Alonso Núñez Utrilla (1990) es un joven escritor mexicano. Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ha colaborado en publicaciones como Penumbria, Punto en Línea, Marabunta, Punto de Partida y Primera Página. En 2015 publicó el libro de cuentos Terapia de shock (Ediciones y Punto) y entre 2018 y2023 colaboró en el proyecto de la aplicación de narrativa corta Ipstori. Actualmente estudia en la Escuela de Japonés de la Asociación México Japonesa. Dice ser «un fiel creyente de la importancia y el poder de las historias, de lo que se dice y lo que no, además de un loco de los gatos». La breve estampa de horror que es «Canon» apareció en El fabricante de males (2025), su libro más reciente.

CANON
Alonso Núñez Utrilla
«¿Te gustaría vivir en la casa del espejo, gatito? Me pregunto si te darían leche allí; pero a lo mejor la leche del espejo no es buena para beber…»
Lewis Carroll, A través del espejo y lo que Alicia encontró allí
Debo admitirlo, no ha sido fácil. Siempre has tenido la manía de complicar las cosas, Johan. En cambio, yo prefiero lo simple. No me mires así, sabes que no miento. Si fueras más como yo no tendríamos que haber llegado a este punto. Y lo peor es que casi te sales con la tuya. Si no te hubiera visto ese día saliendo de aquella tienda quién sabe qué hubiera pasado. No importa qué tienda era, eso no es lo importante, Johan. ¿Sabías que yo tenía boletos para irme al día siguiente?, no cabe duda que es el destino. Y sin embargo… Pero no estoy enojado contigo, te perdono. Así es como debería ser el mundo ¿no?, la gente debería perdonarse sin importar qué; y yo te he perdonado tantas cosas… Perdóname que no me calle, pero es que estoy muy feliz y muy emocionado por tenerte aquí. Sí, sí, en un momento te quito eso de la boca. Mira nada más cómo estás, apenas y te puedo reconocer. ¿Tú me reconoces a mí?, es broma, ya sé que sí, pero es que nada más mira tu rostro, con lo guapo que eras. ¿Te dolió?, supongo que sí pero, por otro lado, siempre has tenido una gran tolerancia para el dolor, igual que yo, y vaya que lo has de saber bien, con lo que me has lastimado. Pero te perdono. Como lo de tu nariz, ¿te acuerdas de cuando te la rompiste y quedó toda chueca?, desde entonces haces ese ruido cada que sacas aire por ahí, igual que yo. Pero, si no mal recuerdo, lo primero fue ese raspón ¿no?, te dejó esta cicatriz en la frente y desde entonces no pudiste parar. No hagas eso, ya te dije que en un momento te desato. Pobre Johan, ¿no ves que lo hago por tu bien, por tu salud y la mía?, estás enfermo, Johan, muy enfermo. Al principio me creí tus excusas, eso ha de haberte hecho muy feliz, supongo. Pero entonces te atrapé con el cuchillo y tu brazo sangrando. No fue fácil arrebatártelo, Johan, siempre has sido muy fuerte. Pero yo también lo soy. Aun así me dolió, mi brazo no dejaba de sangrar. Pero te perdono. Lo volviste a hacer unas cuantas veces más antes de que, al parecer, yo te convenciera de que cejaras en tu empeño. Fueron años felices, Johan, ¿te acuerdas? Las prácticas de natación, las noches desvelándonos viendo películas, las citas. ¿Por qué decidiste terminar con todo eso, Johan?, es que no lo entiendo. Cuando dijiste que te irías a vivir a otra parte…, me rompiste el corazón. Lo intenté, realmente traté de seguir adelante pero fue insoportable. Creí que enloquecería. No me mires así, no creas que no sé lo que esa mirada significa. Si hay un loco aquí ése eres tú. Una cosa es teñirse el cabello, broncearse, los lentes falsos, está bien, no me molesta, pero ¡quitarse dientes, amputarse una mano!, estás mal, Johan, muy mal. ¿Por qué lo haces? Yo sé por qué, quieres ser diferente, quieres ser único. No lo entiendes, Johan, Dios te hizo un favor, las personas pasan su vida entera buscándose a sí mismas y para eso siguen e imitan a otros, queriendo ser como ellos, buscando a su alma gemela cuando tú, nada más ni nada menos que tú me tenías a mí. Y sin embargo… Pero te perdono, Johan. Te perdoné lo de tus dientes, lo de tu mano, lo de tus costillas, lo de tu nariz y muchas cosas más; te perdono que te volvieras a ir una y otra y otra vez cada que yo lograba dar contigo. Y ahora también te perdono lo de tu rostro, tu pobre rostro. Debió dolerte, ¿no es así?, ¿con qué fue, una plancha?, no importa, ya me lo dirás, necesitaré todos los detalles, no queremos que salga mal, debo hacerlo exactamente igual que como tú lo hiciste, y me dolerá, como siempre, pero no me importa, porque sé que estás conmigo, a mí lado, como debe ser y como siempre ha sido desde que aquél cigoto se dividió en el vientre de mamá.