Concurso

Concurso #61

Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen:

Instrucciones:
1) Suponer que esta imagen ilustra una historia.
2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasando allí, qué momento se anuncia, por qué, quiénes están allí, qué hacen.
3) Escribir la historia, en forma de cuento brevísimo (minificción), en los comentarios de esta misma nota.

El o los textos ganadores recibirán un trofeo virtual y serán seleccionados considerando la opinión de quienes decidan opinar. La fecha límite para participar es el 24 de noviembre.

Quedan invitados…

54 comentarios. Dejar nuevo

  • Información Bitacoras.com…

    Valora en Bitacoras.com: Esta bitácora convoca una vez más a su concurso mensual. Los interesados pueden comenzar observando esta imagen: Instrucciones: 1) Suponer que esta imagen ilustra una historia. 2) Imaginar cuál es esa historia: qué está pasan…..

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  • […] This post was mentioned on Twitter by Alberto Chimal, EntreLectores and Frankspotting, Círculo Lectura Roma. Círculo Lectura Roma said: Concurso #61: Esta bitácora comienza su séptimo año con un nuevo concurso de minificción, abierto a todos los inte… http://bit.ly/dl7mdb […]

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  • Víctor Hugo Vásquez Rentería
    01/11/2010 12:49 pm

    Mis ojos abiertos, apagados.
    Oscura, en un presente inmediato, aguardo la flecha. El tiempo se detiene.
    Mientras, proyecto, recuerdo: avanzamos.

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  • La última y me voy

    Ya se iba. Había recogido su chamarra pa’l frío y se disponía a tomar el camino pa’ su casa. Chín. Y que va recibiendo un SMS. -«Puta madre» -alcanzó a decir- sabiendo de qué se trataba. Ya casi eran las doce y si se apuraba todavía podía llegar a despedirse de su familia y, quién sabe, echarse la última hojaldra con café acanelado y piqueteado, no le hacía que estuviera frío, total, hace mucho que todos ellos ya ni recordaban qué era el calor. Así que salió presurosa. Ya ni se puso la chamarra, nomás la jaló. En el camino se arrepintió de querer andar toda glamorosa con esas «pinches botas de charol» el 2 de noviembre, que además de hacerla trastabillar sobre el piso empedrado, se le atoraban en la gasa del vestido. Igual siguió. A lo lejos vió a unos trabajadores acomodando el foco del semáforo que unos chamacos habían roto la noche anterior después de aventarse de piedrazos porque unos habían hecho trampa pa’ recolectar su «calaverita». Nunca faltaban los abusivos.
    Vio que lo estaban encendiendo y se disponían a cerrar la caja. Se apuró más, no fuera la de malas y le ganaran y tanta apuración para nada y ya tenía las patas destrozadas.
    Por fortuna, los electricistas del ayuntamiento, pa’ variar, no llevaban los tornillos para cerrar la caja, los que tenían estaban o muy grandes o muy flacos. A regañadientes, uno se lanzó por ellos, después de la cagotiza que le pusieron.
    Aun sin aliento, esbozó una sonrisa de alivio y al momento de llegar junto al poste, pudo ver la escena completa en que una pareja de distraídos cruzaba la calle e instantes después era aventada por un Volkswagen, -el auto del pueblo, cierto,- hasta el otro lado de la acera.
    Eran 5 para las doce. Perfecto. En la confusión, ella apovechó pa’ llevarse las almas y agarrar la chamarra que llevaba la pareja y pensó que le vendría mejor pa’l frío porque tenía cuello de peluche y la suya no.

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  • Alberto Gómez del Campo Trigueros
    02/11/2010 6:54 pm

    Aquello que nombró, obstáculo y destino, yacía desierto en la esquina cegada. Le faltaban todavía las palabras de la luz.

