Taller literario

Desde ahora: taller

A partir de hoy, esta bitácora propondrá cada miércoles un breve ejercicio de taller literario, para quienes quieran usarlo. Los ejemplos serán míos o bien de escritores que hayan propuesto en libros sus propios ejercicios (y siempre con la atribución correspondiente).
Nada de esto tendrá relación con el concurso mensual, pero invito a quien decida hacer el ejercicio a publicar los resultados ya sea aquí o en su propio blog; y también invito a todos a comentar.

Y ahora, el primer ejercicio: leyendo el cuento «En el bosque» de Ryunosuke Akutagawa, se puede ver que la historia se forma por los testimonios diversos (y a veces contradictorios) de muchas personas relacionadas de un modo u otro con los sucesos centrales del texto. La encomienda sería redactar el testimonio (breve) de alguien más: otra persona que pudiese dar nuevos datos sobre el crimen descrito, y a lo mejor ofrecer una nueva «solución» del caso.

13 comentarios. Dejar nuevo

  • DECLARACIÓN, TARDÍA, DE UN ANCIANO CORTADOR DE BAMBÚ, INTERROGADO POR EL OFICIAL DEL KEBIISHI

    —Yo no lo vi señor, le repito, pero cuando regresaba de cortar mi habitual carga de bambú me encontrécon ese sucio leñador con el que discuto cada jornada. Sí, ése mismo, al que usted interrogó. El estaba discutiendo fuertemente con Tajomaru, el bandido que capturaron y que sostienen que asesinó al samurai. No se percataron de mi presencia, usted sabrá que soy viejo y mis pasos silenciosos; jamás camino por el sendero, prefiero bordear el camino habitual. Me detuve y me oculté detrás de un cedro, entonces escuché al bandido decirle «¿Qué te hace pensar que me culparán de la muerte del samurai, y no a tí, que atacaste al hombre por la espalda, sin ningún honor y descansaste tu deseo en tan bella mujer que huyó muerta de miedo hacia alguna parte?» El leñador lanzó una carcajada y le respondió burlón «Es claro el valor de la declaración de un leñador que ha pasado su vida en el bosque trabajando frente a la de un ladrón y mujeriego que no sabe hacer más que huir. Está en ti el camino, si prefieres que te denuncie mientras escapas, para ser atrapado como un asesino sin honor ni respeto. O te entregas y confiesas que tu acabaste con el samurai, en un duelo reñido, después de veintitrés asaltos; calmaste tus deseos con la mujer y te entregaste en el caballo de su posesión; yo diré lo mismo». Tajomaru, siempre bandido sagaz fue emboscado por un leñador y un crimen que ni siquiera cometió. Su fama de bandolero lo orilló a entregarse lanzándose del caballo en la entrada del pueblo. Prefirió entregarse como un asesino con valor, que, según lo que escuché, le repito, no lo es, que ser capturado por la declaración falsa de ese sucio leñador. Se lo digo tal como lo escuché, esperando que mi confesión, aunque tardía, aclare un poco las cosas, respetable señor.

    No me fue fácil, a ver qué tal Alberto, espero comentarios de todos. Visiten mi blog
    =====>>> http://grapho.blogspot.com

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  • APARICIÓN DE LA SAGRADA BODHISATTVA AL OFICIAL DEL KEBIISHI
    -Tranquilo oficial, todavía no es la hora y estoy aquí porque vengo a ayudarle. El caso es más sencillo de lo que parece, pero más complejo que la suma de sus partes. El hecho es básico: tres personas creen haber asesinado a un hombre y un sólo cadáver ha sido encontrado. Tajomuro espera la muerte en su celda, Masago la conjura ante el puñal sin éxito y de Takejiro ya encontramos su cuerpo inmóvil. El verdadero asesino quiso dejar en medio de la confusión un detalle, ansioso de ser descubierto, casi culpable: las tres flechas desaparecidas de la aljiaba de Takejiro. ¿Cómo podemos creer que un samurai se suicide con un puñal, o qué una mujer tranquila se vuelva impetuosa en combate, o qué una daga no pueda perforar el cuerpo de la misma mujer? Recuerde un poco oficial. ¿Acaso no recuerda el bosque? ¿No sé le hace demasiado familiar el sacerdote? El infierno va distorsionando el pasado y sus nombres, ¿o acaso recuerda el Templo Toribe y la sangre en su túnica? Ahora se construye una vez más una historia ilusoria, ahora usted es oficial y ayer fue leñador, mañana tal vez será ancianita. Pero los detalles le reclaman y el sacerdote sigue ahí. Las tres flechas ensangrentadas bajo su cama le reclaman oficial.
    Tranquilo, todavía no es su hora.

