Concurso

Concurso #83

Como cada mes, esta bitácora convoca a su concurso de minificción. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:

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(clic para ampliar)

Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están presentes, qué hacen. No se trata de explicar la imagen, ni de escribirle un pie de foto, sino de tomarla como punto de partida para imaginar una historia propia.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.

El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 28 de septiembre. Quedan invitados.[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]

67 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Como cada mes, esta bitácora convoca a su concurso de minificción. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen: (clic para ampliar) Instrucciones: 1) Suponer que esta imagen representa un instante de una historia……

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    • Mensaje

      Antes de terminar de oír la grabación. Esa que con su decisión cambiaría el resto de su vida. Tomarse el tiempo. Dejarlo pasar y que otro lo haga. Despreciar la oferta y continuar igual. La última frase que oyó, fue la orden decisiva. ¡Bajas la tapa del inodoro! ¡Cierras bien, la puerta del refri o te vas a la chingada! Te amo Gil.

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    • La frase

      Aranza le dio un vistazo de nuevo al escrito mientras tomaba un sorbo de ese té rojizo como sangre sabor fresa, agarró una frase de la pantalla y con cuidado la colocó en el monitor de su computadora personal. Sí, era una frase excelente para empezar, o al menos así le pareció a ella. Suficiente. Apagó la pantalla y rodó su pulgar sobre el resto de sus dedos de índice a meñique de la mano derecha para cerrar los dispositivos de interfaz humana. Sus uñas, en perfecta combinación con el té que asomaba desde una taza transparente, ocultaban los pequeños balines magnéticos que conectaban su mundo con el de las máquinas orgánicas. Algo había de lúdico en sostener una palabra de carbobytes entre el pulgar y el índice, en embeberla en la pantalla de cristal que se volvía líquida al contacto de las palabras (pero jamás de los dedos) y luego arrastrarla hasta el lugar deseado. Dejó que la frase resbalara un poco en el monitor, hasta que quedó en un lugar que la satisfizo. Sería todo, hasta que la inspiración divina volviera a ella susrrándole los contenidos de su tarea de inglés.

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    • Juan Carlos Gallegos
      28/09/2012 11:44 pm

      Odiseo ojos rasgados
      La moda es ir a esos nuevos bares de chinos y tomar los cocteles hechos a base de licor de arroz, servidos en vasos anchos y con un trozo de bambú flotando, que es lo que sobra, dicen, de la comida de los pobres panditas que están cautivos en los sótanos de esos sitios. Más todos ignoran que hoy su ciudad es Troya y que Odiseo tiene los ojos rasgados. Ahí no hay pandas ni bambú, sino muchas decenas de chinos que aguardan e intestino deshidratado de dragón: el líquido en que éste se pone a remojar, si es bebido, anula todas las voluntades.

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    • Juan Carlos Gallegos
      28/09/2012 11:45 pm

      Todo gratis
      Hey, se te cayó tu celular, grita. Ella finge no escuchar y entra al bar. La sigue. Su recompensa es una conversación y una bebida. Él ofrece pagar las de los dos. La música es fuerte. El alcohol también. Unos cuantos tragos y él se embrutece rápidamente, no se da cuenta de que ella sólo observa, que ahí hay más parejas en la misma situación. La hostess cierra la puerta, sabe que ha llegado la hora. Los espera el filoso frío del acero.

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    • Juan Carlos Gallegos
      28/09/2012 11:46 pm

      Comunión
      Sales del baño tambaleándote y gritas, arrastrando la lengua, que ese es tu bar favorito. Te gusta cómo se le ven los muslos a tu nueva novia con esa minifalda, y más así, hincada y con el trasero muy cerca del suelo. No entiendes por qué está en esa postura. Tampoco entiendes por qué ante ella no está el espejo grande, sino un portal dimensional que corta la realidad. Del otro lado está un dios primigenio al que le escurre baba que le sale por unos orificios a los lados del cuerpo. Sus tentáculos se acercan a la cabeza de ella. Como puedes la empujas a un lado y dices un rosario de groserías. La baba deja de fluirle a aquel ser, que espera unos segundos y grita algo ininteligible. Se da cuenta de que no entiendes. Qué, no tengo derecho a gozar de la vida, te grita en español arrastrando la lengua dentro de su pico. Entre fluir y fluir de baba, que no es otra cosa que su vómito, te cuenta cómo la diosa primigenia lo abandonó hace ya dos semanas, mientras tu nueva novia se va sin decirte ni una palabra. Lo escuchas comprensivo, tambaleándote apenas, igual que él. De pronto te ve a los ojos. Hay una comunión. Con velocidad te mete sus tentáculos por la nariz, la boca, los oídos…

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  • Desconocido.

    Había marcado a su casa toda la noche. No tenía idea de cuantas veces le había colgado a la contestadora, porque nadie le respondió, nadie le respondería, pero aún con esta certeza, cargo con su celular toda la semana, “Por si se comunica conmigo” pensó. Odiaba los celulares, no le gustaba sentirse localizada por nadie, pero quería pensar que le llamaría, estaba sujeta, encadenada, a la idea de que ese teléfono aún existía y que esa persona estaría al otro lado de la línea. Así pasó un mes, dos, tres… cuando “Bzzzzzz”, el aparato estaba vibrando, “Bzzzzzzzzz”, era un zumbido extraño, como si viniese de una abeja atrapada en el interior de una gigantesca garganta, “Bzzzzzzzz”, miró la pantalla, “Desconocido” decía el identificador.
    “¿Bueno?” contestó, pero no hubo respuesta, “¿Bueno?” repitió y esta vez le contestaron pero…

    Las letras del identificador tenían razón, su voz sonaba diferente, sonaba a un “Desconocido”. Charlaron una hora, quizá más, y cuando se despidieron prometieron ponerse de acuerdo para verse un día. Ella colgó y miró el celular como quien mira a su verdugo antes de la ejecución. Ahora tenía la seguridad de que ese teléfono había muerto, ya no existía, porque la voz al otro lado de la línea había cambiado para siempre.

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  • En un café de la colonia Condesa (condenada a un perpetuo tránsito vehicular). Ella, ante su mesa, parecía interesada en la plática. Al menos eso intentaba mostrar con su rostro. Él, su acompañante, maestro, pero no amante, hablaba y hablaba, y era interesante lo que decía, al menos para ella, pues eran las claves para que ella escribiera una tesis impecable. Pero… Discretamente ella miraba de reojo su teléfono rojo (que nada tenía que ver con Mr. President de la blanca casa ni con Batman de la oscura cueva) con una constancia condenable. El teléfono, cuyo timbre había sido deshabilitado «en atención», y para no interrumpir, al que hablaba, estaba sobre la mesa, junto al florero, no estaba apagado y vibraba a cada momento, cual artilugio de ninfómana crónica. Y ella, con cada vibración del aparatito perdía el hilo del rosario de ideas que él exponía allí en el café. Era tan interesante lo que él le decía, pero… Con trabajos empezó la joven a entender el discurso por contexto, casi lo logró cuando otra vibración del rojo la hizo caer de nuevo en el limbo mental. Él, sintiendo ofensiva la inestable atención que ella le ponía a sus palabras, para él tan sagradas, pidió la cuenta, se arrancó las ideas de la lengua y las volvió a meter en su cráneo y le dijo a ella que se verían en otra ocasión. El ego del académico era titánico, y jamás daba segundas oportunidades a nadie (salvo a su esposa que le había puesto el cuerno unas 13 veces); así que la ocasión mentada jamás se presentaría a esta joven, por puro orgullo del maestro. Mal se levantó él de su silla y dio la media vuelta para largarse, cuando ella, silenciosa y desesperada, tomó su teléfono rojo, y miró la pantalla. Las vibraciones habían sido por 103 alertas de twitter, las más de ellas ocasionadas por tuits de un fulano al que seguía sin motivo alguno, quien repetidamente posteaba que odiaba a Yoda, esa mañana su odio por el sensei jedi verde estaba en su apogeo, y por eso el fulano tuiteaba tantas cosas que ni a él mismo le importaban. Ella sólo dijo «carajo». Reactivó el timbre de su teléfono rojo y abandonó también el café de la condenada Condesa..

