Cuaderno

Una crítica de vampiros

[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][Esta nota se publicó en la revista Posdata a principios de 2011]

El año pasado, los dos lanzamientos más publicitados de historias de vampiros firmadas por autores mexicanos fueron el de Vlad, la nouvelle de Carlos Fuentes que ya había aparecido algunos años antes en su libro Inquieta compañía, y el de Nocturna, la novela a cuatro manos de Guillermo del Toro y Chuck Hogan. Los dos libros se difundieron ampliamente; toda la discusión sobre ambos se quedó en sus superficies. Nadie se preguntó si alguno de los dos podía siquiera tener éxito en su intento de volver a escribir el Drácula de Stoker, que no sólo no ha sido olvidado sino que es la base de una tradición a la que Fuentes, Hogan y del Toro llegan tardísimo. Apenas hubo auténticas lecturas críticas de Vlad. Absolutamente nadie discutió las semejanzas de Nocturna –menos argumentales que de estilo y textura, por lo menos– con la obra de Justin Cronin, Joe Hill y otros autores de una nueva generación de autores de horror en lengua inglesa: la primera que puede llamarse realmente del siglo XXI.
      No: las notas disponibles se quedaban en la repetición los lugares comunes que se dicen de absolutamente todo («gran obra nueva», «innovadora», «distinta a lo anterior»), el mismo chiste fácil («los políticos mexicanos son vampiros»: hubo periódicos que elogiaron esta bobería como si fuera un gran hallazgo) y la comparación con Crepúsculo. En el fondo, la opinión general es evidente: los lectores actuales no hemos llegado más allá de Stephenie Meyer, no tenemos memoria de corto ni de largo plazo y no merecemos nada mejor que esos comentarios: que la exhibición del prestigio y la celebridad que, en el fondo, era lo que se nos estaba vendiendo.
      Puede que se resuelvan los numerosos problemas educativos y culturales que han llevado a esa situación y a todas las otras que conocemos, o puede que el país se convierta en Somalia, lo que volverá irrelevante, por largo tiempo, cualquier consideración sobre la literatura nacional. Entretanto, un laboratorio donde puede ensayarse algo de mejor lectura y de mejor escritura es justamente el mito del vampiro, que tiene a la vez una vasta historia y un territorio pequeñísimo, arado y vuelto arar durante siglos, en la imaginación de occidente.
      ¿Cómo se logra que el vampiro salga de esa tierra? Primero, leyendo: recordando más allá de Stephenie Meyer. Por ejemplo, con una antología magnífica y recientísima: Vampiros (2010), compilada por Jacobo Siruela y publicada por Atalanta, el proyecto con el que Siruela continúa, en una escala más de su agrado, el de la editorial que lleva su nombre y con la que ya no tiene nada que ver (menciono esto porque la noticia no ha llegado aún, por lo que sé, a varios lectores mexicanos).
      En el índice de Vampiros están varios de los textos que aparecen en cualquier antología del tema, pero (al contrario de lo que sucede en otras compilaciones de «clásicos») la selección se limita a los que son legibles y pertinentes y no sólo de edad avanzada o autor prestigioso. «La muerta enamorada» de Gautier, «El vampiro» de Polidori, «Vampirismo» de Hoffmann, «Carmilla» de Le Fanu y «El invitado de Drácula» del mismísimo Stoker están todos aquí. Por otra parte, las verdaderas sorpresas empiezan con los textos menos conocidos (de Tieck, Baudelaire, M. R. James y otros) y sobre todo con las rarezas: los nombres e historias problemáticos.
      Está un texto de E. F. Benson, autor inglés olvidado por décadas a quien Javier Marías rescató como «creador de una sola historia» en su antología Cuentos únicos (1989) pero se ha revelado en años subsecuentes como un verdadero maestro de la literatura fantástica; también, otro de Alexéi Tolstói, autor soviético y cercano al régimen de Stalin que, por lo mismo, ha sido reducido a una infamia que puede no ser justa en relación con la totalidad de su obra y hasta de su vida. Estos problemas se enlazan con los de cuentos en los que la figura del vampiro se estira y se transforma para llevarla más allá de los que parecerían sus propios límites: ¿es «Berenice», el cuento fetichista y necrófilo de Edgar Allan Poe, una historia de vampiros? ¿Lo es «El almohadón de plumas» de Horacio Quiroga, en el que figura un animal chupasangre? Así como Siruela abre el canon convencional de los autores vampíricos, también demuestra que las simplificaciones de tantos autores actuales («todos los vampiros eran iguales hasta que yo llegué») son mentirosas cuando no deshonestas: el vampiro, como icono y figura mítica, siempre ha estado transformándose, y aun las obras más poderosas de su tradición son solamente altos momentáneos en el camino de esa transformación.
      Este proceso queda mucho más claro, además, leyendo los prólogos escritos por Siruela para cada cuento y su prólogo general, que juntos forman una historia del mito del vampiro desde las raíces registradas más remotas, en Sumeria y China hace miles de años, hasta la actualidad. Entre nuestros malos hábitos al lidiar con la cultura pop (que en nuestra época reclama y asimila al vampiro) está el desprecio general por la historia y la adoración irreflexiva de la novedad, o peor: simplemente de lo más anunciado, de lo que se repite con más insistencia para el consumo más inmediato. Pero con el vampiro ocurre justo al contrario: la fascinación que produce está precisamente en su longevidad y en la forma como la «tempestuosa belleza» del terror que sugiere (la frase es de Percy Shelley: the tempestuous loveliness of terror, y Siruela la cita con justicia) sobrevive a todas sus metamorfosis.
      En el peor de los casos, libros como éste tienen una utilidad inmediata además de la más vaga del placer y la reflexión. Nos hace falta una narrativa más fuerte y una mejor crítica literaria, como sabemos, pero los vampiros, que en efecto llegan a parecerse a nuestros políticos, son también recordatorios de una verdad crucial: figuras que trascienden a esos figurones momentáneos y en ocasiones –siquiera en unas pocas ocasiones– pueden decir algo más interesante que sus despropósitos y los del resto de nosotros.
      (Ejemplo final: todavía no hay, creo, ningún cuento mexicano que pudiera incorporarse a una edición posterior de los Vampiros de Jacobo Siruela, pero sí algunas novelas que recibieron muy escasa publicidad en su día aunque son, ni modo, muy superiores a las dos que mencioné al principio. Las mejores son La sed de Adriana Díaz Enciso y La ruta del hielo y la sal de José Luis Zárate.)[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]

