Taller literario

Taller literario: la casa

Variación sobre un tema de John Gardner:

Escribir la descripción de una casa, o cualquier otro tipo de vivienda, que pertenece a un personaje preciso y que conocemos bien (debe ser un personaje conocido). Incluir todos los detalles que se puedan imaginar, siempre que la presencia de éstos en el espacio descrito pueda atribuirse a la voluntad, las necesidades o los gustos del personaje. Y no mencionar jamás el nombre de éste, para ver si el lector puede reconocerlo con la sola ayuda de su entorno, sus objetos y el criterio de quien los imagina y los describe.

11 comentarios. Dejar nuevo

  • Me gustó este ejercicio, y el resultado, así que lo pongo. Al final me fui por otro lado. Igual espero que se entienda de quién es la casa:

    La puerta de uno de esos modernísimos departamentos (novísimos, habría que decir, pero a los habitantes de Berna, dónde apenas se construyen hace pocos años, todavía les parecen o una maravilla o una abominación), está abierta, pero no hay nadie dentro, como si Arquímides hubiera salido gritando Eureka y sin tomarse la precaución de cerrarla. Al menos no a la vista, así que el niño que habita al lado entra, movido por la curiosidad, buscando al judío o a su esposa eslava. Sus padres los evitan, y si estuvieran ahí lo hubieran tomado por el pantalón y cargado de regreso tras su propia puerta. Por eso ahora cruza ésta, pisando con cuidado la alfombra (en su piso no hay) que calienta el invierno y el verano, pero que hoy, último domingo de Septiembre, no hacen gran cosa al clima. Hay una cocina que da al patio interno, con una estufa de hierro y un montón de leña, y una canasta con los restos del pan del día, duros y blanquecinos. No se atreve a delatar su presencia, así que no toma nada, aunque los nervios se confunden en su barriga con hambre. En la pared hay un retrato de una mujer de otro siglo y uno de esos que sacan en el Nydeggbrücke con unas máquinas que aparecieron más o menos al mismo tiempo que los departamentos. En él aparece la pareja, con el Aar y la catedral al fondo y sonriendo, pero apenas los reconoce porque no tienen color. No hay santos ni imágenes religiosas de ningún tipo cuidando el hogar, y eso no le gusta; recuerda que es judío, y los judíos son raros. Pero debería avisarle, para que los demonios no se metan de noche. Hay un espejo que refleja la ventana, y entre ambos, un escritorio. Al otro lado, una puerta entreabierta deja ver una habitación, y en el suelo un trozo de sábana blanca. Podría haber alguien dentro. Debería haber alguien dentro ¿quién deja su casa vacía? A pesar del temor, empuja la puerta y se escurre sin haberla abierto del todo. Nadie. Una cama en la que deben dormir los dos (como él y su hermano), y una cuna, como la de su hermanita, pero vacía. No sabía que tuvieran una hija. Nunca se escuchaban llantos, y la mujer nunca estaba cargando a nadie. Tal vez, piensa, es para las visitas. Pero se tendrían que encoger mucho. Hay una bañera en el extremo de la habitación, blanca con patas doradas, y un gran ropero con espejos manchados de óxido, que no se atreve a abrir. Por el piso hay una serie de pilas de libros y revistas, que hojea y no entiende, llenas de números y signos raros. En la estancia hay más, y algunas ordenadas en un pequeño librero. También hay muchos aparatos abiertos. Algunos se parecen al reloj de su padre, que una vez abrió y desarmó (al recordar, le vuelve el ardor en las nalgas y el filo de una hebilla vieja), otros no se parecen en nada. Salvo en que tienen muchas piezas. Toma uno y quita todo lo que puede. Luego otro. Y un tercero. Y luego acomoda las piezas de modo que funcionen, porque no estaban haciendo nada antes. Tampoco hacen nada ahora, así que decide que no sirven de nada, pero se ven más bonitos. El escritorio está lleno de papeles, así que escala la silla para poder leer algunos. Están escritos a mano, con una letra no mucho mejor que la suya —y eso que yo estoy aprendiendo, piensa—, y con muy poco orden. En la mayoría hay dibujos complejos que parecen aparatos, y tienen un sello que dice Patentamt Bärn con un osito. Le gusta el osito, pero no está en todos los papeles. En los que no lo tienen tampoco hay dibujos, sólo líneas que a veces se cruzan y tienen letras marcándolas, y muchos números, que todavía no sabe usar bien, y muchas letras, pero sueltas. Ha de ser el idioma de los judíos. O de los eslavos. O, si su madre tiene razón, brujería. Tal vez es caballista y por eso tiene tantos relojes y máquinas. El niño se asusta (¿quién no?), y teme que esté embrujado, o que alguien entre. Recuerda lo que le contó su abuela de un judío que hizo un hombre de mentiras. Un ¿golem se llamaba? Algo así, porque le recordó a una cabra. Al Diablo. Recuerda que le había escrito algo en la frente ¿sería eso que estaba encerrado en muchos círculos de tinta negra, donde la pluma se había chorreado incluso de la presión? ¿Esa E M C 2, con dos tachones horizontales?

    El niño tropieza y cae de la silla, volcándola, y corre a casa, santiguándose, a refugiarse bajo sus cobijas y la imagen veladora de su santo. Por la prisa, deja su puerta abierta.