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  • Nada de esto hubiese pasado de haber atendido al primer «no», o al segundo, o a cuando me dijo: No mames, ya de por si dicen que la pastilla del día siguiente es un aborto. Si Alexis, y el orgasmo es la petit mort, ¿no vamos a dejar de coger por eso o sí? Cállate que tú eres un asesino, pinche Cobo, por chaqueto. Pues chaqueto me voy a volver si sigues haciéndote la difícil. Bueno ya, bájate el cierre. No mames, tengo que tener las manos en el volante porque sino te emputas. Pues entonces mejor no, que tal que te distraes. No me voy a distraer, mira, ya se pudo.
    El sexo oral se nos volvió canibalismo cuando el pendejo del bocho me quiso rebasar y me mando a estamparme contra el semáforo. Ella perdió un diente, yo extraño mi pene.

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  • MENSAJE DE TEXTO

    Hola. Estoy bien. Tenían razón: Tokio es peligroso. Por la tarde se pelearon dos robots. Y una de sus piezas estuvo a punto de caer encima de mí.

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  • ¡ al final lo había logrado! aquella bruja logro lo que nadie mas había podido en la ciudad… acabar con el trafico y que terminara en el suelo…..

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  • Amilcar Osio
    03/11/2010 2:36 pm

    La foto que yo conservo es casi igual a esta pero sin el semáforo:
    Misma calle, mismo carro del mismo color, las mismas piernas, aquella blusa rosa, zapatos iguales, tapa de acero sobre la acera y tú más adelante tratando de cruzar.
    Un claxon horrible suena y mi cámara cae disparando su flash sobre esto que ahora te platico.
    Esta foto de ahora la hizo minutos después el forense cuando arrimaron el semaforo caido.

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  • Amilcar Osio
    03/11/2010 2:44 pm

    Sigo pensando despues de varios minutos de ver esta foto, que la de las botas negras es la muerte.
    No estoy seguro pero al otro lado de la calle alguien sin saberlo la está esperando

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  • Amilcar Osio
    03/11/2010 2:50 pm

    Por eso ocurren los accidentes ¡no es posble!

    Dos mujeres jovenes guapas y soltera cruzando la calle, el semaforo en el piso sin marcar nada y la muerte esperando el verde para alcanzarlas sin ser atropellada…

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  • Con sus tres ojos apunto de enceguecer, miró al cielo consternado; regresaban por él.

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  • DE LUTO EN LA ALFOMBRA ROJA

    Decapitó el semáforo con su guadaña. Escurrió la luz roja por la alcantarilla.
    Se encaminó hacia el cruce en espera de que los autos la arrollaran.
    Uno la alcanzó. Frenó y le cerró el paso. El conductor le ofreció dinero para que subiera.
    Otro, más delante, chocó contra ella y se hizo pedazos. La de negro alcanzaba la otra orilla, parecía traer puesta una armadura de la diseñadora Mercedez Benz.
    Los autos siguieron estrellándose. El rojo que escurre y avanza por el crucero ha reemplazado al alto. La figura de luto odia los eventos sociales y también la alfombra roja.

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  • Quería verle los calzones a la muerte y por eso se dejó morir. Y todo para qué. No traía.

    OTRO:

    El pobre cancerbero mecànico a los pies de su amada suplicaba perdón y una nueva oportunidad. La dama de negro pasó sin mirarlo, detrás de su amado que estaban a punto de atropellar.

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  • Juan Manuel: me encanta tu minicuento sin título, la muerte descalzonada. Es redondo! 😉

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  • A MITAD DEL DÍA
    Pasando de lado, sin ver, es como andar la vida sin luz; si no, véanme aquí abandonado, se dijo el señalador mientras el mundo pasaba, en una esquina cualquiera. Sniff, sniff.

    Graciela

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  • ESPERANZA A PRUEBA
    Autos, mujeres, hombres y niños pasan como las horas indiferentes en cualquier ciudad. A veces despacio, luego corriendo; pero, a nadie parece importar quien cae en el camino. Créanmelo, murmuraba el armatoste de tres ojos con visera de metal, yazgo en este crucero desde el amanecer y pronto será mediodía. ¿Alguien podrá levantarme, por caridad?

