El cuento del mes

El árbol que hablaba

Para terminar este año de cuentos, un cuento popular africano, de esas historias que se transmiten a lo largo de los siglos, de un oyente a otro. Rarísimo: lo encontré en un archivo digital en un CD que no recordaba que tenía, e ignoro su procedencia precisa y la edición original de la que proviene. Agradeceré cualquier información al respecto. (Y si les interesa algún otro cuento como éste, no dejen de avisar.)

Felices fiestas.

EL ÁRBOL QUE HABLABA
Anónimo

Había un lobo en la selva. Un día, cuando estaba fuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.

El lobo se asustó y dijo: «Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol parlante». Tan pronto como hubo dicho estas palabras alguna cosa que no pudo ver lo golpeó dejándole inconsciente. No sabía durante cuanto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.

El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó. «Ven y lo verás tu mismo», dijo el lobo, «pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras: Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol parlante. Si no las dices, morirás.»

El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo: «Has dicho la verdad, lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol parlante.»

Tan pronto como dijo esto alguna cosa le golpeó y le dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y se lo llevo a casa para comérselo. «Este árbol que habla solucionará todos mis problemas», pensó el lobo. «Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre.»

Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol parlante.»No creía que esto fuera posible», dijo, «hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol parlante». Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa. Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.

Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo. Esta vez se encontró con una liebre. El lobo le dijo: «Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados».

«Hermano mayor, ¿qué puede ser?», preguntó la liebre.

«He visto a un árbol que habla en la selva», dijo el lobo. Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver al árbol parlante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo, «no olvides lo que te he contado».

«¿Qué me contaste?» preguntó la liebre.

«Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no, morirás», dijo el lobo.

«¡Oh, sí!», dijo la liebre. Y empezó a hablar con el árbol. «¡Oh!, Árbol, ¡oh!, árbol», dijo, » Eres un árbol precioso».

«No, eso no», dijo el lobo.

«Perdona», dijo la liebre. Entonces habló de nuevo. «Árbol, ¡oh!, Árbol nunca pensé que pudieras ser tan maravilloso».

«¡No, no!», dijo el lobo. «No un árbol precioso, un árbol parlante. Te dije que tenías que decir que nunca antes habías visto un árbol parlante.»

Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente. La liebre se fue andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió. «Entonces, éste era el plan de señor Lobo», se dijo. «Pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida».

La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.

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