Escritura creativa

Detalles, detalles

22 comentarios

Un ejercicio simple:
      A veces se dice que la literatura debe «reproducir» la realidad que vemos, fielmente y hasta sus últimos detalles, lo que suena muy bien pero en el fondo no es más que una ilusión inalcanzable. Una representación no puede ser idéntica a aquello que representa, y aquellas que se hacen por escrito (además) tienen el problema de que necesitan mencionar uno por uno los detalles que otras artes (la pintura, por ejemplo) pueden mostrar de un solo vistazo.
      Sin embargo esto da para una idea interesante: ¿qué tan larga puede ser una descripción de un solo objeto concreto? Quienes deseen intentar el ejercicio pueden tomar algo humilde: una taza, un lápiz, un enchufe eléctrico en una pared, y describirlo tan larga y detalladamente como sea posible, sin cambiar de tema (nada de contar la historia de quien sostiene el lápiz) ni pasar a hacer metáforas: únicamente los detalles físicos, visibles, de aquello que se está describiendo, como para imitar y superar aquellas descripciones de los grandes novelistas del siglo XIX, que comunicaban el mundo entero por escrito antes de la invención del cine y la televisión. El texto no debería durar menos de una página, tan sólo para probar que se está observando lo que se describe.
      La sección de comentarios de esta nota queda abierta para quien desee dejar su ejercicio.

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  • Una taza azul. Una. Taza. Y azul. Firme y precisa de tan taza. De porcelana, supongo, vidriada por lo que puedo percibir sin tocarla. El azul vidriado. Azul espejo. Azul agua. No, no. Agua no. El agua no tiene la contundencia de lo concreto. De loza puesta al descuido sobre una mesa que no describiré porque mi atención está toda en la taza con una manija que pide una mano. La miro y pienso en un círculo incrustado a fuerza en un cilindro. Medio círculo. Presupone una mano. Y la taza misma con su vacio cilíndrico presupone el líquido, el té y el vapor. O no. El interior es blanco. Son dos cosas. Blanco dentro, azul afuera. Un límite de cerámica entre el agua que aún no contiene y el aire que la rodea. Caminó alrededor de la taza, la manija, el asa se pierde en el horizonte azul al girar, como los barcos se hunden en la tierra circular. Si bajo un poco dejo de ver la boca abierta pidiendo su te y es sólo un cilindro azul sin propósito alguno. Si acerco mi ojo puedo ver sólo una pared azul. El débil reflejo de mi ojo. ¿Para qué habrán construido un espejo tan imperfecto? Todo reflejo en la superficie cilíndrica es deformado. Al ver la taza veo, también, su contexto, lo que la rodea convertido en otra cosa. El asa circular se ve con más curvas, yo mismo soy otra cosa. De nuevo dos. Lo que es y no que no es. Taza y reflejo. Me preocupa su minuciosa falta de textura. Es lisa. Perfectamente. Como un cristal. Y, en cierta forma, eso es: espejo deformado en cuenco. Taza. Sin desperdigarse: taza azul naval con interior blanco mate. No polivinilica. Cerámica. Capacidad… hmm a ojo de pájaro 11 onzas. O 330 mililitros. Me pregunto por qué esa indecisión en las cifras. ¿Por qué no 10 onzas o 300 mililitros exactos? Pero el modelo común, estandarizado e industrial es de 11 onzas o 330 ml. Cosas de moldes, supongo, Porque esa taza tan perfectamente cilíndrica, tan exactamente vidriada, tan milimétricamente precisa y concreta también presupone un ambiente industrial. Hecha en masa. Un millón de tazas exactamente iguales a mi taza cilíndrica azul. Mínimo 11 más del juego de 12, con platito que no está aquí y cuchara a juego. O no. Puede ser una pieza única. Y lo es, ya que aquí y ahora sólo hay una taza aquí. Y azul. El azul es importante porque el modelo particular que esta sobre mi mesa: esta taza cilíndrica azul es conocida como taza tai de sublimación bicolor si quisiera encontrarla en un catalogo (y sí, quise encontrarla, la palabra técnica precisa para nombrar ese aspecto concreto de realidad que es mi taza). La sublimación es un proceso que sirve para imprimir cosas utilizando el calor y hojas especiales impresas en tinta de impresora. Mi taza es una taza publicitaria. Lista para que alguien ponga una palabra en ella, un logo, una imagen. Algo. Al saber eso se contestan muchas de mis preguntas sobre esta taza. Hay quien piensa que lo concreto elimina la indeterminación o el misterio mismo. Al saber que es un producto exacto se sabe por qué es tan simétrica. Para aprovechar la hoja impresa, por eso es tan lisa para que evitar que se formen grumos. Nada tiene que ver el deformar el espacio para formar un espejo listo a recibir té. Pero lo concreto también nos permite saber que es azul. Azul sublimado. Una taza publicitaria que publicita el azul. Nuevas preguntas. ¿Quién iba a imprimir tanto azul?