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  • VÍCTIMAS

    Del accidente sólo quedó una cosa clara: alguien perdió los puntos de su carnet de conducir.
    Jamás los volvería a usar.

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  • Para cuando el semáforo cayó, la calle ya se había paralizado. Sean dos o tres, la parca ya tenía que hacer.

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  • Destinada a seguir cual joven su camino, se detiene para repensar su destino que la llevará a conocer la mentira de amor con la que ha vivido obsesionada.

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  • C_RESENDIZ
    09/11/2010 1:16 pm

    Oficio 102/8-L10

    El detenido refiere encontrarse en absoluto uso de sus facultades mentales, por lo que desecha su derecho a un abogado de oficio y acepta los cargos que se le imputan.
    Refiere que su locura temporal solo se debe a la inoportuna intervención de la víctima ya que el acusado después de días de espera solo deseaba un suicidio en hora no pico.

    Pasa a fichaje.

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  • Estaba ahí tirado en el pavimento con los ojos color negro, sus párpados apenas y se alcanzaron a cerrar. Decidí salir solamente para despedirme.
    Iba vestida completamente de negro, una vez más debía estar de luto.
    A su alrededor los transeúntes caminaban sin apenas mirarle.
    José me acompañaba, le pedí que tomara esta foto, para poder recordarle.
    Seguramente será reemplazado por otro, alguien más joven y con ojos resplandecientes. La pena no es sólo mía, el Alto que trabaja en la esquina lo siente muchísimo, al igual que el guardarrieles que lo atendió cuando sucedió todo. Dice que se desplomo de un sólo golpe, fue por la madrugada, apenas y se supo.
    Al pasar de los años me voy quedando sola, ya no hay quien cuide mi paso. Poco a poco se van muriendo y el recuerdo es lo único que me queda, con ellos he crecido, con ellos he llorado, con ellos he aprendido a confiar en la calle, ahora quien me escucha.

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  • Nos pidió llamarla Entropía. Con gusto se presentaría a declarar en el Ministerio Público pues vió que mi auto no estaba encendido; de mi inocencia no tenía duda. El siniestro ni siquiera fué culposo, fué un suicidio.

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  • Carolina Mejía
    09/11/2010 5:56 pm

    Existe una señal, pero no existe porque no me ve, yo existo pero la señal no. Ese y, esa y, aquella, van y vienen, pero no me ven, el día es perfecto, pero debajo de mi no hay nada perfecto, al parecer, he dejado de existir.
    Ni siquiera alcanzó a gritar: no pases!. Ya era tarde.

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  • Por aquellos días ya todo era mecánica, electrónica y programación. La tecnología había logrado ya hacer que todas las máquinas tuvieran un grado de inteligencia, un atizbo de conciencia. Nosotros los semáforos teníamos la capacidad de sabernos controladores del tránsito, sin embargo, sólo nos dotaban con sensores y nuestra única manera de expresión eran tres simples luces. Ese día simplemente enloquecí. Como consecuencia un auto se desbordó sobre mí, o quizás fue su negligencia más que la mía, si, quizás ella descendió sólamente a asegurarse de que estuviera bien muerto…

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  • Era tan alto que cuando lo atropellaron y la caída fue mortal.

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  • CASI NADIE RECUERDA

    Uno de cada mil y un transeúntes es humano en la ciudad. Los demás sólo lo parecen. Y es que el flautista murió y ni los nietos de sus hijos se dedicaron a la música.
    Ahí van los animales metidos por montones en la ropa de moda, si no les miras la cara no te das cuenta. Son tantos que hasta hay semáforos especiales por doquier. Ese lo acaban de quitar para reemplazarlo por un semáforo tetrapeatonal.
    Ahí la gente prolifera pero en las alcantarillas y túneles del metro. Los animales no saben cómo deshacerse de ellos.
    Casi nadie recuerda que Hamsterdam hace muchísimo tiempo se llamaba Hamelín.

