Cuaderno

Edgar Allan Poe y Roberto Bolaño

Agrego un texto que apareció publicado a principios de 2009 en Los noveles. Saludos y gracias a Salvador Luis.

Escribo esto aún en 2008; la estupidez de la temporada se resume en los recuentos de “lo mejor del año” y en la publicidad navideña pero está, en realidad, por todos lados; además, se ve venir que algunos aniversarios que se cumplirán en 2009 serán, como siempre, causa de la escritura de numerosas notas oportunistas; más vale terminar lo que sigue antes de que alguien lo crea parte de una celebración:

* * *

[fusion_builder_container hundred_percent=»yes» overflow=»visible»][fusion_builder_row][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»]
Poe (por autor desconocido) y Bolaño (tomado de Scielo.cl)
Poe (autor desconocido) y Bolaño (tomado de Scielo.cl)

Este año que para mí no ha terminado, la traducción al inglés de 2666 de Roberto Bolaño se publicó y tuvo gran éxito de crítica en los Estados Unidos. Ya ha aparecido en (desde luego) varias listas de “lo mejor del año” y la bolañomanía (en inglés se lee todavía mejor porque la coqueta tilde de la eñe es impronunciable, exótica) está reconocida como un fenómeno real, si no de público al menos de atención mediática: casi nada de lo que se publica fuera del mundo de habla inglesa llega a él por medio de traducciones, y es todavía más difícil que el libro en cuestión llegue a ser considerado importante; Bolaño viene a ocupar, en ese entorno, el puesto que una vez tuvo García Márquez como “el autor latinoamericano”, el único que hace falta para dar variedad a los estantes de las librerías. (Laura Esquivel, en el siglo XX, presumía de que la versión fílmica de su Como agua para chocolate era descrita como “la película subtitulada” por algunos de sus espectadores de habla inglesa.)
      Una discusión interesante alrededor del ascenso de Bolaño comenzó con una reseña de 2666 escrita por Jonathan Lethem y publicada en el New York Times el 9 de noviembre (una versión posterior, que supongo más extensa, apareció el día 12 en el sitio del periódico). La reseña es muy entusiasta y resume brevemente la biografía del escritor del siguiente modo:

El poeta exiliado chileno Roberto Bolaño, nacido en 1953, vivió en México, Francia y España antes de morir en 2003, a la edad de cincuenta, por una enfermedad del hígado atribuible a una adicción a la heroína en años anteriores. En un estallido de creatividad ya legendario en la literatura de lengua española, y que rápidamente se vuelve legendario internacionalmente, Bolaño, en la última década de su vida y escribiendo urgido por la pobreza y su salud en declive, construyó un notable conjunto de cuentos y novelas (…)

