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Un viaje a Canadá

Debía esta nota desde hace días, y para compensar la he convertido en dos notas. He aquí la primera, que no deja de tener su parte turística.

Hace un par de semanas regresamos de Canadá: once largos días en las ciudades de Calgary y Banff, en donde participé en el festival internacional Wordfest. De entrada puedo decir que todo fue muy bien: el equipo organizador nos trató de maravilla y el festival, que tuvo actividades en ambas ciudades a lo largo de más de diez días, estuvo hermosamente organizado. Calgary no es la ciudad más grande de Canadá y a veces, supe allá, se le mira con cierta condescendencia en el otro extremo del país, en Montreal o Toronto. Pero ya quisiéramos en nuestras ciudades pequeñas actividades culturales como la de ésa.

Esta impresión de ligera inferioridad (típica de los viajes de mexicanos al extranjero) puede tener sus matices…, pero eso será para la próxima nota; ahora, una lista veloz de las mejores cosas durante Wordfest:

1. El trato de Emma Knipe, encargada de operaciones del festival, así como de la fundadora de éste, Anne Green, y en general de todos los trabajadores, voluntarios y patrocinadores.

2. El mero hecho de haber podido pasar, de Calgary, a Banff, un pueblo hermosísimo en medio del enorme parque nacional que lleva su nombre, y al Banff Centre, que debe ser uno de los mejores lugares para escribir que hay sobre la Tierra. (La imagen es del estudio Henriquez, uno de los ocho que se ofrecen para residencias artísticas en el Centro.)

Dentro del estudio Henriquez, uno de los ocho donde se ofrecen residencias para escritores y otros artistas en el Banff Centre

3. La lectura bilingüe en la Universidad de Calgary, en la que estuvimos la poeta mexicana Coral Bracho y yo, presentados por la maestra Candelaria Konrad. El público estaba muy atento y hubo preguntas muy interesantes (además de que me tocó encontrar allá a Gerardo Piña, un escritor a quien le había perdido un poco la pista pero que acaba de publicar su primera novela y del que me siento muy cercano). Como no me sentía muy seguro para leer las traducciones en inglés que había preparado, acepté la propuesta del festival de que se encargara un actor. Suerte espectacular, pues el actor que se ofreció para la lectura, Iain Dunbar, me ayudó no sólo leyendo las traducciones sino además revisándolas, y detectando varios errores. Ah, y algunas personas se quedaron con copias un cuadernillo (chapbook, que les dicen) con los textos que preparamos para la ocasión.

3. El Museo Glenbow de Calgary, y en especial una exhibición que tenían de arte fantástico: una auténtica maravilla de colección entre cuyas piezas –pintura, escultura, video, instalación– había al menos una obra maestra: El Instituto Paraíso, de los artistas canadiense Janet Cardiff y George Bures Miller, una instalación creada en 2001 para el pabellón canadiense en la Bienal de Venecia que se finge un cine antiguo, mucho más grande por dentro que por fuera, en el que la trama de la película se mezcla con las acciones de los espectadores fantasmales que rodean a los de verdad mediante una banda sonora más bien espeluznante. ¿Alguno de ustedes conoce a un director de museo o instituto de cultura que quisiera traer esta pieza? Si me dicen que ya estuvo en México, de todas formas abogaría por su regreso…

El interior del Instituto Paraíso. Fuente: http://www.cardiffmiller.com/artworks/inst/paradise_institute.html

4. Y los escritores. Hubo de todo, como en cualquier encuentro, pero los más valiosos de aquellos con los que al menos pude conversar merecen mencionarse siquiera velozmente. Randall Maggs, poeta de Newfoundland, quien acaba de publicar una biografía en verso de Terry Sawchuk, un legendario goalie del hockey sobre hielo; Cecil Castellucci, narradora y rockera indie; Jaspreet Singh, escritor emigrado de la India que presentaba su primera novela y un libro extraordinario de cuentos, 17 tomates; Rawi Hage, a quien tuve el gusto de conocer hace algunos años, justo antes de que se volviera famoso en Canadá, y con quien fue posible celebrar la salida de su segunda novela, Cucaracha, poco antes de que la nominaran para al menos tres premios literarios. E Ikwunga, «el poeta afrobeat», originario de Nigeria, profesor, psiquiatra y músico. Escucharlo rapear en el «Cabaret de poesía» en el Banff Centre fue extraordinario.

