Taller literario

Taller literario: cinco sentidos

Escribir una breve descripción de un lugar que atienda solamente a lo que puede verse del mismo. Luego, describir el mismo lugar recurriendo sólo a impresiones auditivas; luego, utilizar los otros tres sentidos (olfato, tacto y gusto) en otras tantas descripciones análogas, siempre del mismo entorno.

14 comentarios. Dejar nuevo

  • EL MAR
    (VER Y OIR)
    Quise volver al ver completado el romance profético de la luna con el mar, función añeja de oscuridad; actitud nupcial de tinieblas. De frente a un rostro negro, la composición mística de luces alumbro mi caminar, grito salino desprecio el colorido, restregando la humedad de un viaje distraído. Naufrago traidor se sumerge para aliviar el rencor, la sal decantara, cuando llegue la luz, cuando la acústica de las olas sosieguen el olvido.

    (OLFATO, TACTO Y GUSTO)
    Descalza sobre la arena, sentí su firmeza, deseé copiar su carácter, camuflaje repentino ante el asedio de las aguar, insistencia llana por desafiar. Su brisa húmeda perfuma mi cuerpo, el cual se adormece ante la suave caricia, perturba con garbo tanta malicia, tanta soledad; evanesce la corteza puritana marchita, la tempestad; me miro ataviada de orgullo y saboreo un instante de paz; la sal empieza agradarme.
    PD.¿Lo hice bien? Gracias

    Responder
  • Cuatro luces empotradas en el techo, encendidas. Equidistantes en una habitación de cuatro por cuatro. Cuerina blanca reviste el piso, las paredes, el techo y la puerta especialmente. Las costuras inclinadas dibujan cuadrados del tamaño de una baldosa grande, como un tablero de ajedrez monocromático, llano. La luz tiene una intensidad pareja en todos los rincones y solo el cuerpo de la persona, envuelto en una camisa de fuerza y pantalones de la misma tela, blancos, proyecta sombras. Se encuentra en un rincón, con las piernas contraídas, los pies descalzos y el tiro por arriba de los tobillos. El único color se halla en su cabello rubio, pajoso y graso. Su piel es más blanca que la cuerina y sus ojos aun no se han mostrado.

    Solo hay silencio y de sobra. Sin embargo, al tiempo de estar en la habitación se comienza a escuchar un leve y distante zumbido. Similar al pitido que se escucha luego de un concierto de música. En el caso del concierto, causado por la muerte de células auditivas luego del maltrato. En el caso de la habitación, causado por la audiolucinación. La falta de sonidos obliga al cerebro a sensibilizar el oído irrigando sangre, generando una inflamación similar a la causada por el audio de un concierto. El hombre, solo respira sin moverse.

    El olor parece provenir por debajo del tapizado. Una mezcla de pegamento, plástico, humedad y cemento. De pie y lejos de las paredes no se percibe en absoluto, solo a un paso de distancia se alcanza a distinguir. A un centímetro se corta la respiración como si se aspirara un gas reseco que irrita los ojos. La apariencia del hombre no se condice con su aroma. Una tenue fragancia, delicada, agradable, lo envuelve.

    Las paredes blancas son gomosas y levemente grasientas. A excepción de las costuras espaciadas de hilo grueso y seco. El suelo es más áspero, probablemente por el desgaste, cubierto por un leve polvillo. La ropa del hombre es de lino grueso. Tiras de cuero y hebillas de plástico lo sujetan fuertemente. Luego, el frío vidrio ojo de buey en la puerta y nada más.

    En su boca el gusto metálico y eléctrico de la llave de bronce que le permitirá escapar cuando se apaguen las luces.

    Responder
  • 1.-
    Tu cuerpo es monte, mar y cielo inmenso, visión gloriosa
    que me hace feliz.

    2.-
    Tu voz me acaricia. Hablas y tu peculiar forma
    de hacerlo marca los sutiles desvaríos de mi escasa cordura.

