[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][¿Es éste el poeta caníbal de la Colonia Guerrero?]
Ayer, aunque con más una hora de retraso, tuvo lugar la mesa redonda sobre narrativa e internet en la Feria del Libro del Zócalo. No estuvo mal (y me dio mucho gusto ver, entre otros amigos, a Fernanda Melchor, Oliver Davidson y Dora Márquez, a quienes conocí virtualmente durante el concurso Caza de Letras) pero se dijeron varias cosas con las que no estoy de acuerdo. Sobre todo, lugares comunes de nuestra época en relación con la escritura. Por ejemplo:
- Que si es pretencioso, de poco gusto, afirmar que se es escritor, y son mejores los escritos de personas no especializadas que «ofrecen algo de su propia vida».
- Que si toda escritura es narcisista y la publicación en la red revela (más claramente que la otra, se entiende) cómo todos tienen algo que decir pero no ningún deseo de escuchar (leer) a otros.
- Que si todas estas actividades (escribir, leer) son impropias, «alejadas» de la gente «normal», porque son «muy difíciles».
Yo iba a responder a algo de esto, pero al acercarse el final de la mesa, cuando había la oportunidad de dar «opiniones finales y conclusiones», la tercera de las ideas ya mencionadas se nos apareció en la forma una señora del público, que se lanzó a una diatriba de varios minutos sobre cómo los libros de ahora tienen cada vez más difíciles las palabras, y qué feo leerlas y no entenderlas, y qué feo también el saber que se tendría que ir a un diccionario para saber qué dicen. «¡Y esas palabras», remató, «son diabólicas! ¡Del demonio!» El moderador, asustado, le dijo que se tomaría en cuenta su comentario. Ella volvió a empezar. Alguien comenzó a aplaudirle, no sé por qué, y así se terminó la conversación.
(La puntilla: cuando me iba, una persona me abordó para saludarme, pero también para decirme que un libro mío le había parecido con muchas palabras «demasiado complicadas» para ella.)
No pude responder a nada de esto en su momento, como ya dije. Lo haré aquí, pronto. Entretanto, ¿qué opinan ustedes?[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]
18 comentarios. Dejar nuevo
1) Dostoievsky escribió Crimen y Castigo. Que tiene que ver con experiencias de su propia vida (a punto estuvo de ser fusilado). En tiempos pasados, la vida era más cruda y las heridas se cerraban con sal. Hay que vivir realmente de forma intensa para tener experiencias similares a escritores de esa talla. Y luego, el talento de los mismos para tratar de estar a la altura.
Tenemos otro nivel de vida y confort. Que nos hablen de fusilamientos nos resulta lejano y que nos hablen de anorexia nos resulta superficial.
Hay mucho pretencioso que sabe ortografía y se dice escritor. O que escribe ‘complicado’ para marcar de tontos a quienes no lo comprenden. O para ocultar su falta de capacidad. Pero el ego y la escritura deben ir juntos. Es decir, no es tan grave que ocurra.
2) Hay en la red, más escritura de terapia personal que literaria. Obviamente, la gente está en la red, a diferencia de un libro, donde la gente no está. Ese acercamiento lleva a ser más confidente.
Es incómodo leer en la PC y hay muchas distracciones a tan solo un click de distancia. No parece que la gente se vaya volcar a leer novelas completas desde su monitor.
3) Escribir y leer es sumamente fácil. Transmitir y comprender es sumamente difícil.
La señora, y remarco señora, actuó con una palabra de iglesia: diabólicas.
¿Qué la asustó?. ¿No comprender?. ¿Comprender e inquietarse con la lectura?. ¿Encontrar herejías a su creencia?. ¿Las palabras?. ¿Qué palabras no puede escuchar o pronunciar?.¿Por qué?.
Tal vez, se le ha llenado la biblioteca y le espanta tener que volver a empezar, sabiendo que ya ha terminado.
