Sin clasificar

Ahí te quiero ver

En Mérida, durante un curso del que acabo de volver, conté (para hablar del influjo de la tradición clásica en el mundo actual) la leyenda de que el emperador Julio César habría inventado los libros como los entendemos, para poder escribir y leer más cómodamente durante su campaña en las Galias. Tras investigar en un par de textos de historia, compruebo que no es verdad: si algo, César probablemente pudo haber visto, gracias a la reina Cleopatra, cómo los escribas egipcios de aquellos tiempos habían inventado un medio de sustituir los proverbiales rollos de papiro, y cortaban trozos iguales de pergamino, que luego cosían entre sí para formar cuadernillos con páginas que se leían pasándolas de un lado a otro.
      De todas formas, lo que importa no es sólo que la leyenda persiste, y que es una prueba del influjo de la tradición clásica, sino que mientras hablaba tomé al azar un libro de un estante (estábamos en una biblioteca) y lo usé para explicar rápidamente la forma del objeto creado por César, o por los egipcios, o por quien sea. Dejé el libro a un lado, llegó un receso, y cuando lo levanté para verlo, resultó ser una edición de los Comentarios sobre la guerra de las Galias, de Julio César.
      A Cortázar (otro Julio) le habría interesado esta «pequeña historia tendente a ilustrar lo precario de la estabilidad dentro de la cual creemos existir, o sea que las leyes podrían ceder terreno a las excepciones, azares o improbabilidades«, y más porque en los días subsecuentes hubo algunos otros sucesos de escasa probabilidad, faustos y no, como los siguientes: de camino a una conferencia, y de hecho a una cuadra de haber arrancado, el coche en el que iba chocó justo cuando estaba a punto de ponerme el cinturón de seguridad; en un aeropuerto, luego de años de no verlo, me encontré con un amigo querido, Gerardo Sifuentes; el avión que me traía de regreso, imposibilitado de aterrizar en la ciudad de México por no haber pista, se puso a dar vueltas alrededor de Puebla y, al empezar a agotarse sus reservas de combustible, se desvió a Acapulco para repostar; el hombre que entró al baño del avión antes de mí en esa espera, que dejó las instalaciones correspondientes como nunca habría dejado las de su casa y que me produjo, por tanto, una de esas iras impotentes y bobas de los viajes, fue regañado como niño chiquito por otros pasajeros, y hasta por el capitán del avión, debido a que, tras salir del baño, se puso a hablar por celular a poco de que el avión tomara tierra; de hecho esperó a que yo volviera, como para que pudiese verlo…
      Nada, en fin: el hilo del azar estaba tenso, tal vez, por causa de César y las anécdotas apócrifas, y poco a poco se fue aflojando. Se me ocurren peores explicaciones.

15 comentarios. Dejar nuevo

  • ¿Y si Julio Cesar no hubiera hecho lo que nunca hizo?. ¿Habría sido como fue?

    no solo el azar se repite, el no descanso también

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  • Ah, Hernán, excelente pregunta 🙂

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  • Marco A. Velazquez Lozano
    14/02/2007 11:49 am

    Siempre me han llamado la atención las intersecciones inexplicables, por eso creo que el destino no es mas que la exageración de la casualidad.

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  • Ayer leía «El muro» de Jean Paul Sartre. No sé si venga tanto al caso mi comentario, pero aquello de la casualidad y el azar, me lo recordó un poco; aunque no sé si haya sido realmente eso lo que estuvo presente en la historia. La frase final me encanta: «me reía tan fuertemente que los ojos se me llenaron de lágrimas». Dios, ¡Cuántas casualidades no nos han hecho reír así! (También todo lo contrario). Nunca sabemos de qué lado estaremos. Pienso: ¿no será que nuestras eventualidades son productos de las de alguien más, como le sucedió, ya no digamos a Ibbieta, sino a Ramón Gris? Yo no sé. Sólo que a veces pienso en eso. Quizá sería interesante saber cómo llegó el libro del César hasta ahí, o por qué el señor subió al avión. Tal vez suceda que, algunas veces, somos víctimas de la excepción que anda suelta por ahí, como un virus. Todos estamos expuestos.

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  • Al respecto quisiera comentar que nunca hubiera pensado que en tan poco tiempo a partir de mi primera participación en el taller se presentara una casualidad similar a las que se comentan y me refiero a que la pobre Carla, protagonista del cuento «Ángel de la guarda» murió quizas, por haberse desabrochado el sinturón de seguridad sólo un momento. Parece que las casualidades le dan verosimilitud a la vida o, ¿a los cuentos?

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  • La fascinación de las palabras, diría Cortázar. Saludos.

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  • Que casualidad o debo decir causalidad. Bueno resulta que eso de la casualidad puede ser causalidad, recordemos a ese ciego, Edipo, perdido en un cruce de caminos. O ese otro, ciego también, Borges que dijo: «Es el azar o las secretas leyes». Patafísica pura. Llegué a aquí por casualidad, pues mi último post en mi blog habla sobre el tema (por favor, si vas o van ignoren el episodio sobre la cartera, eso era más bien un poco de sátira).

    Saludos

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  • Como le decía hace tiempo a algún amigo: «en la vida constantemente existen casualidades demasiado significativas (Jung), que es necsario que sean mensajes dirigidos a ti… el único problema es distingir quién los escribe» Un abrazo Alberto

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  • Piazzolla
    17/02/2007 9:44 pm

    Bueno, en cuanto a Julio César, no se llamaba Julio ni era emperador. Su nombre era sólo César. Tanpoco fué emperador porque en esa época en Roma no había emperadores; fué su sucesor César Augusto el que tomó ese título por primera vez.

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  • Y «fue» no lleva acento. 😛

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  • Alberto Chimal
    18/02/2007 11:25 am

    Hola, Piazzolla. Tu puntualización fue muy interesante y útil. Con un sonrojo leve, te agradezco.

    Muchos saludos, Rebeca.

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  • Piazzolla
    21/02/2007 9:45 am

    Que tal Alberto. Las investigaciones que demostraron que Julio César o más bien César no era emperador son recientes. Antes de conocer dichas investigaciones yo también creí, como el resto de los mortales, supongo, que Julio César era emperador. La historia que normalmente se maneja nos hace creer que si lo era. Te agradezco a tí por tomar mi comentario en cuenta

    Saludos.

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  • y si julio eres buena onda

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  • oye este quiero saber acerca de mas de tu libro

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  • Hola, Andrea. Si te refieres al libro de Julio Cortázar, es Historias de cronopios y de famas. En caso contrario, mándame un mensaje por medio de la forma de contacto que está enlazada desde la parte de arriba de la página. Un saludo.

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