Cuaderno

1993-2013

La tarde del jueves pasado, el 21 de marzo, fui al local donde daba la sesión semanal de mi taller de narrativa: un grupo abierto que fluctuaba entre los ocho y los quince integrantes. Al llegar, los dueños me confirmaron una noticia que ya me habían anticipado días antes: por causas ajenas, como suele decirse, a su voluntad, el local cerrará por tiempo indefinido. Mi taller, al menos de momento, se acababa también.
      Entonces me pareció significativo porque el jueves pasado, si no me equivoco, cumplí veinte años de dar talleres.

Una anotación de taller

* * *

Los talleres literarios son una actividad extraña en México. El oficio pertenece a la porción más enrarecida del sector servicios, ese que tiene que ver con las mercancías intangibles, y dentro del sector está en algún punto impreciso que no se deja situar: según quien mire, puede quedar en el terreno del ocio, en el de la educación o tal vez en el de la cultura, que como categoría (ya se sabe) da dolores de cabeza a muchas personas por su inutilidad aparente y su dificultad clarísima: porque no les parece más que un símbolo de estatus, y de hecho uno rancio y equívoco.
      Para colmo, la tradición de los talleres, que es larga y diversa, está muy mal documentada en este país: la figura de Juan José Arreola, a cuyo taller acudieron muchos autores que después fueron famosos, se percibe como la de un gran iniciador, pero no hay mucha conciencia ni aprecio de sus continuadores. Los más célebres (y son invisibles más allá del pequeñísimo grupo de los aspirantes a escritor, igual que el mismo Arreola) son escritores de mucho prestigio, como Daniel Sada o Rafael Ramírez Heredia, que apartaban un poco del tiempo que podrían haber empleado en escribir para leer y comentar los trabajos de otros. Nunca se habla de los centenares o tal vez miles de personas que se dedican principalmente a enseñar a escribir, una disciplina que exige una serie amplia de conocimientos y habilidades pedagógicas pero no necesariamente grandes logros literarios. Por pura estadística debe haber en México un John Gardner: alguien sin mucho lustre como autor pero capaz de enseñar la “escritura creativa” de modo magistral, pero no sabemos quién es.
      Y del mismo modo, tampoco sabemos todos los usos, ni las consecuencias, que puede tener semejante enseñanza. Los escritores profesionales (o los que, por lo menos, llegan a tener cierto prestigio como tales, sea por altas ventas o por tener el aprecio de las élites literarias) suelen desdeñar los talleres incluso si se formaron en alguno de ellos, pues de este modo su talento individual se destaca más. A la vez, otros colegas –casi siempre menos afortunados, dedicados a subsistir en estratos más bajos de la rarísima “República de las Letras” mexicana– desprecian la idea misma del taller por considerar castrante cualquier juicio sobre su trabajo, inadecuada o indigna cualquier opinión ajena, o más deseable el aura romántica –bohemia del siglo pasado, o del antepasado– que todavía tiene la escritura en solitario (“Aprende de la vida”, “Escribe con el corazón”, “¿Te imaginas a Bukowski en un taller?” y otros lugares comunes).

Celebración

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Y sin embargo la gente sigue buscando talleres y sigue habiendo quienes, bien o mal, intentan (intentamos) darles lo que buscan. En 1993 yo comencé, en realidad, sin saber lo que hacía, sólo por llenar el hueco que había quedado al renunciar el tallerista con quien yo mismo trabajaba. Ese primer taller era pequeño y existía en condiciones desventajosas (se llevaba a cabo en instalaciones del Tecnológico de Monterrey en Toluca, que entonces no era un sitio propicio para nada que oliera a literatura), y quién sabe qué cosas recomendé, qué caminos sugerí. Luego, cuando me mudé a la ciudad de México, seguí trabajando en esto meramente para sobrevivir: querer escribir a pesar de todo, sin deber nada a nadie, y además desde la posición de un advenedizo a quien nadie conocía, era estar estancado en una situación laboral sin muchas otras salidas, y por años el dar talleres fue mi modo de llevar una existencia literaria, azarosa, aunque más humilde que la del cliché: pegaba carteles hechos a mano en casetas de teléfono o en tableros del Metro (cuando nadie me veía, porque no tenía permiso); daba clases donde se podía; abría el taller a los textos que hubiera disponibles; pasé por sitios hospitalarios y por conflictos graves o ridículos. Creo que aprendí: que aprendí, de hecho, a leer desde abajo, de otro modo, y también a meterme en el terreno peligroso de las relaciones humanas donde chocan el ego y la inseguridad de quien escribe. Y hasta he podido escribir sobre esos hallazgos. Así que, al menos en ese aspecto, no han sido veinte años tan malos.