Vaya, que no caería mal regalar una dotación de ditttzionarios. Sugiero que todos los editores de
Mexico unido escriban lo siguiente en la hoja legal o en el ìndice:
«cuidado! este libro puede contener palabras ilegibles para la mente inculta. en caso de duda, favor
de consultar la dirección de internet http://www.rae.es; en caso de no saber cómo accesar a internet favor
de consultar a su administrador de cibercafé más cercano a su domicilio. En caso de no contar con
domicilio, vaya y quéjese con el gobierno».
Salud2 a to2 los lectores.
Del otro lado de la mesa, le decía a Fernanda: «Híjole reina, ésta te odiaría». «Seguro, me aventaría el ‘chirlo cinabrio’ a la cabeza».
Mi risa en ese momento, más que festiva, creo que fue nerviosa: medianamente me horrorizó que alguien tirara un comentario de ese corte. A estas alturas, no veo motivo suficiente o aceptable para que un espectáculo de ese tipo suceda, ni razón para que alguien le haga segunda y grite por la calles «¡El juicio se acerca, quema tus libros, mata escritores!».
Al margen de todo, seguro aparecerá el que sepa sacarle filo a la historia: bendita ironía, qué lindo ser un hijo del diablo.
Hola, Alberto, un gusto saludarte y leerte. Por lo que dices, debe haber sido una mesa redonda entretenida y hasta lynchesca. La mujer que teme a las palabras extrañas por demoníacas habría que añadirla a Grey (J). Me quedo con los tres comentarios que enunciaste primero:
– No creo ser el único (y más bien creo ser parte de la mayoría) que cree que la palabra “escritor” es una muletilla que significa muy poco. Pero eso es lo de menos: el escritor es efecto de una obra que lo revela como tal, no al revés. Ni siquiera los autores venerados se saben dueños de la palabra “escritor”. Sus biografías son sus libros. Ellos son la primera ficción de sus propios libros (Humphrey Bloggart dixit).
– Es irrelevante saber qué tan narciso fue el autor al escribir un texto. La calidad del texto se impone por sí solo. El autor es uno de los artífices del texto, no el centro del texto. Otro de los artífices es el lector. ¿Cómo puede afirmarse que la red revela sólo la voluntad de decir algo sin atestiguarlo y, al hacerlo, no caer en la contradicción?
– La normalidad es la más excéntrica de las condiciones humanas. Me atrevería a sugerir que la normalidad es tan ardua de conseguir que nadie puede llamarse así sin sonar pretencioso.
Un cordial saludo, Alberto
Julio Salinas
[…] No creo ser el único (y más bien creo ser parte de la mayoría) que cree que la palabra […]
Es realmente triste, pero esa es una tendencia creo yo generalizada, no solo limitada al ámbito de la literatura. Me explico: trabajo en el área de sistemas de una empresa comercial, donde todos tenemos al menos un nivel de licenciatura (trunca o completa). Independientemente de ser un área eminentemente técnica, es triste que «los de sistemas» no puedan redactar un correo, ya no digamos correctamente, sino sin faltas de ortografía. Al yo referir que un proveedor nos hizo un contrato «leonino», así como al referirme como «hecatombe» a un problema que hubo con el sistema, algún compañero solo alcanzó a decir: «Tu eres muy culto, ¿verdad? Utilizas muchas palabras domingueras».
El punto es que yo no quise «adornarme», ni utilizar palabras rebuscadas; simplemente creí que se ajustaban a la situación, y llegaron a mi mente automáticamente. Pensé que eran palabras que podrían ser entendidas por gente con ese nivel de educación.
Solo espero que no me juzguen por hereje próximamente…
Se me pasó por alto el poeta canibal
Tal vez se apegaba mucho a las críticas de sus lectores y las incorporaba, literalmente, a su obra.
Dijo:
– Te escribiré algo que te conmueva hasta los huesos, luego de cenar.
