Cuaderno

La señorita Arquitectura

Pintura de Achilles G. Rizzoli

A la hora de leer la discusión sobre autores visionarios que se dio hace algún tiempo en relación con Tolkien, me di cuenta de que un texto mío al que se enlazaba desde esta bitácora no está más en la red. Trata del extraño caso de Achilles G. Rizzoli y tiene relación, también, con este otro artículo. Lo reproduzco a continuación.

Pintura de Achilles G. Rizzoli
 
Alfredo Capobianco y familia, simbólicamente esbozados. Pintura de Achilles G. Rizzoli (fuente)

En 1896, Achilles G. Rizzoli nació en Port Reyes, California, al norte de San Francisco. Era hijo de inmigrantes suizos (de Ticino, la región italoparlante al sur de Suiza). No carecía de talento, pero durante años debió conformarse con trabajos miserables, que aceptaba para ayudar a la manutención de la familia: su padre, Innocente, se separó de ella en 1913, cuando una de las hijas quedó embarazada sin haberse casado.
Como para incrementar el dramatismo de la ruptura, y nuestra morbosa animación, dos años después de que Achilles –junto con su madre, Emma, y sus hermanos– abandonara en Port Reyes a Innocente, éste robó una pistola y desapareció, como dicen, sin dejar rastro: su cadáver tardó veinte años en ser encontrado, y mientras tanto los Rizzoli terminaron por dispersarse (un hermano siguió los pasos del padre y jamás volvió a saberse de él). Cuando se acercaba a los cuarenta años, Achilles vivía solo con Emma en una casa en San Francisco, seguía virgen y apenas había logrado dar con un trabajo más o menos estable, como trazador de planos, en un despacho de arquitectos; entre sus estudios estaban diversas materias de ingeniería y dibujo en una escuela politécnica. También había fracasado en el proyecto de dedicarse a la literatura: escribió varios cuentos y una novela, La columnata, cuyo tiraje pagó entero en 1933, pero nadie se avino a leerlos (todos los textos, o casi todos –según se cuenta– tenían por héroes a arquitectos empeñados en realizar proyectos utópicos).
Achilles, por supuesto, era un excéntrico: nunca se casó ni siquiera se halló una pareja, dormía en un catre a los pies de la cama de su madre, era tímido y dado a extrañas manías. Pero en 1937, tras la muerte de Emma (obligado detalle sensacionalista: durante el funeral, se aproximó al ataúd y se empeñó en abrir los ojos del cadáver), llevaba dos años de dedicar sus ratos libres a un nuevo proyecto: los dibujos de sus arquitectos ficticios, que eran edificios monumentales y no menos inexistentes, como las pirámides y las esferas de Étienne-Louis Boullée –el arquitecto de lo imposible a quien Peter Greenaway hace homenaje en La panza de un arquitecto— pero más cercanos a las formas fálicas y angulares del arte gótico, o de los maestros de la edificación imponente y siniestra como Nicholas Hawksmoor. Cada uno de los dibujos era, además, la representación simbólica de una persona, querida o por lo menos conocida de Rizzoli, y en cierto sentido eran las formas que esas personas (quienes rara vez se enteraron del homenaje que recibían) iban a tomar después de la muerte de sus cuerpos.
En agosto de 1935, Rizzoli abrió una exposición pública de sus dibujos en uno de los cuartos de su casa: la tituló A. T. E. P. (Achilles’ Tectonic Exhibit Portfolio, su Muestrario de Exhibición Tectónica), pero casi nadie hizo caso de sus invitaciones; con todo –obsérvese el impulso incesante, la voluntad con resortes secretos y fortísimos–, Rizzoli no dejó de organizar el evento una vez al año, aunque a partir de 1940 renunció a convocar a otros y lo hizo sólo para él. La pieza central de esas exposiciones era, siempre, Emma, transformada en una catedral.
Durante las décadas siguientes, sus dibujos, casi siempre alzados de fachadas aunque también hay algunos planos, fueron dando forma al proyecto de una ciudad entera: Y. T. T. E., «Yield To Total Elation», «Rendíos A La Total Exaltación», en la que el sistema de símbolos de Rizzoli, siempre lleno de acrónimos y abreviaturas, incorporaba numerosos símbolos. Desde los textos en los márgenes de cada dibujo hasta las esculturas en «sitios públicos» que representaban la Poesía, la Felicidad o la Paz, todo en Y. T. T. E. respondía a necesidades inaplazables y no siempre relacionadas con lo trascendente: un edificio, equivalente al excusado, era el «A. S. S.» ( «Acme Sitting Station»), y varios más querían referirse a los muy escasos vislumbres de la sexualidad humana que Rizzoli tuvo en su vida. Sin embargo, Rizzoli modificó su proyecto a partir de 1945, cuando empezó a tener visiones; éstas lo convencieron de que podían formar una suerte de Tercer Testamento de la Biblia, y de que lo inspiraba, directamente, la señorita A. M. T. E. («Architecture Made To Entertain», «Arquitectura Hecha Para Entretener»), quien se le reveló como esposa virginal de Jesucristo.
Pero la apoteosis de semejante revelación no tuvo lugar. Aunque la habilidad de Rizzoli no disminuía, su A. C. E. («Estravaganza Celestial de A. M. T. E», su último proyecto) no quedaba a la altura de lo que percibía, y en 1977 no pudo continuar dibujando: un ataque lo dejó incapacitado, y todas sus pertenencias debieron venderse para pagar su estadía en un asilo. Rizzoli murió en 1981, y fue enterrado junto a su madre en San Francisco.

