Cuaderno

La chica punk, el niño de la calle y el misterioso libro reversible

El sábado pasado fui a una lectura de la que no escribiré. Fue desangelada pese a las buenas intenciones de sus organizadores: estaba metida entre varias otras y como preludio a una tocada, y los asistentes, evidentemente, sólo deseaban la tocada: bailar y escuchar la música y no soportar pláticas sobre libros y muestras de historias que no les interesan. No dejaré de ir a actividades semejantes, siempre que me inviten: todos los implicados compartimos el mismo gusto por arar en el mar y otras metáforas por el estilo.
      De regreso, como de ida, tomé el Metro. Llovía y los vagones estaban bastante llenos. Y me tocó un asiento cercano al que ocupaba una chica punk con el mejor atuendo que he visto en mucho tiempo: botas negras relucientes, medias como de leopardo albino, una faldita a cuadros hecha con la misma tela de su bolso, eslabones de metal en vez de una correa para dicho bolso, una chaqueta de falso plástico que rechinaba al moverse su dueña y bajo ella una sudadera negra con una capucha que dejaba entrever mechones verdes y rosas y también, apenas, trozos de cuero cabelludo rapado. La vi y volteé para otro lado. Luego, mientras el vagón estaba en un túnel, vi su reflejo en el vidrio de la ventana y me di cuenta de que me estaba mirando. Además, me miraba con cara de indignación. La miré de nuevo y su expresión no cambió. Entonces entendí que la escandalizaba (que la ofendía) mi aspecto, que era aproximadamente –con todo y gorra: es una larga historia que no escribiré– el que puede verse en la foto que sigue:

Preferí recordar, como lo prefiero ahora, qué pasó en el viaje de ida:
      También llovía. También la calle afuera de la estación –Observatorio– estaba repleta. También lo estaban los andenes. Para leer en el camino llevaba un libro: Realidad daimónica de Patrick Harpur, publicado por Atalanta en 2007; este libro tiene una linda historia que no escribiré, al menos por ahora, y de momento bastará decir que es un regalo inesperado y muy feliz, además de un ensayo rico y sugerente. De momento no importa.
      Entre Tacubaya y Juanacatlán se sentó junto a mí… Tal vez sea injusto decir que era un niño de la calle: no lo sé con certeza. Su ropa estaba sucia pero era de colores brillantes que aún se veían. Llevaba un trozo de franela roja, también sucio, que no soltó jamás. Tenía el pelo crecido pero descuidado: había estado rapado meses atrás y la mata había crecido sin podas de por medio.
      Me puse a leer. Después de un rato noté que el niño miraba hacia mí y movía la cabeza para un lado y para el otro. Después de un momento me di cuenta de que estaba mirando, más exactamente, la portada del libro de Harpur, en el que hay cuatro cabezas dobles, dibujadas por un oscuro artista italiano hacia 1700: en cada dibujo se ve un rostro al derecho y otro, distintio, al revés. Tan fascinado estaba el niño que le pregunté:
      –¿Te gusta?
      –Sí –me contestó, y le pasé el libro.
      El resto del viaje: cinco o seis estaciones, él las pasó observando la portada, dándole vueltas. Yo daba vueltas a la idea de regalarle el libro: no me atreví y se lo pedí cuando el tren llegaba a la estación en la que yo debía bajar.
      Esta nota sería dos o tres veces más larga de lo que es si pusiera la lista de razones, sugerencias, preguntas que no le hice al niño. Pero no las escribiré. Tampoco recuerdo qué dije al final mientras se abrían las puertas del vagón. Ahora, con toda sinceridad, me preocupa que esa curiosidad y esa capacidad para la maravilla que entreví no se extingan. Sé que será difícil.

21 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: El sábado pasado fui a una lectura de la que no escribiré. Fue desangelada pese a las buenas intenciones de sus organizadores: estaba metida entre varias otras y como preludio a una tocada, y los asistentes, evidentemente, só…..

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  • Estuve un par de minutos volteando la cabeza para ver los rostros de la portada, casi volteo también el monitor… soy de reacciones lentas, después de un rato copié la imagen para rotarla a mi gusto. Una vez satisfecha la curiosidad leí tu entrada y me di cuenta de un par de cosas: que todos nos sorprendemos cuando los demás no son como nosotros y que hasta mi gato me veía con curiosidad haciendo malabares en el escritorio sin necesidad.
    😛

    No dejemos de sorprendernos, pues.

