Taller literario

Taller literario: prejuicios

A la hora de escribir una narración, y en especial de crear un personaje, los prejuicios pueden atravesarse sin que se dé cuenta quien está escribiendo; cuando ocurra, el texto se alejará de su control y, en vez de revelar las virtudes de su creador o creadora, revelará sus carencias. Por ejemplo, una historia sobre gente pobre escrita por alguien que desprecie a la gente pobre puede tratar de ser «objetiva», aun de «mirar con simpatía» a sus personajes, y en realidad ser una serie de insultos disfrazados (mal disfrazados) y mostrar, más que la realidad de la pobreza, la idea de ésta que tiene alguien que no la ha experimentado ni se ha molestado en investigar sobre ella. John Gardner menciona un caso opuesto al referirse a Las uvas de la ira de John Steinbeck, quien describió con minuciosidad las complejidades y contradicciones de sus «buenos» (una comunidad de agricultores explotados) pero no hizo lo propio con sus «malos».
(Recuérdese también la declaración de aquella funcionaria que, para defenderse de acusaciones de elitismo, dijo haber conocido la pobreza con los peones de sus haciendas, con quienes convivió tanto que le «pasaron los piojos».)
Por otro lado, también es posible integrar prejuicios en la construcción de un personaje, para volverlo más rico, más lleno de matices. Un ejercicio entre muchos posibles a partir de esta idea: hacer un breve parlamento en el que un personaje critique algo –un libro, el modo en que está pintada una pared, la forma de bailar de alguien– de modo que se note que quien habla desprecia al responsable de lo que critica pero sin decirlo de manera explícita. El mérito estará en que, pese a todo, salga a relucir el prejuicio como un rasgo del carácter del personaje que habla. Para hacer más interesante el reto, una restricción: no se debe mencionar quién está haciendo la crítica ni cuál es exactamente su prejuicio.
Un gran ejemplo está en el comienzo del cuento «Pierre Menard, autor del Quijote» de Jorge Luis Borges. En el texto, un personaje innominado quiere hacer homenaje a un escritor de su conocencia, recientemente muerto, y lamenta que algunos periodistas lo malinterpreten:

La obra visible que ha dejado este novelista es de fácil y breve enumeración. Son, por lo tanto, imperdonables las omisiones y adiciones perpetradas por madame Henri Bachelier en un catálogo falaz que cierto diario cuya tendencia protestante no es un secreto ha tenido la desconsideración de inferir a sus deplorables lectores —si bien estos son pocos y calvinistas, cuando no masones y circuncisos.

Sin que el personaje deba decirlo de forma explícita, su creador lo presenta como antiprotestante y antisemita (y, desde luego, Borges no era ninguna de las dos cosas). La invitación, como siempre, es a que los interesados en hacer el ejercicio lo publiquen en sus bitácoras (y avisen) o bien aquí mismo.

9 comentarios. Dejar nuevo

  • Más que comentario, incluyo el ejercicio, a ver si cumplí con lo requerido por el ejercicio:

