Cuaderno

El caso Bartual

Esta nota es sobre la que hoy, 28 de agosto de 2017, se considera “el suceso de la semana”, “el bestseller del año”, “la siguiente gran serie para Netflix” (?) en muchos lugares de la red en español: una narración en tuits seriados publicada a lo largo de siete días por Manuel Bartual, dibujante, cineasta e historietista español. Éste se convirtió en trending topic mundial por un par de días; El Mundo, un diario de su país, lo ha llamado «el Stephen King» de Twitter, e igual que miles de personas en línea no se detuvo allí: la nota a la que enlazo agrega que su narración está «a la medida de Stephen King, David Lynch y, por qué no, del mismísimo Orson Welles».

Variación sobre una imagen de Bartual (original)

En este momento, lo más probable es que la información que acabo de dar sea suficiente para cualquiera que llegue a este sitio. Muchas personas me avisaron de la existencia del “hilo” de tuits de Bartual. Muchas más lo leyeron y lo comentan todavía. Por lo tanto les propongo un experimento: si en el momento en el que leen estas palabras la información disponible les basta (si conocen la historia, saben quién es Bartual, entienden o hasta comparten el furor que causó), díganlo en un comentario. Veamos qué pasa.
      Además, la presente no será una reseña de la micronovela de Bartual, sino una serie de notas alrededor de ella y de su impacto. (Y, como siempre, cualquier otro comentario será bienvenido también.)

La lectura

El narrador español Juan Jacinto Muñoz Rengel escribió: «[Lo] que nos ha enseñado la historia de Manuel Bartual es lo mucho que le sigue costando a la gente entender la ficción». Por desgracia tiene razón. Como la historia de Bartual tiene no sólo un aire siniestro, sino elementos evidentemente fantásticos –el tema del doble, etcétera–, al leerla yo hubiera esperado que nadie la confundiera con un hecho real. Sin embargo, no sólo parece haber personas que se dejaron llevar por la ficción y creyeron que lo contado era real, sino que muchos medios, jugando a aprovechar esa credulidad o esa atracción morbosa, cubrieron la narración de la misma manera. «A Bartual le ha pasado de todo en sus vacaciones», dice alguna nota, para luego hablar de thrillers y ciencia ficción (pero sin dejar de citar constantemente los tuits de Bartual y comentarlos como si fueran evidencias de una experiencia verdadera). Por otra parte, nada de esto es de extrañar: ya hemos visto que la red se ha convertido en un gran aparato de desinformación y que, en la era de la posverdad y los hechos alternativos, casi nadie procura o aprende a leer de forma crítica lo que encuentra en línea. Los redactores que comentan de forma deshonesta la historia de Bartual han de racionalizar lo que hacen diciéndose que de esa forma obtienen más lectores, más clics.
      Algo que me llama igualmente la atención es el alcance cortísimo –en promedio, obviamente– de nuestra capacidad crítica, cuando sí está presente: las muy escasas herramientas y referencias que parecen estar a nuestro alcance para comentar lo que leemos. «Una especie de teleserie por Twitter», escribe una persona para describir la narración de Bartual, y la mayor parte de las referencias de otros miles no llegan más lejos. La mención de Stephen King es de las más sofisticadas en el grueso de los comentarios disponibles. Que si Bartual es mejor que Game of Thrones, que si su narración debería convertirse ahora una película o una serie (esto se repitió muchas veces)… No he encontrado todavía una sola mención de la larga lista de precursores literarios del cine y las series de televisión que son, a su vez, precursoras de la micronovela de Bartual, incluyendo todos sus giros argumentales y su final (que a mí me parece sutil, bien logrado, y que muchas personas han confundido con una declaración –innecesaria– de que «todo era falso»).
      Aparte está el tono de muchos comentarios. La publicidad, que ha contagiado a la mayoría de los medios de comunicación, quiere enseñarnos que el único elogio posible es el superlativo más exagerado: si algo es «malo» debe ser llamado una porquería irredimible, lo peor que ha existido en el mundo, y si es «bueno» debe calificarse de único en la Historia, insuperable, sin precedentes. «Lo mejor que ha pasado en Twitter», escribe un lector; «un nuevo formato para los escritores», escribe otra. Sí, ninguno de los dos tiene por qué conocer la historia de las redes sociales ni de la escritura por medios digitales, que desde luego no comienzan con Bartual, pero lo fácil y frecuente de semejantes comentarios es significativo.
      (Falta ver cuánto hay de auténtica convicción en esos juicios y cuánto de presión social: de deseo de expresarse como todos los demás para no perturbar las convicciones de la mayoría.)