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  • Hay un cenicero en mi mesa de trabajo, a la izquierda de la computadora. Cerca del ángulo superior izquierdo del teclado, para ser precisos. Su base es circular, y si extendemos la línea que marca el borde superior del teclado, cortará ese círculo aproximadamente a los 345 y los 195 grados (suponiendo que el radio 0º está sobre una paralela a dicha línea, casi un centímetro más alejado de mí que ella). Son cinco centímetros de diámetro, aproximadamente, de metal —alguna aleación de aluminio, al parecer—. Consta de tres piezas: la base, un cilindro de dos centímetros de altura que sirve para recibir las cenizas y las colillas, la tapa, que se ensambla con la base mediante uas muescas en ambas y es (salvo por el extremo inferior tubular con el que se ensambla con la base) una semiesfera cortada en su parte superior por un círculo de unos tres centímetros de diámetro y unos treinta grados de inclinación con respecto a la horizontal (o 150º, según de dónde se mire), con dos pequeñas asas sobre el borde del círculo, en las que se inserta la última pieza (móvil) y un tope para que no se mueva más de lo deseado. La última pieza bien podría ser el trozo que se rebanó de la tapa; es decir, es una sección de esfera que embona a la perfección con el círculo que queda en ella. Tiene además dos puntas que entran en las asas, de modo que gira sobre un eje horizontal y se puede fijar en dos posiciones: cerrado, completando la semiesfera de la tapa (así el cenicero tiene la forma de un observatorio en miniatura), o abierto, cuando choca con el tope de la tapa, valga la cacofonía. Cuando se abre, el lado cóncavo de la pieza queda viendo hacia arriba y ahí es donde van las puntas encendidas de los cigarrillos. Tiene dos descansaderas sobresaliendo del borde, en las que uno pone el lado apagado, el del filtro si es el caso, y, en realidad, cuando se cierra es como un observatorio con orejas de conejo. Uno se acaba el cigarro, lo apaga, y gira esta tercera pieza para mandar los restos a la base, lo cual es muy útil si uno no se quiere enterar de cuánto ha fumado, pues todo queda oculto. A menos, claro, que no se limpie el cenicero en varios días o una sesión larga de escritura —o de lo que sea—, y el montón de cenizas y colillas haga patente su crecimiento al bloquear el giro de la pieza móvil, en cuyo caso hay dos opciones: se para uno y lo limpia, o se fuerza el giro y se sigue como si nada (pero el estorbo será cada vez mayor, y también la sensación de estar fumando demasiado). La tercera opción, parar y salir a dar una vuelta, no tiene que ver con el cenicero así que sólo la dejamos mencionada. Ahora mismo, en la parte cóncava, se refleja la luz de la ventana que está detrás e invita a salir, y, al mismo tiempo, la pantalla blanca de la computadora, que está al frente, muy deformadas ambas por la distorsión de la superficie curva, y cambiadas de lugar: la luz de la ventana se ve casi de frente, y el reflejo blanco en el otro extremo, el más cercano a mí. Es un fenómeno que me llama la atención desde niño, aunque ha dejado de sorprenderme. Hay un cigarro que descansa y se consume allí, y sale un hilito de humo. Es un poco más corto de lo normal, y si no lo calo pronto, lo terminaré apagando para no fumarme el filtro. Pero detenerse en la descripción del cigarro sería un ejercicio inútil: va cambiando a cada instante, reduciéndose, por más que lo deje quieto y no lo toque. Además, es un cigarro como todos: filtro forrado de papel amarillo veteado de naranja, y tabaco seco molido en un cilindro de papel blanco, que tras una frontera mínima de brasas se funde con un cilindro de cenizas —curioso que mantengan la forma—. También el cenicero cambia: en su interior ahora hay más cenizas que cuando empecé, y ahora contiene una colilla (pronto dos), pero aparte de eso cambia en su composición (algo de la ceniza quedará pegado para siempre, sus átomos se mueven, intercambia electrones con todo lo que hay alrededor, seguramente ha cambiado su carga eléctrica, se ha enfriado mientras la tarde baja, y se ha movido un poco con respecto a la la mesa). Aunque, por alguna razón, describirlo no resulta tan poco interesante como el cigarrillo. He aquí la razón, aparte de la geometría, que me fascina: Este cenicero me lo regalaron, me lo regaló una amiga, de navidad, hace dos años.