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  • Puede que la chica Punk estuviera igual de sorprendida contigo que el niño con la portada. Y que a lo mejor no le ofendía tu aspecto -ni le ofendía que la miraras- sino que le interesabas. Como pasó contigo: su aspecto te interesaba, pero tú pensaste que a ella le ofendía que la miraras. Me pareció una situación-espejo de lo más atrayente. Por otro lado, me interesa más la historia que no cuentas, la del libro regalado. ¿Ésa cuándo?

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  • ¡Maestro! Hace mucho tiempo que no había tenido la oportunidad de leerte, y me da un gusto saber que sigues tan atinado y reflexivo como siempre… Ojala esa curiosidad nunca muera. Así sea.

    ¡Te envío un gran saludo!

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  • Maestro Chimal, he comentado su historia con una chica punk que suele ir a gritar al mismo acantilado que yo. Se ha reído y me ha contado su secreto: Las chicas punk son, por razones de la refracción de la luz, capaces de voltear las imágenes sin girar el cuello. Así, no le ofendía su aspecto; le entró miedo al ver al genio de las palabras con ese mentón de lana y ese cráneo afilado de tonsura inversa.
    Un saludo.
    P.

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  • Milton Rodríguez
    30/07/2010 2:33 pm

    Saludos a todos.
    El impresionarse es raro ¿no? Se da como en lugares impensados, y con rostros inimaginables también. Tiene su aire profético; de palmada tranquilizadora en la espalda. Bueno esa es la impresión que me deja tu buena anécdota Alberto. Que bueno nos impresionemos con algo más que no sea sangre en estos tiempos.

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  • Hola a todos, hola Alberto, vengo siguiendo este blog desde mi Google Reader, pero bueno, esa no es la cosa.
    La cosa es que me pregunto si la pagina http://www.intelecto.com.mx/ es confiable, pues dicen tener contacto con el INDAUTOR. Si hay alguien que haya registrado una obra con esta empresa, que me diga por favor si es confiable. Gracias. Mi mail es abraham.teran@gmail.com

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  • ¡Alberto! Qué chida entrada, la disfruté mucho…¡me habría gustado saber más de la chica punk!¡Aunque te lo hubieras inventado! Las punks en verdad son muy raras… y en cuanto al niño me habría gustado saber porque no te atreviste a regalárselo, porque, mientras lo contabas, yo estaba pensando en las razones por las cuales, de haber estado en tu situación, se lo habría dado o no.
    ¡Un abrazo!

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  • […] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal, alfonso peña. alfonso peña said: La chica punk, el niño de la calle y el misterioso libro reversible http://bit.ly/cL3Wxv […]

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  • Genial entrada, Alberto.

    Lo que más me gusta es que se parece tanto a algunos días de mi vida.

    En los míos, yo escandalizo por ser uno más de los esclavos de cuello blanco, cuando bajo a la estación Balderas en donde las mujeres emo y punk hacen extraños ritos de fraternalidad con hombres en patinetas.

    Siempre traigo un libro.

    Nunca entenderé esta ciudad.

    Abrazo por esta joya involuntaria de crónica urbana-

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  • Muy bien, muy interesante experiencia, con el evento y el toquín incluídos. Buscaré el libro.
    Esa portada me hizo pensar en la (in)existencia de siameses axiales, y en la horizontalidad conciliadora que parecen clamar.
    La próxima vez que vea un jumento con labios en la oreja, quizá me esté mirando de cabeza un hombre con sombrero hervíboro, y al estarme él mirando de cabeza, vea a alguién más en mí algo que no sé que soy yo (y que ni sabe que es yo).

    Esa horizontotal deja sin significado los títulos del libro (y de los seres). Me tráe la práctica del guión cinematográfico, de Jean Claude Carriere/Pascal Bonitzer. Pero no cómo llegar a ser un guionista exc… Quizá son de Raquel.