    3.-
    ¿…y si digo que hueles a mar, a flores de azahar,
    al dulce aroma de la noche?

    4.-
    Suave tu piel,
    toda yo mil manos.

    5.-
    Tu boca sabe a ron,
    a tabaco,
    ora a miel.

    4.-

    Responder
  • Walter Flores
    18/08/2007 2:12 pm

    Visual.
    Los jovenes cruzaron la sala llevando las piñatas en forma de estrella.
    A las ocho de la noche llegó el sonido: una consola y unas
    bocinas. Las lámparas del patio pegadas a la pared formaban
    claroscuros.
    En el estudio de la casa, un perro saltaba queriendo alcanzar
    la ventana.
    Los jóvenes bailaban con un movimiento dinámico que parecía no
    detenerse.
    Sus rostros húmedos, sus camisas pegadas a sus cuerpos.
    Los pastoreros llegaron con una parrilla, un trompo de carne,
    recipientes de salsa y tortillas. Prendieron un fuego rápido
    y vivo, y en poco tiempo estaban listos para atender a los
    invitados.
    El baile se detuvo y los jóvenes formados con un plato en la
    mano esperaban recibir sus tacos.
    Después vinieron las piñatas que al moverse parecían danzar en
    el aire.
    Los jóvenes vendados de los ojos ondeaban el palo por los
    aires, golpeando el suelo y en ocasiones las piñatas hasta
    romperlas, cayendo pedazos de barro, frutas, dulces y regalos.

    Auditivo.
    Los jóvenes cruzaron la sala cargando las piñatas en forma de
    estrella.
    A las ocho de la noche, llegó el sonido. Se instaló en el patio
    y se escuchó el ruido de una voz ronca y áspera que salía de
    las bocinas antes de que la música fluyera con notas alegres.
    Las lámparas pegadas a la pared formaban clarouscuros en el
    patio y por momentos se escuchaba el tronido de los moscos
    al ser electrocutados.
    En el estudio de la casa, un perro ladraba desaforadamente
    azotando su cuerpo sobre la lámina queriendo alcanzar la
    ventana.
    Los jóvenes bailaban con un movimiento dinámico al compas del
    sonido mezclado que salía de las bocinas y parecía no detenerse.
    Sus rostros húmedos, sus camisas pegadas a sus cuerpos; solo
    se escuchaba el jadear de su respiración y por momentos el
    intercambio de palabras: que onda guey, ya vas guey…
    Los pastoreros llegaron con una parrilla y al instalarla se
    escuchó el sonido de los metales. Prendieron un fuego rápido
    y vivo; las llamas chispeaban.
    La música dejó de sonar y el baile se detuvo. Los jóvenes se
    formaron con un plato en la mano que golpeaban con el tendor,
    produciendo un sonido semejante al palmear las manos para que
    atendieran la orden de sus tacos.
    Después vinieron las piñatas que al moverse hacían un sonido
    con sus barbas de papel de china al danzar en el aire. Los
    jóvenes vendados de los ojos ondeaban el palo por los aires
    haciéndolo silvar, golpeando en ocasiones las piñatas en
    forma seca,TAC, TAC, TAC, hast romperlas, cayendo pedazos de
    barro, frutas, dulces y regalos.