16 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: [Esta nota se publicó en la revista Posdata a principios de 2011] El año pasado, los dos lanzamientos más publicitados de historias de vampiros firmadas por autores mexicanos fueron el de Vlad, la nouvelle de Carlos Fuente……

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  • No he leído Nocturna, pero creo que estaba terminada y publicada mucho antes de que apareciera The Passage de Justin Cronin. En todo caso pueden compartir referentes, la novela de Cronin tiene mayor deuda con las películas de zombies y mundos post-apocalípticos que con las historias decimonónicas de vampiros.

    Ya hacen falta reediciones de La sed y La ruta del hielo y la sal. O un sitio en la red para descargar esos títulos descatalogados, preferentemente con permiso de los autores.

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  • No pensaba en influencias entre uno y otro libro, Nicolás, sino en semejanzas: coincidencias, simplemente por ser de una misma época. Y no estoy de acuerdo con lo que dices de las influencias de Cronin: hay algo de Stoker en la trama de El pasaje, al menos porque comienza con un visitante de país exótico que viene a infectar una sociedad aparentemente estable y digna de ser defendida… Y de Nocturna ni hablar. 🙂

    Saludos.

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  • Ya hay una reedición de «La ruta del hielo y la sal», pero creo que sólo se consigue en España. Está en el libro «La máscara del héroe», de editorial Ajec.

    No conocía «La sed», tendré que buscarla.

    En cuanto a la antología, se ve muy buena. Tan solo el hecho de que haya incluido a Aickman ya me intriga (es otro de esos autores ninguneados y sin embargo interesantísimos, no sabía que hubiera tratado este tema).

    De hecho, al menos de los cuentos que mencionas, noto algo interesante: como en las mejores antologías del género, Siruela parece haberse centrado más en textos «vampíricos» que «de vampiros»; es decir, que van más a temas parasíticos que la figura del aristrócrata decadente.

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  • Cierto, la epidemia de The Passage proviene de Sudamérica, de una selva exótica, no había considerado eso.

    Y gracias a Fernando por el tip sobre La ruta del hielo y la sal. ¡Saludos!