🙂
Que tú escritura sea compleja, Alberto, es verdad, pero no porque tu redacción y léxico sean difíciles de entender, sino porque tus ideas y tu aspiración a formar una literatura de calidad, te aparta del común de los escritores de tu edad, y te orilla, así, nomás, te descentra. Tampoco creo que tú aspires a una literatura popular, del pueblo y para el pueblo, como quieren algunos demagogos. Las opiniones de la gente son, simplemente, lugares comunes, plenas de prejuicios, temores y miedos a lo desconocido. Si no estás dispuesto a cambiar tu forma de escribir para que esas personas aprecien tu literatura, ¿te preocupará qué piensen de lo que escribes? ¿Le preocupará a ellos lo que tú pienses de ellos? Es tal la fuerza de tu literatura, que tus lectores tienden a pensar como tú.
Perdón por el primer acento del ‘tú’
estaras de nuevo en la feria del libro
di que si por favor
No se puede escrbir un libro asusta-tías (abuelitas, maestras de primaria cristiana) y no asustar unas cuantas hehe.
Hola a todos y gracias por lo que han dicho hasta ahora.
Zombilina, estaré allí de nuevo este domingo a las cuatro de la tarde, de nuevo en el Foro Joven pero para presentar una antología de cuentos del siglo XIX. Creo que puede estar interesante.
Fernando, en eso tienes razón. Saludos de las tías espantadas. 🙂
El que todo mundo coma la sopa con cuchara no quiere decir que esté bien hacerlo! El todo el mundo se coma un bolillo con un tamal en medio no convierte a la guajolota en la verdad absoluta! Ja. A lo que voy es que, una cosa es que todo el mundo (es decir, casi toda la población del país que prende la tele cuando se levanta, cuando come, cuando llega a la casa y carga una telecita en el coche) haya reducido, con el paso del tiempo, su banco de palabras a lo esencial (lo cual se traduce en solo saber decir: buenos días, buenas noches, gracias, vamos pal micro y por supuesto, pedir una guajolota) y otra cosa es que alguien como tu, querido Alberto, tenga que estar pensando cada que escribe un cuento en aquella señora que puede multiplicarse por millones que quizás, algún día, tome tu libro y diga «por qué escribe tan raro este muchacho?» De lo contrario, la sociedad nos obligará a publicar en cinco años Grey con puros dibujitos, pa’ que capten chido el mensaje!
Vibra Alberto, me dio un gusto enorme verte de nuevo. chau
En definitiva una mesa bochornosa. Ya de por sí es un esfuerzo mayor realizar eventos de esta índole para acercar la literatura a la gente; aquella que se auto etiqueta como ‘común’. Creo que es inútil discutir demasiado los puntos que expone Alberto como conclusiones del evento. Es decir, escritor se puede decir cualquiera y no tendría nada que ver con la vocación. Que si la gente no entiende, que si son libros complicados, que si deberían hacerse más fáciles… En fin, todo se puede sintetizar como un proceso social de ‘normalización’: si a la gente algunos libros le parecen complicados, habrá, sin duda alguna, algunos escritores que se acoplen perfectamente a su esquema: Coelhos y Cuauhtémoc Sánchez hay de sobra en el mapa. ¿Para qué complicarse o mostrarse obligadamente condescendientes? Sólo hay que encontrar los textos que se adapten a su esquema y ya está.
¿La literatura es elitista? Puede ser, depende de la gente que la lea. Si a Borges le preguntaran (estando vivo, claro) si cree que su literatura es discriminatoria, elitista y demasiado compleja para la gente común… bueno, seguramente hubiera respondido, diplómáticamente, que le importa un carajo. El escritor, preocupándose por qué palabras, temáticas, abstracciones y demás debe incluir para que su texto sea más digerible, vendido o aprobado, sigue siendo escritor, pero deja tristemente de ser artista.
¿Narcisistas los escritores? Puede ser; algunos sí, otros no. ¿Qué importancia tiene? Generalizar es etiquetar. ¿Todos los perros son iguales? Platón diría que sí y no. Kant se revolcaría de la risa.
Me gustaría ver a una persona que lee un libro y
checa el diccionario para buscar una palabra que no
entiende. Que leer es dificil es un pretexto que no
debería existir.
Mmm, que las palabras son «diabólicas». Seguramente
ella leyó Grey. Por cierto, gracias por el libro
autografiado, aunque cometí el error de prestarlo.