La experiencia colectiva

Personas que llegan tarde a la historia de Bartual se han quejado de que es difícil leerla, en el sentido de que cuesta encontrar los tuits que la componen. El formato del «hilo» de Twitter, que enlaza una publicación tras otra si la serie se publica como respuestas sucesivas, no es el más apropiado para recuperar un texto ya publicado, en especial si éste provoca reacciones de otras personas. Visitar el tuit inicial de la historia de Bartual ahora es encontrar primero un alud de comentarios de otros lectores, y sólo hasta el final (a varias pantallas de profundidad) las siguientes entregas de la narración. Hay otras formas de tener acceso a éstas, incluyendo visitar directamente la página de Bartual en Twitter y empezar en las publicaciones de hace una semana, leyendo de abajo hacia arriba. Sin embargo, esta información es desconocida para muchas personas, a juzgar por las quejas recientes que se ven en línea. Para explicar el entusiasmo provocado por la narración y su gran cantidad de lectores, se debe partir de que casi todos sus fans siguieron la narración a medida que se publicaba, tuit a tuit, a lo largo de la semana pasada. Esta experiencia inmediata, «en tiempo real», ya no puede recuperarse, pero fue la decisiva para el éxito de Bartual.
      El académico Ernesto Priego resalta el timing general de la publicación, que aparece durante el «fin del veraneo en Europa» y está ambientada en una playa durante unas vacaciones de verano. Pero aún más importante es que los tuits de Bartual se publicaron cuidando la hora del día en que aparecían, así como el tiempo que mediaba entre uno y otro. Un tuit que sugería el comienzo de una situación peligrosa «en vivo» no tenía una continuación inmediata, por ejemplo, para sugerir que el personaje/narrador estaba ocupado «viviendo» los hechos y no podía tuitear. La evolución de Twitter como medio de comunicación nos ha condicionado a esperar de él, además de noticias de celebridades u organizaciones, actualizaciones «en tiempo real» de acontecimientos diversos; la mayor virtud de Bartual es haber planeado su historia –él mismo ha declarado que no la fue escribiendo sobre la marcha– para incluir pausas y demoras «plausibles», durante las que incluso quienes estaban conscientes de que todo el proyecto era una ficción podían dejarse llevar por la sensación de suspenso.
      Esta inmediatez de la publicación en línea no siempre se toma en cuenta y es uno de los rasgos más interesantes de las nuevas formas de escritura digital. Muchos textos en línea, y no sólo de hechura individual sino colectiva, tienen sentido plena únicamente durante la experiencia de ser elaborados y leídos, y por lo tanto van en contra de la noción de la escritura como actividad generadora de un producto (un libro, un artículo, etcétera) que pueda ser después empaquetado (formateado, colocado en un canal de difusión) y vendido. Probablemente el texto de Bartual pueda ser adaptado a otros formatos, como ha ocurrido ya en muchas ocasiones con proyectos compuestos total o parcialmente de publicaciones en Twitter, pero semejantes transposiciones necesitan ofrecer algo diferente que la cercanía de la publicación original, y la de Bartual debería hacerlo también, incluyendo la posibilidad de no agotarse entera en una primera lectura.

La tuiteratura

Una de las personas que me avisó de la existencia de la historia de Bartual me preguntaba si ésta podía ser considerada tuiteratura. El término, que es acrónimo de Twitter y literatura, tiene ya cerca de diez años de circular (aquí hay información sobre él) y se ha utilizado de muchas formas y con muchas intenciones contradictorias. Si se acepta que pueda nombrar simplemente a la escritura literaria hecha por medio de Twitter: la escritura con las intenciones que habitualmente le atribuimos a lo que llamamos literatura, la respuesta es sí, desde luego. Twitter sería únicamente una herramienta, un conducto más de la escritura literaria.
      La asociación más fácil que puede hacerse al examinar el texto de Bartual no es, sin embargo, la más adecuada: no sirve considerar el tuit individual como minificción, aforismo o cualquier otro tipo de texto breve unitario, pues los tuits sueltos tienen poco o ningún sentido. A la hora de examinar una narración seriada, se puede usar el término, que ya he mencionado aquí, de micronovela: una historia hecha de fragmentos entrelazados, exactamente como los capítulos de una novela pero mucho más breves. (Hay algo más sobre estas posibilidades narrativas en este texto, y en este otro.)
      Bartual no es el inventor de la micronovela, que tiene otros representantes y precursores a los que incluso se les ha dado ese nombre, u otros muy similares, desde antes de la popularización de internet o la invención de las redes sociales (un ejemplo famoso: «Informe negro» de Francisco Hinojosa, publicado inicialmente en 1987). Sin negar los logros de su propio proyecto, el que pueda tratársele como una novedad se debe a lo estrecho de nuestras lecturas colectivas y a que la mayor parte de las micronovelas se difunden entre un público minoritario, interesado en los experimentos literarios. No creo, por lo tanto, que la narración de Bartual pudiera abrir la puerta a que otras micronovelas se hicieran de grandes públicos, aunque tarde o temprano, estoy seguro, habrá otra que lo consiga.
      Habrá que ver, eso sí, si para entonces el texto del propio Bartual ha sobrevivido. Otras narraciones en línea de gran éxito en su momento, como el Diario de una mujer gorda de Hernán Casciari o Apocalipsis Z de Manel Loueiro, lograron incluso ser impresas como novelas –lo que para muchas personas es una marca consagratoria– pero no supusieron un éxito igual de importante ni de duradero en el medio impreso…, además de que casi nunca se les ha invocado en relación con Bartual en los últimos días: por desgracia, ya están del otro lado de lo que alcanza nuestra atención en internet.