    VISUAL-AUDITIVO-OLFATO-TACTO-GUSTO
    Los jóvenes vestidos de negro cruzaron la sala cargando las
    pilatas en forma de estrella de diferentes colores fluorescentes.
    A las ocho de la noche, llegó el sonido que se instaló en el
    patio. Se escuchó el ruido de las bocinas al conectarlas como una
    voz ronca y áspera, antes de que la música flyera en alegres
    notas. Las lámpara pegadas a la pared formaban claroscuros en el patio y se
    escuchaba el tronido de los moscos al ser electrocutados.
    El estudio de la casa olía a orines. Un perro color canela
    ladraba desaforadamente azotando su cuerpo sobre la lámina
    queriendo alcanzar la ventana. La piel del animal era suave
    y tersa como la seda.
    Los jóvenes bailaban con un movimiento dinámico al compas del
    sonido mezclado que salía de las bocinas y parecía no detenerse.
    El aroma a frutas y maderas de los perfumes de los jóvenes
    había desaparecido, y en su lugar quedo un olor rancio a sudor.
    Sus rostros humedos, sus camisas pegads a sus cuerpos; solo se
    escuchaba el jadear de su respiración. El contacto con sus
    cuerpos al bailar se perdió; se movían por separado disfrutando
    cada uno de ellos de sus movimientos.
    Los pastoreros llegaron con su parrilla y al instalarla se
    escuchó el sonido de los metales. El lugar se llenó de olor
    de la carne preparada con una combinación de chiles y especies,
    el olor penetrante de la cebolla blanca, el color amarillo
    de los chiles manzanos y el verde y rojo de las salsas. Prendieron
    fuego rápido y vivo donde las llamas azules chispeaban.
    La música dejo de sonar y el baile se detuvo. Los jóvenes
    formados con un plato en la mano lo golpeaban con el tenedor,
    produciendo un sonido semejante al palmear las palmas de las
    manos para que atendieran su orden de tacos. En ocasiones
    cuando caía el jugo de carne o un pedazo de ella en las brazas,
    el ambiente olía a carne quemada.
    Después vinieron las piñatas: rojas, amarillas, azules, de colores fluorescentes, y
    colgando de cada punta de cada estrella sus barbas blancas
    de papel de china que al moverse producían un sonido al
    danzar en el aire. Un joven tomaba por los hombros a sus
    compañeros, y los vendaba con un trapo negro. Los jóvenes
    sin poder ver, ondeaban el palo por los aires, golpeando
    en ocasiones la piñata en forma seca TAC, TAC, TAC, hasta
    romperlas , cayendo pedazos de barro cafe, naranjas amarillas,
    jícamas blancas, cacahuates café, dulces multicolores y regalos.

    Responder
  • Sólo paso a dejar saludos…

    Responder
  • Hola, Luis, Hernán, Lorena.
    Walter, tu ejercicio me parece especialmente bueno.
    Angie, respondiendo a tu pregunta creo que el texto es un buen comienzo; el siguiente paso sería probar a separar las cinco impresiones de modo que cada sentido tuviese su propio texto.

    Muchos saludos a todos.

    Responder
  • Amanece, por las persianas entra un poco de luz, me levanto a poner café, rumbo a la cocina me doy cuenta que aún tengo sueño: regreso a la cama.

    ——

    Amanece y afuera el señor del gas grita a todo pulmón. Me levanto a poner café, rumbo a la cocina el ruido de la calle se hace más fuerte, me tropiezo y tiro un cenicero: aún tengo sueño.

    ——

    Amanece, puedo oler el café que Eduardo prepara. Me levanto y voy a la cocina, la sala huele a cigarro y a alcohol por la fiesta de anoche, me tropiezo: aún tengo sueño.