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  • Georgina Bargas
    11/08/2011 2:02 am

    Una taza es una taza.

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  • Georgina Bargas
    11/08/2011 2:26 am

    Una taza es una taza.
    Posee garcias a su color una majestuosidad impecable.
    Claro es nueva tiene la figura cilíndrica que no puedes evitar detenerte a mirarla: Su color es de un brillo metálico excepcional,parece frágil pero solo a la vista, es resitente,fría pero lo que refleja es tan humano que al tenerla y acariciarla apreciaras su textura y decirte que es de porcelana sería muy poco para lo que experimentarías al sentir deslisar tus dedos sobre ella.
    Si la tocas sentirás el asa perfecta. Es un asa que ocupa todo su cuerpo apenas un breve espacio; un dedo de distancia del borde donde inicia y un espacio igual de la base.
    El asa se encuentra para mí del lado derecho para ti como lo quieras. Lo que más me gusta es su versatilidad puede contener líquidos desde los más fríos hasta los más calientes.
    Su interior es blanco,si pones tus labios en ella y bajas la mirada pensarás que estas besando una nube. No te dije es de color azul y tal vez imagines cientos de azules pero esta taza es azul rey.

    (perdon por la línea anterior pero el teclado es muy sencible y yo muy torpe)

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  • Agradezco a los tres por haber dejado sus propuestas. Ah, esa idea de «meter el mundo entero» en los textos… 🙂 Saludos a todos.

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  • Julia Eme
    15/08/2011 3:10 pm

    No llegué a escribir una hoja entera, perdón. ¡Fue difícil! Igualmente me animé a pegar aquí el resultado. Saludos y gracias por darnos estas consignas.

    Ni pincha ni corta, pero según los estudiosos, fue el primer utensilio creado por el hombre. Se han encontrado cucharas de materiales como la madera o el hueso en yacimientos que datan de la época paleolítica.

    Las cucharas constan de tres partes: la cabeza (su parte cóncava), el cuello y el mango. En la que se describe, las secciones suman doce centímetros de largo y diferentes anchuras en sus partes. La rareza de esta pieza radica en sus materiales y en su decoración. Aunque no se lo crea, la cantidad de distintos diseños de estos objetos culinarios, es altísima.

    La cabeza está hecha de bronce y es un poco más ovalada que las que normalmente conocemos que tienden a ser redondeadas. La forma de esta parte se asemeja al de una hoja de Jazmín (también llamado “Gardenia” en algunos países de Latinoamérica). Mide alrededor de cuatro centímetros de ancho y debe albergar, más o menos, diez milímetros de líquido.

    El cuello es bien delgado y alargado, del mismo material que la cabeza. No es plano sino que tiene una leve curvatura en relieve (hacia el lado contrario que la parte cóncava de la cabeza). Su parte más menuda llega a tener siete milímetros de ancho. Luego, comienza a aumentar a medida que llega al mango.