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  • Girasol

    Miró con desconfianza el girasol que se abría frente a él. Nunca le habían gustado esas flores escandalosas, descaradas, ridículamente alegres. Una flor que se movía con el sol era casi un animal. Se trataba de un Helianthus annuus. Sonrió al pensar que esa era una de las tantas cosas suyas que sacaban de quicio a su mujer. Que él poseyera ese tipo de información, totalmente inútil y además tuviera la urgencia de compartirla. A ella le encantaban los girasoles, desde que una quiromántica en Cuba le había dicho que debía tenerlos siempre en su casa para alejar a los malos espíritus, vibraciones, lo que fuera. Claro, él tenía información verídica y comprobable que compartir, pero ella prefería creer tonterías espiritistas de una perfecta desconocida con turbante blanco. Pensó en ella, en su mujer, y sintió un calorcito por dentro. Le tomó una foto al girasol y se la mandó con la frase “Un Helianthus annuus para que alejes los malos espíritus”. Ella le devolvió un emoticón con los ojos entrecerrados, cosa que el interpretó como que había entendido el chiste. Luego se enviaron, a la vez, corazones de colores diferentes. Jamás coincidían en nada. Cómo se soportaban era un misterio. Tal vez porque se turnaban para uno ser el sol y el otro, una flor/animal que brillaba descaradamente ante su luz.

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  • Simpre lo supo, en un universo paralelo ella le había hablado piediendo perdón.Era increíblemente reconfortante aqúel consuelo cuántico.

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  • […] favor comenten mi cuento breve (el segundo de la siguiente página) lashistorias.com.mx/index.php/arch… […]

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  • El florero iba de paso, y sólo notó que el celular era nuevo.

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  • María Emé Luna O.
    03/09/2012 4:40 pm

    Anhelaba un último e irreal detalle dibujando el momento preciso, el instante perfecto donde la añoranza no le ofreciera una mala jugada y la ilusión reinara en el ambiente. Debía llamar o solo esperar su llegada…

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  • Antes de que el mundo se terminara de acabar, decidio tomarse un café, pensó en las estrellas del cielo hechas polvo al lado del arma gigante y decidio ser una tormenta en un vaso de agua. Esta vez nadie la dejaria plantada se colocaria como un reflejo.

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  • Las apariencias que adoptamos nos acercan a la felicidad o a la tristeza. Me imaginaba como un Caballero, o como un Rey a su lado, aunque ella más que una princesa era mi estudiante. Pero me era tolerable, las paredes en bruto de nuestro nido de amor se equilibraban con pocas flores, muchas carcajadas y nuestra convivencia en la cama. Pero llego el día en que un bambú adorno nuestro desayuno, inicio del semestre, sin permitirnos el dialogo,
    fueron así 20 días hasta hoy, que desperté torcido y me senté en otro lado de la mesa, en su lugar. El barato cristal del jarrón distorsionaba mi vista, ¡qué terrible realidad! debía apartar a Soledad. Y aún hoy a sabiendas de mi tristeza, guardo del otro lado de mi mente la ansiedad mientras cargo el celular donde espero que marque ella, mi pérdida felicidad.

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  • Las apariencias que adoptamos nos acercan a la felicidad o a la tristeza. Me imaginaba como un Caballero, o como un Rey a su lado, aunque ella más que una princesa era mi estudiante. Pero me era tolerable, las paredes en bruto de nuestro nido de amor se equilibraban con pocas flores, muchas carcajadas y nuestra convivencia en la cama. Fueron así 20 días hasta hoy, que desperté torcido y me senté en otro lado de la mesa, en su lugar. El barato cristal del jarrón distorsionaba mi vista, ¡qué terrible realidad! debía apartar a Soledad. Y aún hoy a sabiendas de mi tristeza, guardo del otro lado de mi mente la ansiedad mientras cargo el celular donde espero que marque ella, mi pérdida felicidad.

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  • Ese lapsus brutus en el que el tiempo corre para los demás y uno se encuentra adentro de algo parecido entre una burbuja y un espejo. Una sensasión de existir pero no estar en el mundo. Simplemente no podía creer que habías muerto. Tenía en frente de mi esa grabadora con la que te gustaba jugar y distorcionar tu voz. Creí que usándola lograría que tu volvieras. Qué el sonido de tus cuerdas vocales unificarían todo lo que quedaba en el aire de ti.

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  • Linda Iliana
    04/09/2012 11:40 pm

    El PERSIGNADO

    Recordando el sabor de tus delicados besos, el frutal aroma de tu piel en esa noche lujuriosa de verano, que perdí toda compostura y no le temí a Dios.
    De nada valieron mis domingos sin falta a misa, escuchar cada tarde rezar a mi madre el rosario ¿para que sirve tanto apego religioso? Por que a fin de cuentas no me importo, te tome entre mis brazos, poco a poco te hice mía.
    Aun sabiendo que eres de otro, en ese momento no hubiera habido poder humano ni celestial que me apartara de tu cuerpo y hoy heme aquí mi bella señora en la espera de una señal, así he pasado estos meses sin dejar de esperar.

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  • Sergio Alvarado
    05/09/2012 8:22 am

    El interrogatorio había comenzado. Francisco estaba con los brazos sobre la mesa, no había respondido a las preguntas de los oficiales. La grabadora seguía en espera de inmortalizar su confesión. Miraba hipnotizado el mantel que sostenía el trozo de cristal que momentos antes le sirvió de navaja para desollar a su amante. Fragmentos de un florero que aún albergaba una flor, que comenzaba a marchitarse como su propia vida.

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  • ésta iba a ser la última vez que Carolina lo esperara. Él, cobarde como siempre lo ha sido, le inventaría una excusa laboral para justificar sus retrasos. En el fondo él sabía que ella estaba harta. De su falta de detalles, de su cobardía para afrontar una relación seria. Cuando colgaron, ella tomó su bolsa y su teléfono, pagó el café y cruzó la calle para llegar al departamento que compartía con dos amigas. Cuando Alfredo llegó, esperó las mismas dos horas que ella tocando el timbre del departamento. Solo cuando su compañera Sofía llegó por la tarde, pudo encontrar el cuerpo frío de Carolina, victima del cóctel de antidepresivos y alcohol que se había servido. No quiso esperarlo un sólo minuto más.

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  • Manuel López Segundo
    06/09/2012 12:42 pm

    La humanidad

    El cristal a través del cual se veía la verdad le fue dado. Tímidamente vio el brazo de la persona que estaba al frente suyo. Nada. Todo igual. El brazo era cierto. Mas la cara no. Ésa era una máscara que cayó en cuanto él miró. Guardaba todo lo malo que hay en los seres humanos. La envidia, la avaricia, pero sobretodo el odio. El odio hacia todos, hacia sí mismo. Fijó aquel cristal a su cara. Sabía lo que encontraría al llegar a casa. Sin embargo una esperanza pequeña anidaba dentro, muy dentro. Al verse al espejo seguía viendo la cara del tirano que lo odiaba, lo odiaba a muerte. No tuvo otra más que entregarse a ese odio que crecía cada que lo veía a los ojos. El brazo cierto que no hacía más que obedecer se levantó y golpeó el tan odiado rostro. Así la verdad cayó sin ser conocida por alguien más.

