Cuaderno

La historia de Gente del Mundo

La historia de cómo se escriben ciertos libros puede ser larga e intrincada. Así ocurre con éste: su título es Gente del mundo, apareció por primera vez en 1998 y ahora, 16 años después, vuelve en una edición muy hermosa –y aumentada– que publica ERA.

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¿De qué trata? No cuenta una sola historia sino muchas: es el catálogo de los pueblos que habitan un mundo imaginario, o tal vez nuestro propio mundo en un tiempo muy remoto.

Un pueblo conquistado que se niega a mostrar cualquier sentimiento para volverse más fuerte que sus opresores; otro de guerreros tan gordos que deben ser lanzados por catapulta para llegar al campo de batalla; otro que asusta a todos los demás con sus ideas de lo que es bello; otro de gente que escribe todos los hechos de su vida a medida que suceden; otro que vive en un trance perpetuo; otro que no entierra a sus muertos y en cambio llena con ellos sus ciudades… Textos breves, de no más de una o dos páginas cada uno, describen cada cultura dando el nombre que ésta se da a sí misma, sus características y costumbres, y casi siempre alguna anécdota. En cada texto se cuentan sucesos extraordinarios… y a la vez se pueden encontrar semejanzas con nuestro propio presente: las pasiones son las mismas que aquí, así como los errores, los miedos, la capacidad para la violencia y para la belleza.

Alternadas con estas narraciones hay también una serie de imágenes que, se supone, ilustran la vida de algunos otros pueblos…, pero son imágenes “perdidas”: sólo quedan sus descripciones, de modo que cada lector podrá imaginarlas como desee.

El libro se presenta como una edición de un texto antiguo y rodeado de misterios: no se sabe si está completo, se nos dice; no está claro cómo se perdieron las ilustraciones, no se sabe tampoco qué tanto es verdad de las biografías de sus autores: un explorador llamado Damac de Jeramow y una artista llamada Auko la Ignota, que incluso podrían no haber existido en absoluto, y ser sólo parte de una leyenda, como lo son Homero o Vyasa en la historia de la literatura que conocemos.

Un apéndice, que se convierte en dos, que se convierten en tres, propone diferentes versiones de la historia detrás del libro y termina por decir algo acerca de por qué, pese a todo lo que puede salir mal en el empeño, es importante mirar el mundo, representarlo, y también imaginarlo: inventarlo otra vez.

 

 

El libro comenzó a existir en el milenio pasado: en 1996. Yo tenía 25 años cuando lo comencé –llevaba un año de vivir por mi cuenta, fuera de mi ciudad natal– y mis intenciones al escribirlo tienen mucho que ver con varios libros y autores muy queridos. La idea de las historias breves viene de la minificción: las historias pequeñísimas, que yo descubrí leyendo a Jorge Luis Borges, a Juan José Arreola, a Mario Levrero y a Ana María Shua, entre otros. La idea de crear otro mundo –o una versión disfrazada, transfigurada de este mundo– se deriva de muchas historias de imaginación fantástica: aquellas que describen lo que no puede ser a sabiendas, porque al hacerlo pueden revelar aspectos diferentes, poco frecuentados, de la vida real. También había leído Las ciudades invisibles de Italo Calvino y Kalpa imperial de Angélica Gorodischer y los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, libros que juegan muy en serio a inventar, y además a inventar mucho: series de múltiples historias en las que el placer no está sólo en ver qué pasa, sino cómo difiere cada texto de los que lo preceden y los que los siguen: cómo a partir de un concepto muy simple se pueden crear numerosas variaciones diferentes.

En el fondo, simplemente quería crear historias como aquellas que me habían fascinado, pero también algo que pudiera ser de algún modo mi propia historia: la de alguien que comenzaba a descubrir el mundo, deseaba entenderlo, no estaba seguro de poder lograrlo y, pese a todo, tenía la audacia o el descaro de creer que el intento podía valer por sí mismo, si se contaba de un modo que pudiera llamar la atención de otras personas. Tampoco es algo tan raro. El escribir parte siempre del mismo acto de locura: de la fe de que se tiene algo que decir.

