Taller literario

Taller literario: mala entraña

Considérese el siguiente diálogo:

X: Aquí está su pago.
Y: No es la cantidad que acordamos.
X: ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero.
Y: No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia.
X: ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos.
Y: No hace falta.

Es posible interpretar de varias maneras lo que sucede, de acuerdo con cuál nos parezca el carácter de los involucrados, en qué circunstancias se encuentren, cuál creamos que sea la intención verdadera de X (pudo haberse equivocado de veras, o pudo haber intentado pagar menos de lo acordado a Y) y cuál el sentido de la reacción de Y (quien puede no tener tanto interés por el dinero, o puede estar mintiendo al respecto, por ejemplo).
La idea del ejercicio es buscar la peor interpretación posible: escribir, ya sea desde el punto de vista de X o del de Y, la historia alrededor del diálogo, pero de tal manera que se vea que el narrador juzga del peor modo posible a su interlocutor y le atribuye las peores intenciones. Se permite inventar todos los detalles adicionales que hagan falta, pero no cambiar las palabras del diálogo propuesto.

9 comentarios. Dejar nuevo

  • Reglas claras
    Era casi de madrugada y lluvia ligeramente, sus tacones se enlodaron mientras corría, era tarde. Se congelaba, sabía, terminaba el ritual, libre de su prisión, la correa suelta apenas a unos metros; se estrechaba a su gabardina con la sola idea de regresar a casa, y aunque tenía practica en el posar, no podía trazar ningún gesto de agrado, era cuestión de ensayar, mas el cinismo le agrietaba cualquier esbozo de indulgencia. Pagaba demasiado caro sus errores, la ingratitud por haber intentado partir antes de saldar su deuda, haber abusado de quien le regalo su corazón; reclamo adicional. ¿Por qué tuvo que enamorarse de ella?, eso no era amor…
    Golpeó la puerta.
    Guardias saturados de café le dieron la bienvenida. Se fue directo a la sala y puso el dinero sobre una mesa, mientras le restregaba con tintes de furia.
    – Aquí esta su pago.
    Él, intercambio algunas miradas mientras contaba el dinero, disfrutaba el momento y con el semblante de una fiesta repentina, le reveló en una entonación débil, la bondadosa situación, -No es la cantidad acordada.
    – ¿De verdad? –se conmocionaba, rompía en lágrimas al tener que darle la razón- Si, tiene razón. Conté mal. –Empezó a tartamudear, se trituraba su sensación de libertad, intentó pedir clemencia- Permítame un momento: voy por el dinero.
    Él, con una mascara de indiferencia le declino la oferta, -No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia.
    Las reglas eran claras y ella lo sabía, insistió. -¿Qué dice? Claro que tiene importancia. –Gritaba con total angustia- Le doy lo que acordamos.
    Él tarareó una canción mientras desabotonaba el pantalón y señalaba.
    – No hace falta.

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  • FE DE ERRATAS: En la novena lìnea debe decir: «le reveló con una débil entonación,…»

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  • Regresaba de un “encargo”; el pobrecillo había temblado hasta el momento final, como un pajarito olvidado en su jaula bajo la lluvia. Había suplicado, llorado, descargó el vientre; se humilló. Corrió a la pared, seguido de cerca por mí, abrió la caja fuerte y vació su contenido a mis pies, le dije que era inútil, mi trabajo es despreciable, pero es mi trabajo y siempre cumplo a cabalidad mis compromisos, repudio a quien no lo hace.

    Ahora venía por mi pago. X, de ojos pequeños y mezquinos, pensaba que mis servicios podían contratarse como los de un instructor de baile, algo me había dicho desde que me contactó que no era de confiar. Llegaba el momento de comprobar si mis instintos seguían tan afinados como antes.

    X llegó cuatro minutos tarde, traía las manos húmedas. Ya no parecía tan ansioso por platicar, X me miró rápidamente, como un mueble feo al que no hay que prestarle importancia para que no nos arruine el día.

    X: Aquí está su pago.

    Y: No es la cantidad que acordamos.

    X: ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero.

    El resto del dinero… mi “encargo” me ofreció todo lo que tenía por librarlo. Cuando constató que no había forma que lo dejara ir, me pidió que de todas formas tomara el dinero, me contrataba para despachar a quien le hizo el favor de apuntar mi mira hacia él.

    Y: No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia.

    X: ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos.

    Y: No hace falta.

    Desenfundé mi arma y la oscuridad se rompió con un rugido de pólvora.

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  • Opción 1
    X: Aquí está su pago. – y tiró billetes sucios sobre la mesa –

    Y: No es la cantidad que acordamos. – dijo con su mirada baja intentando comportarse –

    X: ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero. – sacó su mano del bolsillo y le tiró unas monedas a los pies –

    Y: No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia. – mientras frotaba sus puños –

    X: ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos. – tomó los sucios billetes y se los metió por la camisa –

    Y: No hace falta. – se dio vuelta, desalineado, y al salir rompió el vidrio de la oficina de una piña –

    Opción 2
    X: Aquí está su pago. – le dio una pila de billetes alineados junto a dos torres de monedas –

    Y: No es la cantidad que acordamos. – dijo sin mirar los manojos –

    X: ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero. – Intentó salir y Y lo detuvo en la puerta –

    Y: No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia. – volcó las pilas con un desdén de su mano –

    X: ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos. – Reordenaba el dinero contando en voz alta –

    Y: No hace falta. – Tomó un sobre oficio, gordo de papeles, y lo guardó en el cajón de su escritorio bajo llave –

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  • Como diría un viejo amigo virtual, felicito todos los textos, con esas «puestas en escenas» tan distintas entre sí. Gracias por escribir y saludos.

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  • Gracias por las correcciones, asi se ve mejor.
    Un abrazo

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  • – Aquí está su pago.
    – No es la cantidad que acordamos.
    – ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero.
    – No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia.
    – ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos.
    – No hace falta.

    Y se alejó contando el dinero, pensando que no habría valido la pena pedirle el resto del mismo. De cualquier forma, se ahorcaría esa misma tarde. A fin de cuentas, ¿qué peor intención que hacerlo traicionar al Maestro por 30 míseros denarios?

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  • (Versión revisada)

    Las puertas se abrieron lentamente…

    – Aquí está su pago.
    – No es la cantidad que acordamos.
    – ¿De verdad? Sí, tiene razón. Conté mal. Permítame un momento: voy por el resto del dinero.
    Después de pensarlo un momento, respondió:
    – No, no se apure. Dejémoslo así. No tiene importancia.
    – ¿Qué dice? Claro que tiene importancia. Le doy lo que acordamos.
    – No hace falta.

    Y se alejó contando sus pasos, pensando que no habría valido la pena pedirle el resto del pago, si de cualquier forma se ahorcaría esa misma tarde. Debía haber esperado una estafa desde el principio. Por mucho que le dieran, el importe siempre sería menor a lo que acababa de hacer. Pero, ¿quién tenía las peores intenciones? ¿Ellos, que lo habían comprado, o él, que había traicionado al Maestro por 30 míseros denarios?

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  • Mpollux, si puedes échale un ojo a las «Tres versiones de Judas» de Borges; podrían interesarte, dados los motivos de tu personaje. Un saludo.

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