Cuaderno

Carlos Fuentes (2)

En la nota de hace unas horas escribí que hay quien duda, hoy, que Carlos Fuentes haya llegado a tener una obra cumbre (un periodista me lo preguntó usando exactamente esas palabras). Es una idea que en otro tiempo, quizá hace veinte o incluso diez años, habría parecido impensable. Pero ahora que se le ha velado, que se le ha hecho el primer homenaje póstumo, que sus deudos se preparan a llevarlo a su tumba en el cementerio de Montparnasse, está comenzando la auténtica prueba de su legado. Ya no está de moda su deseo constante de componer novelas ambiciosas, desmesuradas, en las que el Mito se pelea con la Historia. Ya no está de moda su estilo. Ya no está de moda su interés en Hispanoamérica. Y ya no está él para aupar sus textos con su figura y su influencia.

Quién sabe qué quedará. Por otra parte, es imposible que todo se olvide. No es sólo que muchas de sus obras seguirán siendo estudiadas como testimonios o documentos importantes: también puede seguir siendo leído. Un ejemplo: al margen de la celebridad del autor, a mí –como simple lector– me interesan varios de sus libros. Aura, venga de donde venga; Cantar de ciegos; Cumpleaños, que es breve, intensa y perfecta; Agua quemada; Los días enmascarados, tercer arranque de la moderna literatura mexicana de imaginación, por detrás de Tario y de Nervo…, y también su novela más rara, más vasta, más ambiciosa: Terra nostra.

Álvaro Enrigue escribió ayer en Twitter: «Nadie más se va a atrever a escribir un libro como Terra nostra, y nadie se atrevería a publicarlo». Tiene razón. Carlos Monsiváis dijo famosamente que se necesitaba una beca para leer el libro, y no sólo se refería a su extensión (783 páginas en la edición original de 1975) sino a su complejidad. Es una fantasmagoría: en un mundo soñado, que se multiplica en numerosos escenarios y reúne todas las épocas, personajes reales de varios siglos se juntan con los personajes literarios de toda la literatura en español y escenifican la historia entera de Hispanoamérica, incluyendo guerras y catástrofes, desde antes de Colón hasta después del fin del mundo (la novela concluye en un 1999 imaginario y un escathon: una consumación de la existencia). Milan Kundera la describe así:

La vieja mitología de la reencarnación se materializa en una técnica novelesca. Terra nostra es un inmenso sueño en el que la historia está hecha por personajes que reencarnan sin cesar y que nos dicen: son siempre nosotros, nosotros somos los mismos que continuamos representando el espectáculo de la historia. La continuidad histórica no sólo reside en el vínculo causal de los acontecimientos, sino también en la identidad de los actores.

“Se necesitan múltiples existencias para integrar una personalidad”: éste es el por qué Felipe I se confunde con su nieto Felipe II (quien por lo demás en la novela se convierte en su hijo), que la misma Celestina recorre todos los siglos, mientras que la Dama de Felipe II llega a Inglaterra para volverse la reina Elisabeth. Personajes librescos, Don Juan y Don Quijote, se suman a las personas vivas y en cierto momento las siluetas se confunden: Don Quijote deviene Don Juan y Don Juan deviene Don Quijote.

Hay que agregar que el libro tiene una estructura sumamente compleja, incontables referencias eruditas y una serie de reflexiones literarias, políticas, filosóficas, morales…, además de un estilo más desbordado que nunca en la obra de Fuentes, desde su comienzo opaco:

Increíble el primer animal que soñó con otro animal. Monstruoso el primer vertebrado que logró incorporarse sobre dos pies y así esparció el terror entre las bestias normales que aún se arrastraban, con alegre y natural cercanía, por el fango creador. Asombrosos el primer telefonazo, el primer hervor, la primera canción y el primer taparrabos

… hasta su final: una larga escena con un hermafrodita que se fecunda a sí mismo en el final de todas las cosas y en medio de un soliloquio tremebundo. No todo el texto es igualmente abrumador, y numerosos pasajes son más tersos o más conmovedores (en el homenaje póstumo, uno de los discursos oficiales se basó en este texto de Fuentes, que justamente retoma algunos pasajes de Terra nostra), pero hay que encontrarlos. La reputación de dificultad del texto, además, da a muchos la excusa para comentarlo sin leerlo y así mantener su leyenda.