Casi de inmediato este esbozo comenzó a repetirse, palabras más o menos, en muchos otros lugares, y siempre incluyendo el detalle de la heroína. Poco después comenzaron las denuncias y desmentidos por parte de diversos escritores y comentaristas de habla española (destacó un artículo de Enrique Vila-Matas aparecido en El País)… Pero luego ha resultado que Lethem no fue el primero en escribir que Bolaño fue drogadicto. Gustavo Faverón, en la bitácora Puente Aéreo, anota referencias a textos de 2007 donde se repite el mismo infundio; el mejor de todos debe ser una nota de The Guardian escrita por Helen Zaltzman, en la que Bolaño es, además de heroinómano, “poeta exsurrealista, trotskista [/fusion_builder_column][fusion_builder_column type=»1_1″ background_position=»left top» background_color=»» border_size=»» border_color=»» border_style=»solid» spacing=»yes» background_image=»» background_repeat=»no-repeat» padding=»» margin_top=»0px» margin_bottom=»0px» class=»» id=»» animation_type=»» animation_speed=»0.3″ animation_direction=»left» hide_on_mobile=»no» center_content=»no» min_height=»none»][y] espía de la resistencia chilena”.
      Quién sabe qué pensarán otras personas: a mí me hubiera importado poco (no, de hecho no me hubiera importado nada) descubrir que, como hubiera dicho mi abuela, Bolaño siempre sí era un atascado. El hecho no cambiaría una letra de lo que escribió. Tampoco me sorprendería, por lo demás, que la historia perdurara y se convirtiera, a fuerza de repetirse, en parte del “conocimiento general”. Cierta o no, es atractiva: Bolaño queda mucho mejor dispuesto para el anecdotario sensacionalista y la atracción morbosa si se le puede percibir como “autor maldito”, que “vive en los márgenes”, “desafía a la sociedad”, etcétera. No importa que en cierto modo, drogas o no, lo haya sido de todas maneras: no importa nada de lo que escribió ni de lo que realmente hizo. No cuenta la realidad sino la forma en la que podamos ajustarla a la estructura del melodrama o de otro subgénero reconocible y aceptado. Por ejemplo, la parte de la redención del adicto, mediante la escritura y –se dice en varios lugares– por el bien de la familia, se leerá como una afirmación confortable (Amor vincit omnia y todo lo demás) de las que la prosa de Bolaño no ofrece nunca.
      Hablar de todo esto, claro, es hablar de literatura sólo de modo tangencial. Es en realidad hablar de espectáculo y adoración: de cómo Bolaño se ha convertido en un “famoso”, un ungido por la fama como cualidad abstracta, como fulgor que ya no se alimenta sino de sí mismo. Pero esta fama es uno de los puntos focales del pensamiento de nuestra época. Véase la siguiente muestra, interesantísima, de pensamiento mágico: muchas personas que desean no la exaltación vital, ni la ilusión de ser libre, sino la simple celebridad de su “rebelde” de cabecera asumen las mismas poses que la opinión pública le haya endilgado a éste. Es pensamiento mágico porque no funciona: quien busca la fama necesita comprender que lo verdaderamente arduo no es obtenerla sino conservarla. Hay quien comete una idiotez en el momento apropiado, hay quien es producto de un buen inversionista, hay incluso quien realmente logra darse a conocer por algún mérito personal (Bolaño, por supuesto; sería verdad aunque no estuviese de moda y decir que se le admira no fuese símbolo de estatus), pero lo que cuenta no son los motivos por los que la fama surge, como saben las estrellas opacas de los concursos de baile. Casi todos los candidatos a “famoso” son como ellos: aun si tienen al mejor precursor (entre los escritores, en otras épocas estuvieron Rimbaud, Lautréamont, Cortázar…), tarde o temprano deben aprender que, sin nada más de lo que aprovecharse, sólo les queda dedicarse hacer un esfuerzo constante para mantenerse en la memoria y el favor de sus adoradores; son rarísimos los casos en que el fulgor llega solo y se mantiene sin ayuda, atraído por la imagen del “famoso”, es decir, la forma en la que ya es percibido.
      El de Bolaño es uno de estos casos y sospecho que lo será aún más, repito, en los años por venir: el difundir su presunta adicción equivale a “trabajar” su biografía, a modificarla para que se parezca más a un fascinante cliché.
      Otro caso, de los más notables en el último siglo y medio, es el de Edgar Allan Poe, cuya reputación como autor loco, dipsómano y alucinado es por completo obra de Rufus Wilmot Griswold (1815-1857), poeta, crítico, editor y mafioso literario estadounidense. Griswold estaría totalmente olvidado de no ser por la campaña de difamación que emprendió contra Poe, uno de sus muchos enemigos literarios, a partir de la muerte de éste en 1849; comenzó con el famoso obituario que escribió para el New York Tribune (“Edgar Allan Poe ha muerto. Murió en Baltimore anteayer. Este anuncio sorprenderá a muchos, pero muy pocos se entristecerán por él […]”) y luego consiguió que Maria Clemm, la suegra de Poe, lo autorizara para preparar y publicar la edición póstuma de su obra. En el tercer tomo de la edición, Griswold publicó una “biografía” de Poe repleta de mentiras, para la que alteró o destruyó numerosos documentos personales de su enemigo y falsificó otros, con el fin de destruir su reputación… Las mentiras perduraron y se integraron a la historia literaria de occidente, pero el efecto no fue, se piensa, el esperado por Griswold: todavía hoy estamos fascinados por la vida tremebunda, pero al fin trágica, que le inventó a Poe, y él es una nota al pie en ese relato extraordinario, que ya ni siquiera reconocemos como suyo.
      El riesgo, para aquellos a quienes todavía interesa la obra literaria de los escritores, es que ésta se olvide: que la celebridad del creador la oculte o la distorsione. Sería mejor que nos pasara esto con Bolaño, claro, que (digamos) con Bukowski, tan increíblemente sobrevaluado y, encima, mal leído. Pero será mejor citar una reseña de Los personajes de Shakespeare de William Hazlitt, que Poe publicó en 1845 y en la que se adelantó a estas ideas como a la mayoría de cuantas se han formulado alrededor de su destino y su trabajo:

En todos los comentarios sobre Shakespeare ha habido un error radical, nunca mencionado hasta ahora. Es el error de intentar explicar a sus personajes, justificar sus acciones, resolver sus inconsistencias, no como si fueran el producto de un cerebro humano, sino como si hubieran sido verdaderas existencias sobre la tierra. Hablamos de Hamlet el hombre en vez de Hamlet el dramatis persona: del Hamlet que Dios creó en vez del que creó Shakespeare. Si Hamlet realmente hubiera vivido, y si la tragedia fuera un registro fiel de sus acciones, es verdad que de tal registro podríamos (con alguna dificultad) resolver sus inconsistencias y establecer satisfactoriamente su verdadero carácter. Pero la tarea se convierte en el absurdo más puro cuando sólo tratamos con un fantasma. No son (entonces) las inconsistencias del hombre que actúa las que son nuestro tema de discusión (aunque procedemos como si lo fueran, y así, inevitablemente, nos equivocamos), sino los caprichos y las vacilaciones, las energías en conflicto y las indolencias del poeta. Nos parece poco menos que un milagro que esta idea tan obvia se haya pasado por alto.

El creador de Poe el Loco estaba muy por debajo de Shakespeare, y el o los creadores de Bolaño el Tremendo son (hasta ahora) un poco menos resueltos: están más librados al azar, a la publicidad rutinaria de los libros y a las lecturas apresuradas de, según parece, uno o dos textos subalternos de Bolaño el Escritor. Pero la advertencia de Poe sigue siendo pertinente y clarísima. Acaso algún pasaje de Bolaño, quizá en La literatura nazi en América o “La parte de los críticos” (no tengo ninguno de los libros a mano ahora, como decía Charles Kinbote) contenga una observación que pueda comparársele, pero entretanto me quedo con este fragmento de los “Consejos sobre el arte de escribir cuentos” que se reúnen en Entre paréntesis: “9) La verdad de la verdad es que con Edgar Allan Poe todos tendríamos de sobra. 10) Piensen en el punto número nueve. Piensen y reflexionen. Aún están a tiempo. Uno debe pensar en el nueve. De ser posible: de rodillas.”

Al contrario de muchos de sus admiradores, Roberto Bolaño sí leía, eso está claro.