Abraham N. Zachariah, esbozado simbólicamente, 1939

b)
Luego de su vida de recluso y su muerte en la pobreza –y sin haber logrado interesar a nadie en su trabajo «secreto» de cuarenta años–, A. G. Rizzoli fue «descubierto» en 1990 por Bonnie Grossman, una galerista de Berkeley. Grossman supo de planos, alzados y otras ilustraciones almacenados en una cochera, «al cuidado» de los parientes vivos de Rizzoli (quienes habían rematado el resto de sus pertenencias para pagarle el asilo); al ver las imágenes, entendió que el desconocido autor de todo aquello había sido un genio: un artista de gran estatura pero marginado de todos los circuitos y conventículos. Poco después se organizó una exhibición «retrospectiva», que se presentó en varios museos de los Estados Unidos, con imágenes de todos los proyectos y cosmogonías de Rizzoli; luego se editaron libros sobre su vida y su obra y hasta se filmó un documental. Luego, el conocimiento de estos asuntos comenzó a propagarse por el mundo, llegó a países subdesarrollados y fue tema de columnistas en los suplementos culturales (o de notas en bitácoras).
Como puede verse, la historia tiene la cantidad apropiada de altibajos melodramáticos para ser reconfortante: después de todo, está hecha para nosotros (consumidores del mito de Rizzoli, tan semejante al de Van Gogh, Munch y otros héroes trágicos de las artes de occidente), que nos beneficiamos de la «justicia poética» hecha al artista como celebridad –es decir, como mera imagen– y no debemos tratarlo con justicia de ningún otro tipo, remediar las carencias de su existencia cotidiana ni siquiera lidiar con la persona viva. Más aún, basta con que lo vindiquemos apreciando su «calidad», y a partir de ese reconocimiento podemos comenzar a malinterpretarlo, como a Kafka, de acuerdo con nuestro sentimentalismo o con los clichés más cercanos a nuestra idea de su arte. No importa que las visiones de Y. T. T. E. o de A. M. T. E., los hombres y mujeres renacidos como edificios, el plan por el que todos los planos juntos formaban la imagen de un mundo distinto e inalcanzable, sean, en efecto, atisbos de una realidad que trasciende nuestra propia idea del mundo: fragmentos de una experiencia intransferible, reflejada sólo de modo imperfecto en los dibujos.
Tampoco importa que las categorías más accesibles (como «arte naïf«) sean realmente incapaces de asimilar del todo lo que Rizzoli creó, pues había tenido cierta formación como dibujante. En realidad, podemos reducirlo todavía más: cualquier día veremos su biografía al estilo Hollywood, con una plantilla de guión parecida a la de Mente brillante (Ron Howard, 2001), con Russell Crowe u otro semejante en el papel de Rizzoli y con el guionista haciendo grandes esfuerzos para callar su celibato (tal vez Jennifer Connelly interprete a la Señorita Arquitectura, apropiadamente despojada de atributos religiosos, y haya besos con música estilo Titanic), así como el amor obsesivo que Rizzoli sentía por su madre.