    Cáncer o capricornio

    Era fácil reírse de Anselma, para empezar, el nombre que le dieron no le favorecía en lo más mínimo, luego, su conducta era correcta en apariencia, pero nadie podía dejar de ver que algo no estaba del todo bien con ella y, si bien su carácter era suave, quizá demasiado tierno, había quienes no soportaban ni un cuarto de hora de su plática. Eran entre las mejores las conversaciones que se iniciaban en torno al enfriador de agua en la oficina, las que se ocupaban de su mirada perdida frente a la pantalla, con el cuerpo laxo, mirando un punto que nadie sabía definir cuál era, se hacían apuestas sobre la cantidad de alcohol en su sangre apenas traspasaba la puerta de cristal cada mañana, incluso alguna vez llegó con la misma ropa del día anterior, con una colección de arrugas y manchas raras veces vista en este sitio donde todos pretendemos lucir mejor de lo que somos, o al menos eso dice el Licenciado Ramírez, a quien nunca se le da gusto con nada, pero en fin, Anselma era buena a la hora de hacer el trabajo, si redactaba un oficio casi nunca le hacían correcciones, aplicaba los artículos correctamente en todo escrito, y si tenía dudas, preguntaba o consultaba con sus códigos, de los cuales tenía varias copias entre los archivos de su computadora, lo sé porque alguna vez, comentando la pertinencia de aplicar un artículo u otro, ella revisó su código de procedimientos en formato word antes de concluir algo sobre lo que se hablaba. Siendo sinceros, su hábito de tomar agua helada no delataba vicio alguno, ya que no había mañana en que no llenara su bote de litro y medio con el líquido incoloro que todos a esa hora preferìamos negro y humeante. ¿Hacía dónde iría cada tarde? Aunque a todos hablaba, o al menos sonreía con inusual cortesía en estos ambientes, no tenía amigos en la oficina, nadie sabía nada de lo que hacìa en las horas libres, hubo incluso una compañera que afirmó haberle hablado a su casa a las pocas horas de haber salido de labores y ella no la reconoció ni siquiera cuando le dijo su nombre, tuvo que recordarle que su jefa era la que le llamaba, fue entonces que dejó de tutearla en el teléfono y contestó lo que se le preguntaba.
    De entre las compañeras mayores, ninguna querría una hija como ella, aparte de que su arreglo dejaba mucho que desear, se murmuraban mil y un historias que no la dejaban bien parada, de hecho, a pesar de su cortesía con todos nosotros, más de uno assegura que sucedió alguna vez algo demasiado terrible con ella como para contarlo (justo aquí, donde lo más espantoso nos da risa) alguien en su mirada vio un asomo de conmiseración tal vez, a nadie le gusta que le digan cómo es su vida y si ella mantenìa en secreto la suya, creían muchos, esa reserva sòlo manifestaba algo tan tremendo que iba más allá de nuestra más desvergonzado cinismo. Nunca fue a ninguna de las comidas que se organizaban con frecuencia para emborracharnos y bailar hasta el otro día. Ya nadie se acuerda quien la trajo a trabajar aquí, a dos sexenios y medio de que alguno recuerda haberla visto por primera vez frente a una pantalla escribiendo sin parar, perdiendo la mirada cada tanto sobre un escritorio vecino, o entre los pies desnudos de alguien que se acercaba a preguntar cualquier cosa. Sí, nos dijeron que le atraían los pies de las mujeres, en el verano descubiertos, cuando a un atrevido se le ocurrió comentárselo, ella río tanto y tan fuerte que creímos que se ahogaría, pero cuando pudo reponerse de las carcajadas se alejó limpíandose las lágrimas de los ojos hacia su escritorio sin agregar nada.
    Una vez la vimos con una gran maleta, llegó, checó y volvió a salir como si nada, cuando su jefe aseguraba que ya no llegaría, recibió una llamada, era ella anunciándole que tomaría sus vacaciones, cuando nadie le había firmado ninguna autorización, colgó y a los dos días regresó como si nada, un poco quemado el rostro, es cierto, pero tan hermética como siempre, atendiendo los pendientes sin mayores contratiempos, su jefe no nos dijo nada, aunque se les vió, a través de los ventanales de la oficina que comparten siete horas diarias, hablando largo rato.
    Anselma ya peina canas, pero insiste en usar esos huaraches que nada más los turistas en esta ciudad compran, en invierno se envuelve en suéteres sin forma, su cabello no anunciará jamás ningún shampoo, pero sus superiores no se quejan, ni sus compañeros, a todos les sonríe con igual cordialidad, aunque su vida sigue siendo tema favorito para inventar chismes de todos colores, con los años nos hemos ido a acostumbrando a ella, y parece que ella a nosotros, corre el rumor de que este año sí irá a la posada, ¿o será porque corre el runmor de que rifaràn un carro?

    Responder
  • debo hacer la corrección de las líneas finales: …y parece que ella a nosotros, dicen que este año sí irá a la posada, ¿o será porque corre el rumor de que rifaràn un carro?

    Responder
  • ¡Hola!

    Creo que me salí de lo planteado, pero aun asi creo que es un intento válido; está en mi blog, en el post de «Poesia MSN», si omiten mis traumas personales no me ofendo. (Está al final de toda mi «chachara»).

    Adios.

    Responder
  • ¿Podrías dar el «link» de tu blog Fernando, por favor?

    Responder
  • Si claro. De hecho si das click en mi nombre te lelva directo a el, en todo caso aqui lo ofrezco: http://umbralmonotono.blogspot.com

    Gracias por el interes Gpe.