    Estas dos primeras piezas (que conforman siete centímetros del total) son orgánicas (a diferencia del mango que presenta líneas rectas); esto la hace suave al tacto. Sin embargo, tiende a ser fría ya que su material es un metal. Así mismo, presenta un brillo intenso gracias al constante pulido al que la deben someter.

    La tercera sección, el mango, está hecho de marfil y su forma es prismática rectangular. Cinco centímetros de largo y uno y medio de ancho lo limitan. La parte superior tiene una pintura realizada a mano; tal vez elaborada con alguna tintura de origen vegetal por su textura. Un pequeño jardín de Amapolas cubre dicha superficie. Los tonos de rojo de las flores son varios (los expertos pudieron contabilizar veinte colores diferentes entre rosados, rojos y borgoñas), y los colores de los cabos y las hojas presentan extensas tonalidades de amarillos, azules y distintos verdes, también. La base de esta parte presenta la firma de su pintor, que aún no se ha logrado descifrar quién fue. Aquella está conformada por una P y una M, ambas en letra caligráfica mayúscula; tal vez realizadas con pluma y alguna especie de tinta china color negra. A diferencia del cuello y la cabeza, el mango es caluroso al tacto.

    Cuchara sopera, cucharita de té o cuchara de postre, cucharita o cucharón; el utensilio universal que nos permite beber y revolver, a veces se puede tornar un objeto artístico como el que imaginé.

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  • […] This post was Twitted by libreros […]

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  • Muy buen ejercicio 🙂
    Y mejores descripciones de esa taza y el cenicero… me lo llevo para trabajar en casa.
    Alberto, comentario aparte. En esto de difundir lo que cada uno escribe, cuando le doy al Tweet, me pone bien el enlace, pero agrega «via @AddThis».
    Un saludo.

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  • Mario Tascón
    15/08/2011 4:20 pm

    Parece una taza azul.
    En su cara exterior de una taza azul se refleja un rostro distorsionado. Al revés. Está al revés, cabeza abajo, ccomenzando en el borde, no en la base. Como si el reflejo no fuera real. En realidad no debe serlo del todo porque no es el mío que soy quien está enfrente, quien debería estar reflejado.
    Y ese azul, además, todo lo distorsiona. El reflejo no tiene casi detalles. Y la cerámica todo lo cambia, porque no es un espejo. Con un espejo este asunto se vería más claro, no con las dudas que a uno le asaltan de por qué está todo al revés.
    La cuestión es que por ese reflejo parece que quien está frente a la taza es una mujer y eso no puede ser: ni siquiera tengo el pelo largo y esa mancha azul oscuro, casi negra, lo tiene.
    La de cosas extrañas que suceden cuando uno mira una taza en la pantalla de un ordenador.
    ¿Será una taza? Ceci est une cup? Parece la misma broma que hacía Magritte: no es una taza. Parece que es una taza; una taza azul por fuera y blanca por dentro, pero en realidad es la representación de una taza. Ni siquiera es eso, es la proyección en la pantalla de un ordenador de la imagen digital, compuesta de unos y ceros, de bits, de una imagen que posiblemente en su origen fue la fotografía de alguna taza azul.
    Describir el azul, sabiendo que cada pantalla emite azules diferentes es difícil. Quizás es mejor hacerlo con texto ya que hará más verdadera la descripción que el engaño de esos unos y ceros que ni siquiera los ordenadores son capaces de representar de la misma forma, de manera coherente y homogénea.
    Mil palabras parecen mejores que una imagen que sabemos falsa.
    Estamos hablando de una taza azul.
    Podría haber sido un tuit: Taza azul que refleja a una mujer que no es quien la agarra porque nadie la sujeta.

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  • Julia Eme
    17/08/2011 8:17 pm

    Ni pincha ni corta, pero según los estudiosos, fue el primer utensilio creado por el hombre. Se han encontrado cucharas de materiales como la madera o el hueso en yacimientos que datan de la época paleolítica.