Un paso en la dirección correcta (o por lo menos en una dirección distinta) sería recordar la idea del art brut que propusieron André Breton, Jean Dubuffet y Antoni Tapiès en 1948: el término ha sido explotado con exceso y muy poco rigor, pero en su mejor definición apunta a la base misma de la división entre «el arte» y «el resto», y al hecho de que, aun sin discutir su justicia, no es posible negar su arbitrariedad y su carácter excluyente. Aunque Rizzoli es un artista marginal, sabemos de él cuando se le saca del margen porque sus trabajos tienen la suerte de ser conocidos por alguien con autoridad en el mundo del arte.
(Miles de otros jamás verán su trabajo en una galería. He aquí un caso relativamente reciente: Carlos Coffeen-Serpas, mexicano, autor de numerosos dibujos con pluma sobre cartulina que muestran variaciones sobre el dolor, el sol y la luna, las deformidades y los monstruos. La madre del artista, para obtener algo de dinero tras la muerte de éste, subía a los autobuses con dibujos bajo el brazo, para venderlos por unos pesos. Muy pocos deben haberse dado cuenta del valor de lo que estaban comprando; uno de ellos fue el dramaturgo Hugo Argüelles, quien adquirió varios, y otro el narrador Ricardo Bernal, quien me contó esta historia.)
A. G. Rizzoli se pasea por el mismo jardín (está en el manicomio de la imaginación) que frecuentan William Blake, quien conversaba con los ángeles y compiló los proverbios del infierno; que Daniel Paul Schreber, quien iba a convertirse en mujer y engendrar una nueva especie humana, y cuya cosmogonía fue malentendida, con gran prestigio, por Sigmund Freud; que Philip K. Dick, quien oía voces y escribía novelas costumbristas en mundos puestos cabeza abajo. También están otros muchos, sin nombres. Todos señalan, a cierta hora del día, un mismo umbral; del otro lado estamos nosotros, que sólo entendemos a medias sus gestos y los llamamos con nombres de belleza.

A. G. Rizzoli

La señora de George Powleson, representada de manera simbólica, 1935

13 comentarios. Dejar nuevo

  • Ay! Si sigo así voy a terminar haciendo mezquitas en forma de mujeres hehe.

    Yo que no tengo mucha idea de las clasificaciones del arte; creo que todo artista no es producto de un don sino de un ángulo de visión distinto; de cuando distinto depende cuan «loco» le digan.

    Gogol tuvo una revelación (digo, ¿Para la lista, no?); además de su forma de vestir, no tan rara como valiente.

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  • ¿Es posible encontrar la obra literaria de Rizzoli?
    ¡¡Saludos!!!

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  • No se que piensen de esto, pero uno de las características de la locura es que libera al pensamiento (a la percepción) de las ataduras del sentido común y cuando a esa libertad se le suma el talento, entonces se obtienen resultados perturbadores y geniales; aunque no exclusivamente en el campo del arte. Creo que por eso muchas personas utilizan las drogas como vehículo creativo, para poder despojarse de esa liga con la realidad, lo que además termina por acrecentar su adicción psicológica. El punto es (si es que interesa seguir ese camino creativo) cómo romper ese vínculo sin romperse uno por el medio.