Variación sobre una imagen de Bartual (original)

15 comentarios. Dejar nuevo

  • Comparto la percepción de que se hizo sobre el caso un juicio exagerado. Se me ocurre a mí que lo novedoso del formato para muchos lectores poco acostumbrados a una micronovela o un relato construido con fragmentos como tuits hace que se pierda un poco el foco del fondo y el elogio permanezca en la forma. Le pasó lo mismo a The Blair Witch Project, película que sorprendió y se hizo célebre por el formato handycam y por promocionarse como «basada en hechos reales». A mi juicio, fue novedosa como forma (aunque seguramente no fue ni por mucho el primer experimento de cine de terror que recreaba un documental) pero el fondo era una historia sin mucho que destacar por sí misma y que, probablemente, sin el formato que tuvo no habría trascendido en absoluto.

    No deja de sorprender leer comentarios como «es lo mejor que le ha pasado a twitter en mucho tiempo» y desvela mucho de las referencias de quien lo dice. Si lo único que se lee es twitter es relativamente esperable que desconozca experimentos anteriores, más o menos logrados, y que le parezca una absoluta novedad leer «esto», que ni siquiera alcanza a definirse de tan nuevo que parece ser. SI un trabajo como el de Bartual no se apoya únicamente en la forma y tiene elementos destacables la historia misma sin importar el formato, debiera trascender más de una lista de trending topics semanales. El tiempo lo revela (casi) todo.

    P.D. Aunque la modestia de Alberto lo haya pasado por alto -y a reserva de que en algún vínculo que no abrí se encuentre-, yo sí pongo sobre la mesa Ciudad X. No sé si texto pionero en las micronovelas por twitter, pero cuidadoso de la forma y mucho también del fondo. https://storify.com/albertochimal/ciudadx

    Responder
    • Muchas gracias por la referencia. 🙂
      Creo que es notable cómo estamos (en general, como sociedades occidentales) tan sedientos de distracción que nos persuadimos de haber hallado una que vale la pena con casi cualquier cosa. :/

      Responder
  • Hola, Alberto.

    Hasta el momento de leer tu nota no conocía a Manuel Bartual ni había leído su relato. Entré a su cuenta de Twitter para poder hacerlo. Coincido contigo en el hecho de que la falta de referencias por parte del público (me incluyo entre ellos) genera credulidad, falta de crítica, calificaciones exageradas y comparaciones absurdas respecto a una obra. Si a lo anterior agregamos el impulso que pueden generar medios de comunicación desinformados, con una cuestionable autoridad que les genera una audiencia numerosa, tenemos como resultado este tipo de fenómenos.

    «¡La película de la década!» (Revista X), «Sin duda estamos ante la primera gran obra de arte del siglo XXI» (Diario Y), «??????????» (Sitio web Z) y valoraciones por el estilo, además de responder a una estrategia publicitaria, son reflejo de la necesidad, por parte de la sociedad actual, de contar con obras maestras y genios que marquen, de manera definitiva, tanto el nuevo siglo como el milenio. Ante las actuales circunstancias, muchos de nosotros añoramos el pasado, buscando en él la dicha y el júbilo perdidos. Lo curioso es que al sumergirnos en lo que ya sucedió no sabemos qué rescatar. Ya lo has escrito en tu nota: la micronovela tiene varios representantes y precursores. ¡Están ahí, esperando, pacientes y humildes, a ser rescatados del olvido! Pero no sabemos de ellos o no hemos querido verlos.