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  • En un crucero la ciudad abrió sus ojos y los volvió a apagar.

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  • Una realción furtiva

    Calles vestidas de transeúntes víctimas ante sus ojos. Llevaba días sintiéndola en la espalda, acechando mis pasos, escuchando su voz que emerge de la pared sólo para pronunciar mi nombre, para enchinar mi piel. La luz y los colores encandilan su memoria por eso busca la noche bajo mi cuerpo, los viajes grises y la caída de luminarias ante mis pies.

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  • J.M. Agúndez Espinoza
    14/11/2010 10:01 pm

    Parte policiaco
    Un vehículo gris circulaba de sur a norte, dos damas se cruzaron sin precaución y fueron arrolladas. Una mujer que había derribado el semáforo con su bocho unos momentos antes, y que esperaba tranquila por nosotros, vio el atropellamiento. Se veía extraña toda de negro. No mi comandante, no era la muerte… ¡sus piernas lucían divinas sin botas!¡uf! La soltamos por Polanco… tal vez la parca venía en el coche gris, porque cuando llegamos al lugar de los hechos no encontramos ni rastro del conductor y disque nadie vio nada… ah una señora nos dijo que las chicas se besaban cuando el pum!

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  • Cuando el semáforo se puso en verde, abrimos la coladera y avanzamos sin freno al mundo de adentro.

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  • Carmen y yo tomábamos un café en la terraza de mi departamento platicando de trivialidades, los domingos no relajábamos un rato y asistíamos a algún evento.

    -Mira, ahí va la señora de negro, siempre hablando sola y llorando
    -Pobre ¿Por qué llorara?
    -No lo se, siempre la veo pasar, pero nunca me atrevo a preguntar, me da miedo
    -A mi me da pena, uno puede imaginar lo bella que fue, a pesar de lo demacrada que está
    -Cruza esta calle todos los días a la misma hora
    -Ya viste se quedo parada en la orilla
    -Que raro ¿por que no cruzara?
    -Es que se ha caído el semáforo con la tormenta de ayer
    -Si, ya se, pero hay un agente de transito dándole el paso a la gente
    -Ya son cuarto para la seis, ya vámonos
    -Es cierto, perdí la noción del tiempo

    Tomamos nuestros abrigos y nos fuimos al teatro. Cuando volví, me gano la curiosidad y mire hacia afuera, ahí seguía la mujer, junto al semáforo caído, empezó a llover pero ella no se quito, sus lagrimas se perdían en la lluvia, me resguarde del agua y volví a mis deberes nocturnales . Al día siguiente cuando salía para la oficina, mientras abría la puerta del coche voltee hacia donde faltaba un semaforo, ahí estaba aun la señora del vestido de negro, todavía lloraba.

    Me pregunte en voz alta-¿Qué le habrá pasado?- subí al auto y me fui rumbo al trabajo.

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  • Psicomonka

    Willy Monka; terciopelo azabache, pañuelo grana, báculo con puño de plata, sombrero de copa y botas de charol, desciende del elevador transparente.
    El aparato ha derribado un semáforo en su bajada estratósferica y terrible. Busca al niño con el boleto dorado en la mano que tendrá el honor de visitar su fábrica de golosinas… pero no hay crios.
    Ojos de anciano en cuerpos de infantes se escabullen entre los autos; la inocencia escapó de estás carcasas, no saben lo que es un dulce, ni siquiera conocen su fabrica y mucho menos a él. El agente se dirige Monka dispuesto a multarlo por el derribo del tricolor y entonces desaparece.
    El embozado de negro cambia el bastón por una guadaña.
    – Al fin y al cabo estos pequeños cabrones no merecen otra cosa – se relame encantado con su nuevo trabajo- .

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  • Aclaración : he cambiado el apellido (monka)en mi historia para evitar problemas.

    Saludos a todos y suerte en el concurso.