    Responder
  • Santiago, me alegra que el ejercicio te haya interesado. Y creo que sí entiendo… La aparición del golem me parece muy curiosa. 🙂 Gracias y un saludo.

    Responder
  • Un paredón alto, como los que cubren los cementerios, cierra toda la manzana de la casa. Dejando ver apenas una cúpula gótica. En cada esquina sobre los pilares cuervos negros se turnan en la vigilancia, siempre en grupos de no menos de cinco. Detrás del portón de rejas un gato negro duerme, o al menos eso se sospecha. La senda hacia la casa zigzaguea prontamente resguardada por frondosos arbustos de pie como enormes guardaespaldas.

    Responder
  • Cada zahuan, con sus gabinetes para servicios, anuncia galerias hexagonales de veinte anaqueles cada una; a la vez, una escalera que sube al infinito cruza, quizá, cada uno.

    Responder
  • La casa del ingenioso hidalgo de la triste figura, era, como dijo
    Cervantes: «ahora vendría el libro en sí, entero» y FIN.
    Es broma. Os felicito por el blog y por las iniciativas.
    Un saludo y espero que puedas visitarme.

    Responder
  • Hola a todos otra vez.

    Lanobil, ya fui a visitar y he creado un enlace. Muchos saludos.

    Responder
  • gustavo morales
    26/09/2007 2:28 pm

    mi compadre

    la entrada de la casa de mi compadre es rectangular, ancha a los lados y chaparrona
    en la parte alta. destaca el techo de teja roja que con el tiempo, el calor y la
    lluvia ya a perdido su color.
    Una ventana que se abre todas las mañanas para recibir los primeros rayos solares
    la luz penetra para iluminar el taller, calentar la larga mesa que sostienen
    los cueros que trabaja día a dia con la ayuda de sus hijos y sobrinos.
    en la parte trasera esta la maquina de coser para unir los cueros cortados y manufacturar
    cinturones y las ornamentaciones de las sillas de montar, chaparreras y otros utencilios
    campiranos.
    cuando se abre la puerta invitando a los vecinos a platicar o comer un bocadillo
    preparado en esa cocina humeante del fogon de leña, permite a los coxquihueños
    conocer, saludar y responder a preguntas sobre plantas, caballos, vacas y mujeres.
    un foco sostenido de la parte alta de los vigas que sostienen la estructura del techo,
    ilumina debilmente cuando empieza a oscureser.
    en las paredes cuelgan calendarios, retratos de vaqueros montandoe vacas en el
    jaripeo y los sombreros usados por mi compadre.
    el taller tiene una puerta que comunica a la cocina que tiene bullicio todo el día, hasta
    el comienso de la cena.
    tiene además dos puertas que comunica al patio cobijado con densos tarros que
    todas las tardes y mañanas son hospederas de los pajaros negros chillones.
    más atras estan las habitaciones dormitorios que siempre tienen las puertas abiertas
    y cuyo contenido se ve desde el patio.
    el calor es muy intenso en primavera y verano, pero las lluvias le ganan por tener dos periodos
    las de los nortes y la de la temporada de huracanes.
    de esta manera siguen viviendo en esa casa que pasara de generación en generación
    conservando la unión tradicional.

    espero que me des tu opinión si realmente hice el ejercicio

    Responder
  • Hola, Gustavo. Yo diría que sí, el ejercicio está hecho cabalmente, aunque debo confesar que no reconocí al personaje. ¿Quién es? Muchos saludos.

    Responder
  • gustavo morales
    08/10/2007 4:07 pm

    HOLA ALBERTO

    EL PERSONAJE ES UN TABLAJERO DEL POBLADO DE cOXQUIHUI VERACRUZ
    LUGAR DONDE SE HACEN COMPADRES Y AMIGOS DESPUES
    DE UN TRABAJO ESTNOBOTÁNICO DE MUCHO TIEMPO.
    POR ESO LO DE MI COMPADRE.

    Responder
  • Perravida
    09/10/2007 8:30 pm

    Entrar en el departamento 20 del número 101 en donde todas las
    repùblicas se unen; allá en la populosa Portales fue un acto mágico. La bombilla nos
    recibía amable, la puerta roja indicaba la entrada al infierno:Una delicia.
    Abajo el bullicio del mercado, niños en llanto, mujeres gordas barriendo la acera.
    Mientras las palabras se agolpaban en sus labios sobre «deadlines» de cierta editorial
    de corte francés; entrelazaba mis manos con las suyas. Las suyas, finas, suaves y cálidas. L
    Las mías, frías,largas y nerviosas…Su cuerpo, un delfin que se encurría sobre el mío.
    Inmenso niño-pez.
    Su casa-pecera repleta de cazadores de ángeles, libros y chínguere. Una amante muda nos
    cuestionaba con su monitor parpadeante. El germen de la lujurìa se desató en mi vientre
    y como buen diablero, de su pecho extrajo un corazòn sangrante.
    Domingo sagrado por la mañana, el sol inunda su ventana.
    -¿Tienes hambre corazòn?-

    Responder
  • Perravida
    10/10/2007 1:20 pm

    CAray Alberto a que no das a quien me refiero?

    Responder

Responder a HernánCancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
Taller literario: «mi psiquismo»
Entrada siguiente
Taller literario: mala entraña