    Responder
  • Me encantó esta nota. Hasta este momento no estaba enterado de la historia (creo que la llamaré así) de Bartual. Si bien en efecto no pude gozar del efecto de recibirla como apareció originalmente, de todos modos me pareció un relato de miedo muy bien logrado, y con buen uso de recursos –no sé si decirles actuales. Sería el uso de videos y de imágenes, amén del formato mismo de Twitter. Y de paso el que cada tanto el Bartual narrador comenta algunas cosas referentes a sus propios comentaristas…

    Hay otro término que me vino a la mente al leer ésta nota, el de «creepypasta» –según entiendo, más o menos la encarnación actual de leyendas urbanas (que a su vez habrían sido una modernización de diversos mitos, tradiciones, supersticiones –y por supuesto, leyendas), difundidas por internet. Pero lo que me vino a la mente es que con las Creepypasta creo que sólo he encontrado dos o tres que me parecieron auténticos buenos relatos (quizás «Candle Cove», quizás «Petscope», dos o tres más). La mayoría o bien abusan de ciertos clichés como referencias forzadas a pastiches del terror cósmico, o bien echan mano de recursos narrativos que no consiguen mantener la ilusión narrativa de que «todo esto pasó –o está pasando en éste momento preciso». La narración de Bartual me parece que sí lo consigue. En buen parte por el sutil epílogo tras el final, como bien señalas.

    Y una consideración más, con respecto a lo de llamarla «la próxima serie (y además de Netflix)». Me asombra ésta manía de pensar siempre en adaptaciones de una obra –específicamente, la manía de leer un texto y de inmediato querer verlo adaptado ya sea a la televisión o al cine, según esté de moda o según los gustos del comentarista. Y digo independientemente de la calidad. Y digo que esto creo no es nada nuevo. Pero sí me hace preguntarme si será un poco por cierta pereza del público, cuando asume que todo seguirá el patrón «obra literaria — adaptación televisiva / cinematográfica — la adaptación se vuelve la versión que todo mundo conoce — la obra original cae un poco en el olvido».

    Responder
    • Habría que hacer un experimento adicional: ver cuántas personas mantienen la pasión que les inspira en su momento de fama alguna obra audiovisual muy difundida. ¿Cuánta gente de los aficionados «hasta la muerte» de Lost, digamos, la retienen hoy?

      Responder
      • Es una muy buena pregunta. Por poner dos ejemplos específicos: Creo que «Lost» en general no es bien considerada hoy en día, por la sencilla razón de que al verla de nuevo se vuelve demasiado evidente que nunca hubo ningún plan en su desarrollo (y si no me equivoco, los productores de hecho confirmaron este punto). Pero «Breaking Bad» aún es considerada una buena series por muchas personas (me incluyo) entre otras cosas porque al verla de nuevo ocurre lo contrario –deja ver una muy cuidadosa planeación y puesta en escena.

        Responder
        • Tengo la misma impresión, y es curioso porque según Vince Gilligan, el creador de Breaking Bad, mucho de ésta se realizó con relativamente poca planeación. La diferencia sería que en esta serie hay mucha mayor consistencia desde el comienzo mismo, y un enfoque más claro en temas esenciales para los que estaban contando la historia. Lost le pegó a una serie de temas e ideas que fueron importantes pero que llegaban (pienso ahora) como por accidente, sin previsión alguna.

          Responder
  • Claudia Sánchez
    28/08/2017 9:47 pm

    Dime de que tuiteas y te diré quien eres…

    A veces es útil revisar perfiles, aunque muchos contienen datos falsos, para saber que nos podemos esperar de quien tuitea.

    Bartual logró crear espectativa, se pensó real el asunto, pero conforme seguía tuiteando se percibía más como algo creado en tiempo y forma.

    Hacerla serie….mmmmhhh

    Saludos.

    Responder
    • Justamente me parece que, en la disolución de nuestra capacidad crítica para ver qué es verdad y qué no, la ficción –que en mi opinión tiene una utilidad clarísima para la especie humana– sale perdiendo, y mucho.

      Responder
  • Celebro que se haga, más allá de que no cumpla con los calificativos que le dan (predecibles, además). Lo que creo estamos por empezar a ver, y ojalá así sea, es la aparición de narradores que aprovechan la suspension of disbelief que da la red y así generar hilos virales; con la posibilidad de que eso también se gaste rapidamente.

    A mi la verdad me cansó, sobretodo por sus semejanzas con Twin Peaks que está pasando ahorita, pero relatos como el de Adam Ellis si me han generado suficiente interés para quedarme y darle una oportunidad a lo que me van a contar. No creo que el de Ellis ni el de Bartual estén del todo logrados pero han demostrado la efectividad del recurso. En estas historias ya no basta escribir dentro de 140 caracteres sino ocupar las identidades que hemos creado durante nuestras estancias en las redes para usarlas con fines literarios.

    Responder

Responder a Fernando Brambila O.Cancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
La imaginación ilustrada
Entrada siguiente
Siete cuentos para leer a niñas y niños