Y, por último, no sólo no es una novela perfecta (¿cómo podría serlo?) sino que además, en efecto, falla: cae por su propio peso varias veces y justo en el final no consigue levantarse. Es un grand livre malade, para tomar prestado y adaptar un término del cine: un gran libro enfermo, una obra de elevadísimas aspiraciones que se esfuerza en alcanzarlas y no lo consigue del todo.

¿Por qué hablar de ella? Terra nostra es, nos guste o no, la novela más ambiciosa que se haya publicado jamás en idioma español. Es más densa que Paradiso, más vasta que José Trigo. Su intención es sobrehumana: capturar entera la cultura hispánica, nada menos, y en esto, por momentos (antes de llegar a su terminación mítica), sí da la impresión de que triunfa. Todo está allí: todos los pueblos, todos los acontecimientos, todas las grandes obras, todos los grandes temas hasta el momento en que Fuentes concluyó el libro. Semejante densidad exige un esfuerzo inusitado del lector, una devoción incluso física –yo sólo pude terminar el libro en una plataforma petrolera en altamar, a lo largo de una semana de aislamiento casi total–, pero además de los pasajes más sosegados están, también, los más brillantes: los que superan a todo lo demás que Fuentes escribió. El episodio del rey y los perros, las caminatas por la selva, la última muerte en El Escorial, las minificciones… Esta novela es la épica de un autor que descreía de la épica y, a la vez, intenta mostrar la tragedia de la Historia. Tal vez por eso es víctima de su propia tragedia: de ser de hecho un libro imposible de concluir como proyecto literario y vital, porque la Historia real no acaba nunca. Porque la idea de la novela total, que animó a tantos escritores en el siglo XX, es una ilusión.

Pero en eso, tal vez, Terra nostra se parece a nuestra historia de ahora, o por lo menos a nuestra literatura. ¿No estamos en una época en la que ya aceptó que la totalidad nos elude y apuesta por lo fragmentario, lo inconcluso? ¿No es lo que ocurre, para ir de inmediato al ejemplo mayor, con 2666, la obra final de Roberto Bolaño? (Por algo, tal vez, Fuentes nunca quiso leerlo: quizá sospechaba que estaban muy cerca, que esa cumbre del temprano siglo XXI se parecía a su cumbre menospreciada o malograda, ciertamente imperfecta.)

No debería ser tan grande problema el aquilatar una obra parcialmente hundida, un naufragio repleto de tesoros. Todas las obras literarias son disparejas y la unidad de los libros es ilusoria. Habrá que ver qué sucede a partir de ahora con esta obra precisa. (Más bien: con esta obra colosal, arrogante, concluida del único modo en que podría concluir, es decir, con la muerte.)

22 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: En la nota de hace unas horas escribí que hay quien duda, hoy, que Carlos Fuentes haya llegado a tener una obra cumbre. Es una idea que en otro tiempo, quizá hace veinte o incluso diez años, habría parecido impensable. Pe……

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  • Mariel Luckham
    16/05/2012 9:56 pm

    Ay maestro pero que claridad para hablar de la complejidad de la que a mi juicio si es la gran obra de Fuentes. Siempre tuve esa sensación de que al final me quedaba a deber algo. En eso creo radica su grandeza y el lugar que tal como el mismo Fuentes decía, le dará ese lector del futuro, que aún no ha nacido, que no será influenciado por el personaje, que será el justo juez de todos los que osamos dejar nuestras palabras a la merced del tiempo.