* * *

(Probablemente la literatura inventó a los dioses, pero la idolatría bien puede ser anterior a la literatura.)[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]

35 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Agrego un texto que apareció publicado a principios de 2009 en Los noveles. Saludos y gracias a Salvador Luis. Escribo esto aún en 2008; la estupidez de la temporada se resume en los recuentos de “lo mejor del año” y en la pu…..

    Responder
  • Ojalá que Bolaño no sea tan mal leído y relegado como lo ha sido Poe(por la crítica). Pero bueno, al final, esas malas lecturas y aún peores juicios se quedan lejos de la obra en sí; de los ques leen.

    Me recordó esa parte de Los Detective Salvajes donde Belano se bate a duelo con un crítico español. Me reí mucho con esa parte.

    Un abrazo Alberto!

    Responder
  • Responder
  • R Bolaño y Papasquiaro considero que deberían ser de lectura obligatoria.

    Responder
  • Alberto, amigo…

    No dejemos que la leyenda del escritor supere lo escrito.

    Es cierto que lo segundo siempre ha sido lo importante para las estudiantes de literaura.

    Recuerdo la fórmula de Pessoa: Todo escritor es un fingidor…

    Algo único. Poder ser cualquier persona, en cualquier tiempo y en cualquier espacio.

    ¿No lo crees?

    Bolaño triunfó porque conviritó su vida en una novela: detectives salvajes…

    Confío en que estarás de acuerdo: estilísticamente es nula.

    Si se compara con sus cuentos y nouvelles se queda, en mi opinión, muy corta.

    Sin embargo, como Borges lo sabía, la magia de Cervantes nunca fue el estilo.

    Los idiotas que se regodean en el supuesto estilo de Cervantes nunca han entendido lo que hace grande al Hidalgo.

    Tiene que ver con amonedar símbolos, con apropiarse de una región de la realidad, ponerle nombre a un instante de la vida, a una visión de las cosas.

    En la tarea de un escritor lo anterior es lo más difícil…

    Shakespeare escribió a los veintitisiete su primera gran obra.

    Bolaño dejó de ser cuentista cuando escribió detectives salvajes, porque aquella novela cortó el listón de la nueva latinoamérica.

    Porque es una larga despedida a la explosión del espíritu latinoamericano de los sesenta, romántico y desorientado, presa de matanzas y revoluciones tropicales.

    Estamos en otra época.

    Y Bolaño vino a saludarla.

    Para quellos que estamos en la brega infinita, Bolaño constituye el inicio.

    Algo que admiro de ti, como autor, es que siempre has escrito para lograrlo.

    Dejemos a los demás su comodidad mediocre de columnas en letras libres y nexos.

    Hay que escribir para lograrlo.

    Yo todavía espero lo mejor de ti, colega.

    Muy buen TEXTO!!!

    Responder
  • Lo genial del internet, es que se puede contactar a los autores que uno admira…

    Y, pecar, por ejemplo, pidiéndoles que escriban un ensayo sobre la rivalidad y amistad de argentina y méxico en las letras.

    Pienso en Reyes y Borges, como el inicio de esta relación.

    Aunque hbrá quien piense en la música vernácula y la música lunfarda

    Responder
  • Fernando: si tiene suerte (y si vale a la larga), la obra de Bolaño hará como la de Poe y demostrará que puede con cualquier crítico. ¿Llegaste a ver lo que Harold Bloom publicó de Poe este año? Muy agresivo, pero también bastante penoso, y quien quedó peor fue el propio Bloom.

    Neftalí, en eso sí creo que disiento: tendrían que ser más leídos (tendría que leerse más, que pensarse más) pero hacerlos obligatorios más bien causaría que la gente se alejara de ellos. Ve lo que sucede con el sistema educativo (?) mexicano.

    Gracias, Soma, por lo que me toca en tu comentario… 🙂 Y ¿te gustaría un ensayo así? Habrá que pensarle.

    Saludos a todos.

    Responder
  • La gran verdad que deja en claro este artículo es que, tristemente, un autor se vuelve famoso no por lo que hace (que debería ser, en teoría, escribir) sino por lo que dicen que hace, sean publicistas, críticos o enemigos. A la gente, sobre todo lo que no leen (o peor, los que creen que leen y viven obnibulados por la ilusión de su conocimiento), les gusta acumular datos y no a entender lo que viene en los libros, les gusta coleccionar datos para trivia, y además se emocionan cuanto más mórbida o truculenta sea la información. Así, no se lee a Poe, sino que se hurga en sus párrafos los highligths de sus vicios, de su melancolía, de su perversidad, y así se diluye su mensaje, su literatura, dejando nmás la carcasa frívola de un personaje que no sólo no es real, sino que resulta tan sólo un ardid para apantallar a emos necesitados de cariño y quinceañeras que aprenden a fumar.
    Yo aún no he leído nada de Bolaño (mea culpa, ya lo haré en su momento) pero tendré que leerle para desengañarme, para ir más allá de la imagen maldita del autor y quedarme con lo realmente importante, o sea, con el autor, sea vicioso, sano, lindo, feo o como sea, a travésde la lectura y su significado. Pero si de algo estoy seguro es que sus vicios, reales o no no son lo importante. En todo caso, lo será lo que pueda expresar de su experiencia a través de lo que escribe. Debería ser esto lo único importante, y no su falsa o auténtica reputación, que no es sino la etiqueta ficticia de la que los pusilánimes se apropian cuando carecen de lo realmente importante: una personalidad.