* * *

El jueves pasado, luego del aviso y de la última sesión normal de mi taller, mi esposa me recogió en su auto. Fuimos a casa y en el camino discutimos qué hacer. Hablamos primero de cerrar el taller, por un tiempo o definitivamente. Ella pensaba en los muchos años y yo, con algo de amargura, en una curiosa sensación (descubrimientos aparte) de inmovilidad. Dar talleres no es la mejor manera de “progresar” en una cultura literaria microscópica, clasista, obsesionada con las apariencias.
      Y al final decidimos que buscaríamos otra sede, como en ocasiones anteriores. Ya la encontramos. Y hoy, última sesión proyectada del taller en el espacio que teníamos, leímos y luego celebramos. La terquedad es también algo que se aprende.

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36 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

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  • Veinte años, más de la mayoría de edad. Tu taller llegó a la edad adulta y con una evocación por la fecha al inicio, como ouróboros, para representar perpetuidad. Muchas felicidades y un abrazo.

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  • Felipe Huerta
    27/03/2013 11:20 pm

    ¡Qué historia tan maravillosa Alberto! Y me ha gustado aún más por ser parte de ella aunque haya sido solamente por un tiempo. Allí en esos sábados de taller aprendí muchísimas cosas de ti y no solamente acerca de la literatura.

    Muchas felicidades
    Felipe Huerta H.

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  • Yeni Rueda
    27/03/2013 11:48 pm

    Felicidades, Alberto. Mi experiencia contigo aunque fue corta (en el taller de Literatura Fantástica en el librería del Fondo Octavio Paz) fue muy enriquecedora, en muchos sentidos. Es muy bonito leer tu experiencia impartiéndolos, y tu misma experiencia de aprendizaje y de transformación en los mismos. Que sigas dando talleres por mucho tiempo, o hasta cuando tu quieras. ¡Saludos!

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  • Dice el tango que 20 años son nada, pero para algunos de los visitantes de tus talleres, querido Alberto, seguramente lo ha sido todo (en varios sentidos). Me alegra que no terminen y que alguien que esté buscando guía llegue a probar(se) cómo mejorar en el oficio.
    Un abrazo y felicidades por el aniversario (el Tiempo, ese ocioso que no se cansa de estibar cajitas simétricas).

    Édgar Adrián

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    • Todo esto se perderá «como lágrimas en la lluvia», Adrián, o bien quedará resumido en una sola frase desdeñosa, como la que dedicó Borges a Cansinos-Assens. Pero visto desde aquí ha tenido sus buenos momentos. 😉 Gracias.

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  • Qué lamentable, ha sido este (tu) trajinar por la loable labor del educador (y por consiguiente difusor) y, más que eso, de la falta de ego de parte para prodigar el conocimiento y experiencia propias en un mundo literario muchas veces déspota y misógino, con sus creadores y posibles sucesores. Parece una historia del olvido y del fracaso donde quienes llegan a escribir algo se aferran porque nadie más llegue a la meta. Lo que solo hace más admirable tus desvelos. Una simple admiración, tan simple como enorme.

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  • Gracias a tu taller aprendí que además de leer, disfruto mucho escribir y seguramente hay muchas otras personas a las que les ha sucedido lo mismo. No dejes de dar tus talleres porque son una semilla que florece en cada uno de tus alumnos.

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  • Veros Ruiz
    28/03/2013 11:17 am

    ¿Dónde será la sede ahora de su taller?

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    • A partir de mayo será en la colonia Narvarte: Mitla 56, entre Xola y Morena.

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      • Felipe Huerta
        29/03/2013 9:54 am

        – ¡Ave María purísima! dijo mi abuelita cuando vio el nombre de la calle en la que me caí y me raspé la rodilla por andar caminando, sin su permiso, por la orilla de una jardinera como si fuese sobre una barra de equilibrio…

        – ¿Qué quiere decir eso abuelita? pregunté viendo mi rodilla magullada y con la inocencia de mi seis años

        – Mitla es el demonio… respondió entre dientes, asustada (como volteando a ver si no la seguían o invocaba algo según alcanzo a recordar)

        Mitla o Mictlán era el mundo de los muertos para los habitantes prehispánicos quienes no tenían idea del «cielo o el infierno» . Los conquistadores nos trajeron, entre muchos otros demonios, la idea de un mundo de tortura por nuestras malas acciones y del demonio como tal. La idea me imagino que fue de tal peso para los mexicanos que en algunas regiones de nuestro país Mitla vino a ser el equivalente al diablo…

