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El diario del hombre muerto: Reportaje al pie de la horca

 


 
Julius Fu?ík, Reportaje al pie de la horca.
Arsenal, México, 2004

Editado en numerosas ocasiones durante los últimos cincuenta años, traducido al menos a noventa idiomas, este libro es un testimonio y un texto ejemplar: el relato de la lucha larga y dolorosa de un hombre –de muchos– por mantener su dignidad en circunstancias aterradoras. Pero es una historia problemática: su actitud es impopular, y encima parte, para su defensa de la humanidad y de la justicia, de postulados e ideales deshonrados.
      (Tal vez por esto, durante años, el libro escaseó en México. Recientemente, sólo Arsenal, una muy joven casa editora, ha vuelto a traernos a Fu?ík: héroe nacional de Checoslovaquia cuando existía Checoslovaquia; periodista, comunista y líder de la resistencia antinazi durante los primeros cuatro años de la Segunda Guerra Mundial.)
      Nacido en 1903, Fu?ík se interesó precozmente en la literatura y la política: a los doce años ya planeaba un periódico, a los 18 participó en la fundación del Partido Comunista de Checoslovaquia, y en los años siguientes escribió copiosamente sobre literatura, actualidad y teoría; no lo detuvieron ni las restricciones impuestas por el gobierno checoslovaco a las actividades comunistas en 1938, tras la cesión de los Sudetes a Alemania, ni las la invasión nazi a su país un año más tarde, aunque a partir de entonces, y de haberse unido a la resistencia, sólo pudo seguir publicando –y viviendo– bajo seudónimo.
      En 1942, gracias a una imprudencia explicada por el mismo Fu?ík en su Reportaje, la Gestapo descubrió una casa de seguridad donde él se encontraba casualmente; arrestado con otros de su grupo, su identidad fue descubierta por una delación, pero ya para entonces el escritor había sufrido una sesión de tortura brutal, de la que sobrevivió por milagro. Interno de la prisión de Pankrác, en la ciudad de Praga, Fu?ík fue sujeto a constantes interrogatorios y torturas físicas y psicológicas. Juzgado por traición y condenado, fue ejecutado en agosto de 1943.
      Hasta luego del final de la guerra se supo que Fu?ík se las había arreglado para seguir escribiendo en la cárcel, mientras aguardaba el traslado que sabía inevitable a su ejecución (o su muerte en un campo de exterminio), con materiales y protección que le daban algunos amigos encubiertos. Un guardia llamado Kolínský guardó las páginas que Fu?ík escribía en hojas de papel de estraza –y tiraba, al parecer, por una ventana de su celda– hasta que su viuda, Gusta, pudo recuperarlas y publicarlas. El libro resultante es el Reportaje: un relato central de la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista reducido (como el de Anne Frank) a un espacio mínimo, que fue celebrado por décadas, en especial, en los países socialistas.
      Las razones de esta preferencia son claras. Fu?ík, quien consiguió pese a las torturas y la angustia no delatar a nadie –y encima debía ocuparse de alentar a varios otros presos en situaciones parecidas–, es personaje de un heroísmo individual, absolutamente concreto, pero su entereza radicaba sus creencias: más que casi todos los intelectuales de su país y su tiempo, era creyente de “la fuerza invencible de la Unión Soviética” y partidario del régimen de Stalin. Tras haber vivido en la URSS durante dos años, Fu?ík había vuelto para polemizar con los detractores del socialismo real y pintar las bondades del gobierno soviético, de la sana teoría soviética; en Pankrác, le interesó la solidaridad humana, pero sobre todo la solidaridad entre los presos políticos, en tanto nacía, para él, precisamente de sus convicciones ideológicas.
      Jan Švankmajer, el gran cineasta checo, hace un ambiguo homenaje a Fu?ík en su documental La muerte del estalinismo en Bohemia (1990): es un montaje simbólico de collage y animación en el que una foto del escritor, que lo muestra joven y sereno, de pronto abre en verdad los ojos, que salen del papel como dos esferas de vidrio, enormes, totalmente abiertos; Fu?ík resulta así sorprendido y aterrado por los horrores del estalinismo, Pero muy pocos tienen la fe de Švankmajer, y muchas veces se acusa a Fu?ík, como a otros, de no haber querido ver esos horrores e incluso de haber colaborado con ellos. Ciertamente podemos leer algunos de sus pasajes más exultantes con incredulidad o embarazo, como ocurre con su descripción del primero de mayo de 1943 en Pankrác, con los presos comunistas organizando un desfile triunfante pero a escala, con gestos de desafío en los patios y marchas diminutas. Además, su fe en el triunfo final e inminente de una revolución proletaria causará, según las convicciones o la falta de ellas en quien lo lea, o tristeza, o risa, o simple confusión.
      Por otra parte, sería una injusticia desdeñar a Fucík, considerarlo un mero hacedor de propaganda. Por un lado el Reportaje no deja de ser un gran relato, hecho por un hombre agudo y gran observador de las personalidades humanas: varios capítulos, por ejemplo, se dedican a describir a presos y guardias, y son un rico catálogo de personajes, descritos en profundidad a partir de unos pocos apuntes, y también de posibilidades del comportamiento en semejante situación límite. Los celadores, guardias y torturadores, con su mezcla de apetencias cotidianas y voluntades terribles, podrían haber salido de un libro de Primo Levi o de Eli Wiesel.
      Por otro lado, el fervor y la humanidad de Fucík, aunque empleen los términos del marxismo –de las doctrinas y las promesas del marxismo–, no pueden interpretarse, de ningún modo, como una impostura. Más aún, podrían expresarse con palabras totalmente distintas y seguir describiendo lo mismo. Octavio Paz observó las semejanzas entre el pensamiento de José Revueltas y el de los cristianos milenaristas; ocurre lo mismo aquí, en las visiones de Fucík y de algunos más entre los suyos, conquistados por una promesa de futuro que transforma en fe un sistema filosófico; el hecho de que la suya no sea una fe en vigor pondrá en problemas, hoy, a quienes se juzguen poseedores de una verdad única, y los partidarios del nihilismo de moda no entenderán nada de lo que importa en los esfuerzos de tantos muertos, en tierra tan lejana.