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  • Por cierto, Alberto… MUY FELIZ CUMPLEAÑOS (con retraso de cinco días y todo)

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  • Perdón, me acordé que en islam hay iconoclasia; eso dificulta mi proyecto de mezquitas en forma de mujeres hehe.

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  • El arte es un proceso, que termina en el humano, y con el humano.

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  • Felipe Huerta
    18/09/2007 5:52 pm

    «La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco» Salvador Dalí

    Oye Alberto, te felicité el día de tu cumpleaños via RINGO pero no supe si te llegó la felicitación. Saludos FHH

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  • Hola a todos.

    Germán, creo que no hay compilaciones de los textos de Rizzoli pero hay catálogos de sus dibujos donde se incluyen la mayoría de los textos.

    Ricardo, creo que tienes razón, pero la verdad no sé cómo responder tu pregunta: la línea entre la visión y la destrucción es delgada y difícil de ver, creo.

    Jorge, creo que es cierto, en los dos sentidos que puede tener tu última frase.

    Fernando, sí, creo que será difícil, aunque siempre podrías buscarte a un heterodoxo para justificar… 😉

    Muchas gracias por lsa felicitaciones.

    Felipe, ya te escribí.

    Muchos saludos y hasta pronto.

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  • J.O.Ocaranza
    25/09/2007 10:12 pm

    Por favor, ignora el anterior. Va de nuez. J.O.

    Maestro Chimal, no dejo notar lo interesante de tu artículo sobre Achilles G. Rizzoli, sin embargo me parecen necesarios un par de comentarios. Te ruego no les des mayor importancia que la de una amistosa respuesta a la inquietud que me sacude. Si malinterpreto alguna idea te pido me disculpes.

    Comentario uno: Sobre algunos presupuestos.
    En tu artículo sobre el caso Rizzoli, mencionas sus varios cuentos y una novela, La columnata, cuyos textos, al parecer tenían por héroes a arquitectos empeñados en realizar “proyectos utópicos”, como él mismo hizo durante gran parte de su vida. Bien, de entrada tenemos a un artista, o mejor, un hombre que aspira a convertirse en artista y que al parecer fracasa en su primer intento de ser leído, según dices en 1933, y que en agosto de 1935 abre una exposición pública de sus dibujos en uno de los cuartos de su casa con el nombre de A. T. E. P. exposición a la que dices, nadie le hizo caso, evento que repite cada año ( su madre muere en 37 ) y a partir del año 40 sus exposiciones cobran carácter de privadas.
    Mencionas que nunca se casó y que ni siquiera se halló una pareja.
    Todo esto parece escrito desde algunos presupuestos, como son:

    1. Los artistas anhelan publicar su obra, ser anunciados con bombo y platillo, y en un plazo de menos de 2 años haber sido leído y entendido por sus contemporáneos.

    2. Los artistas trabajan en sus proyectos durante periodos de tiempos más o menos indefinido pero misteriosamente llamados “tiempo libre”.

    3. A los artistas célibes o los que no se casan algo les está saliendo mal.

    4. Los artistas hacen homenajes anónimos que los convierten en victimas de un auto sabotaje emocional, ya que anhelan dar algo para estar en posibilidades de recibir algo, y al no recibirlo, se frustran.

    Reconozco que todo mundo ( me incluyo ) es libre de creer lo que le venga en gana, y personalmente afirmo que yo no creo ninguno de los presupuestos arriba descritos, presupuestos que acepto haber leído entre líneas, tal vez por mi ingenuidad como lector.

    Sobre el presupuesto uno hay infinidad de ejemplos que apuntan lo contrario, obras que tardaron bastante más tiempo en ser apreciadas, Venga al caso el ejemplo del Sr. Blake que financió la totalidad de su obra o el de Elzabeth Bishop.