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    • Gracias, Mariel. Nos tocará ver una parte de ese proceso por el que la obra se asiente (espero). Mientras, a leer. (Qué bien que encontraste el libro de Pavic.) Saludos…

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  • gerardo ramírez
    17/05/2012 10:25 am

    entiendo que cuando alguien muere es necesario hacer una valoración general de su obra, ¿pero por qué no la hiciste antes, cuando el capo estaba vivo? ahora, valoras y minimizas, pero no sé si es una estrategia o por qué no aclaras que hasta Joyce peca de estos puntos que señas (imperfecta, imposible de ser totalizadora) yo no olvido de Fuentes eso de Echeverría o el fascismo, por ejemplo, pero incluso cualquier de sus obras me parecen mejores que, digamos, las de Álvaro Enrigue (¿o por qué no escribes sobre el anacronismo o no de Decencia?) No he leído todo Fuentes, pero La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz, me parecen sorprendentes, mejores, mucho mejores que Canción de Tumba o de Los esclavos. Por otra parte (y para seguir con eso de valorar y minimizar) yo leo tu obra, aunque a decir verdad que la literatura mexicana reciente me da mucha flojera (soy joven y prefiero leer a suetonio y borges). En la entrada anterior escribes que «muchos consideran» que sus títulos más celebrados son anacrónicos, y yo me pregunté ¿qué es lo moderno ahora: los tuits del viajero del siglo? saludos

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    • Gerardo: busca y encontrarás reseñas que publiqué de trabajos de Fuentes cuando estaba vivo.

      Por otro lado, me extraña lo que dices de minimizar: lo que estoy haciendo es defender las partes que me parecen más brillantes de Terra nostra, precisamente a partir de la idea de que lo perfecto, lo impoluto, no es necesariamente lo mejor. Lee lo que opina Bolaño sobre el tema (está enlazado desde la palabra «imperfecta» cerca del final del texto): yo concuerdo con él en la necesidad del riesgo, y supongo que Fuentes creía también en eso, o no se habría lanzado a escribir con tanta ambición a pesar de que en el escribir nunca hay garantías de éxito.

      Sobre lo de «muchos consideran»: lee los textos recientes de, por ejemplo, José Israel Carranza, Iván Thays y Julián Herbert sobre Fuentes, que son ejemplos de lo que digo. Personalmente creo que varios cuentos de Fuentes sobrevivirán mejor que la mayoría de sus novelas, lo que por supuesto implica que no pienso en ellos como anacrónicos.

      Finalmente, El viajero del siglo de Andrés Neuman es una novela, no una colección de tuits.

      Saludos.

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      • Hola Alberto. He querido ir al link enlazado desde la palabra «imperfecta» pero me marca un acceso denegado.

        En verdad, valoraría mucho el acceso a esas palabras de Roberto B.

        Gracias, Saludos.

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    • gerardo ramírez

      Para defender al gran escritor que es Carlos Fuentes, no hay que hacerlo como verduleros.

      Saludos.

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  • gerardo ramírez
    17/05/2012 1:34 pm

    me equivoqué. me refería a tu libro El viajero del tiempo, aunque El viajero del siglo me gusta también -no más que Bariloche- en todo caso el asunto es por qué esta necesidad de ser ‘críticos’ cuando el capo ya está muerto. En realidad me parece una moda este pichicateo y que cualquier libro de Fuentes es mucho mejor que cualquiera de Thays, Carranza, Herbert o tuyo propio. En fin, es lo que piensa un lector.