    Las cucharas constan de tres partes: la cabeza (su parte cóncava), el cuello y el mango. En la que se describe, las secciones suman doce centímetros de largo y diferentes anchuras en sus partes. La rareza de esta pieza radica en sus materiales y en su decoración. Aunque no se lo crea, la cantidad de distintos diseños de estos objetos culinarios, es altísima.

    La cabeza está hecha de bronce y es un poco más ovalada que las que normalmente conocemos que tienden a ser redondeadas. La forma de esta parte se asemeja al de una hoja de Jazmín (también llamado “Gardenia” en algunos países de Latinoamérica). Mide alrededor de cuatro centímetros de ancho y debe albergar, más o menos, diez milímetros de líquido.

    El cuello es bien delgado y alargado, del mismo material que la cabeza. No es plano sino que tiene una leve curvatura en relieve (hacia el lado contrario que la parte cóncava de la cabeza). Su parte más menuda llega a tener siete milímetros de ancho. Luego, comienza a aumentar a medida que llega al mango.

    Estas dos primeras piezas (que conforman siete centímetros del total) son orgánicas (a diferencia del mango que presenta líneas rectas); esto la hace suave al tacto. Sin embargo, tiende a ser fría ya que su material es un metal. Así mismo, presenta un brillo intenso gracias al constante pulido al que la deben someter.

    La tercera sección, el mango, está hecho de marfil y su forma es prismática rectangular. Cinco centímetros de largo y uno y medio de ancho lo limitan. La parte superior tiene una pintura realizada a mano; tal vez elaborada con alguna tintura de origen vegetal por su textura. Un pequeño jardín de Amapolas cubre dicha superficie. Los tonos de rojo de las flores son varios (los expertos pudieron contabilizar veinte colores diferentes entre rosados, rojos y borgoñas), y los colores de los cabos y las hojas presentan extensas tonalidades de amarillos, azules y distintos verdes, también. La base de esta parte presenta la firma de su pintor, que aún no se ha logrado descifrar quién fue. Aquella está conformada por una P y una M, ambas en letra caligráfica mayúscula; tal vez realizadas con pluma y alguna especie de tinta china color negra. A diferencia del cuello y la cabeza, el mango es caluroso al tacto.

    Cuchara sopera, cucharita de té o cuchara de postre; cucharita o cucharón, el utensilio universal que nos permite beber y revolver, a veces se puede tornar un objeto artístico.

    Me costó mucho, pero aquí me atrevo a dejar lo que salió. Gracias Alberto por dejarnos estas actividades

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    • Uy, perdón. Volví a enviar el cuento (17-8) porque no había salido el primero que envié (15-8). Y ahora lo acabo de ver subido.

      =S

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  • Retador el ejercicio, a empezarlo ahora mismo

