El cuento del mes

Ser y cuento

El cuento que sigue –finalista del concurso especial de aniversario de este sitio– es una metaficción: habla de sí mismo, de su protagonista y de las reglas no escritas que rigen nuestro contacto con las historias y con nuestra propia conciencia. ¿Cómo sabemos nosotros que no estamos en un cuento?
      Su autor, Enrique Ángel González Cuevas (Ciudad de México, 1986), es maestro en Filosofía por la UNAM y actualmente profesor en la Universidad Nacional Rosario Castellanos. Es autor de los libros Metafísica de las costumbres (2016), La Reina Valera (2018) y La pinche chamaca (2023).

SER Y CUENTO
Enrique Ángel González Cuevas

Nuestro personaje camina por un bosque mientras reflexiona que es un ser-en-el-cuento, es decir, alguien que sólo existe en estas palabras, en el breve horizonte de esta historia. De ahí que también pueda llamarse un Ser-aquí, entendiendo por “aquí” no el bosque que lo rodea, sino el mismo relato. Es este cuento el que determina todo lo que nuestro personaje es, de dónde viene y a dónde va, si es entrañable o lo olvidamos a los pocos minutos. Como es un personaje muy listo, sabe que el cuento y él, como ser-en-el-cuento, no son dos cosas radicalmente distintas; sin personaje no hay cuento. Son las acciones del Ser-aquí las que constituyen la historia, en este caso la de un hombre que va pensando mientras camina por un bosque de ahuehuetes con muchos senderos. Desde otro ángulo, piensa al cruzar por uno de estos caminos, ser-en-el-cuento implica que el personaje es su arco, de manera que también es un ser-en-el-arco, es decir, puede que al final de su paseo deje de pensar por algún llamado a la acción, por ejemplo, una pelea, de forma que pase de ser un paseante que piensa a un guerrero. Ahora bien, estas acciones pueden ser auténticas o inauténticas, se le ocurre. Todo depende de si el ser-en-el-cuento las realiza guiado por el devenir mismo del cuento o si se asume su arco como aquello-que-lo-determina, lo que lo hace ser-quien-es y se torna responsable de sí mismo. Por lo regular, recuerda, en los cuentos malos, los personajes son inauténticos, esbozos de personaje que apenas se distinguen de los ríos de palabras que los configuran. Para que un ser-en-el-cuento logre la autenticidad tiene que darse cuenta de que también es un ser-para-el-final, pues en la medida que su existencia se circunscribe a la del cuento y todo cuento tiene un final, él también lo tendrá. Es ante ese hecho ineludible del final, que el Ser-aquí toma conciencia de que en algún momento ya no habrá un aquí y, convertido en un ser-para-el-final, toma pleno control de las acciones de su arco, es decir, se vuelve un personaje auténtico. Todo esto lo piensa nuestro personaje y decide que lo que encuentre más adelante en ese bosque lo afrontará para poder ser autentico. En el fondo desea que al final del camino haya una mujer que lo esté esperando para pasear de la mano. Preocupado se pregunta si para ser realmente auténtico tendría que rechazarla, pues lo más común sería irse con ella. La autenticidad no es común, se dice. Después de una curva se encuentra de pronto con un claro en el que hay un niño que lo ve y le pregunta ¿cómo supiste que estabas en un cuento?

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