    […] Y un niño de andenes, devuelto al Observatorio, observa alejarse a una chica, con un lenguaje de clóset, texto textíl, que no logra comprender, quizá sólo hasta que el pequeño se para al filo amarillo del andén (esa frontera entre la gravedad lateral eléctrica), inclina la cabeza y con la estación patas pa arriba mira las pausas verd(r)osas de su cabello, tan necesarias como las que trae él.
    Un tercero se mete a un ascensor horizontal y no sé si se quite la gorra, ni si trae el cabello tan corto. Se aleja a contarnos sólo los espacios vacíos que nos faltaban de la historia. El concierto estuvo muy regular.

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  • Abraham, no sé sobre lo que preguntas. Averiguaré lo que pueda. Si alguien puede ayudarnos con esta cuestión les agradeceré.

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  • No dejemos, Kitsune, estoy de acuerdo. 🙂

    Pachy, me gusta mucho tu idea. En cuanto a la historia, es breve: hace algunos meses tuve la oportunidad de conocer a Jacobo Siruela, el fundador tanto de Atalanta como de (por supuesto) Siruela, y de conversar algunas horas con él en compañía de otros escritores mexicanos. Y recientemente, sorpresa: el envío de su parte de Realidad daimónica y de otro libro, una colección de cuentos de Vernon Lee. Como verás, una anécdota feliz.

    Saludos de vuelta, Juan Carlos, y que así sea, claro que sí.

    No volveré a verme jamás de la misma manera, Propílogo… 😉 Saludos a tu amiga punk y gracias. 🙂

    Estoy de acuerdo, Milton. Quiere decir que no todo se ha ido aún a la ruina, lo creo así de verdad.

    Hola, Alejandro, gracias. De la chica, creo que es mejor que cada quién se imagine lo que quiera…, y del niño, la verdad es que (entre otras razones) el libro me es muy querido, como comprenderás si lees su historia, un poco más arriba en este mismo comentario.

    Soma, gracias mil por lo que dices y lo que cuentas.

    Neftalí, gracias por el epílogo y la horizontotal (realmente es para ver y re/ver, este tipo de cosas)… En cuanto a los libros del fondo, sí, son de Rax. 🙂

    Saludos a todos y gracias.

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  • estimado Alberto:
    muchas gracias por compartir con nosotros esta experiencia. Y más cuando se trata de libros, sobra decir lo que pasó con el «Diccionario Jázaro» y con el «Animalario Universal del Dr. Revillod».

    Quisiera saber en dónde puedo conseguir un ejemplar del libro de Patrick Harpur.

    Gracias, un abrazo.

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  • Hola, Óscar. Gracias y abrazo de vuelta. Sobre el libro de Harpur, lo deben tener al menos en las librerías del Fondo de Cultura Económica, o bien en Gandhi o el Sótano. También se debe poder pedir en línea…

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  • Marco Trejo Maldonado
    03/08/2010 12:48 pm

    Misteriosos y fascinantes los casos de los que sí escribiste. De los que no, pues también, pero no escribiré de ellos, a pesar de lo mucho que comparto tu frustración al ver esfuerzos justos, de gente querida, pobremente recompensados y a pesar de lo estimulante que podría ser un libro que conjuga linda historia con ensayo rico y sugerente. En realidad quería escribir de lo mucho que aprecio que Raquel te haya presentado de este lado. Pero sonaría demasiado a lisonja. Así que no escribiré tampoco de ello. 😉

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  • Querido Marco, qué gusto leerte por acá. Aunque no escribas de todo lo que ibas a escribir, lo agradezco. 😉 Hasta pronto.

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  • Híjole, nomás me dejaste con la curiosidad…

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  • Híjole, creo que mi primer ‘híjole’ está fuera de lugar.

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  • HOla
    Alberto, cómo estás, una pregunta, alguna vez tomé clase con ricardo bernal en el museo arte actual. Un amigo caricaturista del Reforma (Chubasco) le hizo un dibujo a «Lucy y el monstruo» y lo subió a su blog, no sé cómo contactar a ricardo, pero si tú puedes pasarle la liga para que, si por mera curiosidad así lo desea, vea lo que inspira su escritura.
    Muchas gracias. Un abrazo,
    Lía
    http://www.chubascocaricaturista.blogspot.com

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  • Quique: 🙂

    Lía, yo le paso el dato a Ricardo. Sólo un detalle: trato de visitar el blog y me dice que no existe: ¿está bien la dirección? Saludos…

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