El cuento del mes

Alivio

Este es último de los cuentos finalistas del concurso especial de aniversario de Las Historias. No he recibido todavía la información de su autor, Rafael Sánchez, pero en cuanto llegue actualizaré esta publicación. Entretanto, puedo decir que «Alivio» mezcla una mitología antigua con un humor negro que es muy contemporáneo.

Sirena. Escultura etrusca, s. VII a.E.C.

ALIVIO
Rafael Sánchez

Quiso la suerte que aquel año las lluvias se tornaran salvajes e ininterrumpidas. Cuando las montañas saciaron ríos y pozos, una masa descomunal de lodo, árboles y bestias comenzó a deslizarse frente al pueblo. En poco tiempo la crecida se fue metiendo a las casas y muchas se fracturaron, perdieron equilibrio y se fueron dando vueltas. Al amanecer del séptimo día el nivel del río decreció sin perder ímpetu y la lluvia, pasó a ser llovizna. Los famélicos habitantes salieron de sus refugios a buscar entre los escombros algo que comer; fue entonces cuando encontraron a la muchacha, atrapada en aquellos lodos. Era regordeta, rubicunda, y azotaba vigorosamente su cola de pez. De la cintura para arriba, aunque con magullones, se veía entera. De la parte cubierta de escamas, calcularon que estaba íntegra por la fuerza con que se agitaba. Alguien trajo las primeras cubetas con agua limpia pensando que siendo casi pez le haría falta, así que la levantaron entre varios y la colocaron en una tina redonda que rebosaba con sus acomodos. Supieron que vivía en un embalse natural entre montañas, que ella y los suyos intentaron lo imposible para no ser arrastrados fuera de su habitat, pero que el desastre era mayúsculo. La única esperanza para su estirpe estaba en los huevecillos que eran flexibles, resistentes y tenaces. Supieron también que ella misma estaba condenada, que podía estar fuera del agua por algún tiempo, pero que requería de grandes, sanas y profundas extensiones de agua para vivir, por lo que descartaron la excavación de alguna poza. La acompañaron hasta que murió una hora más tarde, con un leve estremecimiento de sus rotundos pechos y una fuerte sacudida de su cola. Algunos partieron con la mitad humana para darle cristiana sepultura, mientras otros se ocuparon de preparar un nutritivo caldo y pensaban en lo afortunada que había sido la muchacha al venir a morir entre amigos.

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