    Responder
  • Sobre lo anterior, les pido me disculpen por la redacción. Me emocioné al escribir y lo envié de golpe sin revisarlo. Me dan ganas de reescribirlo, pero ya sería excesivo y además creo que es entendible a pesar de sus fallas. Nuevamente, disculpen, y gracias a Alberto por publicar este texto, muy interesante como ya es costumbre.

    Responder
  • No respondo por el momento, José, porque me parece que la conversación podría tomar un giro muy interesante a partir de lo que dices. ¿Qué opinan los demás?

    Responder
  • Concuerdo. Lo importante es lo escrito, no el escritor.

    No obstante, creo que Bolaño, Poe y, quizás, Borges, son de ese tipo de escritores que provocan una indagación, que piden una intimidad. Esconden la vanidad autobiográfica en símbolos, alegorías e historias parcialmente autoreferenciales.

    Pienso en el cuento Sur de Borges o en El Aleph como cuentos plenamente vanidosos… En uno de ellos el personaje es el mismo Borges.

    Bolaño, como sabemos, escribió Detectives basado en sus experiencias al lado del paupérrimo pero interesantísimo poeta, Santiago Papasquiaro.

    Poe trazaba a sus mujeres en sus cuentos.

    Hay detrás de toda falsa modestia una vanidad más honda. De lo anterior no hay mayor ejemplo que la mojigatería intelectual del Borges en entrevistas, revelando su egocentrismo cuando se atrevía a recitar versos en un terrible alemán o francés.

    Los textos de estos hombres son una invitación a descifrar el misterio de sus vidas.

    En contrapunto, Cortázar, Gabo y Fuentes son scritores que crean… No recrean…

    Por supuesto, no estoy diciendo que un tipo de obra valga más o menos….

    Simplemente refiero un hecho.

    Mucho de aquello que tiene que ver con esta indagaciónde personalidades…

    Este culto a la personalidad no es enteramente causada por los lectores.

    Muchas veces, a este tipo de autores no les es suficiente ser autorreferenciales… sino que gustan de meter a sus amigos también.

    Pienso en la aparición injustificada y soberbia, de un muy bien imitado Monsivaís en Detectives.

    El mejor escritor que ha existido después de Homero es Shakespeare.

    El gran misterio de Shakepeare es que nunca sabremos cuando era autobiográfico.

    Cuándo bromista. Cuándo cínico. Cuándo triste.

    El único sicólogo que ha existido es Shakespeare.

    Responder
  • La ética del autor consagrado tiene mucho de falsedad artística, de histrionismo adolescente y femenil.

    Baudelaire lo decía así… El escritor consagrado ayuda a los autores iniciáticos. No, a quienes están a punto de lograrlo.

    La falsa modestia es la moneda común entre quienes reciben la loa gratuita de estudiantes de literatura y de guerrilleros latinoamericanos.

    La vanidad injustificada peca de ingenua… Es como la malicia de un niño…. Es más excusable.

    La vanidad con camuflaje, el alegorismo personal, el ejercicio autobiográfico velado, es permitible, es comprensible, pero sobretodo es tipo de literatura…

    Poe era hijo de histriones. Borges, de argentinos, lo cual debería bastar para explicarme.

    Bolaño ha venido para quedarse, no lo dudo.

    Y, sin embargo, lo creo el escritor más vanidoso de todos los que hemos mencionado.

    Casi cualquier cuento, y cualquier libro, son episodios de su vida.

    Cuando no ha sido así, o cuando así muy poco, como es el caso de Amberes…

    nos deja una novela cansada y supuestamente experimental

    Bolaño lo logró, sí.

    Y sería mentir si dijera que no he leído casi todo de él y con mucho agrado.

    Reprochar la curiosidad que impone su vida es, finalmente, reprochar el carácter general de su obra.

    Después de esta perorata, sólo me queda recomendar ampliamente a todos la lectura de Bolaño.

    Es él último latinoamericano.

    No hay que ser injustos con él, aunque haya mencionado que respetaba a nuestro lamentable Villoro y sus libros de futbol.

    Responder
  • Sería un placer, Alberto, y no sólo por cojntinuar la discusión, sino por el puro gusto de platicar contigo de ese u otros temas.

