SOBRE LA TORRE Y EL JARDÍN

entrevista con Ileana Garma

Esta entrevista tuvo lugar en 2013.

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Ileana Garma: ¿De dónde surge esta historia?

Alberto Chimal: La primera –primerísima– inspiración fue una palabra que encontré en una novela de Philip K. Dick: “brinquería” (“hippery hoppery”), que sería un lugar en el que los seres humanos tienen contacto carnal con animales. Es una imagen muy negra oculta tras una palabra rara. Comencé a escribir un cuento breve (lo que pensé que sería un cuento breve) a partir de allí, y desde luego la narración creció mucho más allá de lo que yo podría haber previsto. La imagen también se transformó muchísimo. Por una parte, hice mi propia versión de la palabra: “Brincadero”, que se convirtió en el nombre de un burdel macabro, perverso, como de leyenda urbana, situado en una ciudad cualquiera. Un sitio potencialmente real: un edificio al que algunos llaman “la torre”, y en el que se lleva a cabo lo que para mí es la forma más terrible de violencia, porque va contra quienes no pueden defenderse y va más allá de la violencia del ser humano contra sí mismo. Es la violencia contra el mundo.

Por otra parte, el Brincadero que aparece en mi novela es también la fachada de algo distinto: un espacio mágico, en el que lo perverso es sólo lo que se ve primero, la superficie, y hay mucho más que descubrir. De hecho, en la novela resulta que el Brincadero es literalmente la tapadera de otra cosa: “el jardín”, otro lugar dentro del edificio, en el que lo perverso sufre un vuelco y encontramos algo que se opone a la violencia humana contra el mundo.

 

Ileana Garma: ¿Hubo algún proceso de investigación o trabajo de campo para la construcción del ambiente y los personajes?

Alberto Chimal: Sí, aunque también hubo mucho de invención.

 

Ileana Garma: ¿Ocho años de trabajo, qué implicó?

Alberto Chimal: Además de todas las modificaciones y ampliaciones de la idea original, y de hacer al menos cuatro borradores completos (incluyendo uno que se perdió entero cuando una computadora que tenía se estropeó en 2006), el convertir esta narración en una novela implicó el poblarla de personajes: el explorar quiénes eran los individuos que iban apareciendo en el Brincadero y qué hacían. Y además tuve el empeño de hacer que la novela fuera ambiciosa: que no se limitara a contar una historia de manera lineal. Hay varias historias entrecruzadas en la novela y también hay mucho más: hay una serie de biografías de personajes que buscan el placer o que viven de lo perverso, hay una serie de aventuras extrañas, hay un catálogo de animales (una especie de bestiario dentro del libro), hay incluso, escondida, una pequeña antología de poemas. Hay historias de amor, de violencia, de descubrimiento. Este es un libro que tiene, por decirlo así, muchos pasillos ocultos y cuartos secretos.

 

Ileana Garma: ¿Por qué apostar por la ficción y lo fantástico?

Alberto Chimal: Ninguno de esos dos términos me gusta como etiqueta del trabajo de un escritor. Decir “ficción” cuando se habla de un subgénero literario es incorrecto, porque de hecho se está pensando en un término distinto: “ciencia ficción”, que de por sí es una mala traducción del inglés. La palabra “ficción” quiere decir, simplemente, “narrativa” o “historia”. Toda historia: toda novela y todo cuento, desde los más fantasiosos hasta los más realistas, puede llamarse ficción, porque cuenta sucesos fingidos: inventados o al menos recreados, representados, por el autor. Como todos los narradores, la ficción es lo único que tengo: es mi herramienta para trabajar.