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  • El arreglo de mesa

    A Jeannette le habían gustado tanto los arreglos de mesa que al final de la boda fue a pedirles a los novios que le regalaran uno. Luis, quien la había invitado como su acompañante, deseó con todas sus fuerzas que se lo tragara la tierra. El lunes al mediodía Luis fue a comer a casa de Jeannette. Acostumbraba hacerlo desde que empezaron a salir –dos meses atrás-, pues su despacho quedaba por el rumbo. El arreglo floral adornando la mesa del comedor le hizo recordar la vergüenza que había pasado aquel fin de semana. Sentado frente a un plato de lentejas, Luis contempló a la Jeannette que se reflejaba del otro lado del cristal, como si fuera un mundo paralelo: un mundo en el que ella era más refinada o, quizás, un poco más parecida al modelo de mujer que su familia le había inculcado buscar. «Me la pasé muy bien en la boda», le dijo Jeannette sonriendo. «Tus amigos son buenísima onda». Luis permaneció callado y sorbió un poco de lentejas. “Mira, deja te enseño las fotos de La Víbora de la Mar. Casi me caigo por culpa de esos zapatotes de tacón que traía puestos”, dijo tomando su teléfono móvil y soltando una carcajada. Luis permaneció inmóvil mientras ella buscaba las fotos. Seguía observando a la otra Jeannette a través del florero. Tanta claridad le impedía ver la transparencia de la Jeannette que no era un reflejo.

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  • Ups… olvidé borrar la palabra «móvil» -casi al final- para que no se repitiera con «inmóvil». Una disculpa.

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  • (Después de leerlo un par de veces más, le hice unas pequeñas correcciones…).

    A Jeannette le habían gustado tanto los arreglos de mesa que al final de la boda fue a pedirles a los novios que le regalaran uno. Luis, quien la había invitado como su acompañante, deseó con todas sus fuerzas que se lo tragara la tierra. El lunes al mediodía, Luis fue a comer a casa de Jeannette, como acostumbraba hacerlo desde que comenzaron a salir. El arreglo floral sobre el comedor le hizo recordar la vergüenza que había pasado aquel fin de semana. Sentado frente a un plato de lentejas, Luis contempló a la Jeannette que se reflejaba del otro lado del jarrón de cristal, como si fuera un mundo paralelo: un mundo en el que ella era más refinada o -quizás- un poco más parecida al modelo de mujer que su familia le había inculcado buscar. «Me la pasé muy bien en la boda», dijo Jeannette sonriendo. «Tus amigos son buenísima onda». Luis permaneció callado y sorbió un poco de lentejas. “Mira, deja te enseño las fotos de La Víbora de la Mar: casi me caigo por culpa de los zapatotes de tacón que traía puestos”, remató tomando su teléfono y soltando una carcajada. Luis permaneció inmóvil mientras ella buscaba las fotos en el aparato. Seguía observando a la otra Jeannette a través del florero. Tanta claridad le impedía ver la transparencia de la Jeannette que no era un reflejo.

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  • M. E. Tateatro
    07/09/2012 11:33 am

    Theatrum mundi
    “Teatro dentro del teatro”

    Comencé a seguirlo. A investigarlo. Como buen detective que soy indagué muchas cosas sobre él. Por eso mismo supe que al igual que yo era amante del teatro. Y un actor con talento. A la vez que un delincuente. Yo debía ser precavido y él debía ser arrestado. Por eso planeé todo de manera por demás meticulosa: aprovechando que él no me conocía lo contacté y entrevisté en un céntrico café de la ciudad, de manera profesional, como si fuese yo un buscador de talentos, incluso con grabadora en mano. Al enterarme por sus respuestas de su gran amor por la actuación y sabiendo ya a sus espaldas que delinquía por estar desempleado tuve en ese preciso momento una idea genial para detenerlo:

    ¡Montar una obra de teatro, contratarlo como actor y ahí obtener su confesión públicamente!

    En esa obra él llevaría el papel de un ciudadano arrestado por error y después de un arduo interrogatorio demostraría su inocencia y quedaría en libertad. Dos violentos subalternos míos con dotes actorales llevarían los papeles de captores suyos. Llegó el día del estreno. Con teatro lleno la puesta en escena llegó al momento en que el delincuente/actor inocente era capturado e interrogado por mis subalternos. Trató, como en los ensayos, de defender a toda costa su inocencia pero los captores esta vez lo acusaban de los crímenes que en realidad le conocíamos.
    Comenzó entonces a ponerse nervioso tal vez al ver que la puesta en escena no correspondía a lo ensayado. Los captores empezaron entonces a acorralarlo, a torturarlo. Esta vez de verdad. Fueron tanto el daño físico y la presión psicológica que él finalmente se derrumbó y confesó. Cayó el telón y el público rompió en aplausos. Yo corrí al escenario para ayudar a mis subalternos a trasladar al delincuente confeso. Como gente de teatro que soy, me emocioné casi hasta las lágrimas por ver al público aplaudiendo de pie para posteriormente dirigirse a nuestro encuentro. ¡Vaya realismo, esto solamente lo logra el teatro de calidad!, pensé – aunque se me hizo extraño que el público se dirigiera al escenario ¿a felicitarnos? -. Reconocí entonces los rostros: El público resultó estar conformado nada más ni nada menos que por elementos de un grupo policial opuesto a nuestros violentos procedimientos el cual en esta ocasión había usado al delincuente como carnada para enviarnos a mis subalternos y a mí a prisión acusados de detenciones ilegales y obtención de confesiones por medio de tortura. Tenían ahora la prueba que tanto necesitaban. El actor, quien huelga decirlo sí era un delincuente, al enterarse por algún medio de mi brillante estratagema había negociado con ellos en secreto el perdón a cambio de entregarnos. No pudimos alegar inocencia alguna. Nos arrestaron in fraganti y nuestros excesos nos perdieron. Una vez en la cárcel los días se sucedían para nosotros uno tras otro sin distingo alguno. Nos rodeaba la monotonía. Así que, aburridos, mis subalternos y yo formamos un grupo teatral con los convictos. Hemos ensayado arduamente durante mucho tiempo en el más absoluto de los secretos. Mañana es el estreno sorpresa de nuestra gran obra: «Fuga en masa a la media noche».

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  • M. E. Tateatro
    07/09/2012 11:36 am

    Theatrum mundi
    “Teatro dentro del teatro”
    Comencé a seguirlo. A investigarlo. Como buen detective que soy indagué muchas cosas sobre él. Por eso mismo supe que al igual que yo era amante del teatro. Y un actor con talento. A la vez que un delincuente. Yo debía ser precavido y él debía ser arrestado. Por eso planeé todo de manera por demás meticulosa: aprovechando que él no me conocía lo contacté y entrevisté en un céntrico café de la ciudad, de manera profesional, como si fuese yo un buscador de talentos, incluso con grabadora en mano. Al enterarme por sus respuestas de su gran amor por la actuación y sabiendo ya a sus espaldas que delinquía por estar desempleado tuve en ese preciso momento una idea genial para detenerlo:
    ¡Montar una obra de teatro, contratarlo como actor y ahí obtener su confesión públicamente! .
    En esa obra él llevaría el papel de un ciudadano arrestado por error y después de un arduo interrogatorio demostraría su inocencia y quedaría en libertad. Dos violentos subalternos míos con dotes actorales llevarían los papeles de captores suyos. Llegó el día del estreno. Con teatro lleno la puesta en escena llegó al momento en que el delincuente/actor inocente era capturado e interrogado por mis subalternos. Trató, como en los ensayos, de defender a toda costa su inocencia pero los captores esta vez lo acusaban de los crímenes que en realidad le conocíamos.
    Comenzó entonces a ponerse nervioso tal vez al ver que la puesta en escena no correspondía a lo ensayado. Los captores empezaron entonces a acorralarlo, a torturarlo. Esta vez de verdad. Fueron tanto el daño físico y la presión psicológica que él finalmente se derrumbó y confesó. Cayó el telón y el público rompió en aplausos. Yo corrí al escenario para ayudar a mis subalternos a trasladar al delincuente confeso. Como gente de teatro que soy, me emocioné casi hasta las lágrimas por ver al público aplaudiendo de pie para posteriormente dirigirse a nuestro encuentro. ¡Vaya realismo, esto solamente lo logra el teatro de calidad!, pensé – aunque se me hizo extraño que el público se dirigiera al escenario ¿a felicitarnos? -. Reconocí entonces los rostros: El público resultó estar conformado nada más ni nada menos que por elementos de un grupo policial opuesto a nuestros violentos procedimientos el cual en esta ocasión había usado al delincuente como carnada para enviarnos a mis subalternos y a mí a prisión acusados de detenciones ilegales y obtención de confesiones por medio de tortura. Tenían ahora la prueba que tanto necesitaban. El actor, quien huelga decirlo sí era un delincuente, al enterarse por algún medio de mi brillante estratagema había negociado con ellos en secreto el perdón a cambio de entregarnos. No pudimos alegar inocencia alguna. Nos arrestaron in fraganti y nuestros excesos nos perdieron. Una vez en la cárcel los días se sucedían para nosotros uno tras otro sin distingo alguno. Nos rodeaba la monotonía. Así que, aburridos, mis subalternos y yo formamos un grupo teatral con los convictos. Hemos ensayado arduamente durante mucho tiempo en el más absoluto de los secretos. Mañana es el estreno sorpresa de nuestra gran obra: «Fuga en masa a la media noche».

