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¿Qué hacen esas personas hablando?

Este ensayo brevísimo apareció el domingo pasado en El Ángel, suplemento del diario Reforma:

Llamamos «cuenteros», «narradores orales», «cuentacuentos» o «hablistas» a quienes se dedican a referir en voz alta, y ante los otros, toda suerte de historias, de ahora y de entonces, sobre todos los temas y preocupaciones. Son una minoría, aún más reducida que la de quienes escriben o leen, y a veces los miramos con curiosidad: en plazas y patios, en casas y auditorios, parecen emisarios de un país remoto, el de la princesa Scheherezada y los raconteurs medievales. A veces nos preguntamos por qué siguen aquí, habiendo tantos otros medios de informarnos y entretenernos.
      Pero ¿por qué se habrían de marchar? No es sólo que su arte de la voz –diferente del teatro, y más poderoso en tanto motor de la imaginación– siga siendo capaz de arrebatar y fascinar. Además, su presencia nos es indispensable por incómoda, por inquietante, por imposible de asimilar el ruido de fondo de nuestras músicas e imágenes.
      ¿Qué hacen esas personas hablando? Nos recuerdan el principio de las palabras. Vuelven a tender los viejos puentes. Cuando estamos allí para escuchar, hacen contacto, siquiera brevemente, con nosotros.
      Y es que antes de la escritura ya existían las historias. Tal vez provienen del mismo instante, ya olvidado, en que surgió el lenguaje. Son hijas de las palabras dichas, escuchadas, puestas en el espacio que separa de los otros a cada ser humano.
      Durante miles de años, no hubo sino la memoria humana para conservar esas palabras: para recordar los hechos y los sueños que la especie iba acumulando. (En ese tiempo larguísimo nacieron nuestros mitos perdurables, nuestros héroes y tragedias, nuestros dioses y orígenes).
      Todo cambió cuando empezamos a colocar palabras fuera de nuestra mente, en barro y en piedra, en pergamino y en papel, en almacenes electrónicos. Más sutiles y más perfectos que la memoria, estos objetos –depósitos de signos– han modificado para siempre la relación de nuestro pensamiento consigo mismo y con el universo.
      Pero las historias siguen con nosotros, por igual vueltas palabra escrita y pronunciadas, echadas al aire como si fuera su primer día.

2 comentarios. Dejar nuevo

  • […] Las historias, por Alberto Chimal » ¿Qué hacen esas personas hablando? Acerca de los cuentacuentos… muy bonito artículo. (tags: cuentacuentos cuentos narrar albertochimal) […]

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  • Me encantan los cuenta cuentos que nos conectan con ese placer bàsico de ser sujetos de narraciones orales ta antiguas como la humanidad. Coincido en considerarlas antecesores de la litaratura, y hasta el dìa de hoy, de las mejores fuentes para cuando se busca pretexto para el texto escrito.
    Capaz que primero se acaba laletra impresa que la tramsnitida de voz en voz… al paso que vamos…

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