Ahora, por si puede interesar, un regalito. En 2002, cuando fui al Banff Centre por primera vez, encontré en su biblioteca (entre varias ediciones curiosas que me acompañaron en largas tardes) un archivo de grabaciones en disco compacto. Y entre los discos había una colección de Música clásica secular de Bizancio, grabada por el musicólogo y matemático griego Christodoulos Halaris. La grabación recupera piezas de grandes compositores de la época y se propone como una grabación «a la manera original» y con instrumentos tan cercanos como es posible a los de aquel tiempo. Ahora he leído que hay polémicas alrededor de la fidelidad de las interpretaciones de Halaris y su equipo; la música no deja de ser muy hermosa, y en aquel momento me conmovió enormemente, y fue la banda sonora de todo mi tiempo de escritura allá, que vio aparecer partes de Grey y de otro proyecto del que espero hablar más tarde, en algún otro día.

¿El regalo? «El salterio», una pieza de Juan Koukouzeles (¿1280?-¿1360?), santo de la iglesia ortodoxa griega además de cantante y compositor en la corte de Andrónico II de Constantinopla. Nacido en Macedonia, quedó huérfano a temprana edad, y la historia de su nombre es curiosa: su apellido era Papadopoulos, pero en la escuela imperial de música, a la que pudo asistir gracias a una beca que ganó por su excelente voz, sus compañeros se burlaban de él y le pusieron un apodo hiriente: «koukouzeles» es una palabra inventada, que sugiere el tartamudeo de alguien que intenta decir «coles» y «frijoles» en griego y a la vez. Más tarde, en cualquier caso, Koukouzeles también fue conocido como «Angelophonos» (voz de ángel).

Además (hallo en las fuentes escasas de que dispongo) de ser un intérprete sumamente popular, Koukouzeles reformó profundamente la notación y la composición de la música de su tiempo, y se le recuerda (encima) por haber huido de la corte de Andrónico para refugiarse en el monasterio de Monte Athos, donde siguió componiendo y cantando hasta su muerte.

Todo esto es nada más una muestra pequeñísima de una gran experiencia…, de la que salió también una serie de ideas sobre libros, editores y varios temas afines, de los que pronto volveré a contarles.

10 comentarios. Dejar nuevo

  • Hola Alberto. Gracias por el regalo. El salterio «salta» de un movimiento a otro sin reparo. Agradable y raro, como todo lo que encuentras.

    Saludos.

    Ovidio

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  • Que magnifica experiencia! Yo complementé tu relato con el de Rax… para tener la idea completa!!!!

    Saludos afectuosos,

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  • Mario Pérez
    10/11/2008 10:59 am

    Hola y gracias por el regalo, desafortunada mente no he podido bajarlo, la página de referencia indica lo siguiente:

    This file is neither allocated to a Premium Account, or a Collector’s Account, and can therefore only be downloaded 10 times.

    This limit is reached.

    To download this file, the uploader either needs to transfer this file into his/her Collector’s Account, or upload the file again. The file can later be moved to a Collector’s Account. The uploader just needs to click the delete link of the file to get further information.

    Agradecería infinitamente si lo volvieran a subir.
    Saludos Afectuosos.

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  • Mario, reviso qué pasa y vuelvo a publicar aquí. Saludos.

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  • Enlace corregido. Es éste y está reproducido en el texto. No sé si, como el anterior, terminará por degradarse, así aprovechen ahora que se puede.

    Saludos…

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  • Mario Pérez
    11/11/2008 5:41 pm

    Muchas gracias, ya lo tengo, de verdad una gran obra
    saludos.

    Responder
  • Francisco
    11/11/2008 6:36 pm

    No tengo mucho qué decir acerca de tu blog, pero quiero decirte que me da mucho gusto saber que te gusta Christodoulos Halaris. Apenas hará dos años que conocí su obra y desde entonces soy un enamorado de ella.

    Es bueno compartir el gusto por tan buena música. Enhorabuena por ello.

    FRP

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  • Mario, qué bueno que bajó y te gustó. Saludos.

    Y gracias, Francisco, por tu comentario (y qué gusto saber que Halaris se abre camino, despacio pero por varios caminos a la vez, hacia sus escuchas).
    Suerte.

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  • Hola Alberto, he llegado a tu blog por azar y he descubierto que hablas de Rawi Hage. Yo procedo de familia libanesa y curiosamente tenemos el mismo apellido y las mismas aficiones literarias. Vivo en España, me gustaría mucho poder contactar con él y quizás tu podrías ayudarme. Por cierto, me encanta tu blog, ha sido un gran hallazgo.

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  • Hola, Tesa, y gracias. Por desgracia no tengo manera directa de contactar con Rawi; tal vez podría probar suerte con su editorial.

    Saludos y suerte.

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