    Leyendo las respuestas de Soma, me vienen muchas cosas a la cabeza. Insisto, estoy en desventaja con ustedes porque yo no he leído a Bolaño y no puedo (ni debo) hacer juicios de autores que no conozco (ya me urge, por cierto, pero hasta que llegue la quincena podré hacerme de algún libro suyo), pero cuando comentan acerca de autores que hablan en primera persona y relatan su vida desde el intimismo, buscando la complicidad del lector, y agregando además a sus cuates en sus discursos, me acuerdo de dos autores a los que cada vez que leo los encuentro frescos y reveladores aunque nos cuenten siempre lo mismo, o sea, su vida y milagros.
    Me refiero a Henry Miller y William Burroughs.
    Si lo que dice Soma acerca de Bolaño es cierto, aquel tendría mucho en común con estos dos norteamericanos, por lo menos en el enfoque autobiográfico que daban a su obra. Y esto me lleva a pensar en la sinceridad supuesta de los autores y en el papel que sus vidas tienene dentro de sus obras.
    Ambos norteamericanos son excesivos, virulentos, críticos. Ambos salieron de la oscuridad literaria a los 40 años para escandalizar a la socieda de su tiempo (Miller primero y después Burroughs). Los dos escribían sbre sus propias vidas (Miller modificando o «afeando» pasajes de su vida, Burroughs combinando las visiones de la droga con experiencias personales) y también jugaban con su propia imagen de «malditos», de marginales, aunque con diferente fortuna (Miller pronto se refugió en su hogar, con sus amigos y sus mujeres, deseoso de disfrutar una abundancia que desconoció en su juventud, sin renegar jamás de sus años de «perdedor»; Burroughs tuvo menos suerte, ya que además de lidiar con sus adicciones fue testigo de la decadencia y muerte de un hijo alcohólico que siempre le reprochó su abandono, la culpabilidad de la muerte de su madre y las agresiones sexuales de sus novios y amigos).
    Bolaño, aunque las comparaciones sean incómodas (¿e improbables?) comparte con ellos la narrativa en segunda persona, la condición de exiliado y, si la leyenda negra es cierta, la de adicto (más con Burroughs que con Miller, que sólo fue adicto a las mujeres, y en particular a la inefable June).
    Mientras escribo esto, me doy cuenta que desde esta perspectiva, la lectura de Bolaño tendría que vincularse más con estos americanos que con Borges, Cortazar o cualquier otro de los autores mencionados por Soma, puesto que ninguno de los dos argentinos escribía desde esa perspectiva personal. Borges se ponía de personaje de sus cuentos, pero era un Borges más autorreferencial que biográfico, y Cortazar a veces se presentaba como personaje, pero de un modo más lúdico, y más que nada cuando lo que narraba tenía que ver con una causa política, como si separara un poco sus ficciones de rigor de aquellos textos en los que deseaba hacer una declaración personal.
    Eso me lleva a la conclusión inmediata de que necesito leer a Bolaño para juzgar si vale la pena, y que debemos investigar si no hay un autor de ese tipo previo a él, que esciba desde el yo, desde el testimonio (aparentemente) testimonial y sincero de su época, de su mundo hispanoparlante.
    EN serio, si conocen algún caso similar, acvisen. Sería interesante leerlo.
    Gracias

    Al contrario de ellos, Bolaño, por lo que dicen, se convertía en testigo presencial y en protagonista de una época, hablando y poniendo a hablar a gente real, conocida, hasta cierto punto famosa en nuestros días. Eso sí es inusual, porque hasta donde yo sé (y es probable que me equivoque) nadie en la literatura mexicana o latinoamericana había hecho eso de manera tan abierta, ni había recibido tanta notoriedad por ello.

    Responder
  • De manera abierta lo hizo con mucho éxito Borges en Tlön… Habla de Bioy, Alfonso Reyes y un montonal más….

    Es cierto que Burroughs tiene que ver mucho con Bolaño. Tiene razón Candás cuando dice que Bolaño es más comparable con éste que con Borges o Cortázar.

    Sin embargo, el punto de referencia al que yo me refería tenía que ver con cierta vanidad enfundada que leo fuertemente en estos autores.

    Y que creo que en otros no se nota.

    Podría conceder que Cortázar es quizás el menos egocentrista de los tres. Aunque al pensar en lo anterior, me imaginaba al Cortázar de Rayuela, al Cortázar de la transcripción experimental de las tertulias con sus amigos.

    La línea básica de mi argumento es el siguiente:

    Bolaño causó la curiosidad sobre su intimidad, porque es ésta la herramienta esencial de toda su literatura.

    No es que lo anterior sea malo o no. Simplemente es una explicación que condesciende con la lectura morbosa actual sobre su vida.

    Responder
  • Algo más que cabría preguntarse alrededor de estas cuestiones, en relación con el comportamiento de nosotros, lectores de Poe o Bolaño o quien sea: ¿qué estamos buscando en estos autores? ¿Leemos sus escritos, los queremos leer? ¿O los textos son sólo una excusa para unirnos al culto de una celebridad más, intercambiable con las de la tele?

    (Lo pregunto porque mi texto surgió de esta impresión: muchos «fans» y «discípulos» de un escritor son en realidad fans de de una leyenda, una imagen, e imitadores de gestos y poses. Pienso en la historia de un tipo que conocí y que, según él siguiendo los pasos de un autor famoso por sus borracheras, más bien se dedicaba a emborracharse y jamás escribió nada. Triste asunto.)

    Responder
  • aquello que dice Alberto es cierto. Muchas veces, los escritores iniciáticos se meten a esto de la escritura no por un amor genuino de la creación y la imaginación, sino por una admiración al ser artistas.

    Se esfuerzan más en ser artistas que hacer arte. Son ellos el poema, no sus escritos. (Ignoro si esto sea en realidad objetable)

    Eso es lo que pasa con quienes imitan la disipación melancólica de Poe, o quienes creen que ser escritor es consumir algún tipo de narcótico, dar clases y conferencias, y conquistar a incautas estudiantes de literatura.

    La brega solitaria, la refinación del estilo, la decantación de historias, en suma, la gloria secreta en la intimidad del escritorio, cuando un verso se ha logrado, o cuando se triunfa en un remate narrativo, no son de carácter tan poético, no tienen nada de interesante.

    El sótano donde Borges escribió el Aleph no tiene nada de poético.

    Responder
  • Un texto sobre el «realismo» actual de Heriberto Yépez acaba de salir y me parece pertinente aquí por estas observaciones sobre una edición tasajeada de Hemingway. Ni siquiera hace falta poner el nombre de Bolaño en vez del de Hemingway. Lo que sigue en negritas es la cita de Yépez:

    Se corrige no el hecho literario sino la persona. Ganó el paradigma autobiográfico. Hemingway, como metapersonaje, se impuso a sus ficciones. Leemos a Hemingway como si todo lo que escribió fuese un retrato (…)

    Hemingway se volvió un icono; todos sus libros, autobiografías. Cuando a un escritor le sucede esto, sólo se le pedirá confesión. Lealtad a la realidad.

