Taller literario

#Escritura2018: cinco argumentos difíciles

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Después de una pausa, seguimos con la serie de ejercicios semanales, no obligatorios, para quienes quieran practicar diferentes aspectos concretos del proceso de escritura. Esta semana, para compensar un poco: cinco argumentos difíciles para cuentos.

¿Por qué son difíciles? Porque de alguna manera u otra se apartan de algún lugar común, una idea que por emplearse con frecuencia parece volverse más fácil de realizar. A ver si alguno les resulta útil.

1. Una pareja pelea y se separa por una discusión acerca de un tema aparentemente banal: las posiciones de ambas personas son irreconciliables y no lo sabían.

2. Un día en la vida de uno de los doce apóstoles del Nuevo Testamento, en el que le ocurra algo crucial y sin relación alguna con Cristo. (Mucho mejor si es estrictamente realista.)

3. Lolita de Nabokov desde el punto de vista de Charlotte Haze (la madre de Lolita).

4. Un relato de crecimiento cuyo final feliz llega a) sin violencia y b) tras el reconocimiento de una mala acción contra una mujer por parte del protagonista masculino.

5. Un cuento de horror sobrenatural, de estilo gótico, que suceda de día y en un espacio abierto.

Suerte si se animan a intentarlos. 🙂

Como los demás, este ejercicio se puede realizar en privado –escrito en una libreta, por ejemplo– o publicar en algún espacio en línea. También se puede enlazar, si se desea, en los comentarios de esta nota, o colocarse allí directamente.

*

Por si les interesa, hay más publicaciones de #Escritura2018 en el grupo de Facebook que hemos creado para ello, así como en Twitter, el sitio de Raquel y nuestro canal de YouTube (en el que está, ya, una colección de todos los videos realizados sobre #Escritura2017 el año pasado, y otra con los videos de 2018).

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  • ¡Sube el nivel sin duda! A escribir…

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  • Y bueno siguiendo tus recomendaciones muchas gracias, ya me las leí…
    y en la #Escritura2018: el objeto amado 15/02/2018.
    comparto este enlace:
    http://lunadesanmateo.blogspot.mx/2018/03/rocio.html

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  • Javier Cuesta
    11/04/2018 9:11 am

    Como desde hacia semanas le despertaron los retortijones de tripas. Salió, se alivio en el corral, y se le pasaron. Luego ya no entró. Le gustaba quedarse viendo amanecer. Ya había salido el sol cuando vio la figura. Llevaba túnica negra y capucha e iba cubierta de pies a cabeza.
    Algo insólito tenía, aunque no sabía qué era. Entonces cayó en la cuenta. No daba sombra. En esto la figura se paró y se volvió para mirarlo. Luego señalo hacía el camino del cual venía, que era el camino de la acequia.
    Intrigado fue hacia donde le señalaba la figura. Al llegar a la acequia encontró un cuerpo flotando. Un cuerpo con túnica negra y capucha. La figura ahora estaba en la orilla, mirándole. A partir de ahora nos referiremos a ella como «la aparición». Porque efectivamente, el hombre intuyo que se encontraba ante un fantasma. La aparición asintió como afirmando «Sí, ese cuerpo era yo».
    El hombre entró a la acequia, hacía pie. «No se ahogó, lo ahogaron», pensó. «Sí», confirmó la aparición. Registrando el cuerpo encontró la bolsa ¡bien abultada!. «¡Mierda!» el muerto no era un cualquiera. A éste le buscarían. Vendrían los centuriones, torturarían, arrasarían el pueblo. Sólo quedaba entregar un culpable a las autoridades. Si no estaban todos muertos, solo era cuestión de tiempo. Había que darse prisa, en una hora o menos, el lugar se llenaría de gente.
    Caminó a paso rápido a la casa, rezando porque su hermano estuviera en casa. En efecto estaba, durmiendo la borrachera. Solía desaparecer durante días con su panda de amigotes. Decía que no hacían nada malo. Que se dedicaban a hablar de lo divino y de lo humano con su líder. Y que bebían sangre de Dios ¡Menuda panda de inútiles y borrachos! Lo agarró y se lo cargó a la espalda sin que se despertara. Cuando llegó a la acequia le desató la cuerda que le ajustaba la túnica y lo ahorcó de un olivo. Le metió la bolsa con las treinta monedas. Luego se volvió a dormir.

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  • Al pan, pan.
    Es el primero de los doce en levantarse. Siempre lo despierta el hambre, eso le avergüenza. Sale del recinto, dará un paseo para aplacarla. Evita las calles por donde están los trasnochados, no quiere oír; ¡Dadme vino!, ¡dadme vino! También procura no encontrarse con los leprosos que con su grito de advertencia llaman la atención. Él quiere pasar desapercibido porque su paseo tiene intención. Al otro lado de la ciudad está el joven predicador que no multiplica panes. Lo roba, y lo regala sin sermones.
    -Come tu ración de justicia y llénate de valor- exhorta- no lo hemos robado, es tu esfuerzo y sudor. No lo hemos quitado a uno como nosotros. Se lo arrebatamos a Cesar. Van unos a por pan y otros a por justicia.
    La casa del predicador está sola, las puertas abiertas, Ninguno de los que han venido a diario la ronda. Ahora nota porqué. Un par de centuriones salen, llevan preso al joven. El apóstol pondera su fuerza y la del detenido en relación con la de los centuriones. El predicador le mira al pasar a su lado y comprende que ha hecho la misma evaluación. El joven actúa contra el centurión más alejado del pescador embozado. El apóstol pone la mano sobre su arma, es veloz pero.., el pregón lejano de un leproso, lo contiene. No quiere ser descubierto cerca del predicador, no quiere que sepan de su urgencia de pan.
    Los centuriones en cambio no dudaron.

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