Taller literario

Taller literario: escritura manual/automática

Abundan ejemplos de escritura automática en la literatura, en especial a partir del siglo XX. Como dice el articulito al respecto de la Wikipedia (y un montón de otras fuentes con más detalles), el fin de esta práctica es dejar «fluir los pensamientos sin ninguna coerción moral, social ni de ningún tipo» de la cabeza al papel. La objeción que se hace habitualmente a este método es que los textos resultantes carecen de sentido, pero este tipo de juicios no toma en cuenta, por lo menos, la posibilidad del siguiente juego curioso:
      1. Escribir, efectivamente, una página de manera automática: lo que salga, sin preocuparse de cómo se relacionen entre sí las palabras que surjan.
      2. Leerla y tomar la frase o construcción más extraña y/o absurda de todas.
      3. Construir un cuento, un poema, un relato, cualquier cosa en donde la mente consciente deba partir de esa clave inconsciente.

      Saludos desde Saltillo. (Y esta bitácora, por cierto, no cree en la escritura automática para fines espiritistas, y considera que Allan Kardec era un escritor de relatos fantásticos. Y si usted no sabe quién fue Allan Kardec, ¿cómo se atreve a decir que es espiritista?) 🙂

9 comentarios. Dejar nuevo


  • Alberto por finm llegue aquí.
    PERO NO leo nada. la tipografia la NO la veo

    no veo ni siqiera esto que te escribo.
    es una pena
    veré si en un cibercafe me entero.

    Un abrazo,
    Jorge Rueda

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  • desde que comencé a escribir en voyeur mi única premisa fue ejercitar mi capacidad (en un principio, ínfima) de improvisación. todos los textos de mi blog fueron escritos en una sentada y con la improvisación como ley motiv.
    los textos podrán carecer algún tipo de coherencia en ciertos tramos pero lo que sí se gana con este tipo de experimento creativo es la fortaleza de una idea en estado crudo. los textos tienen más fuerza, realidad y están más intoxicados por lo que nos forma.
    y todo eso, creo yo, a favor de la creatividad y no en contra.

    saludos.

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  • Subiruta

    De trufil desdemoniado, cancelberto manipulador, olisqueo la petite flor de maniagua. Tan cercano lejosleo, mirascluyo, improviso. Chamanuense, agitador, el caldo gordo de las orejas frías, de las horas mansamansa, destruye el chihuahueño can del loto florito.

    Impermeable de las letras malas, carromato, tumbaflor del gentilicio, un dianoche lo escondí cabizbajo en bisbiseo. Era mi mejor amigo ladrador. Menjurge matildo maldito barato. Cara fue la huída del terreno de lo real. Pura ficción, pura letra, puro mundo-mundoo-mundó.

    Amalgama subitante, sublimácea. Termina el fin, termina lo que comienzo en carraspeo sigilento.

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  • ay cabrón, leo lo que escribí y me recuerda mucho al Oliverio Girondo, ay papá!

    saludos, chingón el ejercicio Alberto, adeudo el cuento.

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  • Muchos blogueros escriben (¿escribimos?) tan al vapor y desmañados que parece que hacemos ese ejercicio…

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  • “fluir los pensamientos sin ninguna coerción moral, social ni de ningún tipo” de la cabeza al papel

    ¿ De verdad fluyen así…?

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  • Hola a todos… Jorge, te escribo. David, por acá seguimos. Noemí, lo que sería interesante sería un blog que fuera de eso (digámoslo así aunque suene a paradoja) de manera consciente…
    Daanroo, creo que la respuesta es «casi nunca», pero la pretensión de los surrealistas era justamente oponerse a los condicionamientos que, así lo hubieran dicho ellos, encadenan al pensamiento.

    Por acá seguimos…

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  • Dos entrañable

    Nunca nadie ha visto a un número caminar por la calle. Yo lo conocí, tenía dos años cuando ví caminar por la calle al número dos. Pero como tenía dos años, no sabía lo que era, no entendía porqué caminaba dando brincos, de dos den dos caminaba-brincaba, y era feliz. O al menos así me lo pareció, o me lo parecía cuando tenía dos años. A esa edad simplemente se es feliz con la emoción que provoca descubrir a cada instante el mundo. Vivía en el presente, en lo inmediato. Por eso olvidé la cara del dos. Feliz cara, cara imposible. Se acercó a mí, me dijo: «hola, soy un dos, traigo prisa, no me puedo quedar mucho tiempo. Muy poca gente me reconoce.» Y lo seguí con mis pasos tropezados y nuevos. Me contó que vivía bajo un árbol y que comía estrellas por la noche. Estrellas muy lejanas que se dejaban comer. Me gustaba verlo brincar-correr cerca de mí, y su tamaño era variable. Unas veces lo podía acariciar, otras lo miraba a lo lejos agigantado. Me gustaba acercarme a él, me contaba historias de sus hermanos infinitos y de sus padres imposiblemente inmensos. Y cuando se aburría entre saltos se acercaba a mí y dormía mucho tiempo en mi pequeña mano. Nunca supe porqué se fue, ni a donde. Un día simplemente ya no estuvo ahí, ni brincando, ni comiendo estrellas, ni sabiéndose condenado a ser contado para siempre.

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  • Josboooks98
    19/08/2021 1:28 am

    Aun despúes de quince años sigue siendo un articulito…

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