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  • Horus Campillo 147 CCH Oriente
    09/09/2012 6:25 pm

    Un hombre esperaba a su amada pacientemente, tras dos largas horas de esperar su amada arriba al lugar, sorprendida al ver que el hombre continuaba ahí tras su larga demora. Tras unos momentos en los que la mujer le explica su demora, la mujer comienza a hablar con el sobre su relación, y decide tomar una dura decisión: terminar con el lo que alguna vez había empezado.
    En el momento en el que la mujer se retira del lugar le deja como recuerdos sus besos, abrazos y el teléfono celular el cual contenía fotos de los momentos en los que eran felices.

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  • Suelo hacer cosas extrañas, yo no lo considero de tal forma pero la verdad esta en la mayoría y en este momento las llevo de perder, hoy estoy en un café solo he pedido un vaso con agua y el mesero con desilusión en los ojos aprieta constantemente el menú con la intención de ofrecerme la especialidad del día, una esposa de mediana edad sin trabajo debe de ser el problema pues con esmero me da una amplia variedad de platillos.
    Pido pastelillos caseros, odio las calorías pero odio mas la suplica silenciosa ¡pobre hombre! me recuerda a mi y el matrimonio, las luchas empezando el alba y terminando en el atardecer con apenas algo mas que suerte dure 15 años en esa apasionante batalla y la gane vestido de negro a un costado de una lapida de mármol…
    Veo entrar a mi hija y como todo mal actor subo el periódico hasta taparme el rostro toma asiento en la mesa delantera y con la parsimonia de su madre coloca su laptop y se sumerge en un mundo de letras sin importancia, el mesero se acerca a pedir su orden y se muestra mas interesado en ella , la ve directamente y se ríe ella continua el juego, la idea de devolver la sopa se vuelve tentadora.
    Cuando se voltea ligeramente dejo rápidamente el celular que le he comprado, es de color rosa y resalta como un diamante sobre el blanco mantel, apresuro el paso y pago en la caja, la sopa esta intacta y el vaso lleno. Me quedo en una esquina y puedo ver a travez del florero su sorpresa, el momento en el que sacude su cabeza y los rizos negros se mueven de un lado a otro, la mirada verde buscando al dueño revisa el celular y marca el numero, el único numero en la agenda, mi bolsillo empieza a vibrar, mi corazón vibra de la misma forma.
    Respiro hondo y lento el momento mas importante ha llegado, de mis labios suela un titubeante ¿diga? ella se queda en un largo silencio y en unas palabras rompe mi viejo corazón.
    -Deja de seguirme, no quiero ver mas teléfonos en la mesa, no te conozco ni deseo hacerlo y sobre todo mi nombre no es Laura.
    Tiene razón ella no es Laura, mi Laura es una belleza de cabellos negros y verdes ojos, no tiene pecas en su piel nívea ni esa nariz tan puntiaguda , me rió de mi mismo y camino sobre la acera, la gente pasa muy rápido con la urgencia de llegar, y entonces la veo, Laura esta vendiendo flores en un semáforo ¿Que hace ahí mi niña? ¡Estos jóvenes! Solo una pelea y buscan independizarse, mira que vender flores…
    El celular me pesa, tal vez se lo deje cerca de las lilas, lo vera enseguida ¡son sus favoritas!

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  • Se dio cuenta que la había citado en el café para evitar que hiciera alguna locura. Miraba fijamente el celular que vibraba cada treinta segundos sobre la mesa, y que poco antes, él había puesto boca abajo para que ella no pudiera ver quién llamaba. Escuchaba, sin mirarlo a los ojos, enunciar todas las razones por las que no podía tolerar más la vida a su lado; siempre el tema de la locura, la inestabilidad de sus emociones, todas las manías que ya no se molestaba en ocultar. Pero entre sus labios ella podía leer que no era eso, que en realidad había otra y que era precisamente quien, desde hacía una hora, le llamaba sin éxito al celular. En su cabeza se lamentó de haberle dado la vida entera y de no aprovechar tantas oportunidades que tuvo mientras él dormía. Lo deseó desde la primera noche, por eso guardaba el cuchillo de carnicero bajo la cama con el pretexto de temerle a la oscuridad. Tantos deseos de matarlo desde un principio, tantas horas en vela mirándolo dormir, paseando el enorme cuchillo por todo su cuerpo. Nunca se atrevió y ahora pagaba el precio. Él la abandonaba y no podía hacer nada. Era tarde y se había dado cuenta que la citó allí para evitar que hiciera alguna locura.

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  • kaikeya orozco
    11/09/2012 12:26 am

    Y como siempre el solo pendiente de sus actualizaciones sin ver que hay mas haya de su mundo

    Responder
  • Volteó a ver el reloj que marcaba las seis en punto de la tarde y lanzó un suspiro.

    «Me parece increíble que aún no me haya respondido» pronunció en voz alta y apoyó su brazo sobre la mesa mientras su cara dejaba evidente el fastidio.
    Junto a la mesa la luz vespertina se colaba por una antigua ventana cuyo vidrios curiosamente lucían impecables. Fue en medio de la escena cuando ella alcanzó a ver un reflejo que de pronto surgió de la nada.

    Se quedó inmóvil por unos segundos contemplando la imagen. «¿Cómo explicarlo? Soy yo pero no yo del todo» pensó para sus adentros. Y efectivamente aquel paisaje no era exactamente el mismo. La flor que adornaba la mesa crecía con los brotes invertidos de una forma extrañamente no natural. El teléfono celular que descansaba en la mesa tenía forma de un objeto triangular redondeado por algunos de sus costados. Y su brazo. Su brazo ocupaba una posición distinta y su codo lucía más delgado que su muñeca.

    Buscó sus ojos en aquel reflejo y cuando los encontró se quedó estupefacta. Aunque aquel rostro era casi idéntico, una horrible sensación recorrió su cuerpo y de inmediato cerró sus ojos. Un instante después los abrió con decisión, tomó su celular y se apresuró a salir de aquel lugar escondiendo la mirada. Empujó la puerta de salida y miró el celular en su mano. Un objeto triangular, redondeado por algunos de sus costados.