    Esta época prefiere la “verdad” a la “ficción”, precisamente porque es la verdad lo que se ha desvanecido. La ficción cada vez nos parece menos interesante. La literatura está hecha de mentiritas.

    La avidez de verdad conducirá al desplazamiento de la novela y la aparición de la ultranarrativa. Su forma: la “verdad”. Su contenido: el yo “total”.

    Libros en los que nada quede sin ser dicho. Libros en lo que no haya mentiras: no haya literatura. El más allá de la descripción.

    Pero no nos engañemos. No fue la instrospección filosófica lo que nos llevó a esta petición de gran veridicción.

    Fue el modelo del chisme, la noticia y el análisis.

    De A sangre fría de Capote, pasando por Los detectives salvajes y 2666 de Bolaño (conservadoras), hasta Imperial de Vollmann, el paulatino modelo postnovelístico, fue promovido por el auge de los medios (de la TV hasta el blog) en la cultura popular y el del ensayo en la academia.

    Ganó el “realismo”. Viene, desgraciadamente, el giro reality.

    Responder
  • Pues a mi me parece una reducción al absurdo este radicalismo, clásico en Yepes.

    La literatura moderna no ha dejado un sólo momento de mandar buena fantasía.

    Para muesra, Pávic y Chimal.

    Yo, por ejemplo, me confieso un fanático de Horacio Kustos que espera como un niño los libros prometidos con este personaje.

    Pienso que Alberto se convertirá, en unos pocos años, en un infaltable entre la lectura de adolecentes mexicanos.

    Y no por decir esto en demérito de sus creaciones, sino porque creo que las nuevas generaciones estarán abiertas con más facilidad a este tipo de creaciones.

    Otros autores, Borbolla, Samperio, Lavín (por nombrar algunos) serán parte de un largo paréntesis en la literatura mexicana.

    Así como digo sin recato que el grado de fama de Villoro y Volpi es injustificada, así digo que Chimal es lo más cercano a un Wilde latinoamericano, y que después de la experimentación lograda de los Esclavos, yo espero un fino regreso a la literatura fantástica.

    Si tuviera que comparar con alguien a Chimal escogería a Wilde sin duda.

    Tiene cuentos que no le piden nada al nivel del inglés, y para mi eso es decir mucho.

    Lo que me gusta de los cuentos de Kustos es la refinación estética.

    Retomar el tema del explorador, en un mundo donde las exploraciones están practicamente agotadas, es increíble.

    A mí me encanta esta mezcla de épocas y gustos en la literatura de Kustos.

    No soy ninguna autoridad en la materia.

    Y sé que este tipo de mensajes podrían parecer aduladores o exagerados. La verdad es que no me importa.

    Grey es la mejor compilación de cuentos de los últimos tiempos en México.

    Ya vimos lo que pasa cuando otros se quieren pasar por Bolaño.

    Vamos hacia delante…

    Aceptemos que el único narrador mexicano que hemos dado a la literatura mundial es Rulfo.

    Todos los demás somos aún candidatos.

    Responder
  • Bueno, y Bolaño, pues sostengo que, finalmente, Bolaño es Bolaño por México…

    Responder
  • Perdón, pero algo hay que decir acerca de las opiniones de Yepes.

    1) Ya es hora de que dejemos ese rollo de la ficción y la realidad: la literatura SIEMPRE es ficticia como los domumentales también lo son, y lo es porque a todo lo que le metamos mano le quitaremos objetividad. Ese afán de reforzar la realidad porque no es bastante realista es una discusión que deberíamos ya declarar concluida, porque nuestra memoria y la de los demás autores siempre termina modificando todo, matizando. O lo que es peor, terminamos mintiendo deliberadamente. Y ese no es el problema. Lo malo de verdad es cuando el autor nos quiere vender su ficción como si fuera un dogma, y encima se convierte en un imperatuivo moral darle la razón. Para la documentación histórica dejémosle el trabajo a los historiadores, que ya bastane mienten como para que les ayudemos.

    2) Se escandalizan de que le corrijan la plana a Hemingway, cuando es lo más viejo del mundo que a los autores les «arreglen» los textos para bien o para mal. Para empezar, está perfectamente documentado que Hemingway era un perfecto mitómano que mentía sin temor y sin importarle a quién difamaba o calumniaba, y que aparte, tras su mejor etapa literaria, entró en una decadencia fulminante (y etílica) de la que lo único salvable es «El viejo y el mar». El azotarse porque sus parientes le quieran expulgar los insultos que con tanto cariño le dedicó a la abuelita es tan banal como el hecho mismo, o incluso más.

    3) Decirle desgraciado a Hemingway es un eufemismo ligerísimo, considerando su largo historial de alcoholismo, maltrato a esposas e hijos, aniquilamiento de amistades literarias (al único al que jamás tocó fue a su maestro Ezra Pound porque eso ya hubiera sido el colmo de la ingratitud), difamación compulsiva de todo aquel que pudiera hacerle sombra, y si nos vamos con la leyenda negra, pedófilo con víctimas famosas (dicen por ahí que en una visita a la propiedad de la familia Dominguín Bosé el señor autor desvirgó al primogénito). Así que, ¿por qué nos aterrorizamos? No será ni el primer ni el último autor inflado al que le cambién los adjetivos en nombre de la hipocresía que lo encumbró.

