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Aviso veloz

Mañana miércoles, a las 19:00, presentaremos el primer libro de mi amiga Eugenia Robleda: su título es Bosque dorado teñido de sangre y la cita es en el Centro Cultural Donceles 66, en el Centro Histórico. Moderará Antonio Barquet y estaremos Bef (quien presentará su propio libro al día siguiente), Eugenia y yo. Ojalá puedan estar ustedes también.

Muy pronto, más invitaciones. Mejor de una vez: no sólo ya está disponible la versión en línea (y de acceso totalmente gratuito) de la antología El futuro no es nuestro de Diego Trelles Paz, con prólogo de él mismo y texto introductorio de Naief Yehya: además, se ha creado un blog de prensa en el que se irán recogiendo las reacciones que provoque la colección y sus posteriores versiones impresas. El propósito del libro [fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][desdoblado por el momento en bits y una promesa de impresiones por venir] es ofrecer una muestra de lo mejor de la narrativa joven de América Latina, superando el aislamiento y la insularidad en la que han caído las literaturas de nuestros países. La antología tiene trabajos de, entre muchos otros, los mexicanos Vivian Abenshushan, David Miklos, Antonio Ortuño, Mariño González y Tryno Maldonado.

Cito el final del prólogo de Trelles Paz:

(…) una de las preocupaciones fundamentales de esta promoción formada por muchos internautas que utilizan el soporte electrónico -los blogs, las páginas personales, las redes de contacto, las presentaciones virtuales, los canales de señal abierta, el correo electrónico, etc.- para combatir el aislamiento editorial interno en el que está sumido la región (la imposibilidad que tiene un ecuatoriano o un uruguayo para leer en un libro impreso a un paraguayo o a un guatemalteco), es recuperar ese intercambio activo con el lector que le otorga a la literatura su único fuego pertinente.

Ahora que el mundo observa impávido la reducción compulsiva de la lectura. Ahora que la letra escrita pierde espacio y se extiende el culto apocalíptico y falso de la muerte de la imprenta. Ahora que las editoriales, los agentes y los escritores se ven en la necesidad de adaptarse con medias sonrisas a la lógica pragmática del mercado (habría que preguntarle al gran Cormac McCarthy (1933) -ídolo de muchos de nosotros- qué es lo que realmente piensa de Oprah Winfrey). Ahora, finalmente, que “el mayor peligro para la novela no es el culto de las imágenes (que obliga en demasiados sitios a sólo considerar novela a la telenovela), ni el desdén tecnológico por la letra escrita, ni siquiera la incomunicación cultural entre los países latinoamericanos, sino la catástrofe educativa, robustecida por el desplome de las economías y el desprecio neoliberal por las humanidades”, como señala Carlos Monsiváis (1938), El futuro no es nuestro aspira a volver sobre los pasos iniciales del diálogo productivo, de la alianza germinal, del pacto maravilloso entre escritor y lector que forjaron la madurez y la modernidad en el proceso creativo como un asunto abierto, interactivo, y recíproco.

Queremos que nos lean, sí, pero sin los incentivos ni condicionamientos extra literarios impuestos por los intereses del mercado que estigmatizan y simplifican nuestras propias diferencias. Queremos que nos lean, cierto, pero sin permitir que pongan sobre nuestros hombros ese pasado literario estupendo y, sin duda, formativo, de los escritores del boom, nuestros queridísimos monstruos del aprendizaje. No esperamos, finalmente, su benevolencia o delicadeza sino la complicidad y el interés sincero a la hora del viaje, placentero o pesadillesco, de vuestra lectura.

La ventana está abierta ahora: sin onomatopeyas ni prefijos pegajosos. Sin el marketing de las estrellas de rock ni la pose del escritor ultra cool que mira-pero-no-mira el destello de los flashes, lo invitamos a asomar por nuestra pequeña casa robándole el título a una de las películas (del horror) del olvidado maestro ruso Elem Klimov (1933-2003):

Come and see, querido lector; ven y mira que aquí estamos: de espaldas al futuro, narrando el derrumbe.

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