    Responder
  • Alberto Mendoza
    14/09/2012 8:48 am

    Ecos robados

    Roque es una alegoría bifurcada. Ha roto con los estereotipos y hoy tiene una relación ambigua con los pocos amigos y familiares que conserva. Sostiene que únicamente con un llano intercambio de “holas” o “buenos días” con las personas le es suficiente. Sin embargo, miente cada que guarda silencio y se aleja llevando con él las palabras. Poco a poco su malestar lo ha alejado hacia una vulgar misantropía. Piensa con desasosiego en los rostros que se pierden en una grabación fría y constante. Cada “click” lo obliga a mirar en penitencia las voces que ya no le son claras. Reflejo de su alma, observa cómo su necesidad humana se pervierte.

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  • — ¿Cómo que sólo quieres un vaso de agua?

    — Pues sí, sólo para eso me alcanza.

    Era curioso ver a Marcelo, que se caracterizaba por ser de buen diente, pedir algo sin olor o sabor como su plato para la comida. Él acostumbraba visitar los mejores restaurantes, pedir los platillos más condimentados y acompañarlos con el vino adecuado para cada ingrediente.

    Su gusto y conocimiento de los alimentos era legendario. Todos sus conocidos le pedían consejo y no faltaban las revistas culinarias que le pedían artículos o reseñas del restaurante de moda.

    Esa actitud dietética era especialmente rara, sobre todo cuando él era tan delgado como el lirio del florero en nuestra mesa. Mientras llegaba mi platillo, se atragantó con las galletas y panecillos de cortesía y las migajas se quedaron en ese bigote extraño que portaba desde hace algunos meses.

    Platicábamos del próximo concierto al que iríamos cuando sonó mi celular. Era Pamela, avisándonos de la quedada en la Condesa para los tragos coquetos de más tarde.

    — No puedo creer que sigas usando ese teléfono de la prehistoria. —me dijo Marcelo con algo de desprecio— Mira mi nuevo Iphone, es la onda, trae las mejores aplicaciones.

    — Te debe haber salido carísimo

    Entendí de inmediato esa nueva dieta. Y de pronto me sentí horrorizado.

    — Oye, pero no inventes, ¿cómo vas a usar Instagram si no pediste comida?

    — Obvio, voy a iniciar la onda de fotografiar floreros en perspectiva.

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  • JUEGO DE ESPEJOS
    Son inseparables, como dos siamesas unidas en el vientre materno. Una es la prolongación de la otra. Ambas son muy coquetas y siempre visten igual. Aunque a la hora de elegir a un hombre, sus gustos son muy diferentes. Belén los prefiere jóvenes y románticos. Ana, en cambio, opta por chicos ásperos de carácter y mal genio. Le gustan los tipos duros, los que fuman más que chimeneas y besan con tanta pasión que nota cómo le flaquean las piernas. Viven pegadas al teléfono móvil. Sin embargo, el otro día, discutieron por una estupidez y entre ellas se ha abierto una fortaleza infranqueable, un muro que las mantiene a distancia. Es el tabique de la incomunicación, del silencio. Observan el celular. Lo miran con interés, como si estuviesen esperando una llamada. Aun así, eso no ocurre y se sientan a hacer tiempo, a matar el hastío preguntándose por qué desperdician su vida por una estupidez. Cuando se ponen a enmendar el error, se dan cuenta de que no pueden. Una está aquí y la otra, desde que cayó en la madriguera de conejo, vive con Alicia al otro lado del espejo.

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  • Multiplicación

    Celia y el pequeño Jacobo se acercaron al local del Centro. Como es costumbre en el rumbo, todo es negocio, ruido, movimiento. Nada más el pequeño Jacobo camina lento, con una mano sujeta a la de Celia y la otra apretándose la panza. Celia lo apura, con esa actitud de desespero y preocupación maternal. Se unen al montón de gente alrededor de un local cuadrado con vitrinas bajas que parece un islote en una plaza con un mar de gente.

    Arriba, cuelgan cartulinas fosforescentes con frases mal escritas de promociones en reparaciones de teléfonos, fundas para aparatos, desbloqueos, reposición de pantalla y multiplicaciones.

    Mientras Celia se abre paso hasta la vitrina del frente, empujando con gestos de pena y molestia a quienes están delante de ella, Jacobo es arrastrado hacia esa muralla de pantalones y zapatos con el brazo de su madre jalándolo hacia quién sabe dónde. Flexible, como todo niño, atraviesa los traseros y zapatos y abrigos y embarra su pequeño rostro, apenas rozado por las telas que le impedían el paso, contra la vitrina brillante de adelante.

    Delante de él, un hombre de entre veintisiete y treinta años con playera roja y gorra de una marca de cerveza coloca un teléfono color rosa y maltratado frente a un espejo. Prende un par de lámparas, pone un montón de plásticos y fierros en un compartimiento de la vitrina y aplica siete flashazos que deslumbran las pupilas redondas de Jacobo, que se talla un ojo con la mano que no tiene presa y la regresa de inmediato a contener la presión de su estómago.

    Regresa el teléfono rosa a la mano de su dueña y el hombre de playera roja busca en otro compartimiento de la vitrina algo, sin asomar la cabeza dentro. Lo encuentra, como se encuentran las monedas en el pantalón como acto reflejo de hacerlo diario. Saca un teléfono rosa igual de rayado de las esquinas y lo intercambia con la dueña del primero por un par de billetes de la monjita, como los conoce Jacobo. Le advierte, el técnico multiplicador, que tiene que dejarlo reposar veinte minutos antes de encenderlo y que trae el mismo crédito que el original.

    Todo el mundo opina que es su turno, y otro hombre muy parecido al técnico de gorra de cerveza pone un orden aleatorio que disgusta a todos pero aleja a nadie del lugar. Celia agita su brazo desesperada y señala al pequeño, que se mira como un pez cabizbajo del otro lado de la vitrina. El técnico asiente apenas cerrando los ojos, como recordando una conversación o pacto ya tratado y hace una seña ligera con los dedos de sus manos para que Celia pase al pequeño del lado interior del local.

    Mientras lo carga hacia su persona y lo introduce en la vitrina con el cuidado con el que multiplica los teléfonos celulares, le dice a Celia sin mirarla «van a ser seiscientos ochenta, por el material. Ya es lo menos de la mano de obra». Celia asiente y pasa la mano que hasta hace unos momentos era grillete de Jacobo por la bolsa de su chamarra donde guarda tres billetes de la monjita. Asiente mirando a Jacobo como un pez Koi quieto y temeroso. Le ordena con voz férrea que se quite la mano de la panza y se esté quieto. Evidentemente, una instrucción de nervios que apenas distrae la preocupación de Celia.

    El otro hombre, que no es el técnico sino el asignador aleatorio de turnos, va por una bolsa cerrada con ligas, la arrastra hacia un compartimiento y le vacía no sé qué con un guante sin medir bien las cantidades. Siete flashes se disparan fríos y automáticos hacia la cara de Jacobo mientras escucha aturdido «sí. Se va a acordar de todo. Pero lo del estómago casi seguro también se le pasa. Vale lo mismo si se le copia al otro.

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  • Antonio Fuentes
    18/09/2012 12:13 pm

    Es difícil entrevistar a una flor. Más a ésta, que es es tan tímida. Y es que tiene sus razones: no quiere ser reconocida. Prefiere que sólo veamos su tallo que es tan simple, tan sinople, tan democrático. No quiere que nadie sepa que fue ella la que robó tu corazón. Corazón que por cierto nos espera en el horno. Lo hemos rellenado de castañas. ¿Cómo dices, florecita? ¿el siguiente asado y con papas únicamente? Así se hará, pequeña mía. Tiénes buen gusto. Ojalá sea el de una pelirroja. Saben mejor…

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  • El viajero

    -¡Deja de mirarme así. Me asustas! Andrés como ella le llama, en realidad Eredeen, baja la cabeza para ocultar los ojos, que ven un montón de imágenes superpuestas, como una mosca. Incluso con el sistema de escaneado integrado, que le implantaron en la niñez es capaz de ver la ropa interior que ahora mismo lleva Julita. Bajó a la tierra como todos los de su edad, a buscar aventuras, a descubrir las galaxias lejanas. Y ocurrió lo que no tenía que pasar. Se enamoró de uno de esos habitantes inferiores. Hace ya seis meses del incidente y el embrollo es descomunal. En su planeta no saben nada de él porque perdió las coordenadas y su novia cree que es así tan rarito porque viene de la provincia. Eredeen guarda el secreto con mucho celo y se hunde cada día un poquito más en una soledad que le oxida las piezas metálicas de su complicado cerebro.