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  • DECLARACIÓN DEL ESPEJO AL OFICIAL DEL KEBIISHI
    —Todo aparece bien. Buena confusión la que se ha armado, y tú mientras tanto pensando, sólo pensando mientras ese pobre muerto sigue sin recibir justicia, mientras el bandido, la mujer y la médium son todos retenidos. ¿Te parece acaso justo? A este caso hay que darle pronta solución, que la gente del pueblo ya se empieza a incomodar. No puede haber tres asesinos, queda claro, para un sólo cuerpo, con una sóla herida. De las confesiones que tienes, solo una ha de ser verdadera. Por cierto, no te vendría mal rasurarte, si no vas a resolver nada, por lo menos podrías aparecer como un hombre serio. Te digo, entonces, y hazme caso, Tetsuo, uno de los tres debe pagar por la muerte de Takejiro. Que fuera Tajomuro sería lo mejor para todos, porque es bandido. El, además, es el más probable. La mujer está trastornada, lo mejor es devolverla con su madre y que ella la calme. Si la acepta, tras su deshonra. Pero una madre es una madre. si no, la puedes enviar a un monasterio en Okinawa o cualquier otro lugar lejano. A la médium la castigas levemente por falsa, y queda resuelto el caso. ¿No te parece esta una buena solución? El pueblo quedaría sin bandido, sin loca y sin charlatana. Te lo agradecerían pronto. Quizá hasta el shogun se entera de tu sabiduría y te vuelve juez. Irías a vivir a Kyoto. ¡Cuánto lujo! ¡Cuánto honor! Anda, comunica a todos tu resolución, ya que te afeitaste en este tiempo. Te ves mejor afeitado, ¿verdad? Si ya te lo decía yo. Sólo te falta peinarte, que no puedes ir a Kyoto despeinado ¿que dirán las mujeres?¿cómo te vería la corte?

    Pero tu peine, ¿dónde lo pusiste? ¿no lo habrás dejado…? No, debe estar por aquí. Busca bien.

    (Por cierto que estamos estrenando blog, en nueva versión)

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  • UN HOMBRE QUE LEE EL CUENTO Y HABLA CON OTRO.

    – ¿Y el peine?

    – Yo no ví ningún peine.

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  • DECLARACIÓN DEL OFICIAL DEL KEBIISHI INTERROGADO POR EL OFICIAL DEL KEBIISHI

    —Nadie se ha dado cuenta. ¿Ocultaste la daga?
    —Sí, está oculta como nuestra culpa.
    —¿Culpa? ¿Sentimos culpa?
    —Masago me tiembla en el pecho.
    —Masago no sabe de nosotros; ha creído nuestra historia y la ha hecho propia.
    —Pero no es eso. He caído enamorado de Masago.
    —No es cierto.
    —Aunque lo dudes.
    —No te creo.
    —No me provoques.
    —¿Qué harías? ¿matarme?
    —Sí, y contaría una historia distinta para que nadie diera conmigo.
    —Muy bien, inténtalo.

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  • Lo haré… suene bastante interesante, así que estaré al pendiente de los ejercicios y si puedo publicarlos pues mejor 🙂
    saludos

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  • Ay, Alberto, qué maraviillosa idea esta la del Taller. Como siempre, sorprendiéndonos.