10 comentarios. Dejar nuevo

  • Hola Alberto. Si no me equivoco, la historia de tortura que sufrió este autor es relatada en una de las novelas de Kundera: La vida está en otra parte o El libro de la risa y el olvido, no recuerdo exactamente en cual. (Creo que no te agrada mucho Kundera, a juzgar por una crítica tuya que leí de La ignorancia)
    El estalinismo de los artistas e intelectuales es un fenómeno que también se dio en Latinoamérica (en Neruda, por ejemplo); en México, con Diego y Frida. Siempre es interesante conocer las motivaciones y las pasiones de los demás. Un saludo.

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  • Hola, Manuel. No sabía eso que me cuentas y te agradezco la información. Me dejas intrigado porque justamente me faltan por leer esas dos novelas y alguna otra del periodo más temprano de Kundera… Ah, y sobre el escritor, no es que no me guste, al contrario: más bien ese libro me pareció malo, y creo que en general lo son todas sus novelas en francés. (De las otras, las escritas en checo, la que más me gusta es la última, La inmortalidad.) Un saludo.

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  • Un saludote, como siempre que buenos textos nos regalas.

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  • Otro para ti, Gastón.

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  • buen texto…. muy interesante… la historia habla por si sola.. y como tantas cosas en la vida que pena que se tenga sufrir de esa manera. para lograr muchos objetivos…. y digo que pena.. porque a pesar de tanto tiempo de diferencia entre las historias y la realidad tal parece que su marcha se ha pausado … pues aun seguimos viendo historias similares . en fin …… un placer leer este tipo de textos…

    saludos desde tampico, tam.

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  • ALBERTO: REALMENTE ME GUSTO TU PAGINA PERO YO BUSCBA EL CUENTO NO LA BIOGRAFIA SON TUS CUENTOS LOS HACEN VIVRAR A LAS PERSONAS
    NO ME LO TOMES HA MAL
    BESOS Y QUE SIGAS SIENDO EL MEJOR

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  • Hola Alberto, acerca de lo que comenta Manuel, Kundera hace referencia al relato de Fucik desdeñando la actitud protagonista del mismo, y señalandolo como un libro de cabecera para todos aquellos que creían en su propio heroísmo convencidos de la absoluta seriedad de la revolución. Por cierto, esta reflexión la realiza Ludvik Jahn, el personaje central en «La broma», a mi parecer el mejor libro de la juventud de Kundera. En el libro se exalta el relato de Fucik para evidenciar la falta de compromiso de Jahn con el partido comunista, y es precisamente en esa contradicción donde se gesta la ironía que da sentido al libro. En realidad no he leído el libro de Fucik, y sería muy interesante que nos regalaras algunos fragmentos.

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  • Respondo tardísimo estos últimos tres comentarios:

    Mario, un saludo.

    Azucena, no lo tomo a mal. Gracias. Puedes leer algunos cuentos aquí.

    Robert, he aquí un enlace al texto completo de Fucik en PDF.

    Saludos a todos…

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  • Vicente Jose Alegria
    27/06/2009 3:58 pm

    Una aclaracion, en realidad la ejecucion no se llevo acabo en agosto sino el 8 de septiembre de ese anno qe refieres, y mas tarde en 1968 la OIP (organizacion Internacional de Periodistas) lo declaro el dia mundial del periodismo

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  • Hola, Vicente. Muchas gracias por la aclaración.

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