil que usurpa mi lugar, respingan sensualmente de incredulidad
¡Puta infiel, araña!
Desde ese día la mente me juega malas pasadas. Me recuerda su mueca ausente cada rueda de bicicleta, cada luz de vialidad en verde, cada página y cada línea en la que se describa una variable del Kamasutra.
Está muy bueno. 🙂
Toda la vida soñé con hacer de la palabra mi oficio.
De niña ofrecía conferencias y daba entrevistas imaginarias para la televisión. Escribía canciones, y en ellas empleaba las palabras, a mi parecer, más sofisticadas, recopiladas de los chismes compartidos entre mi madre y la madre de mi madre, en las telenovelas, y en la iglesia los domingos.
Tenía claros mis anhelos y mis prioridades en la vida. Pero no soy hombre; carezco del privilegio del tiempo libre y del silencio.
Al crecer, mi sexo definió mi propósito en la vida: hijo tras hijo, llantos, gritos, pañales y noches sin dormir. Así pasaron 26 años.
Hoy el menor se ha ido de casa. Silencio al fin. Regreso a las letras para insistir en contar todas las historias posibles. Pero me vengo enterando de la desaparición de cierta letra. La imagino cansada de esperar, escapando a mejores sitios, pero yo la necesito acá.
Tal vez, lector, ya notaste esa inexistencia en este texto, si es así, y si la has visto, por favor, háblale de la necesidad del sonido propio de ella en este sitio. Todavía tengo historias por contar y sin ella no sé si podré hacerlo.