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  • jose carlos gasca vazquez 102b
    19/09/2012 9:31 pm

    solo esperando a la misma persona de siempre, sin darse cuenta de que todo había terminado, dejado en el olvido, ese olvido tan extraño que a todo el mundo sorprende ya que nadie sabe cuando llega, pero ahí estaba, solo esperando a su amor, con su celular esperando a que suene o haga algo inesperado, pero no no hacia nada, solo se quedaba ahí. Ahora solo quedaba observar como va pasando el tiempo, pero siempre veía lo mismo, como todo pasaba… de repente sin darse cuenta ya no supo que paso, reacciono y todo llego a su fin,

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  • Humberto estaba hambriento. Su escaso presupuesto no le permitió reservar mesa en el lujoso restaurant “Mojigato” y, por tanto, se enfilo rumbo a la fonda «Teresa».

    Cena económica. Pulcritud. Servicio eficaz. Solo había una cosa que no encajaba en ese lugar: los alcatraces.

    Observaba el alcatraz de su mesa con curiosidad y enfado… los alcatraces le recordaban a Marina.

    Saco su celular y decidió hacer una llamada. Buzón de voz..

    Marina y su mala costumbre de apagar el celular en momentos importantes.

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  • Mirando al espejo con detalle, aquel joven se dio cuenta de que, por una milésima de segundo, su «reflejo» se movía primero…

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  • ¿Cómo formar parte de las masas sin perder la identidad?
    -Filosofía Monsivaisiana-

    LA PLUMA Y LA ESPADA

    Escribir es saber hacer un corte quirúrgico a la realidad. Escribes y es inevitable. Ahora empiezas a sentir lo que antes te cuestionabas; ahora también te toca hacer, mediante una pluma y una cara en blanco, el acto de la escritura. Ahora tú también escribes sin importar estar en un bar o en una cafetería. Escribir como tu forma de entrenamiento.

    ¿Uno busca a la escritura o es ella quien viene a uno?

    No sabes cómo lo haces, pero simplemente comienzas escribir. Ya haz dejado de preguntar a los escritores qué se siente hacerlo; tragas saliva y ahora tú mismo te lo respondes. Escribir llega a ser un callejón sin salida: no te queda más que escribir. Escribes y esa interrogante singular siempre te acompaña: ¿Qué es el tiempo? Observas sus prisas y su cámara lenta; sientes el asombro de lo que observas.

    Escribes y lo haces sin que nadie te moleste; te pierdes en la multitud, tú pasas desapercibido. Escribes y es una delicia hacerlo.

    [ANIMATRIX]

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  • «Mis faltas de ortografía son los gemidos de mi niño interior que no quiere morir»
    -Alejandro Jodorowsky?-

    Erratas = «has-haz»

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  • Leo Sombra
    25/09/2012 8:09 pm

    Que llame, que llame, que llame. Oh, ¿es él? Sí, es él. No contestaré, no contestaré, no contestaré.

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  • >CLIC PARA AMPLIAR

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  • CLIC PARA AMPLIAR LA FOTO DEL CONCURSO #82

    : A papá le digo Maalmachi y a cambio de hacer historias me da comida o dinero (quizá una moneda de bajo valor pero de gran suerte adquisitiva).

    : Siempre me gruñen las tripas, pero en mi rincón oscuro la panza es menos dura. Puedo hacer del hambre un juguete que me inspire.

    : Le cuento a Maalmachi cómo me gané una comida la última vez que perdí su alimento de camino a la panza (y cuando una moneda ahorrada me compró mala suerte).

    : Le cuento de esta foto: la chica sentada frente a un florero.
    Sólo ves su brazo sobre la mesa y su celular púrpura. Piensas en llamarla porque
    la conoces (¿Qué le dirías para que no piense que eres un impertinente?).

    : Siempre te ha enloquecido la figura de su boca en descanso cada que termina de decir algo, el perfume que persigue cada movimiento suyo y que es otra sombra hembra, una que puedes seguir con los ojos cerrados y que te promete una desnudez tan firme.

    : Te acercas a la foto. No has notado algo. No me refiero a esa flor en el cristal del florero, sólo es un tallo. No tengas celos, no busques en el vidrio el reflejo de un acompañante de la chica.

    : Dale clic a la imagen para ampliarla.

    : Mira a la derecha, en el rincón oscuro estoy yo. Mira la cara que pongo al lado del brazo reflejado. Cómo amoldo la boca a la palabra que lees.

    : Síguete acercando al monitor. Un poco más. Ya no me estés mirando. Mejor trata de ver la foto completa como si te asomaras por una ventana.

    : Ajá, a la chica no la recuerdas con la cabeza así. Se la empecé a comer desde su ojo.

    : Ahora voltea al rincón oscuro. Ya no estoy, sólo es la persistencia retinal. Ya puedes hacerte para atrás. Estoy en tu pupila dilatada. Por dentro.

    : Sabes bien, pero más me gustan tus lágrimas deformando la imagen.

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    • Neftalí, debo confesar que tu texto me despertó envidia. Felicidades, no es la primera vez que tu pluma me sorprende.

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  • OTOÑO

    Por qué lo hizo, por qué no se contuvo, pero ya es tarde y ha mirado el móvil de Sara al oír que recibía un mensaje. La esperaba distraído, sentado frente al escritorio de ella mientras se ducha, se imaginaba su cuerpo abrazado por el agua y entonces el sonido y el «OK, a las 5 n mi piso. Trankila, el stara trabajand, no tiene xq enterars nadie. T quiero». Sus ojos ya sólo atraviesan sin ver el lirio que un momento atrás le regaló, en el portal, te acordaste de que es mi flor favorita y después sus labios y escalera, y el apremio de ponerlo en agua mientras el cristal del vaso moldeaba su sonrisa. No se quiebra, tan sólo es más bella esa sonrisa tras salir del baño, y él la admira como admira a su dueña, Sara con esa toalla demasiado blanca si no fuera por una levísima mancha de sangre, o puede que carmín. Le incomoda la duda porque en realidad es lo mismo, qué importa con Sara allí y su toalla y ese móvil que no quiere ver porque ya vio suficiente, mejor volver a concentrar su mirada perdida en el lirio, que se marchitará en tan poco tiempo, que quizás ya mismo no luzca igual que antes.

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  • Ruptura
    Se encontraban en su restaurante favorito, una flor de tallo largo verde decoraba la mesa, ella se quejaba mucho de que él jamás dejaba en paz su celular, pero ese día el decidió dejarlo por un lado y dedicarse a escucharla y prestarle atención. Pero justo ese día ella había decidido algo, terminar con él, ya no sentía lo mismo, todo le parecía aburrido, así que antes de poder ordenar le dijo lo que sentía y se fue del restaurante, quedando ahí él solo, cruzado de brazos, pensando por qué no lo vi venir, la respuesta era sencilla, pasaba demasiado tiempo mirando el celular, chateando y demás, que no se dio cuenta de lo que tenía enfrente de él, y que la estaba perdiendo.

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  • Mayra Parra
    26/09/2012 10:46 pm

    La verdad sabe a café.