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  • MORIR Y NADA MÁS

    Morí. Morí y seguiré muriendo eternamente… Caminaba con el desparpajo propio de la juventud cuando un presentimiento hizo que me detuviera y levantara la mirada: un automóvil se acercaba peligrosamente. El ruido del motor, el olor del caucho quemándose. Primero caí yo, luego el semáforo: derruidos, desprovistos de toda dignidad rodeados por sangre y alambres chispeantes. Después de unos minutos cerré los ojos. Cuando los abrí, caminaba con desparpajo por la calle. Un presentimiento hizo que me detuviera y levantara la mirada: un automóvil se acercaba peligrosamente… A la cuarta o quinta muerte creí comprender lo que estaba sucediendo y me ordené recordarlo para evitar el suceso. Pero lo único que he logrado retener es ese presentimiento, ese piquete en el cuello siempre a destiempo. Viaje en el tiempo, realidades paralelas, inmanencia y demás ideas fantásticas han desfilado por mi mente en los minutos agonizantes. Ya no quiero pensar. He perdido la cuenta y la esperanza. No tengo más remedio que repetirme. A lo mejor todo esto, simplemente, es morir.

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  • Angela Leborski
    21/11/2010 1:18 am

    Lo esperaba en la esquina de siempre, donde se veían cada día al atardecer. La noche anterior él la había protegido del frío con su chamarra y ahora ella la devolvería a su dueño, impregnada de un nuevo y romántico olor, el suyo. Lo esperaba. Veinte minutos pasaron desde la hora acordada y él no llegaba aún. Los tacones de sus botas se clavaban en sus talones y se sentían tan duros como el mismo suelo bajo sus pies. Vio el viejo auto azul acercarse desde la lejanía, veloz. Lo supo todo en ese mismo segundo. Cerró los ojos y escuchó el impacto. Un semáforo cayó justo al lado de donde ella se encontraba. No se inmutó. Sabía que él había venido a verla de nuevo. Observó todo desde su esquina, sintiendo las palpitaciones de su corazón en todo su cuerpo. Sabía que no lo vería nunca más. Se acercó sigilosa entré la multitud de curiosos y dejó la chamarra negra sobre el destruido capacete del auto. Alguien tomó la chamarra y la usó para cubrir el cuerpo y la cara que en un instante habían sido abandonadas por la vida y por su amada.

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  • I nútiles

    Al prncpo cundó el pánco. ¿Quén haba hecho aquello y cómo crcularan ahora con todos los semáforos destrozados, trados en el suelo? Sn embargo, la jornada pasó sn que se produjera nngún accdente de tráfco, lo que les hzo llegar a la conclusón de que aquellas luces rojas, verdes y ámbar no servan para nada. As fue como acabaron con todas las cosas nútiles: los posavasos, las tardes de domngo, la vocal esa que era latina, etc.

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  • Jimena M. Vázquez
    22/11/2010 11:25 pm

    -¿Y tienes que hacer eso con todos?
    -Sí
    -¿Con todos, todos, todos?
    -¡Que sí!
    -No inventes, sí está pesado.
    -…
    -¿Y por qué?
    -Pues porque nadie les entendía.
    -Pero entregaron folletos, ¿no? Y en la tele pasaban comerciales.
    -No fue suficiente.
    -Quizá si no hubieran puesto el verde como ALTO…
    -¿Tú crees? No, de todos modos la gente exige sus tres colores en el orden de siempre. Si no les das sus tres colores como los conocen… chocan.
    -¿Y por qué fue? ¿Por qué los cambiaron?
    -Por el aniversario de la bandera. Supongo que les pareció un gesto patriótico poner sus tres colores en los semáforos del país. Pero como no funcionó, ahora hay que regresar los semáforos viejitos y tirar estos a la basura.
    -Quizá el problema fue que el verde y el azul eran muy parecidos…
    -…
    -¿Te faltan muchos?
    -Sí.
    -¿Muchos, muchos, muchos?
    -¡Que sí!