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  • Una taza

    Una taza, ni más ni menos, una ordinaria taza de cerámica, de colores neutros, blanco el interior, azul el exterior, incluida el asa. Probablemente nueva, no es posible ver si hay algún contenido en ella o no, aunque por el poco reflejo que hay de interior, sugiere más bien el vacío. No hay señales tampoco que se haya bebido recientemente de ella, al menos no ningún líquido de color peculiar como el café, que es lo que generalmente se bebe en las tazas. Aunque tampoco parece que se haya bebido un líquido más claro como el té (siempre que no sea negro) porque habría la bolsita de hojas aromáticas suspendida por un hilo, no, no hay rastro de que haya habido una recientemente. No hay huella tampoco de labios que se hayan posado ahí, ya sea por el lápiz labial que usan las mujeres o por los residuos que siempre quedan después de que se bebe en una taza o en cualquier recipiente.
    No puedo asegurar que sea nueva, quizá no lo es y tan solo es una taza usada que ha sido lavada, aunque a juzgar por el brillo y la calidad del esmalte, se trata en todo caso de una taza que ha sido usada pocas veces, pues su superficie es capaz de reflejar con asombrosa nitidez el entorno, tanto el la cara interior como en la exterior. En el lado de afuera figuras y sombras azules que cambian de acuerdo a la ubicación de la taza. Por dentro, como es blanco me imagino que las figuras o sombras proyectadas pueden ser del color del objeto-ambiente-entorno-persona que se acerque o se aleje de la taza. En este momento los brillos son blancos y las sombras son grises o en varias tonalidades de blancos que los esquimales sabrían nombrar mejor que yo.
    Me imagino que fueron siglos de perfeccionamiento para llegar a la taza actual, el material que tiene que ser empleado para mantener el mayor tiempo posible la temperatura deseada y sobre todo para que el exterior no se caliente demasiado en el caso de contener un líquido que nos pueda quemar. Estoy hablando por supuesto si se le toma directo, sin el asa, como si fuera un vaso, pero para eso está ese práctico invento, que según me dijo alguien hace tiempo es el mejor invento de la humanidad. Algunas marcas, negocios imprimen diseños en la superficie de estos recipientes con el propósito de hacerlos llamativos con el propósito de vender, publicitar o pretender desarrollar la creatividad. Según esta persona lo más y único creativo de la taza es el asa, para evitar que la gente se queme cuando la sujete con las manos.
    Por lo demás estoy asumiendo que todo mundo sabe lo que es una taza y quizá debería haber empezado por decir qué es y para qué sirve. Una taza es un utensilio de cocina que sirve para beber líquidos, casi siempre calientes, por ejemplo, café, chocolate, té, ponche, arroz con leche, etc. Tiene una forma cilíndrica y el cilindro está sellado por uno de sus extremos de manera que sirva de base y no deje el líquido escaparse por medio de osmosis o cualquier triquiñuela de la física. El otro extremo es el que sirve para verter el líquido se pretende beber y por ahí mismo se va a consumir. Siempre es recomendable mantener la taza en dicha posición si no se quiere derramar el contenido.
    El asa como decía es quizá la identidad de la taza porque sino sería otra cosa, un vaso quizá. El asa es una protuberancia curva casi siempre, generalmente del mismo material que el cilindro que sirve para sujetar con la mano la taza y desplazarla, ya sea para llevarla a la boca o para transportarla. En algunos casos el asa es de otro material diferente al del cilindro, en el caso de nuestra taza es de cerámica también y por supuesto es curva. Sin mayor aderezos ni ornamentos que pretendan ser “creativos” que la siempre servicial e iluminada asa. No porta ninguna tipografía o diseño.
    Si ésta se encuentra vacía, generalmente tiende a sentirse más fría al tacto que otros materiales. Ahora en que dependemos tanto d los hornos de microondas es importante también que sea material que pueda resistir este tipo de artefactos, caso contrario podría calentar la taza en sí más que el contenido, podría desprender material del esmalte y que dar en el líquido que vamos a ingerir o en todo caso reventarse por recibir ese tipo de energía.

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  • creo que fracasé en mi intento y divagué un poco…..

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  • Interesaría quizás leer este texto, donde se describe una naranja desde un punto de vista de diseño industrial: http://juegosdeingenio.org/archivo/1250

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  • Taza azul levantada como una torre que de pronto, abruptamente se cortara, mostrando un vacío blanco que invita a verter algún líquido exquisito. Su curva oreja perforada funge como la agarradera que nos llevará el deleite hasta la boca. Taza azul, cilindro pequeño y necesario en el día a día, lustroso silo que desde que se ve a lo lejos ya está invitando a tomar la bebida caliente. La cerámica brillante de tu cuerpo se convierte en el espejo que refleja nuestro rostro. En tu cuerpo podría ver mi cara de hoy, angustiada, desprotegida, y tu borde superior anhelo sentir con el primer sorbo del día. Esa redondez tuya incita a acariciarte, a deslizar los dedos por tu cuerpo mientras se siente el calor del café que reconforta. Taza que tienes el cuerpo perfecto para albergar todos los días la bebida que nos levantará el ánimo para dar el primer paso en esta atribulada vida.

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  • Alberto, qué difícil ejercicio, al menos para mí, logre un texto muy pequeño. Excelente hallazgo el que tuve al encontrar estos ejercicios. Gracias por impulsarnos a escribir, y a describir!

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