Pd.
Este post me recordó una imagen de Blumpi con el
eslogan «Book hatters – ¿Algún día podremos librarnos
de los lectores?»
Hola Alberto,
Puedo opinar muchas cosas al respecto de esos tres puntos e incluso entender la mentalidad de la señora espantada que quiere quemar algunos libros en leña verde por considerarlos objetos del demonio, porque me ha tocado convivir con gente ultra conservadora que se espanta por cualquier cosa que no esté en los cánones de lo cristiano.
He de confesar que la primera vez que leí Grey tampoco le entendí por lo mismo de las palabras tan extrañas. Fue hace algunos años durante los trayectos de Hidalgo a Taxqueña pero lógicamente en el metro no llevaba un diccionario a la mano para buscar el significado de lo que no comprendía. Algunas pude deducirlas por contexto y otras de plano tuve que esperarme a llegar a mi casa y consultar un diccionario. Si hay algo que aprendí cuando estudié con los traductores, es que hay que consultar el diccionario aún en los textos en español. No comprendo por qué esa ilustre señora no podía hacerlo ¿por flojera tal vez? Sí, es muy molesto tener que interrumpir la lectura para ver el diccionario.
Tuve que releer Grey hace unos meses para un trabajo escolar y entonces ya no me pareció tan extraño, porque pude comprenderlo mejor. Y entró oficialmente en la categoría de mis libros de culto de cabecera a raíz de que tuve la oportunidad de platicar contigo sobre la obra.
Para leer ciertos libros, hay que tener un nivel académico e intelectual determinado; cualquiera puede leer a Carlos Cuauhtemoc Sánchez y entenderlo, sólo es suficiente una educación de primaria y saber leer. Sin embargo libros más complejos como los tuyos, los de Borges, algunos de Cortázar, de Joyce, o textos filosóficos de autores como Kant, Nietzsche, Hegel, Husserl, Wittgenstein o el hígado de Heidegger, requieren de un nivel académico muy superior. Probablemente esta señora tiene a lo mucho terminada la secundaria y quiso ponerse con Sansón a las patadas. Como era de esperarse, terminó con una madriza intelectual marca diablo y en vez de reconocer su ignorancia, se lo atribuyó a fuerzas demoníacas.
Besos chilangos
No he podido evitar comentar. Y es que no me ha gustado el tono de algunos comentarios:
«Probablemente esta señora tiene a lo mucho terminada la secundaria y quiso ponerse con Sansón a las patadas.»
«Tampoco creo que tú aspires a una literatura popular, del pueblo y para el pueblo, como quieren algunos demagogos».
«Si no estás dispuesto a cambiar tu forma de escribir para que esas personas aprecien tu literatura»
«Vaya, que no caería mal regalar una dotación de ditttzionarios. Sugiero que todos los editores de Mexico unido escriban lo siguiente en la hoja legal o en el ìndice:
“cuidado! este libro puede contener palabras ilegibles para la mente inculta».
Todo es tan relativo.
Yo siempre parto del hecho de que no soy nadie. Y bueno, lo único que me gustaría ver por aquí, son propuestas de solución y no evidencias de esa «superioridad» tan hueca que hay en algunas de las opiniones. [No en todas. Aquella de Fernando me encantó. Tiene mucha razón.]
Alberto, sabes que de verdad te aprecio mucho, y admiro tu trabajo. Yo veo, tal vez, un reto en aquello que te sucedió [Es decir no escribiendo literatura «Fácil», sino buscando la forma de que el “pueblo” también lea tus libros, y los de otros. Sé que me entiendes.]
La verdad es que me dio risa la escena, como la cuentas, pues se me hizo algo cómico. De esa señora se puede sacar una buena historia. jeje. [«Y esas palabras”, remató, “son diabólicas! ¡Del demonio!”] Qué divertido.
Saludos a todos.
[Cuidado con la ortografía muchachos :)]
Pronto publicaré algo más sustancioso sobre todo esto… Saludos a todos.