    Responder
  • A ver si le entendí:

    Hoy que es el último día del año, te vengo a agradecer a Tu casa por todo lo que me has dado. Gracias por permitirme conocer a los grandes de la literatura, que han moldeado no sólo mi escritura, sino hasta mi alma. Gracias, Dios mío, por la ilusión de viajar, estoy segura de que el año que entra se me va a hacer mi sueño de conocer Europa. Gracias por haberme hecho inteligente y por haber puesto ese gimnasio a la salida de mi oficina. Así recuerdo que el bastón que la enfermedad me ha obligado a usar me permitió la libertad de pensamiento. Cada vez que veo pasar a cualquiera de las Barbies que ahí se ejercitan diario, me acuerdo que gracias a la poliomelitis, me alejé de ese camino y en vez de mi cuerpo, esculpí aquello que ellas jamás tendrán.

    Responder
  • Pues me dí un poco de tiempo e hice el ejercicio que me pareció muy interesante, sobre todo porque la narración que escribí en la sección de ¿cuál es la historia? creo que apuntaba un poco en ese sentido. Así que se me ocurrió escribir algo así como la contraparte de aquella historia. Espero que se acerque a lo planteado en el ejercicio:

    Alpes suizos 2.

    Se quedo mirando el fotomural de la pared—De verdad que es fea la foto esa— pensó ella. Pero creo que a él si le gustó, por lo menos lo hizo llorar. Se molesto un poco por que no era Suiza sino Italia, pero se le pasó, me abrazó y se puso a llorar (como siempre).
    Observó de nuevo la fotografía: no tenía encuadre, quién lo tomo no tenía la menor idea de la composición ni la luz… ¿qué diría el profesor Bustamante si la viera?: “! Horror! Solo una mujerzuela podría apreciar tal vulgaridad. Ahora cualquiera cree que puede tomar fotografías.” Una mujerzuela… vulgar y ordinaria…Sí, eso es lo que en muchos momentos le evocaba él. Con sus sueños de gloria, con sus fantasías de los Alpes, por su desprecio por el arte.
    ¿Arte? ¿Que sabía él de Arte? Sólo era un simple profesor de música con sueños de rockstar. Sólo era un simple provinciano que no conocía mas allá de su nariz. ¡Los Alpes suizos! ¡já! Bien pudo traer una foto del pico de Orizaba y le hubiese dado lo mismo. Vulgar, ordinario y ramplón. Había intentado tantas veces transmitirle la sensibilidad artística, ir a museos, al teatro, al cineclub…nada. Cuán equivocada estaba cuando lo vio en aquel bar, le parecía la imagen más acabada del músico incomprendido…la guitarra, el pelo largo, la vida atormentada. ¡Qué niña había sido al pensar tal cosa! Y ahora lo estaba pagando muy caro, pero esto pronto terminará, pronto… no soporta más sus lágrimas y su vulgaridad.
    Hace algún tiempo que tomó la decisión, se irá, lo dejará y se irá a Tijuana. Tiene algunos amigos allá en el Centro Cultural y le han ofrecido hacerse cargo del área de Artes Visuales, ahora sólo le falta reunir algo de dinero para el viaje y para instalarse allá. Consiguió un trabajo como instructora de fotografía en la parroquia anexa al Colegio donde él enseña música. Ahí van algunas de las monjas que enseñan en el Colegio, así que el coordinador de los cursos le pidió amablemente que no vistiera tan amenazadoramente—Es que ellas son muy sensibles con la apariencia, profesora—Ella se compro algunos vestidos que la hacen aparecer como ama de casa clasemediera, sólo los tatuajes la delatan.
    Y después de todo las monjas han resultado sus mejores alumnas; las ha visto como murmuran cuando ella pasa por él los viernes para ir al cineclub. Ha tenido que decirles que trabaja en el centro parroquial para darle una sorpresa y así evitar que la descubran con él.
    Y no hace falta ocultarse mucho, la verdad es que a él nunca le ha importado lo que hace ella. Aún recuerda su última exposición en el Chopo, el se rió de ella—¡esos del Chopo están bien pirados!—le dijo que ahí no se juntaban más que mariguanos y borrachos que sería mejor que dejará de ir—nosotros ya dejamos esa vida, amor—Esas palabras aún resonaban en su cabeza: “nosotros”… “esa vida”.
    Mira el reloj, ya es tarde, las hermanas la esperan.

    (Cuando tenga un tiempito lo pongo en el blog)

    Responder
  • Os dejo la dirección de mi blog porque en él he puesto textos que pueden ser un estímulo para escribir. Un saludo

    Responder
  • Gracias, Orco, por la dirección, y gracias también a todos los que han escrito hasta ahora. Los textos me parecen muy interesantes…

    Responder

Responder a FernandoCancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
Desde ahora: taller
Entrada siguiente
Taller literario: fuerte como un roble