Sin clasificar

Ecosistemas (2)

 

En efecto, después del signo de admiración pusieron punto

Esta foto fue tomada hace pocos días en la avenida División del Norte de la ciudad de México. Por si no se ve claramente, la camioneta lleva el logotipo de la Secretaría de Economía (de hecho, el texto bajo el logotipo es parte de una campaña de promoción de incentivos a pequeñas empresas). ¿Quiere usted leer un comentario malhumorado?

He aquí el comentario malhumorado. No quiero hacer aspavientos, pero la «N» mayúscula podría haber sido minúscula; después de ella tendría que haber ido un punto, y además de que la palabra «Acércate» debe llevar acento en la primera «e», el segundo signo de admiración no necesita que lo siga un punto. No vale decir que «de todos modos se entiende» ni que la Secretaría de Economía no es la de Educación Pública. Y lo siento mucho, pero no: tampoco diré que es sólo mi opinión y que podría estar equivocado. No es cuestión de opiniones y no vale siquiera decir que «el lenguaje de la publicidad» permite despropósitos semejantes. Quienquiera que haya escrito el texto tenía la (muy) vaga idea de emplear los signos convencionales para dar énfasis a su ¿eslogan?, ¿lema?, ¿invitación?
      Tampoco deseo presumir, aunque ese prejuicio contra quien muestre poseer conocimiento (cualquier conocimiento) es absurdo. Las de la ortografía y la sintaxis son reglas arbitrarias, si se quiere, pero no existen nada más para fastidiar ni para usarlas como símbolo de estatus (un estatus que, por lo demás, se logra con dinero o con fama). Los acentos sirven, entre otras cosas, para facilitar la pronunciación de las palabras leídas y también para distinguir entre palabras que se escriben igual pero tienen significados diferentes. Y los signos de puntuación permiten dar estructura lógica a un discurso, así como facilitar –aunque sea de modo muy imperfecto– la percepción del tono en el que podrían pronunciarse las palabras leídas, de su ritmo, etcétera. No son «cadenas» ni «imposiciones» sino herramientas: no se es más libre por no saber usarlas, y de hecho ocurre justo al contrario: dar estructura a las palabras ayuda a emplear más finamente el lenguaje, a pensar mejor.
      Por lo demás, yo creía que cualquier gobierno tenía la obligación de emplear estas herramientas adecuadamente, siquiera para dar ejemplo. Y que, en el peor de los casos, había cierta responsabilidad compartida por todas las personas y organizaciones con acceso a herramientas de comunicación masiva.
      (Y tampoco me digan que hay problemas más urgentes que este cartelito; lo sé, y de todas maneras esta nimiedad se relaciona con todo lo demás. ¿Falta de estadistas, tonterías, venalidad, corrupción? Nuestras autoridades (que para tantas personas son como padres postizos) dejan ver en su uso del lenguaje su naturaleza y su forma de estar en el mundo.)

9 comentarios. Dejar nuevo

  • ¡Ah, la Secretaría de Economía! Ese despacho nefasto de donde han salido tantas de nuestras desgracias. Aquellos que están acostumbrados a atropellar, ya no digamos la economía del país, sino la familiar, hacen lo mismo con el lenguaje, me imagino que sin mucho remordimiento.
    Saludos, Alberto.

    Responder
  • Alberto, lo has malinterpretado todo. Lo que pasa es que el creativo que se encargó de redactar el texto del slogan era argentino. De hecho, cometió un error de acentuación, pero en la primera palabra. Así, el texto correcto sería «Fortalecé tu negocio ¡Acercate!.» Nótese que el punto al final es en efecto un recurso estilístico, una elipsis a falta de mayor espacio para agregar un cierre potente al panel frontal del vehículo. Así que intentaremos reconstruir la exhortación que nuestro redactor rioplatense en cuestión tenía en mente: «Che, fortalecé tu negocio ¡Acercate! Y punto».
    … ¿Boludo?