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  • Durante varios años, el semáforo estuvo colgado en la esquina de Miroles y Cantabria. Nadie conoce todavía esas calles, sólo los desafortunados que todas las mañanas, a ritmo cansino, discurren por esa esquina somnolientos y apesadumbrados, unos en sus automóviles clase medieros y otros pisando sus botas de obrero agotados de antemano por la prominente entrada a la ciudad, que a esas horas y desde esas calles, se puede adivinar como el más fiero de los trayectos.
    Durante varios años, nadie obedeció ninguna de las luces del semáforo. No había por qué hacerlo, ya que la coreografía entre autos y botas era casi perfecta, de no ser por algún chamaco que cruzaba la calle corriendo y sin mirar, sólo para recibir del otro lado de la acera, el sape merecido y pesado de algún colono asustado. Así que sin más ni más, una tarde de domingo, pensando que no sólo era mejor para la civilidad sino para el gasto energético, bajaron el semáforo. Esa misma semana hicieron una fiesta en la esquina de Miroles y Cantabria, argumentando que era motivo de farra el poder prescindir de las leyes visuales para mantener otras, siempre más arraigadas, de carácter moral.
    El lunes siguiente llegó con un sol deslavado. El semáforo había quedado en el piso a manera de cadáver y evidencia, y entre el esquivarlo y el mirarlo, esa única mañana, ocurrieron dos accidentes. En uno, una mujer tuerta había escogido utilizar su único ojo para observar los faros muertos del semáforo, y un auto nuevo la había arrollado dejándola cojitranca. El segundo fue menos violento, pero más representativo en su naturaleza. Don Manuel el de la farmacia, dueño de un sedán viejo y oxidado, y Don Rubén el dueño de la tlapalería, lector ávido de novelas de crimen, habían llegado a los golpes después de discutir quince minutos sobre cuál de los dos tenía el paso: el conductor de un auto viejo y desvencijado, o el santurrón del traje fino con bigote de detective.
    Una semana después el semáforo había desaparecido de la escena. Y así fue como todos los vecinos de Miroles y Cantabria, empezaron a desconfiar los unos de los otros, observándose con envidias sin saber de facto qué escondían los demás.
    – Animal raro el ser humano –Dijo un viejo sentado en una silla de mimbre frente a la esquina.
    – Animal el que bajó el semáforo –Dijo un joven estudiante que pasaba por ahí.

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  • ¿Tiempo?.

    El no creia en ley alguna, solo se regia por su pensamiento que era mas torcido que un crujito con chile y limon, en su cabeza se amontonaban ideas que pocas veces recordaba pero que sabia ahi estaban, de entre ellas tomo aquella que le indicaba que nadie podia ser dueño del tiempo de los demas y entonces fue que decidio matar los semaforos para que aquellos que manejaban no tuvieran que esperar y ver esa maremagnum de gente pasar frente a ellos en cada esquina, en cada luz roja.

    – Hagase para atras señora (decia el poli)
    – Es que, no comprendo, ¿quien es el muertito poli? (replico la señora con velo a la cara y rosario en mano)
    – Un semaforo señito, ¡pero hagase pa´tras pues!
    – Hay Diosito santo, ¿quien en su sano juicio mata un semaforo en estos dias?
    – un loco que no sabe que hacer con su tiempo Señito.

    Responder
  • … literalmente todas las luces. Una, dos, cien. Cada cuadra, cada esquina, rápido. Los primero en caer fueron los semáforos. Qué es un semáforo, pregunta mi nieto.

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  • Diana Y. Jara
    24/11/2010 6:47 pm

    Otra vez.