    Sobre el presupuesto dos, conozco a algunos pintores que mientras trabajan por las noches organizando la exposición para un novel artista plástico, me han dicho: Ahorita debería estar en mi taller y trabajando. Se refieren a dedicar el tiempo a su proyecto artístico, esto es, pintar para ellos es igual a trabajar. En el tiempo libre toman chelas, pero nunca ni por error trabajan.

    El presupuesto tres no debe ignorar que esto mismo ya se ha señalado infinidad de veces no sólo respecto de los artistas, sino de los humanos exitosos en general. A eso aspira un artista? Llegar a ser un humano socialmente adaptado y productivo en los términos que marca las reglas del éxito social? No dejo de pensar en la manera en que Achilles nos es mostrado:
    “Achilles por supuesto, era un excéntrico: nunca se casó ni siquiera se halló una pareja, dormía en un catre a los pies de la cama de su madre, era tímido y dado a extrañas manías.”
    Palabras más palabras menos, con un cambio por aquí y por allá, pudiera describir la vida de famosísimo escritor ultra idolatrado ( y de enorme éxito social, por cierto) que excluyó de manera sistemática toda referencia sexual biográfica. Hay seres asexuales, cómo los ángeles introducidos por el yahivista, o los seres celestiales con los que tan sabroso conversaba Emanuel Swedenborg. Vendrá al caso? Los famosos también tiene grandes apegos a mamá. Recuerdo que Isaac Asimos le dedicó a su mami el primero de sus libros de la serie Fundación, en dondé el mismo afirma ser causa de sus muchas canas.

    Sobre el presupuesto cuatro, me pregunto qué pensaría uno de los homenajeados al ver los dibujos acerca de su renacimiento futuro en forma de edificio en estilo Rizzoli. Prefiero imaginar a un Rizzoli despreocupado por el efecto que tendrían sus trabajos en las otras personas, sobre todo tratándose de cosas metafísicas.

    Regresando a su fracaso como escritor, me ha gustado interpretar esto de otra manera, condenado como estoy ( junto al resto de los que no son Rizzoli ) a pensar y malinterpretar todo por mi mismo, y hacerme de una bonita historia en la que Rizzoli no fracasa, sino que ha seguido su trabajo de artista y literato usando otro vehículo, ya que las solas siglas escogidas por él para nombre de sus exposiciones me parecen geniales muestras de su talento para inventar categorías, organizar, nombrar y crear mundos que es trabajo cotidiano del artista.

    Comentario dos: Sobre la Arquitectura Utópica.
    El término de Arquitectura Utópica se ha aplicado académicamente para referirse a los proyectos de algunos tratadistas de arquitectura en específico. En algunos casos el termino se refiere también a edificios y ciudades proyectadas ( imaginadas sería una palabra más adecuada) cuya realización implicaba tecnologías no existentes en el momento histórico de su concepción, como sería el caso de las arquitecturas fantásticas de Piranesi, o dado lo gigantesco de su escala, los espacios ideados por Boullée. El termino puede ser aplicado por extensión a toda arquitectura “no construida”, ya sea soñada, pensada, imaginada, y proponemos, por qué no, recordada. Una especie de summa que admite desde edificios y espacios claramente mitológicos, inexistentes o desaparecidos, del imaginario literario, o bien, artefactos como la ciudad pensada por Antonio Saint´Elia, hasta mitos del aún cercano siglo XX como el rascacielos horizontal propuesto por Le Corbusier y su modelo de la cultura de la anti-congestión, el Movimiento Metabólico Japonés, basado en mega estructuras que imitan ser moléculas del ADN en proyectos de reordenación urbana, como el Tokio Bay Plan de Kenzo Tange, o bien los proyectos de Archigram, menos realizables tal vez y hasta terroríficos como las estructuras andantes de la Walkin City de Ron Herron, ( ciudad nómada con patas ) que inspiraron a los comics futuristas y de Sci-Fi de los años 60. Es un hecho que husmear un poco en la gaveta de la arquitectura utópica depara sorpresas interesantes.
    Muy sabiamente se ha dicho, que el “qué construimos” revela tanto como el “cómo construimos”. En términos de arquitectura y ciudad, el qué y el cómo, importan. La historia aclara estos hechos y de ahí se puede avanzar con cierta firmeza hacia terrenos de más fondo como el por qué, y el para qué. La arquitectura utópica adereza de manera especial estas cuestiones. La arquitectura utópica nos muestra que no todo puede ser comprado con oro, y que aún hay sitio para la fantasía. Proponemos una pequeña lista para aquellas arquitecturas utópicas.