    Así que desgarrarse las vestiduras porque le metan mano a un texto mentiroso para poner otras mentiras es, más que rizar el rizo, convertirlo en rasta. Y en cuanto a la ultranarrativa que propone Yepes, pues ya tampoco es muy nueva que digamos. Se llama periodismo, y salvo honrosas excepciones, en cuanto pretende convertirse en literatura se convierte en un cosa horrible que además de anacrónica resulta aburrida: naturalismo.

    Gracias

    Responder
  • Aplausos al comentario de Candás.

    No existe tal cosa de naturalidad en la literatura.

    Responder
  • Estoy de acuerdo con los dos, de hecho… Saqué a colación este asunto no porque crea en esa «naturalidad» sino porque es uno de los clichés de moda. En un periódico de hace días, la gran «noticia» de cultura era el libro de confidencias de alguien, que «revelaría su intimidad». Ese culto de la celebridad es vil, entre otras cosas, porque olvida lo importante.

    Saludos y… sigamos, ¿no? No sé ustedes pero esta conversación me está gustando mucho.

    Responder
  • Estoy de acuerdo con Candás, si es literatura siempre será ficticia aunque se cuelgue de lo testimonial o de una realidad que, al fin y al cabo, es ficcionalizada. El problema es que no todos saben hacer esa distinción, ya sea porque se quiere vender todo producto editorial como si fuese literatura o porque se nos ha «educado» para leer el texto pensando en la biografía del autor, creyendo que el narrador (o la voz lírica) no es otro más que el escritor mismo. Apuesto que la mayoría tuvimos clases de literatura en las que el texto quedaba en segundo plano y lo más importante para «pasar la materia» era conocer datos de trivia acerca de la vida de los autores y de la historia de la literatura. No es raro, entonces, ver que para muchos la manera en que murió Poe o vivió Bolaño termine siendo más importante que el valor literario de sus textos. La cuestión sería como acercarse a la lectura sin que el monstruo mediático esté de por medio diciéndote que adores (o critiques duramente) a la celebridad porque era un rebelde, un adicto, un alcohólico… seguramente muchos de los fans de poses decadentes han leído poco o nada de los escritores «malditos» que dicen adorar.

    Responder
  • Sin demeritar el mensaje de Candás y Kittsune, me gustaría matizar un hecho que considero particular en e caso de Bolaño.

    Leer las obras de Bolaño y, sobre todo, gustar de ellas, tiene como innevitable consecuencia una atención morbosa por la vida de Bolaño.

    No sólo en un hecho figurativo, alegórico o simbolista, como puede ser un RImbaud, Borges o Poe, Bolaño trataba sus aventuras personales como material narrativo.

    Esta, y no otra razón, ha sido la causa primordial del morbo actual que despierta la vida de Bolaño para la comunidad de lectores y revistas.

    Por eso argumento que si alguien es culpable del tratamiento actual de la figura de Bolaño, es el propio Bolaño.

    Nadie más.

    Por eso creo que debemos irnos haciendo a la idea de la figura mítica que tomará Bolaño, y que creo totalmente justificada por una razón.

    Él la creó. No se la crearon.

    Nadie que sepa leer podrá negar que las actividades ilegales de Belano y Lima sugieren algún tipo de contrabando de narcóticos o de venta al menudeo en Detectives.

    Hay dos razones por las que creo importante a Bolaño:

    1) Inaugura, a mi parecer, una nueva época de la literatura en español en la que no importan ya las nacionalidades. Y, segundo,´despide el primer movimiento literario real latioamericano. Al dedicar sus novelas a la juventud en un tono distinto, postmodernista, hecho para la latinoamérca de ahora, y no la romántica de los sesenta.

    Y (2) escribió la última verdadera novela latinoamericana. Ni Villoro, ni Pligia, ni nadie más lo ha logrado. Desde Rayuela, no hay nada como Detectives salvajes.

    Responder
  • Bolaño fue el primer escritor para los lectores de la generación de los ochenta en latinoamérica

    Responder
  • Yo creo que Bloom se equivocó de carrrera. Él es (cierta clase de) historiador/antropologo que basa sus estudios en la exclusivamente ficional arte de la literatura.Peor aún cree que las mayorias son dueñas exclusivas de la historia. (Ese hombre necesita escuchar más jazz, más blues, más folk sureño. Sería gracioso que le gustara Elvis o Sinatra pero despreciara a los músicos que dieron forma a esas super estrellas). Pero bueno, así se entretiene Bloom y no son pocos los que lo odian/aman.

    Creo que a Yepes le ocupa mucho el aspecto de fama (o al menos de su número de lecturas) de cada autor. Es evidente que el realismo no tiene que ver con la «realidad». Pero también es evidente que en estos días no hay muchos puntos intermedios. O se hace esta hard fiction (o algo así que de inicio vende una supuesta «realidad)» que inició Capote o se venden libros onda Eragon por montones. Nostros, los que no leemos Eragon ni los códigos Da Vinci, somos una minoria. ¿Qué nos importa cuantos ejemplares de Dubliners se venden al año o si van a hacer una película con Elijah Wood haciendo del joven joyce. Si vemos hacia «afuera» encontraremos ese panorama más mercantil que literario (que también llena salas de cine). Al final creo que no debe quitarnos el sueño porque aunque si me gustaría comprarme mi ejemplar de «El espejo en el espejo» ¿Qué editorial se atreveríaa editarlo?…Dado el panorama, no los culpo.

    Luego, juzgar a un autor por su vida como hombre es inutil y…ehem…Hemingway rules.

    Ah. También a mi me gustaría más literatura fantástica Alberto pero ya se que no es la hora de las peticiones 😀

    Un abrazo! Espero que nos encontremos pronto.

    Responder
  • Hemingway sux!!!!