    Otra vez esa dama de velo negro,asechando a la pobre de Elena, se le tiene que antojar venir detrás de ella, cuando está a punto de cruzar esa calle, para encontrarse con su cita… ella cruza precipitadamente, pero al parecer la dama oscura la cubrió antes con su velo.
    Mientras tanto en el otro lado de la calle, transcurre el peso del reloj de arena, en un rincón se encuentra un joven, al parecer espera a alguien…

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  • El juego

    Le daban luz verde y apenas el automovilista se ponía en marcha le metían de nuevo el rojo. O dejaban clavado el amarillo como un sol perpetuo. O fantaseaban colores. Pero sólo lo hacían a la hora de la siesta cuando ver pasar un auto era algo casi anómalo. Una tarde se retrasaron en el horario del juego y produjeron un accidente. Les gustó el ruido del metal, el echarse mutuamente la culpa de los conductores, el remolino de curiosos que se disipaba en disculpas al indagar por testigos. Sólo faltó sangre esa primera vez, pero la consiguieron al tercer incidente. Lloraron como niñas de la emoción. Dos colisiones después, inauguraron un muerto: un viejo al que le faltaba poco para mudarse al otro mundo. Eso los desilusionó bastante, pero la joven que desparramó como savia su belleza por el asfalto les devolvió la alegría prontamente.

    Tras meses sin actuar, el Municipio dispuso, hace una semana, un agente de tránsito. Intuyen que la medida no va a durar mucho, pero que infames y tediosos se les hacen los días sin poder jugar.

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  • Tiempo robado.

    El no creia en ley alguna, solo se regia por su pensamiento que era mas torcido que un crujito con chile y limon, en su cabeza se amontonaban ideas que pocas veces recordaba pero que sabia ahi estaban, de entre ellas tomo aquella que le indicaba que nadie podia ser dueño del tiempo de nadie y fue entonces que decidio matar los semaforos para que aquellos que manejaban no tuvieran que esperar y ver esa maremagnum de gente pasar frente a ellos en cada esquina, en cada luz roja.

    – Hagase para atras señora (decia el poli)
    – Es que, no comprendo, ¿quien es el muertito poli? (replico la señora con velo a la cara y rosario en mano)
    – Un semaforo señito, ¡pero hagase pa´tras pues!
    – Hay Diosito santo, ¿quien en su sano juicio mata un semaforo en estos dias?
    – un loco que no sabe que hacer con su tiempo Señito.

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  • LA MUERTE ESPERA

    Al borde de la banqueta está parada la muerte. Mientras espera, ¡crash!, dos autos derrapan, una chica es arrasada, su amiga grita histérica, la gente se arremolina, un gordo policía llega dando tumbos y trata de dispersar a los curiosos, a lo lejos se escucha una sirena. La muerte no se ha movido de su lugar. Dos paramédicos con cubre polvo en el rostro se abren paso llevando sobre una camilla el cuerpo cubierto con una sabana blanca, en eso, llega el Diablo.
    –No mames. Qué pasó –pregunta asombradísimo a su amiga la Muerte.
    –Nada, sólo un pinche accidente más –contesta la Muerte resignada–. Pero ¿por qué llegas tan tarde?
    –El tráfico, ya ves que está de la chingada…

    Los amigos darketos: a ella le gusta decirse la Muerte, a él el Diablo, atraviesan la calle, y se encaminan gozosos al concierto de Cristian Death.

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  • Hola Alberto, no sé si ya es posible porque se pasó la fecha, pero de serlo, te agradecería que consideraras esta versión de “El juego”. Tiene unos pequeños cambios al final (de forma no de fondo) que creo que así cierra mucho mejor. Saludos.

    ________________________________________________

    «El juego»

    Le daban luz verde y apenas el automovilista se ponía en marcha le metían de nuevo el rojo. O dejaban clavado el amarillo como un sol perpetuo. O fantaseaban colores. Pero sólo lo hacían a la hora de la siesta cuando ver pasar un auto era algo casi anómalo. Una tarde se retrasaron en el horario del juego y produjeron un accidente. Les gustó el ruido del metal, el echarse mutuamente la culpa de los conductores, el remolino de curiosos que se disipaba en disculpas al indagar por testigos. Sólo faltó sangre esa primera vez, pero la consiguieron al tercer incidente. Lloraron como niñas de la emoción. Dos colisiones después, inauguraron un muerto: un viejo al que le faltaba poco para mudarse al otro mundo. Eso los desilusionó bastante, pero la joven que desparramó como savia su belleza por el asfalto les devolvió la alegría prontamente.