    • La cúpula y el palacio que Coleridge quiso que soñara Kublai Khan.
    • Las Prisiones Imaginarias de Giovanni Battista Piranesi.
    • Las murallas de Tebas cantadas en hexámetros griegos.
    • La biblioteca de Babel, y todas las construcciones de la Ciudad de los Inmortales imaginadas por Borges.
    • La Ciudad Marina de Kiyonori Kikutake.
    • El Edificio de una milla de Frank Lloyd Wrigth.
    • El Cenotafio a Newton de Etienne-Louis Boullée.
    • El faro de Alejandría según los libros en que aparece descrito.
    • La arquitectura hablante de Claude-Nicolás Ledoux: Proyecto de la ciudad de Chaux, cementerio de la ciudad, casa del vigilante del río, casa de los obreros, etc.
    • La Ciudad Aérea, de Arata Isozaki.
    • Villa Contemporánea para tres millones de habitantes, y Plan Voisin para Paris, de Le Corbusier.
    • Arkitektones de Kasimir Malévich.
    • Los grabados de Johann Bernhard Fischer von Erlach sobre algunos edificios de los antiguos judíos, egipcios, sirios, persas y griegos, romanos, árabes, turcos, y algunos edificios imaginados y dibujados por el autor.
    • La Ciudad Industrial del Tony Garnier
    • La pequeña muralla china, que existe en el interior de la gran muralla china.
    • El mausoleo de Halicarnaso según Walter Ryff basado en el Vitrubio de Cesariano.
    • Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino.
    • Recreación del templo de Salomón basado en Ezequiel, por Jerónimo del Prado y Juan Bautista Villalpando.
    • Perspectiva a vuelo de pájaro del templo de Jerusalén, basado en Villalpando, de Juan Caramuel de Lobkowitz.
    • La Ciudad Nueva de Antonio Saint´Elia.
    • La Casa de Cristal de Bruno Taut.
    • Las sucesivas pirámides bajo la gran Pirámide del Sol.
    • El Laberinto de Dédalo.
    • Ls capas de casas de lodo que conforman un tell.
    • La Ciudad de Sforzinda de Antonio Avelino, llamado Filarete.
    • Proyecto para el periódico Chicago Tribune de Adolf Loos.
    • El pórtico y los jardines regidos por la symmetria, y que cruza Polifilio buscando a su amada Polia, en el libro Hypnerotomachia Poliphili (El sueño de Polifilio)
    • El locus terribilis llamado Poliandron: la ciudad de los muertos en ruina, del mismo libro.
    • La cabaña primitiva, tal cómo la representa Cesariano interpretando a Vitrubio.
    • La ciudad Ideal, de Scamozzi ( tal vez el plano para la ciudad de Palma Nova)
    • La arquitectura ilusoria (arquitectura pintada en muros o escenográfica ) de Giuseppe Galli Bibiena.
    • La ciudad jardín de Ebenezer Howard.
    • Nueva Babilonia, de Constant.
    • Y como profecía cumplida a medias, la Ciudad Genérica, sin propiedades específicas, de Rem Koolhaas.