En cuanto a lo “fantástico”, la palabra tiene una historia larga pero actualmente está secuestrada por editores y libreros que venden un tipo muy específico de historias: lo que se puede leer en la serie de Harry Potter y otras por el estilo. Lo que me interesa realmente, y lo que intento escribir, es lo que varios otros colegas y yo preferimos llamar actualmente literatura de imaginación, y que es algo más amplio: no sólo es J. K. Rowling o J. R. R. Tolkien, sino también J. L. Borges, J. Cortázar, I. Calvino y mucho más. Es la literatura que busca contar lo irreal para marcar y entender los límites de lo real. Y es simplemente algo que me gusta como lector y que he cultivado durante cierto tiempo, algo en lo que creo y en lo que me parece que tengo qué decir. Creo que lo peor que podría hacer sería tratar de escribir algo en lo que no creo, porque sería deshonesto. Por esta razón no podría, por ejemplo, escribir una novela de narcos, por muy de moda que haya estado este tipo de historias en los últimos años: hay muchos que lo hacen –y unos pocos que lo hacen muy bien– pero yo no podría ser uno de ellos.

 

Ileana Garma: ¿Cuál es el propósito de contar esta historia?

Alberto Chimal: El de contar cualquier historia: interesar, entretener y revelar, todo a la vez aunque no necesariamente en la misma proporción. Dar una imagen de una parte de la experiencia de ser humano, de existir en este tiempo y este lugar.

 

Ileana Garma: ¿Al terminar esta novela, te sientes diferente, has cambiado junto con los personajes?

Alberto Chimal: Mucho. Viví tanto tiempo con la novela que al terminarla me sentí, al menos por unos meses, aterrado de dejarla atrás, de ya no tener excusas para volver a ese mundo. Luego descubrí, o recordé, que aún tengo muchas otras historias por contar.

 

Ileana Garma: ¿Por qué hay que leer La torre y el jardín?

Alberto Chimal: No hay un libro que pueda gustar a absolutamente todo el mundo –eso es un imposible, por más que muchas personas dediquen su vida a buscar el mínimo común denominador de la literatura– pero esta novela puede ser disfrutada por varios tipos de personas de gustos muy diferentes. A quienes les interesa la imaginación; a quienes les interesan las novelas extensas y llenas de historias; a quienes les gusta acercarse a la parte negra de la vida humana, pero también a los que buscan la parte luminosa, o misteriosa, o terrible, de nuestra vida interior. Este libro se mueve entre los sueños y las pesadillas pero tiene siempre un pie en la vida real.

 

Ileana Garma: ¿Crees que se puede hablar de una corriente fantástica en la literatura mexicana actual?

Alberto Chimal: Creo que sí. A veces tiene un aire de corriente todavía minoritaria, secreta, porque es tratada con desdén o con franca hostilidad por varias “autoridades” culturales, pero es mucho más visible de lo que podría haber sido en el siglo XX. Esto se debe, en parte, a que esas autoridades ya no tienen el dominio pleno de la literatura mexicana –de juzgar lo que vale y lo que no, de hacer el “canon”– que podrían haber tenido en otro tiempo. Pero también se debe a que una cultura necesita manifestar todos los aspectos de su existencia, y esto incluye no sólo lo que se percibe en el mundo (o en el mundo de la política) sino también sus otras experiencias: sus aspiraciones y sus miedos. Durante casi todo el siglo XX la narrativa mexicana estuvo muy restringida: debía dedicarse a contar lo que le interesaba al poder porque la literatura y las artes se consideraban estrictamente un medio de interlocución con el poder. Ahora, pese a todo, ya no volverá a ser así, y una de las formas en que se ve que este cambio ocurre es en la posibilidad de que la realidad se discuta de otros modos; por ejemplo, mediante la imaginación.

 

Ileana Garma: ¿Cuál es el siguiente proyecto de Chimal?

Alberto Chimal: Estoy comenzando dos novelas al mismo tiempo. No sé cuál llegará primero a su fin.

 

Ileana Garma: ¿Qué recomendaciones darías a los jóvenes escritores para la construcción de una novela?

Alberto Chimal: Leer mucho, primero: acercarse a los grandes maestros (es decir a los grandes libros) y conocerlos aunque sea para rechazarlos, para saber lo que no se quiere hacer. Luego, escribir con disciplina y con paciencia (sobre todo con paciencia). Y luego, y siempre, vivir, por supuesto, pero recordar que la literatura también es parte de la vida: que una y otra no son enemigas ni adversarias.