Taller literario

Taller literario: diálogos (II)

Este ejercicio es una continuación del anterior, pero su objetivo es opuesto: realizar un diálogo en el que uno de los personajes intente comunicarse con el otro, quien por su parte no le haga caso. Por ejemplo, A intenta consolar a B, que acaba de enviudar, pero el dolor de B es tal que no escucha realmente lo que dice A y responde solamente con monosílabos (o más ricamente, con fragmentos de un soliloquio sobre la persona a la que acaba de perder). Tanto la preocupación de A como los dichos de B, inconexos y sin verdadera intención comunicativa, revelarían algo sobre los personajes y su entorno.

4 comentarios. Dejar nuevo

  • Ángel de la guarda II

    Los féretros de su hija y su esposa permanecieron con las tapas cerradas todo el tiempo. Yo se lo sugerí y él simplemente asintió.
    Sus parientes cercanos, amigos y desconocidos, iban pasando a darle sus pésames Lo recuerdo con un dejo de amargura; a cada abraso respondía con una leve sonrisa como tratando de complacer a quién trataba de consolarlo. Sé que estos momentos son un suplicio para los deudos y sin embargo podría decir que casi les complace el ritual de postergar minuto a minuto el final.
    En distintos sitios dentro de la capilla ardiente no podía faltar el comentario de “lo veo muy bien, qué fortaleza, esto ha sido una desgracia”. En fin, la gente hace su esfuerzo por entender cual es su propio sentimiento.
    No puedo evitar pensar que el principal responsable de lo que esta viviendo Diego soy yo. Nadie mejor que yo sabe que estas cosas son inevitables, porque de que llegan, llegan. Así lo dispone el Señor y uno es inocente o debiera decir, impotente. Pero el sentimiento de culpa no se me quita. Debí suponer que algo raro pasaba entre ellos ese día; nunca habían peleado así, sin decir nada, con un odio acumulado que no había visto en todo el tiempo que he estado a su lado. Debí suponer que algo era anormal ese día. Ay la displicencia.
    Quisiera pensar que el Señor nos está jugando una broma y que en cualquier momento Carla e Inés se levantarán preguntando ¿Dónde estoy, qué hago aquí? Como aquella vez que acompañé a Diego y Carla al funeral del abuelo de un amigo de ellos. El anciano, que había sufrido un derrame de bilis y había sido declarado muerto en el hospital, se levantó de su caja mortuoria y echando un vistazo alrededor preguntaba ¿qué hace toda esta gente en mi casa? El señor tiene sus caprichos, ni qué decir.
    La gente llegaba hasta donde Diego atendía una insoportable fila de personas queridas y no queridas pero inevitables. Ten voluntad, atiné a decirle y él como siempre sólo asintió.
    Hijo mío espero que encuentres consuelo en el Señor; gracias tía, gracias.
    Lo siento en verdad Diego, estoy contigo en tu dolor; gracias, lo aprecio mucho.
    Mucha fuerza compadre nosotros te apoyamos; gracias compadre.
    Felicidades por lo ocurrido ingeniero, lo lamentamos mucho, cuente con nosotros; gracias, gracias.
    Ya sabes mi Diego…lo que se te ofrezca, aquí estamos; lo sé, gracias por venir, están en su casa.
    Compartimos tu dolor, lo sentimos mucho; gracias, igualmente.
    Otros no decían nada sólo lo abrasaron con efusividad, con fuertes palmadas o dando un apretón encinchando puño y mano en la espalda de Diego, se miraban y se hacían un gesto amable.
    En la madrugada se cerró la capilla y Diego por fin tuvo tiempo de despedirse de Carla y su querida hija Inés.

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  • Alberto Chimal
    24/02/2007 8:56 am

    Saleri, la viñeta está interesante. Se agradece. Un saludo.

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  • – Alejandra, no te pongas así. Recién se acaba de ir, pareciera que no la viste por siglos. Ella estaba re contenta, cómo nunca te diría. Si no soltó lágrima hasta que la abrazaste. Por un momento pensé que te ibas con ella. No puede ser que te pongas así.

    – Es que… es muy lejos. Y no conoce a nadie allá. No está acostumbrada a estar tan sola. No tendría que haberse ido. Si tenía todo acá, todo. – llevó su mano a la mejilla –

    – Bueno, pero no era un trabajo para descartar. Pensá que tan solo con unos años va a poder comprarse su casa, tener un sólido currículo, experiencia, visitar todo Europa, con suerte, mejorar su inglés. Son muchas cosas. Era imposible que se quede.

    – Si, si – secó sus lárgimas con un chirrido de mocos – pero tenía todo acá, y ahora empezar de nuevo. Sola, tan lejos. – la mirada escapaba por la ventanilla del auto viendo a los árboles correr –

    – Te dijo que en tres meses se viene para las fiestas, que va a venir en las vacaciones, que Internet, que Chat, que mil cosas. La verdad que no entiendo por qué tanto llorar. Cuando fui al velorio de mi padre en Salta apenas hablamos y solo cuando te llamaba, ni te habías ocupado de saber como me sentía. Y Estela es tu amiga, la conocés mucho antes que a mi, pero es tan solo tu amiga. Además te dejó ese colgante tipo mariposa. Es muy lindo, con alas de vidrio y tan pequeño. Como el de ella, porque compró dos para ‘no sentirse separadas’, como dijo. Así que si la extrañás no tenés más que mirar tu pecho y ahí la encontrás. Tres meses, no es tanto. Ya volverá.

    – Va a estar tan sola y yo tan lejos, no sé si podré – tomó la mariposa entre sus dedos, la besó y apretadas las últimas lágrimas saltaron hasta blusa –

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  • perdón pero al postear me junta los parrafos, ya veré como corregirlo

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