    Comentario marginal: De Imoteph a Frank Ghery.
    Entre los profesionistas de todas las épocas, el diseñador de los espacios siempre ha tenido su papel protagónico y simbólico dentro de la sociedad. Se le ha fetichizado hasta el delirio. Ignoramos el nombre de los diez abogados más famosos de una nación. De los diez maestros o médicos más famosos nadie está pendiente, sin embargo la historia nos ha dejado el nombre de los arquitectos más famosos de tal o cual periodo de la historia de la humanidad y los poderosos, papas, reyes y magnates, todos a su escala de poder, se han encargado celosamente de seducirles, comprarles, ganarlos a su causa. El capital compra linajes al poderoso, gana batallas, conquista y arrebata tierras. La arquitectura tradicionalmente le da el prestigio y se convierte en el lascivo espejo del poder que paga sus ladrillos con oro, la misma moneda con la que regatea el sudor y la sangre.
    Eso de hacer la lista de los top-ten de la arquitectura ha sido todo un deporte y desde Imothep a Frank Ghery, los ayuntamientos de todo el mundo los seguirán deseando cerca. Tal vez de eso se trata en el fondo. Al menos en teoría. Tener una bonita casa, el mejor palacio, la más bella, rica y enorme iglesia, las oficinas de gobierno más funcionales, la ciudad más hermosa, el instituto de cultura más higiénico, el rascacielos más alto. O ya de perdida, el bunker más inexpugnable. Pero a los pobres, dónde meterlos?

    Responder
  • J. O., te agradezco mucho el que hayas dejado un comentario tan informado y prolijo. En especial la lista de proyectos utópicos se me hace de lo más interesante; muchos no los conocía ni de oídas, porque si hubiera villamelones en la arquitectura yo sería uno de ellos. Sobre la primera sección, creo que en realidad estamos de acuerdo: precisamente los que tú señalas como prejuicios e ideas engañosas sobre el artista me parecen igualmente perniciosos a mí, y los mencionaba (tal vez con poco énfasis) para ironizar sobre un artista (Rizzoli) que lo fue sin tener sobre sí los reflectores y sin ponerse en pose. Además de la belleza de su obra, su vida me parece digna de recordarse por eso, en este tiempo en el que cada vez más personas creen que la apariencia y el prestigio lo son todo.

    Muchos saludos y gracias otra vez.

    Responder
  • J.O.Ocaranza
    27/09/2007 6:34 pm

    Saludos Chimal! Sobre la lista, te comento que es tan generosa como para meter en ella mucho más de lo que la tradición de los tratados de arquitectura reconoce como arquitectura utópica ( los llamados arquitectos revolucionarios como Boullé, Ledoux y otros, relacionados al pensamiento social de Henri de Saint Simon ) y apunta a temas diversos como la imaginación, el recuerdo, la memoria, los sueños, las fantasías, el deseo. Desde luego que a la poesía y la locura. Utópicos en sentido distinto resultan las arquitecturas del movimiento británico de Archigram ( un giño a la cultura pop) la ciudad nómada, la ciudad plug-in, etc., si se comparan con las muy factibles y “racionales” de los metabólicos japoneses, la ciudad en el aire, la ciudad en el mar, etc. La visiones de arquitectura que algunos cineastas nos permiten entrever en el cine, y que a veces ocurren en mundos futuros o imaginarios ( Dunas, Metopolis, Dark city, etc. ) deberán tener un sitio especial en este catálogo, que puede ser infinito, como las exposiciones de arquitectura de Rizzoli si no hubiese muerto o bien, si no fuese mortal.
    De nuevo, gracias por tu respuesta.
    Jorge Octavio Ocaranza.

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  • antinauta
    28/03/2008 4:12 pm

    Interesantísima la lista de arquitecturas utópicas. Agregaría solamente cualquiera de los terroríficamente poéticos proyectos de Paolo Soleri y la ciudad de geometría no euclidiana descrita en la novela «En las Montañas Alucinantes» de H.P.Lovecraft

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  • Lovecraft tiene tiene varias. Al igual que Borges. Recuerdo la pirámide negra con una telaraña de plata en el centro, construcción de la que dejó registro en su Aleph.

    Es un tema interesantes este de las ciudades utópicas o imaginarias.

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