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  • «La novela perfecta rechazaría al lector». Probablemente las imperfecciones de Terra Nostra sean las que subliman dicha obra. Es cierto que el final «aparentemente» queda a deber, o mejor dicho, no es lo que uno esperaría después de tan intrincada serie de sucesos. Pero creo que la fortuna del final es la ambiguedad de la posteridad, es decir, la insondabilidad del futuro que se plantea, ¿en relidad sobrevino el apocalipsis o simplemente es la metáfora que describe la continuidad del tiempo después de bogar en la marea del pasado? El apocalipsis es el fin del tiempo, pero si el tiempo es infinito, dicho apocalipsis es ilusorio, es inasible y los acontecimientos se siguen sucediendo indeterminadamente. Para mí, está es la maravilla del final: que en realidad no hay final como tal, es un camino que queda abierto a los nuevos porvenires, a los nuevos Felipes, a los nuevos Peregrinos, en fin, a los nuevos personajes que fecundarán el tiempo y cosecharán historias.
    Espero que las obras de Fuentes perduren y no queden como simples archivos o legajos en la historia de la literatura mexicana.
    Saludos.

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  • Augusto Wong Campos
    17/05/2012 6:39 pm

    Grandísimo texto en verdad, don Alberto, para un escritor que amo tanto y al que muchas veces he detestado también, por una grafomanía que sólo curó la muerte. Me ha emocionado leer que compartimos usted escenas tremendas de Terra nostra, como la cacería del rey y sus perros. Comparto su juicio sobre el libro y ojalá lo puedan leer muchos que ignoraban que tenían en él no solo un opinante político informado sino a uno de los primeros novelistas de la lengua. De verdad, quiero compartir la opinión de que es la novela más ambiciosa de nuestra lengua, pero luego pienso que ese lugar es, felizmente para nosotros, un lugar que esa novela comparte con Cien años de soledad y La guerra del fin del mundo. Saludos y felicitaciones.

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    • Augusto, pienso que en ese grupo selecto podrían entrar también las dos que mencionaba de paso: Paradiso de José Lezama Lima y José Trigo (¿o Noticias del imperio?) de Fernando del Paso. Saludos y gracias.

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      • claudiopizarro
        10/06/2012 1:33 am

        tambien deberian estar «la casa verde» y por supuesto «conversacion en la catedral» la mejor novela politica y sobre la corrupcion latinoamericana segun J E Pacheco y el propio Fuentes.
        sobre la casa verde recomiendo el articulo(se encuentra en pdf) de esperanza figueroa amaral que es muy agudo y esclarecedor. quiza esa sea la novela mas compleja de vargas llosa.

        un saludo

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  • «Terra nostra» es un libro muy excesivo, desde luego. Recuerdo cómo me exasperaba su lectura, tantos detalles que al final Fuentes hace encajar, me parece. El final me decepcionó mucho, aunque como tú dices tal vez estamos ante una hermosa forma de fracasar, un libro enfermo que en su descomposición es mucho más interesante que otros libros asépticos que no aportan nada. Muy interesante lo que has escrito, Alberto, como siempre.
    «Gringo viejo», la supuesta historia de quien tú sabes en tierras mexicanas, también me parece un libro de Fuentes que hay que leer.

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  • […] Shared Carlos Fuentes (2). […]

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  • Creo en el instinto lector.

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  • […] Carlos Fuentes (2) | Las historias Álvaro Enrigue escribió ayer en Twitter: “Nadie más se va a atrever a escribir un libro como Terra nostra, y nadie se atrevería a publicarlo”. Tiene razón. Carlos Monsiváis dijo famosamente que se necesitaba una beca para leer el libro, y no sólo se refería a su extensión (783 páginas en la edición original de 1975) sino a su complejidad. Es una fantasmagoría: en un mundo soñado, que se multiplica en numerosos escenarios y reúne todas las épocas, personajes reales de varios siglos se juntan con los personajes literarios de toda la literatura en español y escenifican la historia entera de Hispanoamérica, incluyendo guerras y catástrofes, desde antes de Colón hasta después del fin del mundo (la novela concluye en un 1999 imaginario y un escathon: una consumación de la existencia). […]

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  • Ambroce Bierce es/era Gringo viejo, verdad?

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  • Ambrose, perdón.

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