Este es el cuento ganador de la mención especial en el concurso por el 20º aniversario de este sitio. El jurado lo seleccionó por su representación de un acontecimiento universal –el cambio inevitable en toda vida humana– desde la perspectiva inocente de la infancia.
Su autor, Víctor Hugo Patiño Girón (1986), es un escritor mexicano que se describe como «todo terreno». Sus textos han aparecido en revistas como ERRR magazine, Revista Fantastique, Callejón Sin Nombre y Gaceta UNAM. Además ha participado en antologías como Cuentos de Alcantarilla, Vitraletras y El gran dios bestia. Su primera colección de cuentos, Batería Social o: El salvajismo es el nuevo humanismo, está a punto de publicarse. Fue parte de La Matatena, fundación de cine para niños, y actualmente es voluntario en la fundación Iluminemos por el Autismo.
EL COMBATE DEL SIGLO
Víctor Hugo Patiño Girón
Blue Demon dominaba en el ring de madera a su más grande rival: El Santo. Esta tercera caída definía al ganador del título de Peso Completo de la lucha libre de plástico. Blue había logrado liberarse de la llave de a caballo del enmascarado de plata y la revirtió con su clásica torcedura al brazo en forma de 4. Santo estaba a punto de perder el brazo con esa potente técnica, pero sabía que valía la pena. La rebaba de la mano de Blue Demon cortó el dedo de Carlitos, el niño de diez años que manipulaba las secuencias del encuentro. Las gotas de sangre infantil mancharon de rojo el ring, agregando drama a la escena.
—Carlitos, ¿quieres que paremos para que atiendas tu herida? —preguntó el honorable Santo, ya con su cara muy despintada por los años de juego.
—No, hay que seguir —respondió Carlitos chupándose la sangre del dedo—. Hace rato en la escuela se me ocurrió esta historia para jugar con ustedes y no vamos a perder el tiempo.
—Como gustes —dijo Blue Demon—. Tienes que ser consciente de que podría ser nuestra última pelea, ya estamos muy viejos y no damos para más.
—Por eso mismo quiero que esta pelea sea inolvidable —dejó claro el pequeño, volviendo a colocar los muñecos en su posición de guardia.
Blue Demon terminó por torcer la mano de El Santo. El plateado nunca ha decepcionado a ningún niño y no va a ser esta la primera vez. El bracito del luchador se rompió, crujiendo de forma inesperada y liberando un intenso dolor en el personaje. Carlitos lloraba, sin embargo, se mantenía firme y apegado a su guion.
—Perdóname, Santo —dijo el demonio azul a su compañero de mil batallas.
—No te preocupes, Blue, sabíamos que esto pasaría algún día.
Los gladiadores se dieron cuenta que ni las momias de Guanajuato pudieron con ellos, pero el cariño de Carlitos doblegó su fuerza, que se perdía por completo en este juego atroz. Blue Demon aplicó un tirabuzón a su amigo. La fricción del plástico acabó con la poca pintura de la máscara de El Santo, lo más sagrado de todo guerrero enmascarado acababa de ser borrado. Carlitos lloraba amargamente, sabía que se acababa el juego, tal vez para siempre. Los muñecos rotos yacían en medio del encordado, únicos vestigios de la lucha más grande de la historia.