    Responder
  • Jaime García
    07/10/2006 10:38 pm

    Bueno, esto nos hace ver que la Secretaría de Economía, en cualquier área, hace mal su trabajo: economiza tildes, sí, pero se excede en puntuación. Y como con su ene de «Negocio», hace así que el lenguaje se convierta en un problema mayúsculo.

    Responder
  • […] Las historias, por Alberto Chimal » Ecosistemas (2) Alberto Chimal hace una breve reflexión a causa de que el gobierno mal-emplea los signos para promocionar sus servicios. Muy acertada. (tags: albertochimal letrero gobierno México lenguaje) […]

    Responder
  • Entiendo tu frustración Alberto, me escuché en tus palabras. Lamentablemente este tipo de errores se pueden observar en todos lados; y yo no me atrevería a relacionar éste directamente con la Secretaría de Economía (me reservo mis comentarios respecto a ese organismo); yo me iría más atrás, más general: está en la primaria de los publicistas, los diseñadores y sus respectivos jefes; en sus familias y en su apática ignorancia. Teniendo un idioma tan hermoso, tan completo… No hay excusas. Y sí, los gobernantes deberían de ser los primeros preocupados en fomentar el correcto uso del español.

    (No quiero generalizar: hay muchos publicistas, diseñadores, respectivos jefes, gobernantes y maestros de primaria que piensan lo mismo que yo respecto a este tema.)

    Responder
  • El diseño es ética.

    Responder
  • Hay otro de la Conagua que dice: ¿Eres de los que no pagan el agua? ¡Qué poca! Y los problemas…¿Nos los van a dejar a nosotros?
    Me parece que el último enunciado es reiterativo, «Nos» ya implica ese «nosotros».
    Me ha sucedido frecuentemente escuchar a personas que se refieren a un «su de él o ella», por ejemplo: «Su niño de ella», es alarmante porque lo hacen con tanta normalidad.

    Responder
  • Mmmmh… Yo pensaba que estaba mal. Siempre que camino como hormiga loca en la ciudad me detengo (un poco) para leer esos anuncios «espectaculares» para leerlos bien, sí, leerlos bien, con una actitud de censor del lenguaje que no se me quita y que muchos me odian. «Bueno, Baldemar, ¿qué te pasa?», me decía en ocasiones. Pero ya vi que no soy el único que se preocupa porque el prójimo escriba bien. Los pretextos para no escribir ni hablar bien son muchos: que para qué, de todos modos esa es la idea; que nadie es perfecto; ¡Ay! ¿A quién le interesa?; que los maestros están igual. Y un largo costal de mañas. Creo que la solución radica en la política educativa. Pero una Política Educativa que vea nuestras carencias en lenguaje. (No quiero hablar por ahora de la educación sexual para los escolares que parece que espanta a todos, aunque la pornografía y la pederastia inunde hoy en día plazas y callejones). El español debe enseñarse desde Primaria, la lectura debe ser obligada en Secundaria, la escritura debe afinarse en Bachillerato y la producción literaria, las lecturas complejas y el aporte al español debe ser asunto normal en la Universidad. No tengo prisa, me puedo esperar 20 ó 30 años, para que cuando me detenga en el 2040 frente a esos anuncios «espectaculares» no me dé pena ajena leerlos. No somos nada.

    Responder
  • ojalá existiera un símil de la inquisición para estos casos

    ¿a poco no es esto una blasfemia del gobierno contra el estado?

    recordemos que el estado, además del territorio nacional, incluye a la cultura, ¿y qué rasgo culturalemente identitario más fuerte que la lengua?

    imaginemos lo que los filólogos del futuro pensarán de nosotros.Tal vez se digan «y estos idiotas con todo y Real Academia están peor que sin de Nebrija»

    Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
Ecosistemas
Entrada siguiente
Tres de nosotros: WE3