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  • Confesión de una costurera
    Yo le vendí el kimono violeta a Masago, era una mujer hermosa, de piel blanquecina y pelo negro. ¿Qué la madre dio otras señas? Seguro ella también conoce la verdadera historia. Era muy temprano cuando la mujer llegó a mi tienda y me pidió el kimono más hermoso que tuviera, con un velo largo donde sólo asomaran sus ojos ovalados. Le enseñé tres modelos, de diferentes telas y colores, pero ninguno le gustó. Después de mostrarle otras para que escogiera una y le hiciera el traje a su medida, me preguntó cuánto tiempo me tardaba en coserlo. Usted sabe que soy una mujer honrada y trabajadora pero lo que esa mujer pedía era una locura. Le comenté que de tres a cuatro días, pero ella me interrumpió, diciéndome que no podía esperar, que lo necesitaba en la tarde. ¡Es imposible! Todo el mundo lo sabe. Además de que tenemos muchos pedidos por el festival. Le pregunté para qué lo quería, y riendo me dijo que en la tarde salía para Wakasa con su marido y lo quería llevar. Por lo visto era un viaje especial. Le dije que usara cualquiera y que se lo mandaba con su madre. Ella me respondió que no, que por última vez vería a su madre y a su marido. Pensé que se iba a suicidar, ya conoce a las jóvenes de estos tiempos, por lo que traté de hacerla recapacitar, pero con una carcajada fantasmagórica, sólo de recordarla se me eriza la piel, me dijo que se iba a Masaka con otro hombre, un comerciante de peines. Si, me platicó de Tojamaru y que iba a matar a su marido. Yo creí que era una broma hasta que su mirada me confirmó lo dicho. En ese momento la mujer lo vio. Era el vestido que me había pedido la hija del herrero. Un hermoso kimono que durante semanas estuvimos cosiendo. Le expliqué que no podía dárselo y que… Se puso como loca, me gritó, aventó una silla y me dijo que pagaba el triple de lo que costaba. Como le dije, yo soy mujer honrada. Al escuchar que no, me golpeó con la mano extendida, qué fuerza tenía, como un caballo desbocado. Vea cómo quedó el ojo, del color del vestido. Qué la madre dijo lo mismo. Es cierto, quien lo hubiera pensado. En fin, usted sabe que en esta época es difícil vender un kimono a ese precio, por lo que se llevó. ¿Por qué no le avisé antes? No escuchó que tengo que entregarle un kimono a la hija del herrero en sólo tres días. El otro nunca lo recuperaré, ya debe de estar en Wakasa junto a la cama del comerciante.

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  • Alberto, cómo estas? Espero que muy bien.
    Acabo de ver lo del taller literario y me uno. Empezaré con los ejercicios que hace más de dos años publicaste. Espero alcanzarlos dentro de poco.
    Saludos y muchas gracias por los excelentes desafíos.

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  • David, encantado de recibirte, y gracias a ti por lo que ya estás publicando. Ojalá todo te sirva. Suerte…

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  • Hola, Alberto, espero que estés muy bien. Te dejo mi participación y un saludo.

    DECLARACIÓN DE UN PÁJARO COLIBRÍ, POR MEDIO DEL HECHICERO.
    —Sobrevolaba la carretera que va hacia Yamashina. Iba absorto en los recuerdos de mi hembra siéndome infiel. Por eso dejé el nido ese día, más para no verla que para buscar al oportunista que me la había ganado. De pronto, me encontré en medio de una multitud de bambúes que se iban cerrando como si quisieran abrazarse, reconocí que estaba en el bosque. Decidí volar hacia un sitio más despejado, pues me sentía atrapado, y fui hacia el claro de cedros. Fue cerca de esa zona donde escuché las voces.

    Antes de llegar a mi destino, me crucé con una mujer que corría sosteniendo un puñal. La hoja era tan clara como las lágrimas que le empapaban el rostro. No se detuvo al mirarme. Atravesó los bambúes con facilidad y se perdió de mi vista. Me quedé flotando en el mismo lugar. Era extraño, pero esa humana me había recordado a mi hembra, ambas tenían la misma mirada condescendiente que tanto me lastimaba.

    Llegué al claro y ahí estaban el que hoy está muerto y el bandido Tajomaru. El bandido estaba por irse, traía una katana ensangrentada por las heridas que le había causado al otro. Pero habían sido ataques superficiales, a los brazos y a las piernas. El hombre no corría peligro de muerte. Le gritó al bandido:

    —¡Termina con esto!