    Y lo digo con todo respeto, Fernando.

    Es la prueba viviente de que se puede llegar a escribir, y ser reconocido por esto, sin saber nada de literatura.

    Como el caso de varios de nuestros últimos «consagrados».

    Responder
  • Ahhh, y por cierto, Candás, no es necesario que te esperes a la quincena…

    Aquí te dejo Detectives para que empieces:

    http://www.esnips.com/doc/a7e17203-2088-490c-9f0b-67c53763f516/Bolaño-Los-detectives-salvajes

    Lo puedes leer en línea, o si quieres lo puedes bajar.

    Recomiendo lo segundo.

    MI top five de Bolaño es así

    1)2666

    2) Detectives Salvajes

    3) Estrella Distante

    4) La literatura Nazi en América

    5) Putas asesinas

    y de comdín, Llamadas telefónicas

    Responder
  • Edgar Allan Poe era bueno para sus tiempos pero sus narraciones no dan miedo, pero Bolaño es un genio que sigue perdurando al paso de los años y lo dijo abiertamente a mis 28 años vine a descubrir los libros de este genio hace ya como 3 años atras y he quedo impresionado con la manera en que la escribia, sin duda alguna fue fanatico de Gabriel Garcia Marquez y lo sigo siendo pero Bolaño para mi lo supera en mi lista de autores latinoamericanos favoritos y de los mejores del mundo.. los primeros libros que lei de el fueron: La Literatura Nazi en America, El Gaucho Insufible, Los Perros Romanticos, Tres, o sea el tipo era un genio que importa si fuera o no drogadicto, si estaba loco, si politico, como sea tiene todavia un estilo unico se siguen publicando libros de el como: 2666, La universidad desconocida(la consegui hace poco), entre otros… entre cuentos , poemas, ensayos y novelas se destaco en todo… Mi favorito por ahora La Literatura Nazi en America y El Gaucho Insufible, todavia no he podido leerme 2666 o los detectives salvajes pero por lo que he visto son best seller, masterpiece de la literatura. Lastima que no se cuido para vivir mas y seguir llenando las librerias y ver como se convirtio en el mas importante escritor latinoamericano ahora mismo no solo en america, tambien en Estados Unidos y todos los premios conseguidos despues de muerto el Salambo, El National Circle Book Award, entre otros.
    Me identifico con Bolaño quizas porque he tenido una vida dificil me encanta su estilo…..
    Fan Forever!

    Responder
  • Robert: el deslumbramiento con un autor (esa ilusión que nos lleva a pensar que basta con uno solo, que uno solo es toda la vida y toda la literatura) es una experiencia maravillosa: disfrútala mientras dure.

    Y crucemos los dedos: ojalá que nuestro querido Bolaño siga siendo leído en dos siglos, como Poe lo es ahora. Saludos.

    Responder
  • Francisco MJ
    05/11/2009 2:03 am

    Esta charla estuvo genial! Llegue muy tarde a ella y quizá nadie me lea, pero que diablos?!

    Yo acabo de «descubrir» a Bolaño hace unos meses gracias a una reseña de 2666 publicada en Newsweek, en cuanto leí la reseña supe que debía leer 2666 y lo que encontrará de este autor. Aún no leo nada de él pero espero pronto hacerlo. Durante la charla creo que todos rizaron el rizo varias veces… Me quedo con la conclusión obvia: Lo importante en un autor es su obra… las palabras que llenan los libros donde está su nombre. Alberto cerró de manera fantástica en su último comentario.

    Estoy completamente de acuerdo contigo Alberto, jamás se me ocurriría pensar que sólo existe un autor o que con uno basta, sería una estúpidez! 😉 Nada mejor que la variedad, especialmente si hablamos de variedad de excelente literatura…

    Pero sin duda podemos tener nuestros preferidos… por las razones que se nos de la gana. Y para mí, el autor que más me gusta en latinoamérica es Jorge Volpi sin ninguna duda! Esa forma de escribir directa y fría… esa excelente combinación de conocimientos y esa enfermiza obsesión con la inteligencia que se respira en sus mejores obras me enloquece. Habrá que leer a Bolaño… él si tiene chance de engancharme, algo que Gabo nunca ha hecho por ejemplo.

    Saludazos!

    Responder
  • Yo aprovecho para decir que la poesía de Bolaño es insufrible. No sé destacó en «todo», como dicen arriba.

    Responder
  • Francisco, la conversación se reactiva cuando alguien quiere seguir conversando 🙂
    Por supuesto que podemos tener nuestros preferidos…, pero estoy convencido de que nuestros preferidos se perfeccionan cuando tenemos más con qué compararlos.

    Soma, es triste pero tienes razón.

    Saludos a todos.

    Responder
  • Ricardo Tatto
    05/11/2009 2:10 pm

    Excelente discusión. Alberto, ¿dónde puedo conseguir o leer lo que escribió H. Bloom sobre Poe? ¿Cómo se llama el texto? Te agradecería cualquier referencia, ya que me interesa mucho saber lo que el siempre polémico Bloom tiene que decir sobre el ya imperecedero Poe…

    Responder
  • Hola, Ricardo. En Genios, de Bloom , hay un par de desprecios que resumen la actitud del crítico ante Poe. La primera vez que se le fue encima fue en un artículo de la New York Review of Books que en la versión web de la revista sólo se ve completo pagando una suscripción o una cuota…, pero que Christoper Domínguez resume en este artículo.

    Saludos.

    Responder

Responder a AlbertoCancelar respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entrada anterior
La Langosta se ha Posteado
Entrada siguiente
Varias respuestas (4)