    Tras meses de desidia, el Municipio ha dispuesto un agente de tránsito en la esquina. Intuyen que la medida no va a durar mucho, pero que infames y tediosos les parecen cada uno de los días sin poder jugar.

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  • Luces, cámara, acción

    Cada uno de los personajes está en su puesto: Las dos chavas sensuales agitan su melena en el viento mientras se humedecen los labios. El intelectual que lee en el café se cuidó de no bañarse y escoger su ropa para parecer que no la escogió. Una señora con bolsas de mandado pone cara de angustia. El niño con capa de super héroe ha erguido el pecho. Una estudiante que anda en bicicleta va con actitud de cambiar al mundo. Cerca de ahí en una oficina, los burócratas trabajan en mangas de camisa fingiendo eficiencia. Hasta el niño que pide caridad no sabe nada de cine pero saber poner cara de quién pide caridad.

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  • Voto por el cuento sin título de Don Ferna.

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  • Buenas tardes. Con esta nota se cierra el concurso de minificción de noviembre. Los lectores están invitados a leer los textos participantes y recomendar los que les gusten. En un par de días, los resultados. Gracias como siempre a todos.

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  • Me gusta el cuento de Javier Ortiz León

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  • El lento Rodríguez
    26/11/2010 10:25 am

    Dos días más

    Siempre llegaba yo tarde a todo: A la escuela, a los concursos de cuento incluso a mi boda por eso nunca me casé. Recuerdo que cuando niño algún adulto, desesperado por mi tardanza me dijo que parecía que yo había nacido dos días después. Por ello cuando vi la señal de tránsito naranja fuera de sitio, el semáforo derribado, la gente corriendo de un lado a otro y los fierros retorcidos y aún humeantes en la esquina de mi calle y alcancé a distinguir entre los restos de mi auto destrozado mi cuerpo inerte supe que aún me quedaban dos días para escribir con calma esta minificción.

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  • Está bueno el de Jimena M. Vázquez, es CLARO, hay historia completa… de no ser porque la bandera pertenece a qué país? azul?

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  • […] ganadoras de este mes son Lola, por su cuento “La última y me voy”, y Jimena Vázquez por su cuento sin título. En ambos casos ganan por el uso de un habla coloquial […]

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  • mi historia para participar es esta.

    El arte
    En una esquina de una ciudad cualquiera del mundo, un hombre sensible, parado junto a un semáforo, lee un libro. Tal vez sea un artista metido en lo suyo. Tal vez no. Quién puede saberlo. A dos cuadras, un automovilista acelera su vehículo rumbo a no se sabe dónde. Avanza cien metros. Semáforo verde. Acelera más. Pronto llegará a la esquina del hombre con su libro, tal vez artista, tal vez no. Metros antes de llegar al cruce, el semáforo se pone rojo. Pero ya es tarde para frenar. Acelera a fondo para pasar antes que desde la otra calle arranquen los que tienen el verde. La fatalidad provoca un choque. Un auto vuela hacia la derecha. El otro, el del hombre que venía acelerando desde la otra cuadra, se va contra la esquina adonde está nuestro hombrecito leyendo. Le pasa por encima. En segundos está muerto. Me acerco. Tomo el libro. El tipo leía sobre cómo el arte pone más sensible a las personas y las hace más humanas. El libro dice que la literatura, la música, la pintura, el teatro, el cine pueden salvar al mundo. Qué lejos estamos, pienso. Y también pienso que eso es algo que no muchos han aprendido. El que ahora muere, sí. Pero no hay tantos como él. Y los pocos que quedan se van muriendo.

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