    ——–

    Responder
  • El color de la flor me impactó. Era de un rojo subido que atraía de una
    manera instantánea y casi hechicera. Al acercarme, logré distinguir
    pequeños puntos blancos de formas sin forma que invitaban a comer la flor.
    Olía a fruta, a legumbre, a amor y a muerte, todo junto y todo separado.
    La toqué y, sorprendentemente, era sumamente áspera. Al deslizar la yema
    de mis dedos por sus pétalos, algo se clavó en uno de ellos. Era uno de
    los puntitos blancos que, extrañamente, se movía para penetrar en mi piel y
    penetrar en mi torrente sanguíneo. En segundos desapareció de mi vista.
    Comencé a escuchar su avance a través de mi piel, nadando por mis venas.
    La sentí moverse y casi explotar cuando alcanzó mi corazón. Entonces
    sentí el deseo irrefrenable de comerla, pero cuando traté de hacerlo,
    se había convertido en una hermosa hada diminuta. En lugar de comerla, la
    besé suave, dulcemente, en una de sus diminutas manos y la lengua me supo
    a gloria, a triunfo, a dolor. Ella sonrió y salió volando. Escuché una música celestial
    producida por el batir de sus alas contra el viento. Voló con rumbo al sol
    y me dejó allí, tendido, con el corazón lacerado.
    Estoy enamorado de un hada y cada día muero un poquito más, siento que
    algo se clava más profundamente a cada instante en mi alma, ya no en mi
    corazón. ¿Eres tú mi hada? He perdido la vista, el oído. No tengo gusto
    porque ya nada como. Mis manos se han entumecido y ya no puedo percibir
    la textura de lo que me rodea. Lo único que alcanzo a oler es la
    putrefacción de mi propio cuerpo. Su ausencia me mata y nada importa que
    solamente la haya visto unos instantes. Eso fue la gloria y lo que sigue
    es la muerte. Te conocí, te perdí y me perdí a mí mismo.

    Responder
  • Hola, Opphelia, Billy. Gracias por escribir acá. Muchos saludos.

    Responder
  • Lisa, Lisísima Caray....
    21/08/2007 12:55 am

    He dicho varias veces que esto de incinerar perros de la calle me causa náusea. Vomite lo que vomite, hace mucho no tengo hambre, porque el olor a carne quemada me quita el apetito. POr eso no como. Y por eso de esta perrera Municipal no salgo, aunque a veces creo que tiene cara de hospital metropolitano. Así lo veo. De luces chispeantes multicolores, de arcoiris iridiscente. Incandescente y con mucho calor. No hay jardín, no hay flores, ni pétalos rojiblancos, solo cenizas grises de erupción antigua de volcán. La lava incendiaria y anaranjada-rojizamarillenta ha dejado de fluir como río que lleva el viento.

    El otro día lo supe. El ulular de sirenas tan intenso, me hizo dar cuenta de la realidad. Me acaricié todito. Supe que mi problema era afectivo. Que mi madre nunca me había acariciado, que mi mujer cuando hacíamos el amor se quedaba inmóvil de las manos. Pa’ qué carajos, movía la cadera si yo lo que quería era que me acariciara, que me recorriera la espalda, las nalgas, la cara al menos, el cabello pues.

    Ahora que me llevan a este hospital psiquiátrico, me doy cuenta que ahí es donde incineran perros. Soy preso de ellos mismos, me han recogido en la calle, por vomitar bilis de tanto tomar alcohol de 96 grados.

    Y es que como nadie me quiere, por eso huelo a carne chamuscada!

    Responder
  • No entendí, pensé que ofrecías un taller y ya me iba a apuntar. Entonces es tallerear textos en este lugar, ¡eh? Me voy a lanzar, pero voy de salida.
    (estoy comentando, no participando, para los que lean esto y digan ojojoi…)

    Responder
  • Lata, en general sí doy un taller, pero por estos días lo tengo en receso por cuestiones de trabajo (y me cayó bien, por lo demás, dado que hace días me accidenté; en fin).

    Muchos saludos y acá seguimos.

    Responder
  • Mica rodriguez
    25/10/2012 9:31 pm

    Amanece, por las persianas entra un poco de luz, me levanto a poner café, rumbo a la cocina me doy cuenta que aún tengo sueño: regreso a la cama.

    ——

    Amanece y afuera el señor del gas grita a todo pulmón. Me levanto a poner café, rumbo a la cocina el ruido de la calle se hace más fuerte, me tropiezo y tiro un cenicero: aún tengo sueño.

    ——

    Amanece, puedo oler el café que Eduardo prepara. Me levanto y voy a la cocina, la sala huele a cigarro y a alcohol por la fiesta de anoche, me tropiezo: aún tengo sueño.

    ——–

    Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
Taller literario: restricciones
Entrada siguiente
Taller literario: sensaciones