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  • Hola,Alberto. Yo celebro que hayas decidido continuar con el taller; no he sido lo que se dice un habitual al mismo, por cuestiones laborales, pero en el corto periodo que he llegado a asistir a las sesiones, la lectura y crítica de los textos presentados han sido una experiencia enriquecedora; lo menos que me he llevado es que en este oficio, si se quiere hacer bien las cosas, primero uno tiene que esforzarse en ser un lector cuidadoso, tanto de lo propio como de lo ajeno, y tratar de dejar de lado la autocomplacencia. Así que en hora buena por la decisión de continuar.
    Me queda por preguntar el día y la hora en el nuevo espacio, si es que ya lo tienes confirmado. Saludos, mucha suerte y por allá nos vemos.

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  • luis enrique vega
    28/03/2013 1:57 pm

    Excelente Alberto !!! Que gozoso leerte de verdad. Felicitaciones y aplausos por que personas tan comprometidas como tu hacen que tomemos valor los que apenas comenzamos. Gracias y Saludos !!! Ya estoy por terminar tu novela La Torre y El Jardín, me sigo luego con un libro de ensayos tuyos, Generación Z. Ojala pudieras aceptar mi solicitud en el face, pero creo ya la tienes saturada con tantas invitación, que bien!, jeje. Un abrazo sincero !!!
    Luis Enrique Vega

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  • luis enrique vega
    28/03/2013 2:00 pm

    Actualmente tomo un taller literario en Puebla, en el IMAC (Instituto Municipal de Arte y Cultura) junto con la SOGEM, atravéz de Bety Meller. El taller va muy bien. ¿Hay posibilidades de que pudieras venir a Puebla, a impartir Taller Alberto?. Podriamos organizarlo. Saludos !!!!
    P.D. Comparto en este momento tu página con mis compañeros de taller.

    Buen día !!!

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  • ¡Magazo!

    Se te extraña. Un abrazo enorme, mil felicidades, Alberto. Saludos y abrazo para Raquel.

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  • Hola! Qué bien que hayas decidido continuar con el taller. De seguro todavía habrá muchos interesados en tomarlo! Con esto en mente, el costo sigue siendo de $500 y la inscripción se sigue realizando a principios de cada mes? O qué hay que hacer para asistir? 🙂

    Gracias y saludos!

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    • Hola, Kena. El taller sigue funcionando del mismo modo y con el mismo precio. Reanudaremos, como decía, en mayo, en la colonia Narvarte. Si necesitas cualquier otra información escríbeme desde la página de contacto del sitio. Gracias…

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  • Siempre es grato saber que hay gente comprometida y dispuesta a dedicar su tiempo a estas actividades, son este tipo de cosas las que hacen la diferencia. Felicidades por el nuevo local, mis mejores deseos. Saludos.

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  • Qué bueno que decidiste continuar (¡hubiera sido un shock para mí!). Hay historias todavía por leer en el taller, un abrazo!

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  • Are Aguilera
    02/04/2013 12:10 am

    Una de las historias más felices que recuerdo en el 2002 fue haber asistido a ese diplomado de «Literatura Fantástica Mexicana» inolvidable, gracias por llenar de luz la imaginación, es usted brillante.

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  • Luis Enrique Recioi Dávila
    02/04/2013 5:13 pm

    Asistí durante un año y medio al taller de Rafael Ramírez Heredia aquí en Saltillo y

    guardo muy buenos recuerdos de esa época .

    Y es emocionante para mí que persistan en su taller. Hace falta ese entusiasmo por

    estas tierras ¡felicidades y un abrazo!

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  • Hola Alberto, he tenido la fortuna de asistir a alguno de tus talleres y ha sido una gran experiencia. Espero verte en mayo en tu nueva sede. Felicidades por continuar compartiendo tu conocimiento, tomarte el tiempo de leer y comentar los textos de tus talleristas. ¡Saludos!

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  • y mi correo no lo has recibido? saludos

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  • en la cuenta de hkustos, maestro.

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  • Alberto Paz
    06/04/2013 10:56 pm

    Hola. Alberto. Leo tu nota y me alegra mucho que ya tengas nueva sede. De hecho buscaba información para regresar a tu taller.

    Actualmente estoy dirigiendo un proyecto llamado COLMED. Colegio Mexicano del Diseño (colmed.mx) donde impartimos cursos, talleres y diplomados. Nos encontramos a 2 cuadras del zócalo (Isabel La Católica y 16 de Septiembre) donde en caso de algún inconveniente, te ofrecemos con gusto nuestras instalaciones para impartir este taller.

    Ojalá pronto nos veamos ¡Saludos!

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