    Te sientes valiente y decides mirarla a los ojos: “Quiero la verdad”. Ella enciende un cigarrillo mientras te sostiene la mirada desafiante; te regala una media sonrisa y decide darle un sorbo a su café (negro como su alma, caliente como sus sábanas). Entonces sus manos blancas y frías como el hielo toman una cajita roja de su bolsa y la colocan frente al florero de cristal, a unos centímetros de ti. Ella apaga su cigarro y se levanta para coger su chaqueta; te ve con esas pupilas penetrantes y se retira dejando su perfume hostigoso en el ambiente.
    Tú miras la grabadora que ella te dejó y titubeas un momento, te pones de pie y sales de esa cafetería rápidamente abandonando la verdad sobre la mesa. Reconoces sus posaderas y alcanzas su mano para tomar tu corazón de entre sus dedos: “adiós” le dices, mientras ella se desprende de tus sentidos, mientras tú secas la última gota que su lluvia te dejó.

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  • Concierto para piano no. 5

    Bach suena en el café y yo te digo nunca más. Quédate o vete, me da igual. Pero si te vas a quedar no grites, no hables, ni siquiera me mires, no me escuches, no llores, no recuerdes y después de que me vaya, por favor, jamás me sigas. Si te vas a ir, fija tu mirada en mí y hazlo despacio, camina lento, con pasos eternos que duren lo que dura esta canción, abrázame y digamos adiós.

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  • Jorge Fabricio
    27/09/2012 3:35 pm

    La cita

    Había sido una tarde algo pesada, empezando por la universidad y los millones de proyectos que María tenía que entregar, se bajo del auto algo apresurada esperando no llegar tarde al trabajo que apenas acababa de conseguir en el pequeño café, sus padres habían estado molestando por algunas semanas que debía de encontrar un trabajo de medio tiempo porque el dinero no parecía ser suficiente, no era el trabajo de sus sueños ni mucho menos pero era algo y una paga segura cada quincena, apenas había trabajado dos días y había tomado el ritmo bastante bien, el café era pequeño y no tenía mucha clientela, se encontraba en una pequeña calle casi escondido de todo y al parecer la gente que lo frecuentaba eran ancianos buscando un lugar tranquilo del bullicio de la ciudad solo para relajarse, ellos solo pedían un café y se quedaban bastante tiempo tomando pequeños sorbos, de vez en cuando un postre para acompañar, también asistían algunos jóvenes buscando un lugar nuevo para leer alguna novela o llevar a sus citas a algún lugar romántico.

    Era una tarde cualquiera María se había colocado su delantal y estaba recogiendo algunas tazas de una mesa en la esquina cuando escucho la campana de la puerta que anunciaba la llegada de un nuevo cliente, volteo la cara y vio a un joven bastante apuesto que se dirigía hacía una mesa en el lado contrario del lugar, el joven tomo asiento y dejo su teléfono móvil en la mesa, María tardo algunos minutos en ir a tomar su orden pues tenía que dejar la bandeja llena de trastes sucios en el mostrador, se acerco y tomo su pequeña libreta -¿Que se le ofrece?- pregunto sin subir la mirada, espero unos segundos pero no obtuvo respuesta, cuando levanto la mirada sus ojos se encontraron directamente con aquellos ojos verdes del chico, se quedó mirando por un rato aquellos ojos la tenían hipnotizada, eran de un color verde llamativo, de aquel del que no podías quitar los ojos de encima, parecían profundos como si tuvieran una historia que contar, el joven murmuro algo pero la chica no pudo comprender exactamente de que se trataba, miro un poco mas abajo para encontrarse con los labios perfectamente rosados del chico, parecían abultados pero no demasiado, definitivamente del tamaño adecuado y bien formados, el chico sonrió y la curvatura que genero esto en su rostro solo hizo que estos se vieran mucho mejor -Eh… ¿Perdón?- preguntó algo confundida, el chico volvió a hablar pero esta vez paso su lengua por el labio superior recorriendolo en su totalidad lo que hizo que la mente de María se transportara a otro universo, se quedo algunos segundos mirando en su totalidad al chico, cada detalle, desde sus ojos hasta sus labios pasando por todo lo que había en medio, estaba segura que había soltado algunos suspiros pero no podía recordar con claridad si estos habían sucedido en su mente o en la vida real. De la nada el chico se puso de pie y se dio la media vuelta y se dirigió hacía la puerta, cuando la chica estuvo a punto de decir algo consternada por lo que sucedía el chico regreso y dio algunos pasos hacía ella se acerco bastante y estiro su mano por detrás -Olvide mi celular…- dijo con una pequeña sonrisa -Alguien me espera- regreso por donde vino. María se quedo parada observando como el chico que parecía ser perfecto se alejaba desapareciendo en un haz de luz, probablemente nunca lo volvería a ver y solo se dedicaría a vender cafe y algunos pastelillos a viejos que entrarían y se sentarían en donde una vez el chico de los ojos verdes lo hizo.

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  • Judith Castañeda
    27/09/2012 3:40 pm

    Esperar

    Se sienta. Como cada tarde, la misma mesa. El espejo es nuevo; alguien olvidó colocarlo, seguro. Así está bien: no necesita voltear a la entrada para verlo llegar. Mira el reflejo. Una, otra vez. El reloj del celular avanza. Hoy le gustaría que ese aparato no fuera vino y negro. Lo quiere blanco, la mesa de camuflaje. Para ignorar la demora de sus pasos, para imaginarse que no espera a nadie, que sólo cambia la posición del brazo debido a hormigueos repentinos. Nada; prefiere irse. Tres monedas, paga un café que nunca le llevaron. Atrás, al fondo del espejo, quedan el teléfono y su antebrazo: en cuanto llegue le reclamarán.

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  • H. Alejandro
    27/09/2012 11:19 pm

    Damian ha tomado ya como costumbre sentarse a esperar en la cafetería que solía visitar con Blanca, para ver si alcanza a tener un vistazo de su piel o de sus hermosos ojos, por eso sigue fiel y cuando ella demora le entra tremenda ansiedad y cuando por fin la vuelve a ver, tan bella como ayer y la mira bien, y la encuentra mas bella, y platican y comparten todo lo que un día fueron, pero entonces se observa en el vidrio. Damian sabe que otra vez solo fue su imaginación la que hizo ver a su amada y es que desde su partida en aquel accidente automovilístico que tuvieron del que Blanca no salio con vida, se prometió todas las tardes regresar al que fuera su lugar preferido, pues fue donde se vieron por primera vez.

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  • Tengo dedicándome a las estafas desde hace algunos años, mi nombre es Laura Salinas Montaño, 28 años de edad, cabello negro rayos azules, estatura 1,50.
    El plan era conocer algún chavo por internet, hacer que se enamorara de mi, después de semanas sugerir que nos conozcamos, regalarle una noche candente y dejarlo perdidamente enamorado de mi. Entonces más adelante confesar que mi padre es un adicto que debe 15,000 pesos a un mafioso y no se como conseguirlos. Si me ofrecía prestarme dinero; pez gordo. Si me hacia pedirle pues ya lo que me diera sería bueno; al fin y al cavo quien esperaría algo bueno de traviesaprincesa2000@. Pero si resultaba ser un cerdo o un patán le esperarían mínimo un par de dedos quebrados.
    Pero entré, lo miré. Estaba casi segura de que era el, camine despacio y antes de llegar me di cuenta de que el chico estaba contando monedas de peso; no es que me me haya removido la conciencia, pero algo me hizo ir a la barra y pedir que le llevaran un frappe. Sin que el supiera nada de mi me di la vuelta y salí de ese lugar.