 

 

Una versión temprana y muy breve del libro apareció en Toluca en 1996, con el título Vecinos de la Tierra, en una edición ya perdida del Centro Toluqueño de Escritores. Dos años después, a invitación de Juan Domingo Argüelles –quien entonces estaba al frente de las ediciones de Tierra Adentro–, me puse a pensar en qué podía proponer para esa colección y revisé el texto de Vecinos de la Tierra, eliminé algunas porciones, amplié otras; también agregué descripciones de muchos pueblos y todas las imágenes “extraviadas”, que fueron atribuidas a un personaje llamado Kadousï el Magnífico. También, un apéndice amplificado con muchas teorías contrapuestas sobre el origen del libro misterioso. Propuse esta nueva versión y fue aceptada. Poco después se publicó, con el número 174 de la colección de Tierra Adentro y el título que deseaba darle desde el principio: Gente del mundo.

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La prensa le hizo en general poco caso –la verdad, era un libro raro y lo sigue siendo–, pero me dio tres satisfacciones: fue el primero de los míos en aparecer en alguna lista de “Los mejores libros del año” (lo que es vertiginoso y muy emocionante); fue el tema del primer trabajo académico realizado sobre algo escrito por mí (un libro coordinado por el doctor Samuel Gordon) y, sobre todo, no tuvo mala suerte con sus lectores. Fue reimpreso en 2001 al agotarse el primer tiraje y volvió a agotarse. Lo he visto circular en fotocopias. Durante más de una década ha habido personas que me preguntan dónde encontrarlo.

La razón de esto último es que, tras aquellos dos tirajes, el libro se quedó en el limbo por un largo rato. Hubo que esperar un tiempo para verificar que se considerara definitivamente agotado y se pudiera pensar en reeditarlo. Entonces hubo una serie de contratiempos

Una editorial independiente española se interesó en la reedición pero solicitó algunos cambios, para que el libro pudiese llevar ilustraciones y verse un poco más como novela convencional, de modo que tuviera mejores probabilidades de venta. Esto me molestó un poco: obviamente me interesa que lo que escribo sea leído, pero tampoco es que todo libro deba o siquiera pueda ser una novela. Finalmente llegamos al acuerdo de agregar un poco más de “trama”… pero en forma de un apéndice adicional, que sugiriera posibles conexiones entre los textos del libro y el misterio de su hechura. Además, la serie de falsas ilustraciones originales sería acompañada de otra serie de ilustraciones “de verdad”, atribuidas a una artista con sus propios misterios y realizadas por un ilustrador para “parecer” provenientes de un tiempo mítico. El contrato se firmó en 2006. Entonces la editorial no pudo sacar el libro de inmediato, entre otras razones porque no iba a poder encargar todas las ilustraciones de la serie propuesta. Entonces llegó la recesión de 2008, no volví a saber del editor… y a comienzos de 2013 supe que la editorial entera había desaparecido.

A fines de ese año, Marcelo Uribe, el gran editor de ERA, aceptó que le enviara el manuscrito de esa versión extraviada, y traída, y llevada, de otro mundo y sus relatores.

Y me puse a revisar el texto una vez más. Lo que los lectores de ahora conocerán en esta edición nueva –y definitiva– de Gente del mundo es una versión todavía más trabajada que quiere reunir lo mejor de todas las anteriores. Hay más historias de aquellos pueblos misteriosos; las imágenes son más y son todas para imaginar; en lugar de haber varios personajes dibujando el libro de Damac, hay una sola, que tiene también su propia historia, y los nuevos apéndices sugieren, más allá de las aventuras de sus personajes principales, la imagen de un mundo parecido al nuestro de varias formas: con vaivenes de política y de violencia, con intervalos de paz, con indiferencia y curiosidad.

José Luis Zárate, colega y amigo muy querido, sabe la historia de Gente del mundo y ha dicho con mucha generosidad que, pese a todas las dificultades, el libro podía considerarse desde el principio como una novela: una hecha de fragmentos, con su forma vuelta al revés como un guante. Nunca lo pensé así, pero la lectura de José Luis me alegra precisamente por eso: porque parte del texto escrito para ir más allá de lo que podía prever quien lo escribió. Mi deseo es que ahora, con esta nueva edición, otras personas puedan hacer sus propias lecturas y tener sus propias experiencias con Gente del mundo: adentrarse a su manera con las páginas y, con suerte, hallar en ellas algo digno de recordarse.

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