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  • Estimado Alberto,

    Creo que también merece una mención «Olfato» de Andrés Acosta entre las novelas sobre vampiros.
    Sé que no pretendías hacer una revisión en la literatura mexicana, pero sería interesante leer tu punto de vista sobre la literatura de vampiros en México.

    Un abrazo y felicidades por el texto, como siempre, un gusto leerte.

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  • Muy interesante tu texto, Alberto. Saludos.

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  • Un libro que siempre recomendaré es La Música de los vampiros (Lost Souls) de Poppy Z. Brite. Estupenda historia. Lo editaron hace varios años aquí en México en editorial Roca. No sé si todavía se pueda conseguir con facilidad.

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  • Arturo Sánchez
    13/05/2011 11:35 am

    Hace unos años Bernardo Ruiz hizo una compilación para Editorial Vid llamada «Antes y Después de Drácula» que contiene joyas como el primer capítulo de Varney y El Vourdalak, desafortunadamente se ha vuelto practicamente inconseguible y bien valdría la pena reeditarla. Desgraciadamente estos nuevos vampiros light, edulcorados y reducidos en sangre que presenta crepusculo rompen con el auténtico reviniente, por eso el año pasado le regalé a una amiga «Carmilla» y quedó fascinada, igualmente a mi sobrina le regalé «El Vampiro» de Polidori y ahora está explorando obras clásicas del catálogo de Valdemar. Justo ahora recuerdo un cuento infantil llamado Bonícula, si, un conejo vampiro que succionaba verduras, simpática mezcla para tus apreciaciones conejiles y vampíricas. Saludos.

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  • Esa antolgía es una joya. El prólogo, como bien comentas, es una auténtica guía de qué leer y cómo leer los textos de vampiros, amén de una selección que si bien tiene sus momentos obvios, también tiene algunas joyas ocultas. Desconozco si sea una edición mejorada a la que alguna vez se publicó en editorial Siruela, valdría la pena revisar el dato. Y por último, Cronin y del Toro pueden jugar un poco con el Soy leyenda de Matheson; creo que ahí está una referencia obvia de ambos autores.

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  • Fernando, yo creo que la figura del «aristócrata decadente» es un accidente de la evolución del tema y no parte de una posible (o presunta) esencia del vampiro como personaje literario.

    Nicolás, por desgracia el medio editorial angloparlante no favorece la innovación en las historias fantásticas.

    Óscar, todavía no leo el libro de Andrés pero está en mi lista. La revisión a la que te refieres tendrá que ser para otro momento, me temo… 🙁

    Huy, Arkamenel, no: el libro de Brite es inconseguible…

    Qué maravilla ese Bonícula, Arturo. ¿Recuerdas algún título, la editorial…?

    Y referencia, Juan Carlos, que fue (irónicamente) omitida en la adaptación reciente de Soy leyenda con Will Smith. Qué cosa horrible.

    Saludos a todos.

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  • Los vampiros representaron miedos, la amenaza de la enfermedad, de lo sexual, lo prohibido; de ahí su decadencia, la manera en que representaban la parte animal del ser humano. Estos vampirillos light a la Crepúsculo no acarrean esa violencia, no son siquiera el doble siniestro de nadie.

    ***
    Bonícula está editado por el FCE en la colección a la orilla del viento y se encuentra por menos de $50. Además la idea de ser «una historia de misterio conejil» es increíble.
    :p

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  • Gracias por el dato, Kitsune. 🙂 En cuanto a Crepúsculo…, bueno, realmente no creo que vayan a durar tanto como para modificar sustancialmente el mito. Realmente no lo creo.

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  • Alejandro Garrigós
    01/11/2013 3:41 pm

    Hola, Alberto. ¿Podrías darme el dato del número y/o mes de la revista Postada en la que apareció este texto tuyo? Estoy haciendo un trabajo de tesis y me gustaría citarte como fuente. Espero puedas ayudarme. Muchas gracias. Saludos.

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    • Alejandro, gracias por escribir. ¡No tengo la revista! ¿Puedes creerlo? Déjame ver si la encuentro. o.O

      Responder
      • Alejandro Garrigós
        04/11/2013 3:52 pm

        Hola. No te preocupes; citaré el texto en línea. Gracias por responder. Veo, por algunas de las cosas que has hecho, que tienes interés en el tema del vampiro literario. ¿Tienes tú algún cuento propio con dicha figura? Si es así, me gustaría analizarlo dentro de mi corpus, para mi trabajo de investigación. Te agradezco nuevamente. Saludos.

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