    Tajomaru se carcajeó. Le robó sus flechas y su arco y lo abandonó.

    Cuando estuvimos solos, me acerqué al hombre caído. Estaba agarrando un peine y lo observaba en silencio. Traté de adivinar lo que había pasado con esa mujer y sentí pena por el hombre que fue derrotado. Reconocí la deshonra en su mirada y me recordó a mí mismo. Tenía la boca abierta, pero de ella no salía ningún ruido. Decidí ayudarlo, así que me metí en su boca y bajé hasta su garganta para cerrarla. El hombre comprendió lo que estaba haciendo y se dejó ahogar. Se retorció varias veces y después quedó inerte. Me salí de su boca y supe que el hombre estaba muerto. Yacía en el suelo, con los ojos cerrados.

    Escuché unos pasos que hicieron crujir la hierba y me escondí detrás de un árbol. Tajomaru había vuelto y se veía furioso.

    —La mujer nos dejó a los dos y tú dormido —le dijo al cadáver—. Te cumpliré tu deseo después de todo.

    Tajomaru enterró la katana en el pecho del cuerpo sin vida. Después, huyó.

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  • Hola Alberto, espero estés muy bien. Te dejo mi participación y un saludo.

    DECLARACIÓN DE UN PÁJARO COLIBRÍ, POR MEDIO DEL HECHICERO.
    —Sobrevolaba la carretera que va hacia Yamashina. Iba absorto en los recuerdos de mi hembra siéndome infiel. Por eso dejé el nido ese día, más para no verla que para buscar al oportunista que me la había ganado. De pronto, me encontré en medio de una multitud de bambúes que se iban cerrando como si quisieran abrazarse, reconocí que estaba en el bosque. Decidí volar hacia un sitio más despejado, pues me sentía atrapado, y fui hacia el claro de cedros. Fue cerca de esa zona donde escuché las voces.

    Antes de llegar a mi destino, me crucé con una mujer que corría sosteniendo un puñal. La hoja era tan clara como las lágrimas que le empapaban el rostro. No se detuvo al mirarme. Atravesó los bambúes con facilidad y se perdió de mi vista. Me quedé flotando en el mismo lugar. Era extraño, pero esa humana me había recordado a mi hembra, ambas tenían la misma mirada condescendiente que tanto me lastimaba.

    Llegué al claro y ahí estaban el que hoy está muerto y el bandido Tajomaru. El bandido estaba por irse, traía una katana ensangrentada por las heridas que le había causado al otro. Pero habían sido ataques superficiales, a los brazos y a las piernas. El hombre no corría peligro de muerte. Le gritó al bandido:

    —¡Termina con esto!

    Tajomaru se carcajeó. Le robó sus flechas y su arco y lo abandonó.

    Cuando estuvimos solos, me acerqué al hombre caído. Estaba agarrando un peine y lo observaba en silencio. Traté de adivinar lo que había pasado con esa mujer y sentí pena por el hombre que fue derrotado. Reconocí la deshonra en su mirada y me recordó a mí mismo. Tenía la boca abierta, pero de ella no salía ningún ruido. Decidí ayudarlo, así que me metí en su boca y bajé hasta su garganta para cerrarla. El hombre comprendió lo que estaba haciendo y se dejó ahogar. Se retorció varias veces y después quedó inerte. Me salí de su boca y supe que el hombre estaba muerto. Yacía en el suelo, con los ojos cerrados.

    Escuché unos pasos que hicieron crujir la hierba y me escondí detrás de un árbol. Tajomaru había vuelto y se veía furioso.

    —La mujer nos dejó a los dos y tú dormido —le dijo al cadáver—. Te cumpliré tu deseo después de todo.

    Tajomaru enterró la katana en el pecho del cuerpo sin vida. Después, huyó.

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    • Hola. Gracias por escribir. Esta nota es de hace años y ya no estoy llevando a cabo la actividad en este sitio, pero de cualquier modo me da gusto que te hayas tomado la molestia de venir. Encontrarás otros temas de escritura en notas posteriores.

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