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  • Alado de la iglesia.
    Mi trabajo es de repartidor en una pizzería, en la cual siempre me pasan cosas raras, en algunas ocasiones me a tocado lidiar con personas que no quiere pagar o que te regañan por llegar tarde con el pedido.
    Pero sin duda alguna es lo que me paso una tarde de viernes como alas 6:30, esas tardes que obscurece como alas 7:00 PM, estaba pardeando, cundo el sol y la luna pareciese como si se quisieran encontrar, estaba entre día y noche aun se miraba la luz del día pero poco. Me avían contado que por un tramo solo, que esta entre una colonia y otra pasaban cosas raras, el camino estaba un poco lleno de maleza a los lados, y medio tétrico, el asunto es que tenia que pasar por allí, y a esa hora la verdad no se miraba mui divertido, bueno a un costado de el camino esta una iglesia en ruinas o tal vez no la avían terminado, la cosa es que llevaba un pedido para aquel rumbo y tenia que pasar por esa parte, cundo pasaba exactamente por el lugar, casualmente no pasaba ningún carro solo yo mi moto y el camino medio obscuro, al pasar por la iglesia abandonada gire mi cabeza asía mi lado izquierdo dela carretera, y justo en el tramo de la iglesia, en la carretera estaba un hombre sin piernas como si estuviera pegado al piso, la ropa se miraba como rota y sucia y la cara no alcance a distinguir por lo de la obscuridad, pero parecía como si tuviera heridas en el rostro, fue cosa de segundos es lo poco que recuerdo de ese momento lo mire solo una vez y la verdad no me dieron ganas de regresar la mirada asía atrás, recuerdo que la piel se me puso de gallina, fui a entregar el pedio al domicilio correspondiente, pensé regresar para ver si avía ambulancia policías o algo por el estilo, porque pensé que tal bes podría a ver sido un accidente, tome valor y regrese por el mismo camino, y cundo pase por el lugar no avía nada, solo el camino la maleza y al lado la iglesia tétrica, ya cubierto por la obscuridad pero nada mas..

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  • Son canciones tan tediosas.

    Lucía decepcionado, traté de editar el mejor sonido ¿Qué te parece?
    Recuerdo cuando aquel melodrama me hizo sonreír, me inspiró para crear y percibir nuevos toques auditivos, sin embargo aquel reflejo me dejó aún más cabizbajo.

    ¿ Debo escucharla ? No lo sé, mis deseos se enfrentan…
    Sigo recordando mis fallos, pensando en lo que debo mejorar.
    ! Esto es por lo que luché, mi gran sueño ¡, Debo escucharla y satisfacer mis necesidades…
    Solo espero que mis oídos sostengan tan incansables notas tan agudas, me llevarán a lugares extraordinarios, donde ver crecer las flores y los sonidos; las cantatas perdurables se enfocan en tonos más acústicos de lo habitual, me siento reconfortado, apaciguado, no hay nada más relajante que seguir en este lugar tan maravilloso.

    Ya de regreso, seguía con dudas y vacilaba, pero ya conocía el resultado de aquella grabación, acordes y melodías de lo más alucinantes que jamás habría creado.

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  • La estación de andenes que se bifurcan

    Quince horas menos cuarto. Ya falta poco, dos sorbos más de café.
    Quince horas menos diez. Falta menos, medio sorbo.
    Quince horas menos cinco. Un billete sobre la mesa, no espera cambio.
    Quince horas. La hora.
    El billete se ha ido.

    Quince horas menos cuarto. Ya falta poco, casi todos se han puesto de pie.
    Quince horas menos diez. Falta menos, ya tiene el equipaje de mano en la mano.
    Quince horas menos cinco. Espera (descender) junto a la puerta.
    Quince horas. La hora.
    En medio de la plataforma.

    Quince horas menos cuarto. Ya falta poco, –no debe tardar–.
    Quince horas menos diez. Falta menos, –seguro llegará con hambre–.
    Quince horas menos cinco. Ahí viene ya.
    Quince horas. La hora.
    Un abrazo de bienvenida.

    Quince horas menos cuarto. Ya falta poco,
    Quince horas menos diez. Falta menos, comienzan los sollozos.
    Quince horas menos cinco. Un beso de cinco minutos.
    Quince horas. La hora.
    Una mano que se despide a través de la ventanilla.

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  • Ruina

    La misión que tenían que realizar era sencilla: Llegar al restaurante a las 8:00 pm. Colocar la bomba con el virus “Pienso” debajo de una de las mesas exteriores del restaurante frente al que pasaría el convoy con los y las AL-7 (robots de última generación creados para cazar a los y las GH-9 rebeldes a causa del virus); y salir dejar el lugar. Sin embargo, An y Gie, GH-9 que realizarían la misión, se autocondenaron, y con ello a los y las demás GH-9 infectados, a vivir perseguidos y sometidos por establishment.

    Llegaron al lugar a las 7:45 pm. Se sentaron en una de las mesas exteriores del restaurante. An puso la bomba, que estaba oculta es su teléfono celular, sobre la mesa. Y Gie activó discretamente el dispositivo escondido en el bambú que aparentaba ser sólo un adorno.

    Tres días antes de la misión, An y Gie, recibieron de parte del presidente de Industrias I., el software y las piezas necesarias para actualizar y restaurarse.

    Al pensar, piensas la vida y la muerte. Llega el temor y con el temor la necesidad de sobrevivir.

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  • Suicidarse sin morir en el intento.

    Había probado de todo: atarme una soga al cuello, tomar cincuenta pastillas, cortarme las venas, tirarme a las vías del metro en casi todas las estaciones, saltar por una ventana, dispararme a quema ropa, clavarme un cuchillo en la panza, beber cianuro…
    Había probado de todo y no funcionó.

    Un día, desesperado más de lo normal, decidí llamar. «Solución para todos sus problemas» decía el volante que había recibido afuera de un centro comercial.
    —Quiero suicidarme— dije —. Intenté muchas cosas y nada funciona.
    —Ese problema es más común de lo que cree. Nosotros sabemos la respuesta.

    He seguido las instrucciones casi al pie de la letra y algo me dice que esta vez resultará a la perfección. Lo único que cambié fue el vaso; no tenía ninguno y tuve que usar un florero que llené de agua y coloqué justo frente a mí. Ahora sólo deberé sumergir la cabeza en él, ahogarme… y listo.

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  • El dolor de un sueño

    El ha llegado a su casa, su nombre es Roberto habré el refrigerador para agarrar una cerveza y un viejo libreto, recuerda cuando quería ser actor de teatro, no era la primera vez que le pasaba esto pareciera que cada cerveza fuese la misma historia, de inmediato enciende la televisión y procede a sentarse en el sillón, la casa de Roberto pareciera sin luz alguna, ahí lo vez riendo solo con sus shows televisivos, traguito a traguito va recordando poquito a poquito, exclama de repente:
    – ¡Oh! ¡Tu le das vida a todo lo que existe! en este momento siento la calidez sobre mi cara, y siento que todo es posible ¡me haces sentir vivo!
    ha recordado cuando era joven, entre risa y llanto se dirige al baño sometido por la realidad, ni esa rosa que se encontraba ahí lo podría alegrar, se pregunta así mismo ¿Como es que termine siendo agente de ventas? mira la hora de su celular y dice:
    – Ya es tarde, una cervecita más por que mañana temprano me he de levantar…

    ————————————————————————————————————-
    Es increíble como la gente se olvida de sus sueños y acaban en una rutina diaria que los va matando poco a poco.

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  • Hay objetos escondidos de formas que ni siquiera podrías comprender -le dijo al hombre que juraba haber encontrado, encerrado en una bolsa hecha de reflejos, un valioso recuerdo olvidado.

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  • […] Comments He aquí los resultados del concurso de septiembre. Gana el cuento “La estación de andenes que se bifurcan” de Magay, por su tratamiento inusitado de la situación cotidiana sugerida por la foto (de la que […]

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  • […] aquí los resultados del concurso de septiembre. Gana el cuento “La estación de andenes que se bifurcan” de Magay, por su tratamiento inusitado de la situación cotidiana sugerida por la foto (de la que […]

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